CAPÍTULO OCHO
JiMin frunció un poco sus labios mientras miraba la pequeña caja de supresores que había tomado del anaquel de aquella tienda.
Recordaba sus años de adolescencia en donde el mismo paquete llevaba dentro un total de doce pastillas, una para cada mes. Detrás de este nuevo empaque se aclaraba que sólo había dos, una para el mes y otra en caso de emergencia, por si el celo era más fuerte de lo esperado. Tener un celo fuerte no era un problema con el que JiMin lidiaba. El problema, el verdadero problema, es que esa pequeña caja con sólo dos pastillas cuesta casi lo mismo de lo que costaba antes, cuando había doce pastillas en su interior.
—Qué sistema de mierda es este —murmuró entre dientes para sí mismo, lo suficientemente bajo como para que JungKook no lo escuchara.
Suspiró y las lanzó dentro del carrito, resignado a la idea de que el mundo había cambiado. Recuerda que en su época muchos omegas abusaban de los supresores, pero estos métodos para evitar que dichos escenarios se repitan no le estaban ayudando a su bolsillo.
—Papi, ¿podemos comprar más cereal? —preguntó JungKook, quien caminaba a su lado, abrazando a su oso de peluche contra su hombro ya que se había negado a dejarlo en casa esa mañana.
—Ya tenemos cereal en casa, mi amor —respondió distraído mientras leía las especificaciones de una caja de parches que tomó. También era un poco cara, pero venía con cinco parches.
—Pero quiero cereal de chocolate —se quejó y, como no obtuvo respuesta, decidió continuar—. ¿Podemos comprar cereal de chocolate? También quiero con malvaviscos. ¿Y si compramos helado? No tenemos helado en la casa, ¿podemos comprar el de varios sabores? El de fresa, chocolate...
—JungKook —interrumpió JiMin, mirándolo seriamente. El niño apretó sus labios y lo miró con atención—. No podemos gastarnos todo el dinero en dulces, luego no vamos a tener para comprar comida. Deja que termine de hacer estas compras primero —metió la caja de parches en el carrito y comenzó a empujarlo—. Si me sobra dinero pensaré en comprar algún dulce —agregó.
JungKook dejó caer sus hombros con desánimo, mirando a su papá caminar a través de los cortos pasillos mientras este seguía metiendo productos personales en el carrito. El omega dio por concluido el intercambio y no dijo más nada al respecto, incluso pensó que JungKook estaba siendo muy maduro al aceptar sus decisiones tan fácilmente. Sin embargo, el niño sólo guardó silencio, siguiéndolo con un pronunciado puchero en su boca y cejas fruncidas en enojo.
La mente de los niños no es realmente compleja, en su mayoría hay una constante lucha entre sus impulsos y lo que continúan aprendiendo sobre el mundo y sus reglas básicas de convivencia. JungKook sólo podía pensar en que quería algo y en lo molesto que era no tenerlo en ese instante.
No era tan difícil que le dieran lo que estaba pidiendo, ¿verdad?
Eventualmente, el niño desapareció por el pasillo sin que JiMin se diera cuenta y regresó con un bombón de chocolate que colocó dentro del carrito con cuidado. Fue fácil, JiMin continuaba dejando el carrito de lado para leer los empaques y comparar precios, así que JungKook tenía libre acceso a travesuras. Colocó una bolsa de galletas con chispas de chocolate dentro y, cuando se dio cuenta de que JiMin no lo había notado todavía, decidió ser un poco más codicioso y buscó un par de bolsas de gomitas.
Dentro de su lógica, JiMin pagaría por ello cuando los viera en la cinta transportadora porque sería mucho más sencillo comprar los dulces que regresar a dejar cada producto donde estaba. Ya lo había hecho antes, una vez que metió un shampoo de más por accidente, ¿cuál podría ser la diferencia ahora?
JungKook fue cuidadoso, como un espía, y trató de hacer el mínimo ruido con la bolsa mientras extendía su brazo para meterla dentro del carrito.
—¿Uhum?
JungKook levantó la mirada, asustado, apretando las gomitas contra su pecho mientras JiMin lo miraba desde arriba.
Oh, se había dado cuenta.
—¿Qué crees que haces?
JungKook fingió que nada sucedía, quedándose callado y quieto en su lugar. Quizás esperando que el regaño no viniera si actuaba como si fuera una estatua.
—JungKook.
Él ya no podía fingir más.
—Nada.
—¿Cómo que nada? —JiMin colocó una mano sobre su cintura, a pesar de todo, había una sensación de diversión empujando detrás de la frustración porque JungKook se veía gracioso tratando de fingir que nada sucedía—. ¿Estabas tratando de meter dulces en el carrito?
JungKook apretó sus labios, bajando la mirada y abrazando con un poco más de fuerza las gomitas.
—No —las escondió detrás de su espalda.
JiMin se tomó un momento para tomar aire y suspirar. Luego miró el carrito y rápidamente reconoció las cosas que él no había metido ahí. En ese momento no se encontraba particularmente paciente, así que encaró a su hijo y tomó su peluche.
—Devuelve todo, no lo voy a comprar —dejó a Jojo dentro del carrito y sacó los dulces para colocarlos en sus manos.
JungKook lo miró sin saber qué decir, su expresión retorciéndose en una rabia infantil que el omega reconocía. JiMin sólo miró con resignación, esperando a que explotara e hiciera un berrinche, pero el niño sólo lanzó un pisotón para plantarse en el suelo.
De repente, le enseñó sus dientes y gruñó.
Gruñó, JungKook le había gruñido.
—¡No! —gritó—. ¡No quiero!
JiMin se congeló en su lugar, mirando a su hijo como si no lo conociera. JungKook, por otro lado, mantuvo su expresión enojada y postura firme, como si le estuviera diciendo a JiMin que él no se iba a retractar.
Esa mirada, ¿dónde la había visto antes?
—Park JungKook —su voz trató de sonar firme a pesar de la sorpresa inicial—, devuelve lo que tomaste, ahora —ordenó, señalando el pasillo.
—¡No! Yo quiero dulces —volvió a gritar.
—Ya te dije que no puedo, primero tengo que comprar cosas para la casa —explicó estresado. La gente lo estaba mirando, su lobo se encontraba nervioso y él mismo se sentía sofocado—, pero por cómo te estás comportando tampoco mereces que te compre dulces.
JungKook no pareció haber esperado esa respuesta porque inmediatamente después lanzó algo parecido a un grito, pero con la boca cerrada, pataleando y haciendo el berrinche que JiMin había esperado al principio, luego se dejó caer sentado al suelo y comenzó a llorar. El omega se lamentó un poco, suspirando y tomándose un momento antes de agacharse a la altura de JungKook para recoger las cosas que tiró y dejarlas a un lado. Luego trató de tomar sus manos, pero el niño las empujó lejos y continuó llorando.
No le gruñó de nuevo, al menos.
Mierda, JiMin no iba a poder sacarse eso de la cabeza.
Calmar los berrinches de JungKook era algo que JiMin no catalogaría como sencillo, pero hasta el momento habían sido algo con lo que podía lidiar. Ahora, sin embargo, JungKook se veía mucho más emocional, más hostil y más frustrado que las veces anteriores. Él trató de hablarle, trató de explicarle con calma como ya había hecho antes, pero el niño se negaba a escuchar razones.
JiMin sabía que ni siquiera él mismo se encontraba en las mejores condiciones para atender la frustración de su hijo, pero hizo lo que pudo para calmarlo.
Al final, JiMin le entregó su peluche de vuelta y regresó los dulces a sus lugares. Cuando el omega caminó hacia la caja para pagar, la chica al otro lado lo miraba con un cansancio molesto en sus ojos, seguro por el ruido que había tenido que soportar. JiMin sólo la ignoró, pagando y metiendo las cosas dentro de su bolsa de compras para salir a la calle de una vez. JungKook se mantuvo callado, una mirada triste en su cara y sus brazos rodeando con ahínco el dichoso peluche.
Cuando llegaron a casa, JungKook corrió a su habitación y se metió en ella para estar solo, JiMin decidió simplemente guardar las compras para despejar su cabeza de la maraña de pensamientos que lo estaban volviendo loco. En primer lugar, el gruñido de JungKook lo ponía nervioso, ¿por qué le gruñiría? Sabía que los niños cerca de su presentación mostraban ciertos síntomas relacionados a la explosión de sus emociones y de frustraciones constantes, pero gruñir era otra cosa.
Mejor dicho, era algo que él no había previsto.
Debería llevarlo con el pediatra pronto.
Un poco mareado para ese punto, tomó la caja de supresores y leyó un momento las instrucciones. Decía explícitamente que el supresor en cuestión debía tomarse en el momento más fuerte del celo, según la percepción de quien fuera a tomarlo. También que la pastilla extra funcionaba como un calmante y adormecedor para poder superar síntomas dolorosos persistentes. JiMin no recordaba cuál era el momento más fuerte de su celo, si acaso era el segundo o tercer día, así que decidió que sería mejor tomarlo de una vez.
El sabor a fresa era nuevo.
Caminó al cuarto de JungKook momentos después, tocó la puerta y preguntó si podía pasar, pero JungKook le dijo que no. Con un suspiro, el omega se fue al sofá y se recostó para ver televisión, esperando a que su hijo quisiera hablar.
No hacía tanto calor ese día, de hecho había estado fresco para los estándares de verano y JiMin se dio el lujo de cubrirse un poco con una manta. Luego tomó un par de cojines y los colocó a su lado, buscando más comodidad. Con el paso de los minutos, chasqueó la lengua y se removió lo mejor que pudo.
Seguía incómodo.
En ese momento, JungKook abrió la puerta de su cuarto y caminó hacia la sala, JiMin lo miró acercarse hasta que el niño se plantó frente a él. Lucía preocupado, sus manos jugando entre ellas mientras miraba a JiMin como un cachorro mojado.
—¿Qué pasa? —le preguntó, apoyado sobre su mano como si hubiera estado a punto de tomar una siesta.
—¿Estás molesto conmigo?
JiMin relajó su expresión.
—Claro que no, mi amor —extendió sus brazos y JungKook de inmediato se subió al sofá, acurrucándose con JiMin—. Me enojé en la tienda, pero ya pasó —suspiró.
—Perdón, papi —le dijo con sinceridad—. No quería gritar, tampoco quería engañarte. Sólo quería dulces.
—Está bien, gracias por disculparte —acarició su cabello, pensando en que estaba un poco largo y que debería llevarlo a la peluquería—. Sé que querías dulces, pero no podemos comprarlos porque después no me va a alcanzar el dinero para las compras importantes, como la comida o el jabón, ¿qué vamos a hacer sin jabón? ¿Con qué te vas a bañar después? —tocó la punta de su nariz, a lo que el niño sonrió suavemente.
—¿Y si te queda dinero ya no me vas a comprar porque me porté mal? —preguntó con tristeza.
—Bueno, te disculpaste conmigo, así que voy a pensarlo —dijo, no queriendo caer demasiado rápido por los encantos de su hijo. No sería bueno perdonarlo tan rápido, quería que entendiera que lo que hizo no estaba bien—. Mientras no lo vuelvas a hacer, no me enojaré y no perderás tus chances de tener dulces.
JungKook formó un mohín, pero asintió de acuerdo con ello. Puede que haya sufrido de una rabieta momentánea, pero seguía siendo un niño que continuaba con su aprendizaje sobre lo que estaba bien y lo que estaba mal, sobre cómo comportarse, sobre cómo lidiar con sus emociones, así que no era necesario ser duro con él.
—¿Quieres que tomemos una siesta? —le preguntó y JungKook asintió, abrazando a JiMin con cariño, así que el omega tomó el control remoto y bajó un poco el volumen del programa.
Por la cercanía, JiMin podía sentir la esencia de su hijo, así que lo olfateó.
Su corazón se rompió un poco cuando se dio cuenta de que el aroma a leche que había acompañado a JungKook desde que nació, comenzaba a tornarse amargo.
JungKook se presentaría en cualquier momento.
Desde siempre, JiMin se obligó a continuar con sus rutinas aunque se sintiera enfermo, no es como que tuviera muchas opciones considerando que debía alimentar a JungKook y mantener una casa, así que obligarse a sí mismo a ser un adulto funcional por encima de sus necesidades biológicas era algo a lo que se había acostumbrado casi en contra de su voluntad.
Sin embargo, avanzada la tarde, un par de horas antes de que tuviera que irse al trabajo, JiMin sabía que no se sentía bien en absoluto y que no había manera posible de que fuera al trabajo en esas condiciones.
Bajo el agua fría de la ducha que se estaba dando, JiMin todavía sentía que hacía demasiado calor. La cabeza estaba comenzando a darle vueltas y su lobo ansioso rebuscaba por algo, lloriqueando como si estuviera adolorido, pidiendo consuelo mientras JiMin gemía por lo bajo, su vientre retorciéndose y un calambre molestando en su espalda baja. El dolor hacía que se encogiera sobre sí mismo, así que cerró el flujo de agua y se quedó un momento controlando su respiración contra la pared de la ducha para mantener la compostura.
Era una emergencia, ¿no? ¿Se catalogaba como una? No quería molestar a TaeHyung porque su amigo seguro estaba en su horario de trabajo y aunque JungKook fuera lo suficientemente autónomo como para no morirse mientras JiMin atravesaba su fiebre, el omega todavía quería estar seguro de que alguien tuviera puesto su ojo en él en caso de que se desmayara.
Así que, sin pensarlo mucho más, salió de la ducha y tomó el celular que reposaba en el lavabo. Se demoró en conseguir el contacto de TaeHyung, dudando más de lo necesario mientras bajaba en la no tan larga lista de contactos. El nombre de YoonGi apareció un par de veces y él realmente consideró pedir por su presencia, pero algo le decía que no era una buena idea.
Finalmente, le envió un mensaje a su mejor amigo.
Después de salir de la ducha, caminó directo a su habitación y cerró la puerta, no sin antes asegurarse de que JungKook estuviera tranquilo mirando la televisión.
Cayó sobre su cama sintiendo su cuerpo hervir y maldijo a cada una de las farmacéuticas encargadas de hacer los supresores porque la maldita pastilla no le estaba funcionando en absoluto. No se suponía que se sintiera así, el supresor debía durar al menos doce horas en su sistema, no tenía sentido que su lobo actuara como si estuviera plenamente consciente de que estaba en celo.
Se apresuró a ponerse un par de calzoncillos y tomó uno de los parches que metió en su cuarto, pegándoselos a los lados del cuello para no molestar a TaeHyung o a JungKook con el aroma. En la cama, miró al techo entre quejidos de lamento, su vientre doliendo y su fiebre aumentando.
Su celular volvió a sonar y levantó el aparato.
—¿Qué sucede? —la voz preocupada de TaeHyung sonaba como si hubiera pasado el susto de tu vida—. Ya voy para tu casa, ¿estás bien? ¿JungKook está bien?
—S-Sí —carraspeó—. Perdón, es que me siento muy mal, estoy en celo. Ya me tomé la pastilla, pero no deja de doler —lloriqueó—. Necesito... —se tragó un quejido, encogiéndose en su lugar mientras un fuerte dolor agudo se extendía desde su vientre hasta el resto de su abdomen—. Ven, p-por favor...
—Mierda JiMin, pensé que ya no sentías tus celos —se oía movimiento al otro lado de la línea—. Estoy a quince minutos, no te preocupes. Te voy a ayudar, tranquilo.
—G-Gracias —sorbió su nariz, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos—. Lo siento por esto...
—No pasa nada, Mimi —le aseguró con voz cariñosa—. ¿Necesitas que compre algo antes de llegar?
—No —negó con la cabeza—. Sólo ven, no quiero que JungKook esté solo...
—Bien, espérame.
JiMin dejó su celular de lado cuando la llamada acabó. Tenía muchas ganas de llorar y presionó su cara contra la almohada, frunciendo sus cejas y cerrando sus ojos por el dolor intermitente que lo estaba atormentando. Se removió en su cama entre quejidos y comenzó a amontonar las mantas a su alrededor como un intento desesperado de sentirse más cómodo.
Faltaba algo, faltaba algo importante y su lobo estaba haciéndoselo saber.
TaeHyung apareció relativamente rápido, justo cuando JungKook comenzó a sospechar de que algo no estaba bien; la hora en la que su padre debía irse de casa a trabajar se estaba acercando y JungKook sabía que debía vestirse para ir con la niñera, pero eso no estaba pasando. Fue fácil atar cabos cuando escuchó que alguien tocaba la puerta y se encontró con TaeHyung del otro lado.
TaeHyung no saludó, simplemente agradeció que le abriera y se apresuró a entrar a la habitación de JiMin. El niño sólo cerró la puerta y corrió detrás de él.
—¿Tío Tete? ¿Qué pasó? ¿Qué pasó con mi papi?
—Espera aquí un momento, ¿sí? —lo tomó de los brazos, apartándolo de la entrada de la habitación. JungKook trató de ver por encima de su hombro, solo alcanzando a ver la cama de JiMin—. JiMin está bien, sólo tiene fiebre, yo lo atiendo. Tú tienes que quedarte aquí.
JungKook miró con ojos cargados de tristeza cómo su tío se metía dentro de la habitación y cerraba la puerta detrás de él. De inmediato, se acercó para colocar su oreja contra la madera, esperando escuchar algo más que no fueran las preguntas de TaeHyung que se escuchaban tan amortiguadas que él era incapaz de descifrarlas.
—Bien, ¿qué necesitas? —le preguntó TaeHyung a JiMin, con las manos flotando en el aire, sin saber qué hacer con ellas.
JiMin yacía sobre su cama, sudando, boca abajo, abrazando una almohada como si su vida dependiera de ello. Había una mueca de dolor en su cara y ahora miraba Taehyung como si estuviera desesperado por que lo ayuden con algo que el beta no estaba seguro de qué era.
Esta era la primera vez que lo veía en un estado parecido.
—No sé, no sé —lloriqueó JiMin, metiendo su cara en la almohada lo más que podía—. Tengo calor, estoy enojado, q-quiero llorar... —se quejó entre lágrimas, hecho un ovillo sobre su cama—. La pastilla de mierda no funcionó... joder...
—No trataste de tomarte otra, ¿verdad?
—No —sorbió su nariz.
—Bien, déjame...
TaeHyung trató de acercarse un poco para tomar su temperatura, pero JiMin lo miró con ojos filosos. Al mirar con más atención la cama, se dio cuenta de que estaba en medio de un cúmulo de ropa, almohadas y mantas, así como de un par de peluches que sabía que eran de JungKook.
Era un nido.
El beta apretó los labios y se alejó un paso, sabiendo que no era buena idea acercarse de más.
—¿Dónde está la caja del supresor que tomaste? Debe tener una pastilla de emergencia.
—Cocina —JiMin murmuró.
TaeHyung salió de la habitación a toda prisa y se encaminó a la cocina. JungKook lo siguió atento, preocupado mientras abrazaba a su oso de peluche.
—¿Qué pasa?
—Tranquilo, cachorro. Es sólo una fiebre —insistió porque no estaba seguro de que JiMin le hubiera explicado antes el tema de los celos. Él no quería ser el primero, ese era trabajo de su padre, pero era una mierda no poder calmar del todo al niño que lo miraba como si no le creyera en absoluto—. Te prometo que estará mejor pronto, pero ahora mismo necesito que te quedes en el sofá, no puedes entrar al cuarto.
—¿Por qué no? —frunció sus cejas—. Yo también quiero ayudar. Papi me enseñó qué hacer con una fiebre, primero...
—JiMin no quiere que te contagies —mintió—. Por favor, sólo te pido que te quedes aquí, ¿sí?
JungKook formó un puchero y miró la puerta de la habitación de su padre, pensando seriamente si lo que decía su tío sonaba razonable o no. TaeHyung, por otro lado, logró encontrar la pequeña caja del supresor y leyó las indicaciones detalladamente. La pastilla de emergencia debía ser suficiente para noquear a un omega, así que su uso era exclusivo de celos fuertes. ¿Debería dársela? ¿Y si no funcionaba? Sonaba peor un omega en celo y drogado que otra cosa.
Exasperado, dejó la cajita a un lado y tomó su celular para buscar un número en particular. Cuando lo encontró, se colocó el celular en la oreja y buscó la jarra de agua dentro del refrigerador.
—¿Hola?
—Jin. Tengo una pregunta, ¿alguna vez tomaste esa pastilla de emergencia que viene con el supresor? ¿Funciona? —preguntó sin titubeos.
—Buenas tardes para tí también, Tae —murmuró la voz al otro lado de la línea.
—Es una emergencia —insistió con urgencia.
El omega del otro lado suspiró.
—La verdad es que nunca llegué a probar una, ¿por qué? —se oía confundido—. No creo que tú necesites un supresor para empezar.
—Es JiMin, el supresor no le funcionó —explicó, girando la cabeza para asegurarse de que JungKook no estaba cerca, de hecho parecía haberse metido a su propia habitación—. Estuvo como siete años libre, ahora le está pegando fuerte —sacó un vaso de los estantes y tomó la jarra una vez más.
Kim SeokJin, su hermano mayor, zumbó en entendimiento.
—¿No tiene un alfa?
—Eh... sí y no, está en algo con alguien.
—¿No lo puedes llamar?
—No están en esos términos, al menos JiMin no me ha dicho nada.
—Oh.
—Sí, una mierda —murmuró, dejando la jarra a un lado cuando tuvo el agua suficiente—. No sé exactamente qué hacer, ¿tienes algún consejo? No quiero que me mate si me meto en su nido por accidente, pero tampoco quiero que siga sufriendo de dolores.
—Bueno, te recomiendo que logres hacer que sea él quien tenga la iniciativa de tomar la pastilla porque si se la tratas de dar a la fuerza lo más probable es que te muerda —explicó seguro de ello y TaeHyung lloriqueó en su lugar porque sabía que JiMin sería capaz de arrancarle el brazo si quisiera—. Ponle un par de toallas frías en la frente, hazle de comer algo liviano como una sopa y asegúrate de que se dé una ducha fría al menos una vez al día. ¿Esta es la primera vez que pasa su celo solo?
—Creo que sí —dudó—. No me ha hablado mucho de sus celos en la adolescencia, sólo sé que la primera vez que pasó uno con alguien pues... tuvo a JungKook.
Ese no era un tema del que JiMin le gustara hablar en realidad.
—Bueno, escucha —comenzó de repente—. Va a ser doloroso y complicado para él, si quieres puedo quedarme con JungKook hasta que su celo acabe, HoSeok estaría contento de tenerlo en casa de todos modos. Tú deberías encargarte de cuidar a JiMin, ahora mismo la está pasando muy mal, créeme.
—¿Estás seguro?
—Él no debe querer que JungKook lo vea así, entonces sí, estoy seguro. Cuando me pasó HoSeok me ayudó a calmar un poco a mi lobo con su presencia, pero JiMin necesita un alfa —TaeHyung comenzó a escuchar movimiento al otro lado de la línea, luego el tintineo de un par de llaves—. Mándame su dirección y voy por JungKook, también podrías tratar de ponerle algo caliente en la zona del vientre para que los cólicos bajen, pero ni se te ocurra tocar de más. No te olvides de la pastilla tampoco.
—Bien, bien. Gracias.
—Tranquilo, vas a estar bien.
Antes de cortar, TaeHyung escuchó la pequeña voz de HoSeok preguntando a dónde iban.
El beta se apresuró en llevar el vaso con agua y la pastilla a la habitación de JiMin, pero se detuvo en seco cuando se encontró a JungKook parado al lado del marco de la puerta abierta, sosteniendo su oso de peluche mientras veía a JiMin recostado de espaldas a él, su respiración agitada, gimiendo a dolorido y deslizando sus pies por la cama.
—JungKook, ¿qué te...?
—¿Qué le pasa? —miró a TaeHyung con ojos cargados de tristeza—. ¿Qué le duele? ¿Por qué está así? —volvió a mirar a JiMin.
—Va a estar bien, te dije que no entres al cuarto —caminó hasta la mesita de noche y colocó ahí el vaso de agua.
—¡No estoy adentro! —gritó con sus cejas fruncidas y TaeHyung lo miró con extrañeza, espantado por el hecho de oírlo gritar—. Estoy afuera todavía —le sacó la lengua.
—Escucha, ya te dije, necesito que vayas a otro lugar.
—¡No! —se plantó en la entrada— ¡Yo me quiero quedar con mi papi!
—¿Qué te...?
JiMin apoyó sus manos sobre el colchón, levantando su cabeza de la cama para mirar a JungKook por el pequeño alboroto que se estaba formando.
Había una oscuridad en sus ojos que ni su amigo ni su hijo habían visto antes, pero eso no evitó que JungKook se sintiera terriblemente preocupado por él. El pequeño impulso del infante fue soltar el peluche y correr hasta la cama, llamando por JiMin en búsqueda de consuelo por lo preocupado y ansioso que se sentía, pero en el instante que tocó el colchón con su mano e hizo amago de subir su rodilla, los ojos de JiMin se volvieron salvajes y enseñó los dientes, siseando y gruñendo para que se alejara.
JungKook se congeló en su lugar, su mirada preocupada transformándose en un llanto inminente mientras su padre mantenía sus pequeños colmillos a la vista.
Rechazo. Esa era la primera vez en su vida que JungKook se había sentido rechazado por JiMin y fue suficiente para que saliera corriendo asustado, llorando desconsolado.
TaeHyung se quedó congelado en su lugar y sólo reaccionó cuando los ojos negros de JiMin lo miraron como si le estuviera preguntando que hacía ahí.
El beta tragó y le enseñó la pastilla.
—Ni se te ocurra morderme.
JiMin sólo se lo quedó mirando y TaeHyung se preguntó si acaso podría con esto sin morir en el intento.
JungKook se lanzó al auto sin dudar un segundo, abrazando a HoSeok como si su vida dependiera de ello.
—¡Ay! —se rió el encantador niño—. ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan amoroso, Kookie? ¿Me extrañaste? ¿Hm? —acarició su cabeza, recibiendo contento el abrazo, ignorante de cómo se encontraba JungKook en ese momento.
TaeHyung suspiró, metiendo la mochila de JungKook en el asiento trasero y cerrando la puerta para rodear el auto y mirar a su hermano a través de la ventana de su auto. SeokJin era cinco años mayor que TaeHyung, un omega exitoso con alrededor de ocho años de casado. Durante mucho tiempo se quedó en casa para cuidar a HoSeok, pero en la actualidad era propietario de un consultorio que comenzaba a tomar reconocimiento en la zona cara de la ciudad.
—Gracias, te debo una.
—No pasa nada, ¿cómo está JiMin?
TaeHyung miró cómo HoSeok hablaba con JungKook en el fondo, explicándole algo sobre una serie nueva que estaba viendo y el niño simplemente lo escuchaba mientras seguía abrazado a su brazo, un pequeño mohín en su boca mientras prestaba atención a cada gesto que HoSeok hacía con sus manos.
—Mal —comenzó, mirando a Jin una vez más—, logré darle la pastilla y ya no le duele, pero se quedó medio drogado y no sé qué hacer —lloriqueó—. Tú sabes mucho más de estas cosas de omegas. ¿Seguro que no quieres cuidarlo tú y yo me encargo de los niños? —preguntó a pesar de que sabía la respuesta y la mirada juzgadora de su hermano fue suficiente para que entendiera el mensaje—. No me puedes culpar por intentarlo.
—Tae, no te preocupes, cuidar a un omega en celo no es tan complicado como parece. Sólo no dejes que los alfas se le acerquen, creo que vas a poder con eso —lo molestó, tomando el volante con intención de arrancar de nuevo.
—¿Qué tan cerca?
Jin parpadeó.
—¿Qué?
—¿Qué tan cerca sería "demasiado cerca"? —preguntó claramente.
Jin frunció sus cejas.
—En absoluto cerca —respondió—. Debe estar lo más alejado posible, no es como que le puedas poner un número, simplemente algo tan lejos como para que un alfa no pueda sentir su aroma o en un lugar donde un alfa no pueda entrar —se veía confundido porque no creía que fuera necesario explicar algo como eso. A pesar de ser un beta, TaeHyung había tenido que vivir con él en sus etapas de calor, tenía que recordar un poco cómo su padre básicamente lo encerraba en su cuarto para mantenerlo seguro—. ¿Qué clase de pregunta es esa?
TaeHyung exhaló agotado. Parecía estar consciente de su propia estúpida pregunta, pero de algún modo esperaba recibir un tipo de respuesta que lo calmara sobre lo que estaba pensando.
—Es que su vecino es un alfa —apretó sus labios—. El vecino que es el "casi algo" de JiMin.
Entonces los ojos de Jin se abrieron en espanto.
—¿Su vecino? ¿Por qué no empezaste por ahí?
—Bueno, no lo sé, pensé que mientras se mantuviera encerrado...
—¿Crees que los alfas no son capaces de romper puertas por un omega en celo? —le preguntó con un susurro, en absoluto interesado de que los niños escucharan esa conversación—. Tienes que sacarlo de la casa, llévalo a la tuya.
—Pero su nido...
—Lleva las cosas contigo, con la pastilla debería estar más tranquilo, así que podrás razonar con él. Mete todas las cosas de su nido en tu auto, cuando lleguen a tu casa arma todo en tu cama o en algún lado que sientas cómodo —explicó, TaeHyung escuchando todo con suma atención porque su hermano casi no era mortalmente serio con nada y ahora lo estaba asustando un poco—. JiMin no debería estar cerca del alfa que lo está cortejando o van a pasar cosas que nadie aquí quiere —concluyó.
—Bueno, bien, eso suena como un plan para mi —asintió—. ¿Algo más?
Jin lo pensó un momento.
—Bueno, se me ocurre algo, pero no sé si sea correcto —dudó.
—En este momento estoy totalmente desesperado —confesó—. Mientras no sea hacer ya sabes qué con JiMin, haré cualquier cosa que me digas.
Su hermano se rió.
—Mira, estoy seguro de que ese tipo ya sabe cómo está JiMin porque no es fácil disimular el olor, así que si logras hacer que ese alfa le de algo para mantenerlo tranquilo, podrías lograr que el resto de su celo no sea tan insoportable.
TaeHyung lo miró con espanto, Jin sólo se encogió de hombros como si fuera algo lógico.
—¿Qué se supone que es "algo para mantenerlo tranquilo"? —hizo comillas con sus dedos.
—Nada muy extravagante —Jin hizo un ademán con una de sus manos, espantando las perturbadoras ideas que se plantaron en la cabeza de su hermano menor—. Una camisa, un calzón, no sé, lo que sea que tenga su olor —volvió a reírse.
—Oh —frunció un poco sus cejas, inseguro de cómo iba a lograr conseguir algo de eso—. Creo que se me podría complicar un poco...
—Si no puedes no pasa nada, luego te puedo mandar las recetas de tés que me ayudaron —le sonrió con calma, como si nada malo estuviera sucediendo. TaeHyung sólo suspiró agotado y se apartó del auto—. Ahora ve a hacer todo eso, te avisaré cuando llegue a casa.
—Bien, claro... —miró cómo el auto de Jin se alejaba lentamente, JungKook despidiéndose de él con un movimiento tímido de su mano mientras SeokJin avanzaba hasta salir del estacionamiento.
Mierda, ¿cómo se suponía que iba a conseguir una prenda de ropa?
Las mañanas de YoonGi no eran tranquilas la mayoría del tiempo, solía despertar con un enérgico Holly lamiendo su nariz mientras el despertador aturdía su sueño y luego tomaba una taza de café dulce bajo el sonido de un par de canciones de rock. Le daba de comer a Holly, se daba una ducha y se despedía de su perro con un beso en su frente para luego salir a trabajar montado en su motocicleta.
Cualquiera que lo conociera, desde amigos hasta compañeros de trabajo, decían que YoonGi siempre había sido un alfa amable y atento, sonriente la mayoría del tiempo y dispuesto a ayudar cada que pudiera. Sin embargo, ese día en particular, los miembros del taller estaban seguros de que había algo jodiéndole la cabeza porque YoonGi no dejaba de maldecir por lo bajo, siseando de vez en cuando y gruñendo cada que algo no salía como quería.
Toda el aura alrededor del alfa se sentía pesada, su aroma amargo espantando a quienes quisieran acercarse más de lo necesario. Nadie se quería arriesgar a decirle malas noticias ese día, así que se enfrascaron en sus tareas lo suficiente como para que todo saliera a corde a lo esperado y de la mejor manera posible.
En ese momento, el alfa lanzó hacia abajo el capote de un Fiat de último modelo, cerrándolo con más fuerza de la necesaria. El taller se especializaba en motos, pero había una sección para los autos y, ahora mismo, él estaba ahí con una cara de malhumorado y aroma amargo que tenía al resto de sus compañeros siendo cuidadosos con sus movimientos.
A su lado, alguien resopló.
—Yo sé que eres el jefe y todo el numerito, pero llegas a abollar o rayar este auto y yo mismo iré con el dueño a darte con un palo —le dijo su compañero más cercano del taller, un hombre alfa de al menos treinta años llamado DoJoon.
YoonGi chasqueó la lengua y rodeó el auto, colocándose un trapo sobre su hombro, alejándose del Fiat.
—Ya terminé, dile que lo venga a buscar.
—¿Se puede saber qué te pasa? —lo siguió.
—No —gruñó.
DoJoon se detuvo y miró de soslayo cómo el resto del personal miraban interesados el intercambio, él bufó.
—¿Qué están mirando? Sigan trabajando —exigió y todos volvieron a sus labores.
YoonGi sabía que su día no iba a ir muy bien desde que salió de la casa. Realmente trató de ignorarlo, pero algo más fuerte que él lo tiró para detenerse en mitad del pasillo cuando sintió el aroma a rosas de JiMin golpear contra su nariz. Sabía que el omega estaba en celo, pero no era de su incumbencia después de lo explícito que había sido JiMin el otro día, así que no dijo ni hizo nada, solo miró la puerta durante un rato largo.
Recordó a JungKook, pensó en lo alterado que había estado JiMin cuando casi mete la pata la noche anterior y se obligó a sí mismo a dar un paso atrás en el instante en el que se dio cuenta de que se había acercado de más a la puerta. Aspiró un poco del aroma que revoloteaba en el aire, exhalando con derrota y caminó por el resto del pasillo para irse de ahí lo más rápido que podía.
Eso fue hace unas horas, a las nueve de la mañana para ser específicos. Quizás él se había dado cuenta del celo de JiMin antes que el propio omega, pero esperaba que JiMin fuera lo suficientemente consciente de ello como para mantenerse cuidado.
«Yo podría cuidarlo», pensó estúpidamente.
Esperaba que cuando regresara al departamento el aroma de JiMin se disipara porque no estaba seguro de que pudiera estar tranquilo en el caso contrario. Su lobo no se había quedado quieto desde entonces, gruñendo y caminando en círculos con impaciencia, exigiéndole volver para atender al omega, uno que ya estaba reclamando como suyo.
Estresado, caminó hacia la sección de motocicletas y buscó en el registro algún trabajo que estuvieran esperando por hacer, encontró uno que implicaba una revisión en los frenos y fue a eso para distraer su mente.
Antes de sentarse en el banco para comenzar con el trabajo, miró su celular con el deseo para nada oculto de ver algún mensaje, pero no encontró nada.
No estaba seguro de qué estaba esperando exactamente, si un mensaje JiMin pidiendo por su presencia o el aviso de que estaba bien. ¿Acaso importaba? En ambos escenarios él iba a encontrar la manera de meterse en la casa, lo sabía, su lobo lo estaba pidiendo y él no iba a ser capaz de decirle que no a JiMin o a sus propios instintos.
Se obligó a pensar en que estaba haciendo lo correcto al no hacer nada al respecto y volvió a guardar su celular para comenzar con el dichoso trabajo.
No iba a pensar en JiMin, al menos iba a intentarlo.
Entonces, su celular sonó.
—¿Hola? ¿JiMin? —contestó inmediatamente después de tirar las herramientas a un lado, haciendo un sonido que llamó la atención de los demás, pero nadie le dijo nada.
—Uh... ¿Hola? ¿YoonGi?
El alfa frunció sus cejas cuando no reconoció la voz del otro lado y un gruñido se formó en la parte posterior de su garganta a consecuencia, su celoso lobo presente en él como si estuviera al borde del delirio.
—Él habla —respondió y se obligó a no preguntar quién mierda era al otro lado.
—Hola —la voz se oyó aliviada—, soy TaeHyung, no sé si te acuerdas de mi o si JiMin te ha hablado de mi.
Sí, JiMin lo había hecho. Kim TaeHyung, un beta, casi el tío de JungKook y a quien JiMin reconocía como su familia, también era el chico que había visto el otro día en casa de JiMin. No era una amenaza, así que su lobo se calmó un poco, pero seguía sintiéndose ansioso con que fuera su grave voz la del otro lado y no el encantador timbre cantarín de JiMin.
—Sí... ¿sucede algo? —se levantó.
—Bueno, la verdad es que no sé cómo pedir esto sin que suene raro, no estoy tan familiarizado con los cortejos ni nada de eso, así que no sé si te ofendo o algo.
—No pasa nada —murmuró YoonGi—. No me ofendo tan fácilmente —aseguró, aunque ahora mismo con el temperamento que tenía no creía mucho en sus propias palabras.
—Perfecto, eh, me preguntaba si de casualidad tienes a la mano alguna camisa o algo que pueda usar JiMin para pasar su calor, uh... de preferencia que huela a ti, ya sabes cómo es el tema del aroma... —divagó.
YoonGi tragó, sintiéndose extrañamente mareado de repente. Sentía que podría comenzar a volverse loco de solo imaginar a JiMin usando algo de su ropa durante su celo.
—¿JiMin te lo pidió? —su voz se sentía amortiguada porque estaba haciendo todo lo posible para no gruñir.
—No explícitamente —TaeHyung dudó—. Sin embargo, supongo que lo necesita.
—Bien, claro —carraspeó por el picor de su garganta—, yo se la llevo —podría salir ahora mismo del trabajo si quería, realmente lo estaba considerando.
—No, no estamos en su casa.
YoonGi apretó la mandíbula.
—¿Dónde están? —la pregunta sonó mucho más agresiva de lo que hubiera querido.
—No, no te lo diré —TaeHyung respondió—, nada me asegura que no vengas a destrozar mi casa para ver a mi amigo y yo no quiero tener que lidiar con las consecuencias después.
Eso le jodió un poco a YoonGi, pero lo entendía.
—Bien, ¿entonces?
—Iré a los departamentos a buscar lo que vayas a darme y se los llevaré a JiMin, ¿estás de acuerdo?
—Estoy de acuerdo —realmente no lo estaba—. Salgo del trabajo en menos de una hora, seguro estaré allá a las cinco y media, puedes pasar entonces.
—Perfecto, muchas gracias.
Luego de una corta despedida, YoonGi colgó.
No se dio cuenta de que había estado apretando su mano libre en un puño durante toda la llamada, así que la sacudió y trató de relajarse para no volverse loco por culpa de JiMin y la imagen de él olfateando alguna de sus camisetas, enroscado en una cama entre las mantas de su nido, caliente por el celo y expidiendo su dulce aroma a rosas.
Escuchó a un par de personas aclararse la garganta y se dio cuenta de que su propia esencia había comenzado a expandirse por el taller, pesada a su alrededor y molesta para los demás.
Se disculpó y fue directo a su oficina.
Su lobo no dejó de pedir por JiMin en ningún momento.
Cuando JiMin despertó, no reconoció la habitación al principio.
Miró con extrañeza los alrededores, sentándose sobre la cama con una incomodidad que le hacía sentir sucio. Le recordaba a las veces que se había despertado luego de una gripe, sudado y adolorido, con el cabello pegado a su frente y cuerpo pesado. Se pasó una mano por el rostro, quitando un poco del sueño que lo estaba obligando a mantenerse recostado y se dio cuenta entonces de que estaba en el cuarto de TaeHyung.
En un instante, recordó todo lo que había sucedido hasta el instante en el que sus memorias se tornaban un cúmulo de imágenes borrosas y negras. Recordó que estaba en celo, o lo había estado, y encontrarse en la cama de su mejor amigo hizo a su estómago revolverse como si acabara de ocurrir la peor de las desgracias.
Se miró el cuerpo entero, buscando algo que le confirmara que sus ideas eran erróneas y se encontró con las piernas desnudas, metido en un par de calzoncillos y una camisa de color negro que le quedaba considerablemente grande.
Su cara se calentó cuando reconoció el logo de Guns N' Roses.
A TaeHyung no le gustaba Guns N' Roses.
JiMin tragó y olfateó por puro instinto la prenda. Captó un aroma pesado y ligeramente amargo deslizándose por sus pulmones, de inmediato reconoció el café y luego la suave fragancia a madera de la mezcla de esencias que pertenecían a su vecino.
No tuvo tiempo suficiente para sentirse avergonzado cuando ya estaba tomando el cuello de la camisa, hundiendo su nariz en él para dar otra larga inhalada. Su lobo se recostó contento, él mismo juraba que su cabeza comenzó a dar vueltas después por el revoltijo satisfactorio de sensaciones que se arremolinaron en su vientre un instante después.
Exhaló e inhaló de nuevo, más profundo esta vez, sus ojos cerrados con intenciones de concentrarse en la fragancia que lo tenía flotando por las nubes.
Entonces exhaló liviano, parpadeando con somnolencia. Sus mejillas rojas y su cuerpo caliente.
Cuando enfocó la puerta de la habitación, se encontró con TaeHyung mirándolo con ojos bien abiertos, sus manos sosteniendo una bandeja.
JiMin se quedó quieto en su lugar.
—Despertaste —fue lo único que atinó a decir TaeHyung, rompiendo el silencio y dando un paso hacia adelante—. Perfecto, espero que tengas hambre.
JiMin soltó el cuello de la camisa, mirando al beta caminar hasta su lado en la cama. Lo miró con duda, observando el humeante plato de sopa de pollo que de repente lo estaba haciendo babear por lo rico que olía.
—Dime por favor que no cogí contigo.
Tae lo miró espantado y JiMin se permitió suspirar con alivio.
—No estoy seguro de si sentirme ofendido o no por la manera en cómo lo dijiste, pero bueno, la respuesta es no —viró los ojos—. Te traje sopa y me gustaría un "gracias" para variar.
—Gracias —le sonrió y tomó la bandeja que el otro le tendía—. Huele muy bien.
—Es la receta de Jin —contó y JiMin supo que iba a saber espectacular—. ¿Puedo sentarme? —JiMin asintió y TaeHyung lo hizo, aunque seguía estando cerca del borde de la cama—. ¿Cómo te sientes?
—Bien, mucho mejor que hace un rato —tomó una cucharada, zumbando por la rica explosión de sabores, así que tomó un par de sorbos más sin entender por qué se estaba muriendo de hambre.
—Me alegro, esta preocupado —admitió su mejor amigo.
JiMin tragó antes de continuar.
—Todavía me duele el cuerpo, pero creo que mi lobo está más tranquilo —explicó mientras TaeHyung asentía—. ¿En qué momento me trajiste aquí? ¿Dónde está JungKook? —preguntó luego de tomar otro sorbo, sabía que su hijo no podía estar en malas manos, pero no quería imaginarse al pequeño angustiado por no saber qué pasaba con él.
—Bueno, ayer...
—¿Ayer? —frunció sus cejas, su mano cayó sobre la bandeja y casi tiró la sopa—. ¿Qué día es hoy?
—Jueves.
Los ojos de JiMin se abrieron de más.
—¿Estuve durmiendo todo un día? ¿Qué hora es? —trató de buscar su celular entre las mantas de la cama, pero no estaba por ningún lado.
—Algo así, no es que estuviste durmiendo todo un día, la pastilla de emergencia te noqueó y llegaste casi dormido. Luego despertaste, comenzaste a gruñir y a quejarte como un perrito lastimado, después traté de darte algo de comer y me mordiste —JiMin se cubrió la boca con sus manos, mirando anonadado cómo TaeHyung enseñaba el brazo y la marca de una mordida en la zona cercana a su muñeca.
—Lo siento mucho —lo miró con arrepentimiento y tomó su brazo con cuidado, detallando en las marcas de los dientes—. ¿Te duele?
—Ya no, pero tranquilo, Jin me dijo que podría pasar y lo bueno es que no tienes rabia o algo así —se rió y JiMin quiso golpearlo, pero creía que ya lo había lastimado suficiente—. Te quedaste dormido otra vez cuando te di la camisa de YoonGi.
Entonces JiMin recordó que la estaba usando y su cara volvió a sentirse caliente.
—¿Cómo la conseguiste? —no pudo evitar tomarla una vez más, jugando con el borde de la tela entre sus dedos.
—Se la pedí.
—¿Eh? ¿Así nada más? —lo miró sorprendido. ¿Acaso habían hablado?
—Jin me dijo que como es el alfa que te está cortejando y como era tu primer celo desde el nacimiento de JungKook lo mejor era tener algo con su aroma. Te hizo bien, ahora ya no luces tan asesino como ayer.
JiMin mordisqueó sus labios, tomando la camisa un momento y detallando una vez más en el logo de Guns N' Roses. Le pareció lindo sabiendo que era la banda favorita del alfa, ¿quizás la había acabado de usar? Olía mucho a él y se encontró a sí mismo sonriendo por ello.
—Me está cortejando... —repitió—. Supongo que ya tiene ese título —pensó en voz alta, TaeHyung quiso reírse porque sí, definitivamente eso era lo que sucedía, pero dejó que su amigo se diera cuenta él solo de que en serio eso estaba pasando luego de tanto tiempo—. ¿Te dijo algo? Cuando se la pediste...
—Bueno, él tenía una cara de enojado increíble y por un momento pensé que me iba a golpear —se rió—. Me la dio en una bolsa con otro par de camisas y me dijo que las había usado de pijama así que con eso debería bastar. También te compró dulces, helado y chocolates, pero te los voy a dar después de que te comas toda la sopa y te des una ducha —señaló.
JiMin ni siquiera se dio cuenta del gruñido gutural que subió por su garganta hasta que TaeHyung apartó su brazo, asustado por ser mordido de nuevo, esta vez por creerse demasiado listo privando a un omega de los regalos de su alfa.
—No me gruñas y termina tu sopa —le dijo, tratando de sonar autoritario, pero se veía que quería escapar de ahí porque se levantó de la cama de un salto—. No me voy a ir hasta que acabes, luego te llevaré al baño.
—No sé si me está gustando mucho esto —murmuró con ojos oscuros, tomando la cuchara una vez más para continuar con su comida. Luego de un par de cucharadas, continuó—. ¿Puedes decirme dónde está JungKook?
—Está en casa de Jin, justo acabo de hablar con él antes de entrar al cuarto y se escuchaba mucho más tranquilo que ayer —cambió de pie de apoyo, cruzándose de brazos y luciendo como si hubiera algo que no estaba seguro de si debería decir—. Jin me contó que huele un poco amargo, así que seguro está cerca de su presentación.
JiMin apretó sus labios, desviando la mirada.
—Lo sé.
TaeHyung se quedó callado un momento.
—Se va a presentar como alfa, ¿no es así?
El omega lo miró con espanto.
—¿Por qué piensas eso?
TaeHyung volvió a dudar y JiMin se dio cuenta de que lucía incómodo.
—¿Qué pasa, Tae? —frunció sus cejas, buscando un atisbo de algo en la mirada preocupada de su amigo—. Dime —insistió.
El beta exhaló, dejando caer sus hombros con derrota.
—Lo echaste del nido —contó en un tono bajo, cuidadoso. JiMin frunció su ceño, totalmente mortificado por eso—. Lo siento, pensé que ibas a recordarlo.
—¿Lo eché? —preguntó espantado— ¿Qué hice?
TaeHyung se veía más incómodo ahora. No creía que le hiciera bien a JiMin saberlo, pero sus ojos pedían que se lo dijera de una vez porque seguro el próximo ataque no sería una mordida, pero sí un brazo menos.
—Le gruñiste...
JiMin gimió como si le doliera el pecho y murmuró un "no" por lo bajo antes de cubrirse la cara con ambas manos.
—Soy una mierda —se lamentó.
—No eres una mierda, JiMin —se apresuró en decir—. Es normal, está bien, después puedes hablar con él. JungKook va a entender.
JiMin podía adivinar lo mal que debió sentirse su hijo, lo había echado y rechazado, nunca antes se le había siquiera cruzado por la cabeza hacerlo. Si JungKook se fuera a presentar como omega su entrada al nido habría sido fácil y su omega lo habría aceptado de inmediato, pero un alfa no estaba permitido y su lobo parecía estar consciente de su jerarquía mucho antes que él.
No se dio cuenta de que había comenzado a llorar hasta que TaeHyung se apresuró en quitarle la bandeja de encima para acariciar su espalda, siendo lo más cuidadoso posible en no tocar los límites del nido improvisado que había hecho sobre su cama. JiMin sorbió su nariz y miró a su amigo, sin saber por qué exactamente estaba llorando. La idea de ver crecer a JungKook lastimaba a su ahora sensible lobo y la propia sensación de miedo al saber a lo que se iba a tener que enfrentar era otra cosa importante.
—No sé qué voy a hacer ahora...
—Está bien —consoló TaeHyung, atrayéndolo para que JiMin se acurrucara contra su hombro—. Todavía no sabemos qué va a pasar, quizás no se presente como alfa al final de todo, pero sé que en cualquier caso tú vas a poder manejarlo porque eres el omega más fuerte que conozco —le dijo con seguridad.
JiMin largó una nueva sesión de sollozos porque eso había sonado tan lindo y TaeHyung pensó que había metido la pata, pero el omega se acercó a él, abrazándolo con cariño mientras hipaba por el llanto, buscando consuelo en quien su lobo reconocía como familia.
El beta continuó acariciando su espalda, asegurándole que todo iba a estar bien mientras JiMin reposaba su frente sobre su hombro, desganado.
—Está bien, Mimi —le dijo con cuidado—. Sé cómo se ve, pero te prometo que no va a ser el fin del mundo —JiMin sorbió su nariz, dudando cada vez más de ello.
Ellos se quedaron un par de minutos en silencio, simplemente dejando que las lágrimas se detuvieran lentamente hasta que TaeHyung consideró que comer era mucho más importante que lamentarse por algo que ellos definitivamente no podían controlar.
—¿Por qué no sigues comiendo? —preguntó luego de un rato, lo más probable era que la sopa estuviera fría para ese punto—. Es importante que te mantengas alimentado, no has comido nada desde ayer.
—No tengo hambre —sin embargo, su estómago gruñó y él formó un puchero—. No quiero comer... —lo miró con ojos tristes y TaeHyung se dio cuenta de lo parecidos que eran JiMin y su hijo.
—¿Prefieres que te alimente yo? —se dio el lujo de molestarlo.
—No, gracias —se apartó, limpiando sus lágrimas. Su lobo lo hizo sentir el rechazo por ello de inmediato, que TaeHyung lo alimentara sería pasar una línea, pero su amigo no lo sabía—. Pásame la bandeja —TaeHyung le hizo caso.
Continuó comiendo a pesar de que lo único que quería hacer ahora era recostarse otra vez en la cama y sufrir hecho bolita en medio del colchón de su mejor amigo.
La parte del baño fue un poco complicada de lograr, su cuerpo se sentía débil y su lobo lentamente comenzaba a despertarse junto con los síntomas insoportables del celo. TaeHyung lo acompañó tanto como JiMin lo dejó, pero el omega se las arregló para ducharse solo y para secar su cabello sin mayores complicaciones. Cuando regresó a la cama se encontró con otra camisa negra, esta tenía el estampado de otra banda que no reconoció y olía a YoonGi, así que la olfateó un poco antes de colocársela, sintiendo que los dolores comenzaban a disminuir otra vez.
Era increíble cómo el aroma de YoonGi podía adormecer de esa manera a su lobo.
Recibió su celular justo después de explicarle a TaeHyung lo importante que era que él hablara con su compañera de trabajo y este se lo entregó con la única regla de que no llamara a YoonGi.
JiMin se tragó un bufido y buscó el contacto de EunJin en su lista.
—¡Hola! ¿Es JiMin o TaeHyung? —preguntó inmediatamente después de contestar.
—¿TaeHyung ya habló contigo? —le preguntó, mirando de soslayo a su amigo, quien se veía orgulloso desde su lugar.
Su amigo estaba haciendo un trabajo increíble como cuidador, al parecer.
—Claro, me dijo que necesitabas pedir tres días por ciclo de calor, así que le comenté al señor Kim lo que sucedía. No estaba muy contento, ya sabes que tenemos que avisar antes, pero le expliqué que es celo post-parto, así que no dijo nada más —contó con calma la omega antes de que JiMin pudiera preguntar más, ella parecía tener todo bajo un control.
—¿Y qué pasa con Choi?
Como era jueves, Choi iba a ir a comer al restaurante. En ese instante, JiMin consideró seriamente sus opciones y los pros y contras de salir a la calle estando así, pero por más que se obligara a sí mismo a ir a trabajar en un escenario altamente ficticio, sabía que TaeHyung sería capaz de amarrarlo a la cama para que no lo hiciera.
La ansiedad de ser despedido por esto comenzó a picar en su estómago, revolviéndolo. Si se quedaba sin trabajo no iba a poder hacer absolutamente ninguna de las cosas que estaba haciendo ahora, no tenía mucho ahorros y JungKook era lo único en lo que podía pensar en ese instante.
Tragó, estresado una vez más, y comenzó a mordisquearse el cuero de la punta de su pulgar mientras pensaba en qué hacer.
—Quizás logre convencer al señor Kim de que pueda hacer una excepción conmigo para que no me despidan... —lo dijo más para sí mismo que para EunJin.
—Tranquilo, JiMin. Te ayudaré usando mi pretty privilege para que se olvide de su estúpida rabieta de viejo rico, quizás el panzón de Choi llegue de buen humor.
—Su humor no es todo lo que me preocupa —formó una mueca con sus labios imaginando a EunJin atendiéndolo—. Ten cuidado.
—Tú ten cuidado, ¿estás pasando el celo con ese alfa lindo?
—No —eso sonó más lamentable de lo que creyó—. No sería correcto.
—La vida es una, JiMin —ella se rió—. Pero bueno, no te presiones y no tomes más supresores —aconsejó y JiMin casi vira los ojos porque no podía creer que nadie le tuviera la confianza suficiente—. Deja que TaeHyung te cuide y dile que sigo soltera.
El omega se rió.
—Claro. Hasta luego, Eunnie.
—Hasta luego, te avisaré de cualquier cosa.
JiMin colgó y le entregó el celular a TaeHyung, quien sonrió satisfecho antes de tenderle uno de los chocolates que había comprado YoonGi. Él lo tomó contento, hasta que se dio cuenta de que se estaba viendo un poco como un perro recibiendo un premio.
—Te dejaré solo, puedes llamarme para lo que sea que necesites —se guardó el celular en su bolsillo trasero—. Estoy haciendo té con miel y naranja, ¿te traigo un poco?
—Sí, por favor —le sonrió—. Gracias.
El beta salió de la habitación y JiMin miró por la ventana del cuarto cómo el cielo comenzaba a colorearse en tonos naranjas y púrpuras. Su lobo había estado relativamente tranquilo hasta entonces, dándole síntomas soportables durante un par de horas. Pero el calor persistente en la parte de su ingle seguía molestándolo y recién era el segundo día de su celo. Durante la noche, seguro, él la iba a pasar mucho peor. Recordaba con claridad cómo aquella era la hora más frustrante, así que esto era una especie de calma antes de la tormenta.
Se recostó sobre la cama y miró el chocolate. No era la gran cosa, seguía siendo un chocolate que vería el cualquier kiosco, pero pensar en que YoonGi lo había escogido especialmente para él provocaba un calor en su pecho, uno que lo hizo sonreír mientras presionaba el chocolate en ese lugar, sintiéndose de alguna manera cerca de YoonGi con ese pequeño pero dulce gesto de su parte.
¿YoonGi estaría tan preocupado por él como lo estaba TaeHyung? ¿Cómo reaccionó al pedido de su amigo por las prendas de ropa? ¿Estaría tranquilo ahora, sabiendo que él estaba pasando su celo solo? Quería saberlo todo, quería hablarle y preguntarle, quería olerlo, mirarlo y quería que él lo viera usando su ropa.
Sonrió de nuevo, atontado.
YoonGi era, oficialmente, el alfa que lo estaba cortejando. Ellos tenían algo y JiMin sentía un cosquilleo en el pecho cada que se recordaba ese hecho.
JiMin no estaba pasando su celo solo porque no tenía un alfa, lo estaba pasando solo porque no era correcto todavía compartir su celo con ese alfa. Sin embargo, sí quería hacerlo, mierda, sería el mentiroso más terrible de todos si siquiera intentaba negarlo.
Sólo podía pensar en YoonGi, en su aroma, en sus manos sobre su cintura, en los besos que le dio en el cuello, en la manera en la que sus rasposas y magulladas manos quitaron el parche de su cuello para olfatearlo y deslizar la punta de su nariz peligrosamente cerca de la glándula de su cuello.
Lentamente, comenzó a ser mucho más consciente del peso de su cuerpo y del calor que hacía en la habitación. Su cabeza comenzó a sentirse cada vez más nublada, sus pies deslizándose por la cama mientras trataba de encontrar una posición cómoda, su ingle presionada contra el colchón mientras pensaba en lo mucho que estaba necesitando hacer eso contra el cuerpo del alfa. Su mano libre acarició la tela de las mantas, imaginando que así podría hacerlo con YoonGi, parpadeando con pesadez.
—YoonGi... —llamó en voz baja, casi imperceptible. Nadie podía escucharlo después de todo—. Yoon... —deslizó su cara contra las mantas, tomando una vez más el cuello de la camisa para meter su nariz dentro e inhalar la fragancia del alfa.
Suspiró casi como un gemido, dejando el chocolate a un lado para bajar su mano hasta la zona de su pelvis. Estaba duro debajo de su ropa interior y la humedad del lubricante comenzó a molestarle dentro de sus muslos. Ni siquiera se estaba tocando tan fuerte, sólo acariciaba mientras imaginaba las manos de YoonGi sobre su cuerpo haciendo lo mismo y gimió, cerrando sus piernas como si YoonGi hubiera tratado de meter su rostro entre ellas.
¿Lo besaría en el cuello como la última vez? ¿Él sonreiría de esa manera que lo hacía lucir tan sexy? ¿Su cabello estaría sujeto en una coleta o caería desparramado por su cara? Él suspiró de tan sólo imaginar el calor del cuerpo del alfa lo suficientemente cerca de él como para sofocarlo y JiMin se encontró a sí mismo gimiendo desesperado mientras su mano ganaba velocidad bajo su ropa interior, impulsado por el escenario mental que lo absorbía.
El aroma a YoonGi debajo de su nariz lo estaba volviendo loco, la camisa negra que le quedaba grande se arrugada contra la cama mientras él trataba de encontrar una posición más cómoda, recostándose boca arriba mientras se sentía cada vez más cerca de su límite.
—JiMin.
El omega se encogió tembloroso cuando se corrió contra su mano, jadeando sin aire.
Juraba haber escuchado la voz de YoonGi contra su cuello, incluso sentido su tacto caliente contra su cuerpo.
Mirando el pequeño desastre que había hecho, se preguntó si acaso estaba al borde de enloquecer por un alfa motociclista o si ya había caído completamente por él.
Del otro lado de la puerta, sin embargo, TaeHyung se dijo a sí mismo que era mucho mejor tomar dos tés de naranja y miel que entrar a un cuarto que olía a sexo.
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