18

Cuando me desperté, guarde la vara en un lugar mejor; mi bolsillo. El bastón se podía convertir en una pluma. Yo todavía estoy asimilando como lo pude lograr. Desconfiaba de todos y cada uno de esta casa, aunque una de las personas que estaba entre estas paredes fuera mi hermana.

Estábamos todos sentados sin excepción alguna, alrededor de la mesa que aparentemente estaba en el salón. Tenía en frente de mí a Eunika, no apartaba sus ojos de mi rostro, no sé qué pretendía, pero me estaba sacando de mis casillas, mi paciencia se estaba agotando poco a poco.

Mi hermana se encontraba sentada a un lado de mí, y veía mi nerviosismo y la mala leche que se avecinaba en mi cuerpo.

—¡Eunika, basta! Déjalo en paz, no lo mires —le advierte mi hermana con un tono que no es nada agradable.

—¿Ahora se prohíbe a la gente dejar de hacer algo, que para todo el público es libre? —Eunika mira a Alenka con burla.

—Si no quieres acabar mal, te recomiendo que lo hagas, por tu bien.

—¿Me puedo marchar? Tengo cosas más importantes que estar aquí calentando una silla —hablo por primera vez desde que me senté. Hago el amago de levantarme, pero la mano de Witold se aferra a mi brazo y es muy difícil que me suelte; es más ejerce una mayor presión para que mi culo este sentado de nuevo en la silla.

—Joder Witold, me haces daño —gruño en su dirección.

—Pues quédate quietecito en tu sitio, y haz silencio —me pide.

—¿Y si no quiero? —replico.

—El nene se nos revela —dice Witold mofándose.

—Silencio — Rafal golpea con el puño cerrado la mesa. Todos obedecen a la primera sin rechistar. Carraspea antes de comenzar de nuevo a hablar —se supone que vamos a pasar unos cuantos días aquí, así que hay que tener una buena convivencia —primero mira en mi dirección para que al minuto siguiente la pose en Eunika —. No quiero discusiones. ¿Está claro? —yo asiento con mi cabeza aburrido —. ¿Eunika? —todas las miradas se posan en ella, gira la cabeza para no ver a nadie y entre dientes habla.

—Lo intentaré —esta vez me mira a los ojos. No creo que le convenga enfadar a los demás.

—¿Eunika? —dice en un tono más serio Rafal. Al menos esta es la vez que yo no soy el culpable de su enfado.

—Vale, lo intentare.

—Intentarlo no. ¡Hazlo! —sentencia. Ella le da una mala mirada, arrastra la silla hacia atrás y se levanta de esta —. No hemos acabado niña.

—Seguid sin mí, esta reunión no me importa —dice mientras rodea la mesa para salir del salón.

A los segundos se escucha un portazo. Yes la puerta de la entrada. Ha salido fuera.

—Ha resultado ser más insoportable que Zarek —bromea Lech. Todos sueltan una carcajada ante las palabras de este. Yo no me quedo atrás y me rio.

—Ahora que se ha marchado hay que hablar de algo importante —su semblante de nuevo se pone serio y todas las miradas van dirigidas a mi persona y sobre todo la de mi chófer —. ¿Tienes la vara? —yo asiento y rebusco en el bolsillo de mi chaqueta de lana, la pluma.

—Aquí está —les indico. Agito de un lado a otro, y la pluma se convierte de nuevo en bastón.

Todos en los que están sentados se han quedado sin habla viendo lo que mantengo en mi mano. La dejo en el centro de la mesa.

—¿Tu padre está aquí? ¿Cómo es que lo tienes? ¿Dónde lo has encontrado? —Miloslaw empieza a preguntar y yo abro los ojos.

—Cuéntales Rafal —le cedo la palabra a mi chófer.

Mientras Rafal va relatando lo que pasó la noche anterior, yo observo las caras de todos los presentes, eran inéditas, no se esperaban eso.

Por lo que han comentado y he podido escuchar, mi padre estaba en paradero desconocido, hasta llegaron a pensar que había fallecido.

—¿Me podéis decir al menos como se llama? —mi voz no suena muy alta, pero me escuchan sobre todo los de mis lados.

—Ryszard Chlebek —pronuncia su nombre Filip. Nunca había escuchado ese nombre. Y casualmente todos los que en este corto tiempo que he estado viviendo en el palacio y la cabaña, todas las personas tienen nombres polacos, igual que el mío. Tengo la curiosidad de saber el porqué.

—Tengo una pregunta que si no la hago, quizás hasta me dé un dolor de cabeza fuerte —todos me miran divertidos.

—Dilo, te responderemos —Gawel es ahora el que me habla —, aunque si es alguna chorrada de las tuyas, te daré una colleja —me señala, y yo solo niego con la cabeza, mientras se me asomaba una medio sonrisa.

Espero que no me maten por preguntar esto.

—¿Por qué todos tenemos nombres polacos? Tengo curiosidad por saber.

La sala de nuevo se llena de risotadas por mis palabras, a algunos se les ve, que están llorando por la risa.

—No era para que os pasarais cinco minutos riéndoos de mi pregunta —suelto lo más borde que puedo.

—Tranquilo, deja el locomotor apagado, chico —Rafal es el que habla de nuevo. Bufo en contestación a lo que ha dicho —. Todos los aquí presentes tienen descendencia polaca.

—Claro, ahora resulta que todos somos de Polonia. Que gran chiste.

—Sin sarcasmos Zarek, no estoy de humor para soportar el tuyo propio. —sentencia Rafal.

—¿Ahora me vais a decir que ninguno es guardaespaldas o que tú precisamente, no eres chófer? —alzo las dos cejas esperando una respuesta.

Todos miran hacia otros lados sin poder mirarme a la cara. Vaya.

—Si sabéis tanto sobre la historia de mi familia y todo lo que ocurre a cada minuto, debe ser por algo. Empecemos por algo sencillo. ¿Por qué tengo la "vara" de mi padre biológico en mi poder? Esperad, no contestéis todavía, hay otra pregunta más —veo a Filip queriendo responder —. ¿Por qué esta tan importante? —señalo al centro de la mesa, donde reposa el objeto.

—Pienso que él te la ha dado, ayer cuando viste aquella sombra al lado del árbol. ¿Para qué? No lo sé, no estoy dentro de la cabeza de Ryszard. El tendrá sus motivos y los respetamos, aunque sea un peligro tenerlo aquí entre tanta gente. Habría...

—La voy a tener conmigo, yo la custodiare. Al fin y al cabo es mi responsabilidad. No hay peros que valgan. Soy mayorcito, ¿no?

—Adelante Zarek, pero no hagas ninguna estupidez, no sabes que poder tiene.

—Entonces decírmelo. ¡Maldita sea! Siempre me quedo a las puertas de saber lo que me vais a contar, porque siempre rectificáis a última hora. ¿No sabéis lo que jode eso? ¿Y luego me decís que me calme? ¿Cómo queréis que lo haga? —mi puño da contra la mesa, no me hago daño por el cabreo que llevo encima. Me levanto de la silla, poniéndome de pie, y antes de salir de ahí, cojo la vara convirtiéndola de nuevo en una pluma.

Cuando paso el marco que separa el salón del pequeño pasillo veo a Eunika, parada escuchando todo.

—¿Escuchando lo que no te concierne? —alzo la voz cabreado. Me acerco más a ella con cara de cabreo. Seguro que se ha enterado de todo lo que hemos hablado ahí dentro, y nunca ha salido fuera. ¡Joder, que estúpidos hemos sido!

Escucho sillas arrastrándose, y en menos de un minuto tenia al lado a Julek, Dagmara y Alenka a mis lados.

—Zarek, será mejor que te alejes de ella —Julek pone una mano en mi hombro, y me hace retroceder.

—Me se controlar —les digo. Aunque ni yo mismo me creo mis propias palabras.

—Sal fuera —me recomienda mi hermana. Le doy una mala mirada a Eunika y salgo pitando de allí.

Aquí en la colina hace un frío de los mil demonios, aparte de que hace viento, y eso que me he puesto una chaqueta de lana. Me siento en las escaleras del porche y cierro los ojos. De un momento noto que mis ojos se vuelven rojos, y esta vez no sé porque razón ha sido.

De un momento a otro oigo las voces que están dentro de la casa, mezcladas que hacen que mi cabeza duela.

—¡Callaros de una santa vez! —pego un grito, que si no me han escuchado en China poco les ha faltado.

Tengo mis dos manos tapando mi rostro, dejo caer mi espalda para que toque el suelo. Mis manos dejan de tocar mi cara de un momento a otro y mis ojos se abren de par en par.

Está haciendo un buen trabajo entre ellos, no sospechan nada.

¿Cómo? ¿No sospechamos de quién? ¿Hacer un buen trabajo? ¡Joder, no entiendo nada!

—¡No, ya no quiero escuchar estas voces que me hablan en mi cabeza! —con cada palabra que salía de mi boca, era más alta que la anterior.

—¿Qué te está pasando? —la voz de Julek, la escuchaba a la lejanía, y yo tenía que gritar ya que parecía que me había quedado más sordo que una tapia.

—¡Cálmate Zarek! Voy por ayuda —mis manos tapan mi rostro y la tapo. Me siento frustrado y angustiado, no puedo hacer que se vayan.

Me removí en la ancha cama en la que dormía, no sé cómo he llegado aquí aunque seguramente alguno de mis guardaespaldas me habrá traído hasta aquí. Lentamente abro los ojos y la claridad que entra por mi ventana hace que cierre de nuevo los ojos. ¿Aquí no hay persianas o cortinas?

Cuando mis ojos se abren de nuevo, busco con la mirada

¿Qué hora es? Todavía el sol irradia pero ya se va escondiendo, dando inicio al anochecer.

El dolor de cabeza se había esfumado completamente, no sé qué me habían dado o hecho, que me encontraba como nuevo.

La puerta de la habitación se abre de un momento a otro y por ella entra mi hermana. Avanza hasta llegar hasta uno de los lados de mi cama, y se sienta allí. Las expresiones de su cara sé que le inquita algo.

—¿Ha pasado algo? —Alenka no me mira a los ojos, Su mirada rehúye la mía —Alenka sabes que no tengo paciencia para que vengas a mi habitación a quedarte callada, sabiendo que me tienes que decirme algo. Desembucha o si no largo de mi habitación.

—Esto no te va a gustar... — ¿Por qué siempre se va por las ramas?

—¡Dilo de una santa vez! Mi vaso se está llegando al borde —le advierto.

—Bogdan y Aleksy se encuentran en la sala — ¿Quién les ha enviado? ¿De nuevo Florián?

—¿Qué hacen aquí? Que se larguen si no quieren que vaya y los eche a patadas a los dos.

—Zarek tienen un motivo por el cual se encuentran aquí. Quieren hablar contigo, por eso estoy aquí, debes ir.

—¡No!

—Deja de ser un cabezota de primera. ¿Qué te cuesta ir al salón? —no me deja hablar y ella se responde a su propia pregunta —Nada. Ósea que ahora vas a levantarte de esta cama y vas a ir a la sala. Y como te niegues de nuevo llamo a Witold para que te saque de la habitación.

Mi hermana se levanta de la cama y va hacia la puerta, la abre y se gira para mirarme.

—En menos de cinco minutos te quiero ver allí —advierte. Me deja solo y como no quiero hacerla cabrear por una vez en mi vida, quito las sabanas y las echo hacia un lado, voy hasta el borde de la cama y me siento, haciendo que mis pies caigan y toquen al suelo.

Me fijo en la ropa que llevo puesta y decido cambiarme. Voy hacia el macuto que tengo a un lado del cuarto y me agacho para cogerla y depositarla en la cama.

Me visto en poco tiempo, y hago el mismo recorrido que seguramente ha hecho mi hermana hace pocos minutos. Justo antes de que entre en el salón, me quedo de pie en la pared. No hay ningún ruido, no están hablando y eso es extraño. Decido aparecer por allí, contra antes lo haga, antes término.

De nuevo estaban sentados todos alrededor de la mesa, pero había dos sillas más, y en ellas estaban sentados Bogdan y Aleksy.

—Has venido, buena elección hermanito —mi hermana me estaba dando la espalda y solo giro un poco su cuerpo para verme. Al lado de ella se encontraba la única silla sobrante con nadie sentado ahí.

—Ya que estamos todos, podéis empezar a relatar todo lo que venís a decirle a Zarek. Os escuchamos.

—Quita esa cara de perro que llevas —me susurra mi hermana al podo, y yo lo único que hago es gruñir.

—Es mi cara. ¿Cuál quieres que ponga?

—¿Ya habéis acabado de discutir? —nos llama la atención Rafal.

—Si fuera por mi hermano no —. Si hemos acabado. Podéis empezar —les indica a Bogdan y a Aleksy.

—Gracias —agradece el pelirrojo. Verlos aquí me extraña mucho, hace semanas que no les veía el pelo a ninguno.

—Florián no va detrás de ti, y ni mucho menos quiere hacerte daño — ¿Acaba de decir eso? ¿He escuchado bien?

—¿Tú sabes que escucho voces en mi cabeza cuando menos me lo espero? Os he escuchado más de una vez a vosotros dos, hablando con el sobre mí —los señalo y prosigo hablando —. Ahora es cierto que escucha una voz diferente a la de El viejo Florián, pero eso no quita lo otro de ninguna manera. Y a vosotros estáis con él, así que sois igual de culpables.

Me tenía que relajar, me estaba empezando a cabrear y eso no era bueno, ni para los presentes, y mucho menos para los presentes.

—Todavía no he escuchado el motivo de vuestra visita —les invito a que lo desvelen.

—Si nos dejaras hablar de una vez en vez de interrumpir cuando se te plazca —me da una mala mirada Bogdan.

—¿Te recuerdo algo? En la silla donde ahora reposa tu culo cómodamente, me pertenece, la mesa donde están apoyados tus brazos, me pertenecen. Todos lo que te está rodeando es mío —sé que he sido un auténtico cabrón al recordarle todo eso, pero él ha empezado.

—¿Si quieres me marcho? —alza las dos cejas, retándome.

—Hazlo —me encojo de hombros desinteresadamente. Bogdan hace el amago de levantarse pero Rafal lo para.

—Siéntate ahora mismo —el obedece lo que le dice y se mantiene callado —. ¿Podéis parar de una vez? Los dos sois adultos, comportaos como tal.

Yo creo que la palabra adulto para mí todavía no se ha registrado en mi vocabulario.

—Llevamos tres días fuera de la protección de Florián —empieza a decir Aleksy. ¿Se habrán dado cuenta que es una pérdida de tiempo seguirlo, y hacer lo que a él le plazca?

—¿Y eso a que se debe? —me entra la curiosidad.

—A que nosotros dos no fuimos los que te hemos traicionado. Si, nos fuimos con Florián, pero él tampoco es tu enemigo.

—¿Y quién es? —necesito saberlo. Anhelo por saberlo.

—Solo te podemos decir, que es alguien cercano a ti —mis ojos reposan inmediatamente en Eunika —, frío Zarek.

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