7

Deje atrás a esas tres personas que se hacían llamar mis amigos. La verdad no sé qué pretendían conseguir. Ande en la dirección opuesta que conducía al palacio. Quería estar solo, pensar, no tener libélulas revoloteando a mí alrededor y molestándome con sus horrendas voces. Cuando hablaban demás y no quería escuchar nada y hacían lo contrario me irritaba. Haciendo caso omiso a los llamados de Julek me pierdo entre los árboles y la naturaleza que había allí. Nunca me hubiera imaginado tener un bosque al lado de mi casa, aparte de eso, que me perteneciera. Camino arrastrando los pies, como si no, como si me costara andar.

La neblina empieza de nuevo. ¡Magnifico! La niebla se va expandiendo hacia los lados exponiendo ante mí una cabaña, a simple vista me parece un juguete más con el que podría haber jugado de pequeño tranquilo. Era baja, además de pequeña, tenía una verja de madera justo a unos pasos de mí. Poso mi mano en la cerradura para poder abrirla y así pasar. Al lado de la puerta, que también era de madera, como toda la casucha, contenía un tablero con el apellido Chlebek. Mi mano se adueña del pomo de la puerta para abrirla, esta hace un chirrido que casi me quedo sordo y finalmente, con algo de dificultad se abre. ¿Por qué ese encuentra abierta? No le doy mucha importancia, ya que aquí en teoría no puede venir nada, excepto mi familia y yo.

Parpadeo un par de veces para poder acostumbrarme a la poca luz que entraba por las rejillas de las persianas, una vez cerré la puerta. Me desplace hasta llegar a un lago del recibidor donde se encontraba el interruptor de la luz. La luz ilumina la estancia pero con una luz tenue. Cuando estaba dispuesto a avanzar por la parte izquierda de la casa, que creo suponer que es una habitación, escucho un sonido ensordecedor que casi me deja sin tímpanos.

¿Qué coño ha sido eso? ¿De dónde ha venido ese ruido?

—¿Hay alguien por aquí? —todo se encuentra silencioso ahora. Saco mi móvil y pongo la linterna para tener una mejor visión para ver.

Nadie contesta. No ha podido ser en mi imaginación el escándalo que se ha armado, hace un minuto.

Al fondo de lo que se supone que es el salón, hay un sofá mediano, algo desgastado por los años aparte del uso que le dieron. Allí veo a algo moverse. No sé qué será. Si un animal o una persona.

—¿Quién anda ahí? —vuelvo a preguntar, casi al límite de desesperarme por no tener respuesta —. Estoy viendo tu sombra, sal.

—¿Y el limón dónde queda? —habla una voz fémina divertida y a la que cual conozco demasiado bien. Alenka Chlebek, mi hermana.

—Alenka sal de donde estés —ella suelta una risilla bastante desagradable para mí.

—Le quitas lo divertido a la vida, querido hermanito —Alenka sale tan salerosa como es ella, por detrás del sofá.

—¿Qué haces en este lugar? —le pregunto —. Aunque mejor voy a hacer otra pregunta. ¿A qué has venido? Mi cumpleaños ya ha pasado —le recuerdo. Aún seguía resentido, sé que han pasado varios días. Lo que no se me va a olvidar en la vida es que mi familia no se dignó a felicitarme, ni estar en mi día. Mi cumpleaños.

—Veo que sigues dolido —la miro a los ojos y me doy cuenta que en estos momentos los ojos los tengo rojos.

—No me jodas, Alenka —sentencio.

—Esa boca Zarek.

—Tú dices palabras más malsonantes y nunca te lo he reprochado —ella miro hacia otro lado y empezó a hablar.

—¿Qué haces aquí?

—Yo te podría preguntar lo mismo —alzo las dos cejas mirándola.

—¿Estás a la defensiva este día o son todos? Es para prepararme mentalmente —habla divertida.

—¿Papá y mamá también han vuelto? —ella asiente aun sin mirarme —. ¿Cuándo habéis llegado?

—Hace unas horas.

—Pues no os he visto.

—Es que primero hemos hecho una parada antes de venir aquí — ¿A dónde habrán ido?

—¿Están en casa?

—Afirmativo. ¿Vamos? —mi hermana estaba dispuesta a irse pero yo no. La agarre del brazo en cuanto pasó por mi lado e hice que se colocara delante de mí.

—No has respondido a mi pregunta.

—¿Cuál era? —se hizo la loca —. Se me ha olvidado.

—Que hacías aquí —la miro directamente a los ojos mientras hablaba —esa fue la pregunta que te hice.

—Es un lugar libre donde puedo estar y se me está permitido la entrada igual que a ti. Por si no lo has visto en la entrada pone el apellido que llevamos, Chlebek. Estas muy despistado hermanito, recordaba que eras más espabilado —se mofa.

—Estas insoportable —antes de hacer algo que no quiero, giro mi cuerpo para poder salir rápidamente del lugar, ya vendré otro día más tranquilo.

Estaba ya saliendo por la diminuta verja, cuando la voz de Alenka me hace frenar.

—¿No piensas esperarme?

—Si te soy honesto, no —miro por encima de mi hombro sin querer dar la vuelta. Sigo mi camino sin mirar atrás, oigo las pisadas de ella detrás de mí. No sé qué hace con los pies que hace un tremendo ruido al andar —. Por una vez en tu vida, camina bien, que se escucha que vienes a kilómetros.

—¿No te cansas de ser así de gruñón? Pareces un vejestorio de ochenta años y apenas has cumplido dieciocho —me auto obligo a no enfadarme. No quiero que después de un par de meses que no la haya visto, me enoje con ella.

Caminamos bastante rápido hasta el palacio, en cuanto cruzo las puertas traseras de la casa llamo a Minka.

—¡Minka! —ella aparece por el pasillo que está justo al lado izquierdo de donde me encuentro.

—Señorita Alenka —habla emocionada en cuanto ve a mi hermana mayor —la he echado de menos correteando por aquí — ¿De qué me he perdido? Mi hermana no me lleva tantos años. Tan solo es dos años mayor. Alenka la abraza como si no la hubiera hace siglos y yo sigo parado al lado de ellas, pareciendo una pared.

—¿Nuestros padres, Minka? —pregunto para que sepan que aún sigo ahí; aparte de que quería saber esa información.

—Los señores todavía no han hecho su aparición —me responde Minka mirándome a los ojos, una vez se ha separado de mi hermana. Miro a Alenka queriendo saber porque ella me ha dicho que estaban si no están. Me ha mentido.

—Los he visto entrar —gesticula con las manos exageradamente.

—En fin —resoplo —. ¿Eunika, Dagmara y Julek?

—En sus habitaciones —asiento.

—¿Vienes o te quedas aquí? —le hablo a mi hermana.

—Vamos —se despide de Minka que va a la cocina y nosotros vamos rumbo a la habitación de Dagmara, que es la más cercana a las escaleras. Toco la puerta con mis nudillos pero no hay respuesta al otro lado. Frunzo el ceño y abro la puerta. No hay nadie. Quizás este en la habitación de Julek o en la de Eunika.

Vamos a la siguiente habitación que es la de Julek y hago el mismo proceso que en la de Dagmara pero esta vez sí oigo una respuesta.

—Pasa —hago lo que me dice Julek y abro la puerta con Alenka pegada a mi cuerpo.

—¡Alenka, que alegría verte! —Dagmara viene dirección a nosotros, me aparta a un lado y se tira encima del cuerpo de la persona que estaba tras de mí. Ella le devuelve el abrazo.

Me desplazo hacia dónde está mi amigo, este enseguida me mira para luego ir directo a saludar a mi hermana, Dagmara ya la había soltado y dejado para que los demás la pudieran saludar y abrazar.

—¿Tus padres? —le pregunta Eunika —. ¿Has venido sola? —pregunta de nuevo. Yo miro fijamente a Alenka, alzando las dos cejas, esperando a que diga algo.

—En estos momentos no tengo ni idea de donde se han podido meter, y respondiendo a tu segunda pregunta; sí, han venido conmigo.

—¿Y porque tu hermano tiene esa cara? —me mira en cuanto lo suelta, Julek. Las tres chicas sueltan una carcajada.

—Es su cara, dejadlo. ¿Ha estado gruñón estos días? —mi hermana se fija en cada detalle de sus rostros para saber su respuesta.

—Todos los días, sin quitar uno —intenta bromear Dagmara.

—Me largo —paso de largo a todos y salgo por la puerta.

Iba por el pasillo hasta que me paro en seco al ver a dos figuras que podría distinguir perfectamente, las he visto por 17 años, escasos. Mis padres, los que me han escondido por dieciocho años lo que soy actualmente, que no tengo ni la menor idea de cómo llamarle.

—Hola papá, hola mamá —hablo con voz aburrida, saludándolos.

—Hijo... —empieza mi madre pero le corto.

—No te esfuerces en hablar Iwona y tu menos Dyzek. Ahora con vuestro consentimiento o sin él vuestro —hago una mini pausa —, me voy. Que disfrutéis de los días que estéis aquí.

Antes de poder bajar las escaleras, mis pies se detienen y ya sé que viene a continuación.

Iwona y Dyzek, han vuelto a la ciudad, va a ser más complicado hacer lo que ya estaba planeado con ellos aquí.

¿Por qué?

Ellos son más fuertes si se mantienen unidos, en familia.

Zarek no estará muy por la labor de ir de la mano de sus padres y hermana, señor.

Tiempo al tiempo.

Vuelvo a la realidad desplomándome en el suelo.

—¡Zarek! —oigo la voz de mi madre venir corriendo por el pasillo y llegando a mí —. ¿Qué ha pasado?

—Nada —digo cortante.

—Nada no es lo que acabamos de ver.

—Olvidadlo entonces —me levanto del suelo y empiezo a bajar las escaleras. Voy a la cocina donde creo que encontrare a Minka, y efectivamente ahí la encuentro —Minka —ella se da la vuelta sorprendida.

—Has visto a tus padres, ¿no es así? Traes un careto...

—No ha sido por eso —suspiro derrotado sentándome en un taburete —, acabo de oír de nuevo esas voces en mi cabeza, aparte de eso, ellos lo han visto todo pero no les he contado nada.

—Pero nos acabamos de enterar —entrar los dos a la cocina y dirigiéndose a mí —. Esto no se nos ha comunicado.

—¿Estáis atentos a lo que me pasa pero no se os ocurre por casualidad venir el día de mi cumpleaños? Que cara tenéis.

—Estábamos ocupados, Zarek. Hemos venido en cuanto hemos podido —me indica mi madre.

—Si vosotros lo decís... —empiezo a hablar —por si no lo dabais estaba hablando con Minka, no con vosotros. Es más, os podéis ir por donde vinisteis y de paso os lleváis a Alenka.

—¡Así no hables a tus padres, Zarek! Habrán hecho miles de cosas mal pero nunca dejaran de ser tus padres. Te aman aunque tú en estos momentos estés cegado por el rencor y por tu negación a todo.

—¿Tú también Minka? —bufo.

—Aunque no quieras es la familia que te ha tocado...

—No la que quiero —le corto —, la familia no la deja tirada por meses, prácticamente solo —no me daba cuenta los gritos que pegaba hasta que vi que habían aparecido también, Dagmara, Eunika, Alenka y Julek a saber que diablos pasaba aquí —. No hay ningún show que ver, os podéis marchar por donde habéis llegado.

—Sí que esta insoportable —murmura algo alto mi hermana, mirando a mis amigos.

—Te he oído Alenka.

—Mejor, así dejas de ser tan insufrible. No se puede estar en un lugar contigo dentro, la gente tendría que ir directamente a un manicomio porque la volverías loca.

Me levanto de golpe con toda la furia que tengo dentro, en este momento no quiero calmarme, por esta vez quiero que vean el monstruo que soy. Los ojos se me ponen rojo y la neblina sale por cada poro de mi cuerpo, veo a mi hermana tensarse y mirarme perpleja. La nube me tapa por completa, solo dejándome a mí ver a través de ella.

—¿Qué coño es esto? —mi hermana estaba temblando, al igual que Eunika. Por otra parte, me impresionó como actuaron mis padres, no parecen asombrarse. ¿Ya sabrían de esto? No lo descartaría del todo.

—Me voy, para la cena estaré aquí.

Conforme la niebla espesa negra avanza, yo lo hago con ella. Salgo de la cocina, yendo directamente al patio trasero. Ahí me obligo a relajarme.

Estaba sentado en una de las habitaciones que encontré en la cabaña, estaba oscureciendo, estaba llegando la hora de volver a casa pero mi cuerpo no tenía la intención de moverse, unas pisadas me alertan y espero a que lleguen hasta mí. Hago el menor ruido posible pero cuando mí mirada esta fija en la puerta, veo que la manija de esta baja haciendo que se abra, se asoma una cabellera de pelo negro oscuro y la reconozco de inmediato, Dyzek.

—¿Qué haces aquí?

—Estar sentado y creo yo que es lo que hago en este momento, aparte de despejarme, ya que a partir de ahora no voy a tener un momento de paz dentro de esa casa, si se puede llamar así, claro está. Es diez veces más grande que mi piso —Dyzek niega con la cabeza negando todo lo que he dicho.

—Estas muy equivocado hijo —pasa a la estancia, cierra la puerta y se apoya en ella —, no me mires así, somos tu familia y en tu cabeza de niño de cinco años piensas que estamos en tu contra, y es todo lo contrario. Siempre te vamos a facilitar las cosas, no te voy a decir que nosotros no cometemos errores, porque está más que claro que lo hacemos...pero tú también los cometes y no te das cuenta porque estas cegado por el rencor que tienes entro de tu cuerpo. Por usar tus habilidades para que tu hermana te tenga miedo o tu amiga Eunika, no vas a conseguir nada bueno. Vas a conseguir que se alejen de ti.

—¿Siempre estáis conmigo? ¿Es un chiste?

—No es ningún chiste —mi padre tiene un semblante serio y me mira fijamente, sé que está más que molesto con mi actitud y aunque en el fondo sepa que me estoy comportando como una mierda, no rectifico en las acciones que llevo a cabo y eso es realmente malo. Estoy cayendo en un pozo que no tiene fondo, solo se ve negro y no se ve el final de este. Quizás le tenga que poner yo el límite —. Vamos Zarek, hay que ir a cenar y está anocheciendo.

—¿Le temes a la oscuridad, papá? —sonrío, mi padre teme quedarse a oscuras y sobretodo en un entorno que no está acostumbrado a estar.

—¡No te burles de tu padre, niño! —suelto una carcajada, mientras me levanto del suelo y voy hasta él.

—Si no abres la puerta, no saldremos de esta cabaña —le digo con obviedad, señalando detrás de él.

—¿Cómo la encontraste? —pregunta con bastante curiosidad, que no la camufla.

—Creo que antes de enfadarme con los chicos, me iban a traer aquí y pues ande un poco más en dirección contraria al palacio y lo encontré. Y como ponía Chlebek pues decidí entrar. Al fin y al cabo soy uno de ellos —me encojo de hombros al terminar.

No puedo descifrar la cara que pone mi padre, hace una especie de mueca y no me gusta nada. ¿Acaso me va a decir ahora que no soy un Chlebek?

—¿Soy un Chlebek? —pregunto inseguro.

—Claro que lo eres, llevas ese apellido por las venas —no me gustó esa respuesta. Mi cabeza me dice que me miente.

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