«Dos»

Jungkook

—No es una cita.

Es la milésima vez que se lo repito a Soyoun, mi amigo y compañero de trabajo, quien me observa pícaro antes de darle un sorbo a su café hirviendo. "No es una cita", me repito esta vez a mi mentalmente mientras observó mi reflejo en el cristal que nos encierra, sólo éramos dos adultos que habían quedado formalmente para devolverse algo que les pertenecía. Simplemente eso. Sólo eso.

—¿Enserio iras luciendo así?—cuestiona después de un largo tiempo en silencio.

Yo me giré para mirarle pidiendo auxilio.
¿A quién quería engañar? No podía ni hacerlo conmigo, estaba nervioso, que digo nervioso, ¡Estaba aterrado!. Siempre me había esforzado en trasmitir una imagen fuerte, imponente, seria, misteriosa y sobre todo audaz cuando de mujeres se trataba, pero lo cierto era que...mi personalidad detrás del micrófono era todo lo contrario. Por supuesto, hablar con chicas lo incluía. Mientras el Jungkook de la radio era coqueto, el Jungkook de la realidad era tímido. ¿Cómo iba a lograr sobrellevar una conversación?

—Tranquilo Kook, estás preocupándote de más—trató de calmar tomándome del hombro—Necesitas mostrarte seguro ante su presencia para que logres tomar las riendas de la situación o todo se saldrá de tus manos.

—¿Crees que me veo demasiado casual? Es lo que uso comúnmente—le dije tomando mi mochila para guardar los auriculares que aquella joven había olvidado en el suelo—Como te dije, sólo iré, saludaré amablemente, le devolveré esto y me marcharé. No tengo otra intención más que esa.

—Dices que chocaste afuera de un café ¿Cierto?—cuestiono y yo asentí—Ella no quiere sólo saludar, bro—escupió saliendo de la cabina. Poniéndome más nervioso de lo que ya estaba.

Me mantuve petrificado un segundo tratando de asimilar esas palabras, pero cuando mi reloj sonó me obligué a salir de ese pequeño trance. Era tarde. Así que sin pensar de más, porque esa era sin duda alguna la peor de mis debilidades, salí de la estación de radio con paso apresurado y opté por tomar un taxi, aunque fuese más costoso que el autobús, llegaría más rápido y era lo que quería, llegar lo antes posible para terminar con todo lo antes posible.

Tarde aproximadamente veinte minutos antes de quedar frente a: DooRoo Café, justo el lugar donde la encontré tirada mientras se cubría los oídos con desesperación. Limpie mis sudorosas palmas en los costados de mis pantalones holgados, me aclare la garganta un par de veces como hacia antes de entrar al aire y peine mi cabello, o bueno, trate de peinarlo porque en realidad era un total desastre, una vez me sentí un poco más preparado, reuní todo el coraje y entré al lugar sujetando el tirante de mi mochila con fuerza.

—Bienvenido a DooRoo Café, ¿Mesa para una persona?—atendió la chica a la entrada con los menús en mano y una sonrisa amigable.

—Mmm, de hecho, alguien ya está esperando por mi—fue lo que dije.

Luego me maldije millones de veces, porque no sabía si esa chica realmente ya estaba esperándome ahí dentro.

—Perfecto, entonces, bienvenido—respondió cortésmente, abriéndome paso para seguir mi camino.

El aire acondicionado fue lo que primero me recibió haciéndome sentir tremendo frío, luego aspiré el dulce aroma del café recién molido y me pareció la cosa más satisfactoria del mundo. Divague la mirada por el lugar, pocas mesas estaban vacías, no podía culparlos, el café de aquí era simplemente perfecto, no me era extraño el hecho de que fuese tan popular, sin embargo, me preocupe. Me preocupe porque recordé la condición que la tal "Luyan" padecía, y en ese momento el ruido seguramente podía parecerle insoportable. Luego me obligue a desechar tal pensamiento, ¿Por qué me preocupaba por alguien que no conocía? Era una pregunta poco empática, pero cierta.
Como sea, seguí observando.

Entonces, es ese el momento preciso en que mi mirada la encuentra. La peli negro se hallaba en las mesas del fondo cercanas a la blanca pared, su espalda estaba pegada a esta, pero su mirada se mantenía clavada en la ventana. La luz daba a su rostro haciéndolo lucir maravillosamente en calma, vestía en su totalidad de blanco y me fue complicadisimo no compararle con un ángel, cruzaba su pierna y sus manos se mantenían recargadas sobre ellas, por supuesto, no podía pasarse por alto los audífonos, de igual manera en blanco, que ese día la acompañaban. ¡Rayos! Lucia increíblemente pulcra.

Y yo al ver mi atuendo tan urbano, me sentí como un tonto.

Ni siquiera me percaté de cuántos minutos me le quede mirando como todo el bobo que era, y pude seguir haciéndolo de no ser por ella, quien desvió la mirada posándola en mi.
Inmediatamente su expresión relajada se tensó, por supuesto fui testigo del rubor que colorearon sus mejillas, pero decidí hacer de cuenta que no había sido así o la dejaría aún más avergonzada.

Ahí lo supe, ya no había marcha atrás. Por eso, me acerqué.

—Yo...lamentó la demora—dije caminando hasta ella y luego tomé el asiento de enfrente—El tráfico estaba horrible.

«Mentiroso» me reclamó mi subconsciente.

—Descuida, acabo de llegar—respondió bajando la mirada con un tono tan bajo que si no hubiese prestado atención, no hubiera sido capaz de entenderle.

El silencio acompañado de incomodidad no tardó en deleitarnos con su agradable compañía. Jugué con mis dedos por debajo de la mesa y mi pierna no tardó en moverse involuntariamente, necesitaba hacer algo, pero ya.

—Bueno...—murmuré vagante—¿Ordenaste?

Ella no tardó en mirarme de vuelta y...¿Cómo explicar esto?
Sus ojos. Si bien no podía describirlos como se merece, podía decir que, ¡Dios! Te hipnotizaban, te obligaban a permanecer ahí, correspondiendo, y aunque quisieras, no podías no prestarle atención a lo que posiblemente estaba a punto de decir. ¡Vaya! Debía utilizarlos a su favor, serían el arma de doble filo perfecta.

—Aún no—contestó acomodándose en la silla—Esperaba por ti para hacerlo, pero ahora que llegaste...—ni si quiera termino de hablar cuando la observe levantar su mano en busca del mesero.

Un chico de cabello castaño y sonrisa perfecta no tardó en aparecer.

—¿Veo que ya estás lista para ordenar?—le preguntó sin despegar su mirada de ella. Sin borrar esa coqueta sonrisa que yo quise borrarle con un sape, mínimo.

Me sentí molesto. Estaba de acuerdo en que la peli negro y yo no nos conocíamos, éramos simples extraños unidos por una cuestión en específico. Pero estaba presente. ¿Por qué actuaba como si yo no existiera? Como si ella estuviera sola.

—Para mi será un frappuccino—dijo Luyan, luego me miro curvando sus labios, esos que anteriormente habían tomado posesión de los míos, y me estremecí —¿Qué pedirás tú?

—Mmm latte—dije sonando torpe.

—Un latte para el caballero será—soltó el muchacho anotando en su pequeña libreta—En un santiamén les traeré sus bebidas.

Y sin decir nada más, se fue dejándonos nuevamente solos.

—Le gustas—solté sin pensar, y cuando me di cuenta de lo que había dicho, ya era demasiado tarde.

Una expresión llena de diversión y consternación se deslizó por su rostro.

—¡Dios! Eso no es verdad—dijo riendo avergonzada.

—Vamos, estás siendo tímida porque sabes que es cierto. Le gustas—seguí.

—Bueno, si lo que dices es verdad, está ciego—susurró tomando su bolso para buscar algo dentro de él.

Mi entrecejo no puedo evitar fruncirse de manera exagerada.

—No digas eso—pedí—Cualquiera que estuviese en pleno uso de sus facultades mentales te diría que eres...hermosa.

Solté. Lo dije así sin más, como si no tuviera control absoluto de las palabras que salían de mi estúpida boca. Luego quise darme un puñetazo por hablador.

—Bueno...yo no soy ciego ¿V-verdad? Y soy hombre, los hombres so-somos así y, ¡Ay dios! Estoy empeorándolo todo, no me hagas caso. Olvida todo lo que dije ¿Si? Es que...

Pero esa preocupación al pensar que lo había arruinado todo desapareció, cuando la escuché reír. Ella se estaba riendo.

—Eres muy distinto a como creí que serías ¿Sabes?—aporto acomodando un poco los auriculares en sus oídos—Por la radio suenas tan...adusto y reflexivo, pero justo ahora estoy viendo a alguien...

—Aburrido, lo sé—le interrumpí dejándome caer en el asiento de la silla.

—Humano—corrigió sacando mis auriculares de su bolso y después los tendió hasta mi—Iba a decir humano.

Y con sólo escucharla decir eso, supe que está no sería la primera vez.
Al menos yo no dejaría que lo fuera.

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