16
—¿Falta mucho para llegar a nuestro destino? —iba en el coche de siempre, con Rafal al volante, de copiloto iba Witold, y atrás tan solo iba yo. Oigo suspirar a las dos personas que se encuentran en los asientos delanteros. Sé que soy un pesado, pero estar dentro de un coche por más de diez horas es demasiado agobiante.
¡No he salido ni un minuto a estirar las piernas!
Solo paramos unos minutos a recoger a mi hermana y "mis amigos", eso pasó hace ya unas cuantas horas, y resulta que no me dejaron salir del coche.
—¿Puedes dejar de repetir esa pregunta? En cinco minutos has preguntado unas cuarenta veces, haber cundo llegamos y si falta mucho.
—Necesito que me da algo de aire —me quejo de nuevo. Si sigo en este modo, al final me van a dejar a medio camino.
—Baja la ventanilla, solo tienes que darle a un botón. Y no te quiero escuchar de nuevo, en lo que queda de camino —Witold, se gira y veo su cara aparecer entre los dos asientos y me mira con cara de cabreo. Esta demasiado enfadado y creo que está apunto de decirle a Rafal justo aquí —. ¿No sabes bajarla o también te tenemos que enseñar a bajarla? —refunfuño mirándolo de una manera que no es para nada amable —. ¿Y ahora me miras de malas maneras? El que debe estar enfadado soy yo.
—Claro que me tengáis encerrado en un coche durante horas me va a poner de buen humor —hago una pausa para poder coger aire, y sigo —, y para colmo cuando hemos parado para recoger a mi hermana y a los demás me habéis retenido aquí, in darme la oportunidad de salir —Witold deja de mirarme para posar su mirada en Rafal que lo observa, asintiendo, dándome la razón por primera vez. Sonrío. He ganado.
Saco del bolsillo de mi sudadera gris mis auriculares, los conecto al móvil, y busco mi reproductor de música, para poder relajarme un rato, y así se me hace más corto el viaje, aparte de que así no pregunto tanto, tampoco es que lo haga a propósito eso de preguntar tantas veces, o quizás sí. Hacer rabiar a los de mí alrededor es mi especialidad.
Cierro los ojos disfrutando la música que se escucha a través de los auriculares. La canción me va transportando a otro lugar. Pero creo que alguien inoportuno me aleja de esa nube que me estaba alejando de la realidad.
—Creo que el bebé cascarrabias se durmió —oigo un deje de burla en la voz de Witold. Se está tomando muchas libertades este hombre, y solo es mi guardaespaldas.
—Te estas tomando muchas libertades, ¿no? —mi voz ale algo cansada. Me regañen lo tolero, porque están en todo su derecho si me comporto mal, separando eso, no pueden tener esas libertades, que a la primera de cambio que ven que no estoy escuchando o estoy "dormido" empiecen a burlarse y hablar mal de mí. Eso no lo voy a permitir.
Todavía no he abierto los ojos, porque sé que, como los abra van a estar rojos, lo estoy reteniendo lo mejor que puedo, no quiero verme en vuelto en humo negro.
—Pensé que dormías, perdón — ¿Cómo? ¿Enserio acaba de decir eso? Estoy alucinando en estos momentos, no me puedo creer lo que dice.
—Ni dormido ni despierto, debes mofarte de una persona, ni burlarte. ¿No tienes una vida para comentar de la tuya? ¿O es tan aburrida que no tienes nada para comentar? —Por fin abro los ojos, ya que al final me van a escocer y doler.
Mis ojos están rojos, mirando fijamente a Witold, que está mirando para delante, del miedo que tiene de mirar para atrás y de encontrarse con algo que no le gusta.
—¿Ahora no miras para atrás o te burlas? Que interesado, ¿no?
—Zarek, relájate —Rafal intenta mantener el orden dentro del coche.
El resto del camino lo hicimos en silencio, nadie se atrevió a abrir su linda boca, por lo tanto, Rafal decidió poner la radio, así al menos no estaba en tota silencio.
Yo me mantenía con mis auriculares puestos, la mirada puesta en mis zapatillas, pero con los ojos cerrados, sin querer ver nada más, solo disfrutar de las melodías de las canciones.
Cada cierto tiempo, noto una mirada en mi durante unos segundos, luego la aparta y mira para delante. Se perfectamente que es Witold, y creo que se quiere meter en problemas, haciendo esas tonterías, Rafal le reprocha unas cuantas veces por lo bajo que no haga eso, él no hace caso a sus palabras y sigue. Creo que me quiere ver cabreado y de malhumor. Es un tozudo de primera.
Mis pensamientos se detienen al sentir que el coche para y que el motor ha sido apagado, las puertas delanteras se abren e inmediatamente mis ojos se abren. Intento colocarme recto en mi asiento, pero sin quitarme el cinturón. No sé si emprenderemos el viaje de nuevo. No me mantienen informado de nada.
Unos toques en mi ventanilla hacen que mi atención se desvié hasta ella. Rafal me hace unos gestos para que salga del coche, le hago caso enseguida, sin perder más tiempo.
—Hace horas que querías salir de ahí entro, y ahora que podías no salías, quien te entienda que te compre chico —dice riéndose Rafal.
—Pensé que no era el lugar donde nos quedaríamos —observo todo a mí alrededor, y solo encuentro malezas, mire a donde mire —. ¿Tenéis pensado dormir aquí? Yo si eso me quedo en el coche.
—Dejaremos los coches aquí, hay un refugio que pertenece a tu familia a unos kilómetros desde esta posición, y antes de que digas algo, no se puede acceder yendo con algún vehículo —me abstengo a gruñir, ya que sería en vano.
Todos se encontraban subiendo la pequeña colina, mientras Rafal se había quedado a esperarme.
—¿Vais a dejar los coches en este lugar? —pregunto mirando hacia los vehículos que se encuentran bien aparcados.
—Sí, nadie puede tocarlos, ni siquiera llevarlos, están a buen recaudo — ¿Cómo es eso de que no los pueden tocar?
—¿Tocar? —él asiente.
—Estos terrenos no los pueden pisar cualquier persona, hay condiciones para poder pisarlas o tocar alguna cosa que se encuentra en ella.
—Explícamelo mejor, no estoy entendiendo bien cómo es eso —Rafal mira al frente primero, para después mirarme a los ojos.
—Uno de tus antepasados puso bastantes reglas que había que acatarlas al pie de la letra. Si no, te echaba de sus terrenos, te desterraba, era muy crítico con sus reglas. Algunas eran boberías sin sentido y otras bastante prácticas. Aunque las reglas las puso más para los enemigos que tenía en esa época, que no eran pocos en aquellos tiempos. Tu antepasado, del cual te estoy hablando, tenía un carácter fuerte, como todos los Chlebek que han pasado por el trono. Tú no eres la excepción, tienes un genio que te las traes —le iba a contestar, pero se me adelanta —tranquilo fierecilla, relájate, no es nada malo tener ese carisma que tienes, siempre estas a la espera de lo que digan para atacar o no hacerlo, o directamente discutir por cualquier cosa —de nuevo iba a reprocharle, pero enseguida me corta —. ¿Me vas a decir que no discutes, aunque sea una gran estupidez? —Rafal levanta sus dos cejas, esperando mi respuesta, pero nunca llega y la vez aparto la mirada.
—¿Cómo se llamaba el antepasado del cual me hablas? —hablo mientras me fijo en mi hermana, que se tiene que apoyar en Julek para poder subir una roca bastante grande.
—Lukasz Chlebek —más tarde, cuando llegue al lugar donde nos dirigimos, me pondré a mirar la vida de este misterioso antepasado que tengo. Me ha dado bastante curiosidad saber más de esta persona —Nos quedamos muy atrás, tenemos que andar más rápido, hay que alcanzar a los demás.
Con un asentimiento de cabeza de parte mía, mis piernas se estaban moviendo más velozmente, pero eso significaba que en menos de que cantara el gallo, me empezarían a doler las piernas, de tanto forzarlas.
En poco más de dos minutos, mis piernas dijeron basta, me dolían demasiado, debía hacer un parón y descansar, para luego retomar la caminata. Rafal no se dio cuenta de que pare unos metros atrás, iba absorto en mirar donde pisaba, para no dar un paso en falso y caer colina abajo.
—Rafal —lo llamo —este disminuye la velocidad en la que sube, ya que es lo más empinado y mira para atrás, hasta que sus ojos se posan en mi persona —adelántate tú, yo llegare cuando pueda, mis piernas ya no dan de sí —este niega con la cabeza y empieza a bajar con cuidado hasta llegar a mí.
—No te voy a dejar solo, si hay que ir más despacio iremos, sé que ahora queda lo más duro de subir. Es una colina pequeña, pero bastante dura de subirla. Soy consciente de ello.
Resoplo cansado y con sed, tengo demasiada sed, pero no traigo un botellín de agua conmigo.
—Venga arriba Zarek, tú puedes, no puedes pararte cada cinco minutos, si no, no llegaremos en horas.
Me apoyo en su hombro para poder ponerme de pie. Antes de ponerme en marcha, flexiono mi pierna derecha hacia atrás, para después hacer exactamente lo mismo con la otra.
—¿Listo? —me pregunta viéndome.
—Si —asiento a la vez.
—Pues en marcha.
Poco a poco vamos avanzando, en algunos puntos de la cuesta puedes resbalarte con solo posar alguna de las piedras que te encuentres por el camino.
Los días al ser más cortos, la noche llega antes, y en estos momentos está oscureciendo, y el frío está traspasando mi ropa. Empiezo a tiritar de frío pero aun así no paro, es más; intento andar más deprisa para llegar antes.
—Con cuidado, muchacho —advierte Rafal al ver mis intenciones.
A lo lejos, veo una cabaña, cabe decir que no es una pequeña, es enorme, los farolillos que están en el porche de la casa, se encuentran encendidos.
—Estamos cerca Rafal —le aviso —ya veo la cabaña, es enorme, creo yo que mi familia no sabe que es tener algo que no llame mucho la atención —escucho a Rafal soltar más de una carcajada por lo que acabo de decir.
A la lejanía veo una sombra que se tiene que mantener su cuerpo por medio de un bastón. ¿Quién es esa persona de ahí? ¿Estaré delirando y no hay nadie? Parpadeo un par de veces e intento enfocar bien mi mirada.
—¿Qué observas con tanto ímpetu? —la voz del chofer me sorprende —. Parece que hubiera aparecido un muerto delante de tus ojos.
—He visto una silueta allí —señalo a un lado de la cabaña, cerca de una arbusto —llevaba consigo un bastón en una de sus manos para sujetarse.
—Yo no veo nada chico, está casi de noche completamente. Cuanto antes entremos mejor —Rafal me pone una mano en mi hombro y hace que mis pies vuelvan a caminar, guiándome hasta el porche.
Afuera no se encentra nadie, pero de una de las ventanas pude observar por una fracción de segundos la mirada que me echo, no muy grata cabe decir, Eunika.
No sé de dónde sacare esa paciencia que debo de adquirir para poder lidiar con esos cuatro. Y en verdad todavía no quiero entrar y por ello, se lo comunicó a mi chofer.
—Me quedare un rato fuera —cuando sé que me iba a reprochar, lo corto de inmediato —no tienes por qué repetírmelo ochenta veces, estoy al tanto de todo lo que me has dicho, pero ahí dentro —señalo la puerta de la cabaña, donde nos situamos ahora mismo —están cuatro personas que no tienen ninguna gana de verme la cara, y yo a ellos tampoco, menos a Eunika.
Rafal abre la puerta, pero se mantiene ahí, gira su cabeza para observarme.
—Con cuidado por favor, no tardes demasiado, empieza a refrescar —cierra la puerta detrás de él.
Cuando bajo del porche, la cortina de la habitación en la que se encuentran todos se abre de nuevo un poco y por ella aparece de nuevo Eunika con una sonrisa victoriosa. Creo que por su mente piensa que ha ganado al verme alejarme de la cabaña, sin embargo, le muestro una radiante sonrisa, que, aunque sea una falsa, ella se lo toma como si fuera una verdadera y la suya decae. Y ahí la mía ahora si es una verdadera, su máscara de víctima se le va a caer en cuanto entre por la puerta.
Camino hasta la parte lateral donde hace unos minutos atrás había visto la silueta de una persona. Las hijas del arbusto se movían de un lado al otro, dando un viento demasiado fresco. Mis manos van a los bolsillos delanteros de mi pantalón y ahí se esconden de este tibio tiempo.
Algo o alguien se mueve cerca de donde antes había visto la silueta, se esconde por unos segundos, saca el bastón.
—¿Quién anda ahí? ¡Muéstrate! —No pasa nada, todo sigue silencioso — ¡Muéstrate! —hablo de nuevo, ningún movimiento. Me estoy desesperando, mi paciencia hasta a punto de acabarse.
Y como yo quiero saber quién es la persona misteriosa que no quiere ser vista, yo avanzo hasta la posición donde debería estar. No hay nadie, aunque si algo; el bastón. Lo cogí y fui directo a la entrada de la cabaña.
—¿Zarek eres tú? —mi hermana se encuentra delante de mí.
—No, soy un holograma de mí mismo, si te parece —levanto la cabeza para verla mejor y mi sonrisa se amplía al ver su cara.
—No cambias.
—¿Para qué cambiar? —pregunto —. Estoy perfecto así —la escucho bufar y me rio de ella.
—¿Dónde estabas? ¿Qué es eso que llevas en tu mano derecha? ¿Lo has encontrado? Si es así... ¿Donde?
—Deja tus preguntas para otro momento, y eso que tengo sujeto en mi mano, no te incumbe, no te tengo que dar ninguna explicación.
—¿Qué no me incumbe? —hace una pausa en la que se me queda mirando, no dice nada, hasta que se decide a abrir su boca y hacerlo — ¿se puede saber a qué lugar has ido? Rafal ha entrado solo y tú no aparecías.
—Lo primero que te voy a decir es que tú no eres mi madre, eres mi hermana, y aunque eres la mayor, no mandas sobre mí, y he ido a cerciorarme de algo, ya lo he comprobado. Y ahora con tu permiso o sin él, me voy a descansar —paso por al lado suya con intenciones de ir a una de las habitaciones, in embargo me doy la vuelta y vuelvo a hablarle a mi hermana —. ¿Le puedes decir a Rafal que venga? —ella algo confundida asiente.
Me quedo de pie como un pasmarote esperando a mi chofer en medio de la recepción de la cabaña.
—¿Necesitabas algo de mí muchacho? —pregunta nada más llegar ante mí.
—Quiero mostrarte algo —mi mano derecha estaba tras mi espalda, por lo tanto, no podía ver que tenía sujeto en mi mano.
—¿Y qué es lo que tengo que ver? ¿Es muy importante?
Mi mano derecha sale por detrás de mi espalda, mostrando que guardaba tras ella, a Rafal se le abren los ojos cuando lo ve.
—No puede ser —abre la boca.
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