CAPÍTULO NUEVE
Cuando JiMin conoció a JungKook, cuando tuvo que estar con él los primeros días de su delicada existencia, sintió que estaba haciendo absolutamente todo mal y que era el peor padre jamás existente.
Nadie podía culparlo, tenía solo dieciocho años. ¿Quién podría ser un padre perfecto a los dieciocho años? Muchos eran peores y ya habían vivido el doble de su vida.
Las primeras semanas fueron pura paranoia, fueron culpa, llanto, desesperación y preocupación constante. Sus padres no ayudaron mucho en ello; su madre siempre sacaba a colación los peores escenarios posibles que podrían suceder y su padre no estuvo lo suficiente en casa como para relacionarse con su hijo y con su nieto recién nacido.
JiMin trató por todos los medios de hacer que JungKook no tuviera problemas en absoluto, leyó mucho, investigó como nunca y aplicó cada pequeño tip que sonara prometedor para ser el mejor padre que podía ser a tan corta edad. Él evitó entrar en pánico por los parloteos de su madre e ignoró la falta de interés de su padre mientras trataba de mantenerse cuerdo él mismo luego de ser abandonado por su pareja y en el dolor de su lobo a consecuencia.
HyunSoo desapareció justo después de que diera a luz, fue como si nunca hubiera existido, lo bloqueó de todos lados y cuando JiMin fue a preguntar por él en su casa, su madre (ex-suegra) le dijo que HyunSoo se había ido con sus tíos a Busan y luego acusó a JiMin de estar fingiendo que JungKook era su nieto para obtener dinero.
Él no recuerda mucho de esa época, supone que es por todo el trauma que le generó y por el estrés constante que pasó en ese momento, pero realmente no está seguro. Lo único que recuerda con exactitud es cuando se mudó de casa de sus padres.
JungKook tenía solo dos años cuando sucedió.
Había conseguido su primer trabajo, el dinero era suficiente y la sensación horrorosa que se le producía en el pecho cada que su madre interactuaba con JungKook fue suficiente para no dudar ni mirar atrás mientras se subía al autobús con sus maletas.
Durante años, evitó a toda costa comportarse como su madre había hecho durante su niñez. Le habló a JungKook de la manera en la que le habría gustado que le hablaran a él, lo ayudó a experimentar el mundo, le explicó cada cosa por la que tuviera curiosidad y lo amó tanto como un padre puede amar a su hijo, todo con el fin de que JungKook jamás dudara de que era amado.
Gruñirle fue, sin lugar a dudas, lo peor que pudo haber hecho.
Al menos para JiMin.
Los omegas no tienen muchas razones para gruñir, no como los alfas. No pelean por banalidades ni buscan proclamar algo como suyo a través de encuentros violentos. Sin embargo, es bien sabido que los omegas tienen sólo unas únicas tres razones para gruñir: para proteger a sus cachorros, para defender el nido y para demostrar que un alfa es suyo. La primera opción es la más usada, pero no suele ocurrir porque nadie se atreve a acercarse a un omega y su cachorro, menos cuando estos siempre van acompañados de un alfa, lastimar a un cachorro es algo tan inmoral e incorrecto que se castiga con leyes severas. La segunda es un poco más común, pero no muchos sentían correcto acercarse al nido de un omega por lo violentos que se pueden volver o por el daño que les puede causar.
Finalmente, la última opción es la que menos suele ocurrir, ya que la gran mayoría de los omegas no encuentran interesante meterse con alfas que se encuentran marcados o en mitad de un cortejo. Los omegas buscan seguridad y fidelidad, algo que no van a encontrar en un alfa que engaña a su compañero. En resumidas cuentas, los omegas no tienen la necesidad de gruñir en la cotidianeidad como sus contrapartes llenas de testosterona y, por ende, JungKook jamás lo había escuchado gruñir, menos hacia él.
Que un padre le gruña a su cachorro no es algo inaudito, pero sí es normal que se sobresalten la primera vez que ocurre. No es culpa de nadie, los lobos a veces empujan de más el impulso de sus instintos y cualquiera puede equivocarse.
Sin embargo, para la mente catastrófica de JiMin, él sentía que le había fallado a JungKook.
Así que cuando logró contactar con él ese viernes, le explicó todo lo que pudo.
—¿Entonces no estás enojado conmigo? —fue lo primero que preguntó el niño.
—Claro que no, mi amor —negó con la cabeza, sosteniendo el celular contra su oreja—. Prometo que no fue intencional, mi lobito sólo se puso tonto un momento.
—¿Estás seguro?
—Claro que sí —frunció sus cejas, adolorido por el tono preocupado e inseguro de JungKook—. Ya te dije que estaba cuidando el nido, a veces los lobitos se enojan cuando alguien entra al nido sin permiso y en ese momento yo me estaba sintiendo muy mal, así que se me mezcló todo y reaccioné así. Sabes que yo jamás sería malo contigo.
—Lo sé, pero es que... me asusté...
JiMin sintió una punzada en su corazón.
—Lo siento mucho, cachorrito...
—Está bien papi —la voz de su hijo se escuchaba entre resignada y tranquila—. Te perdono.
—Gracias, Kookie —sintió sus hombros menos tensos, el alivio recorriendo su cuerpo de inmediato—. ¿La estás pasando bien con HoSeok?
—Sí papi, estamos haciendo castillos de almohadas en su cuarto y ahora estamos luchando por el poder del reino de chocolate.
—Oh, suena divertido, ¿quién va ganando?
—Va ganando HoSeok porque encontró una bazuca mágica que lanza meteoritos y mató a la mitad de mi ejército, pero no importa, yo tengo la piedra mágica que revive a la gente —explicó como un completo estratega, orgulloso de su plan maestro—. Ahora estamos merendando y viendo al señor fantástico —agregó.
—Ay que lindo mi amor. Te dejo tranquilo para que sigan viendo su serie, ¿está bien? Les mando un beso a los dos. Mañana nos vemos, ¿sí?
—¡Sí! Adiós papi, ya le digo a HoSeokie sobre el besito —se despidió y JiMin se rió.
—Adiós, bebé...
La expresión de JiMin decayó un poco cuando la voz de JungKook fue reemplazada por el pitido de la llamada finalizada. Quizás estaba siendo ridículamente dramático al respecto, estaría haciéndole honor a su madre, pero seguía teniendo esta molestia en el pecho que no lo dejaba tranquilo. No estaba seguro de si era la culpa, el celo, las hormonas, JungKook presentándose o una mezcla de absolutamente todas esas cosas juntas. Miró la pantalla de su celular con melancolía, triste porque además de todo eso, también extraña a su cachorrito.
Bien sabía JiMin que depender tanto de un niño, que darle un lugar y un rol que no le correspondía no era sano para ninguno de los dos, lo había estudiado mil veces en clases por amor a la diosa, pero a veces se dejaba llevar un poco y quizás, muy en el fondo, JungKook era lo único que lo mantenía en tierra, lo único que lo impulsaba a seguir adelante. Él sabía que no estaba bien, trabajaba en ello lo mejor que podía, pero de vez en cuando (como en ese momento) sentía que las cosas estaban tan fuera de control que poco a poco se destruía su pequeño rincón del cielo y que JungKook siguiera creciendo era tan aterrador como lindo. Las hormonas tampoco ayudaban mucho a toda la situación.
Mientras miraba la pantalla de su celular, JiMin sorbió su nariz.
¿Se pondría a llorar por esto? No recordaba cuándo había sido la última vez que lloró tanto y tan seguido, ¿quizás cuando nació JungKook? ¿Cuando dio sus primeros pasos? No estaba seguro de que fuera una persona demasiado sensible, pero JungKook jalaba una fibra delicada en JiMin.
—Ah, Mimi —escuchó la voz de su amigo, quien había entrado a la habitación con una taza de té en la mano—. ¿Qué sucede? ¿Hablaste con Kookie?
El omega asintió, sorbiendo su nariz una vez más.
Dejó su celular de lado, huyendo de la necesidad de volver a rebuscar en sus contactos.
—Creo que he llorado más este celo que en toda mi vida.
TaeHyung resopló, sonriendo con cariño hacia su amigo.
—Tranquilo, supongo que es normal —consoló—. Te traje un poco de té, ¿cómo te sientes?
JiMin se encogió de hombros.
—Debería llamar al restaurante...
—No lo sé, EunJin ya te avisó que tu jefe te llamaría más tarde. Preocúpate de eso en otro momento, no ahora.
JiMin chasqueó la lengua, frunciendo sus cejas mientras alisaba las arrugas de las sábanas blancas debajo de sus manos. Se sentía malhumorado todavía, su lobo gruñía en el fondo de su pecho por la cercanía de Tae al nido, pero JiMin hizo lo posible por controlar sus impulsos. No había sido tan malo, no considerando lo medicado que se encontraba y el increíble poder analgésico que tenían las camisas de YoonGi. A pesar de que el alfa le había entregado tres de ellas, su favorita parecía ser la de Gun's & Roses, así que se la puso inmediatamente después de su ducha de esa tarde.
La incomodidad de pensar en el trabajo estaba carcomiéndole la cabeza. JiMin podría volverse loco de solo pensar en la posibilidad de un despido a consecuencia del berrinche de un tipo rico. Si así fuera, ¿dónde podría conseguir trabajo?
—Otra vez te estás dispersando —le avisó su amigo con un suspiro, reprimiendo la necesidad de sentarse a su lado para no irrumpir en el nido—. Ten, toma un poco de té, quizás te ayude a relajarte.
JiMin miró a su costado y recibió la taza, acercando el borde a sus labios para tomar un sorbo. Hizo una mueca, se había quemado la lengua, pero al menos sí se había distraído un poco.
—Quiero ir a casa —murmuró, mirando el líquido opaco dentro de la taza de Star Wars que le había regalado a TaeHyung en uno de sus cumpleaños—. Quiero ir a casa y quiero estar con Kookie.
TaeHyung suspiró.
—Bien, podemos ver qué hacer con eso.
Esta vez, JiMin sí lo miró.
YoonGi no estaba del todo seguro de qué hacer ahora.
Había pasado la mayoría de la tarde luego del trabajo con una sensación de ansiedad en el pecho, algo que duró desde que se encontró con TaeHyung el día anterior. El intercambio entre los dos fue relativamente rápido, le entregó las cosas y el beta se despidió con una sonrisa nerviosa luego de agradecerle por su interés en ayudar a su amigo. Cuando se fue en su auto, uno que YoonGi estaba seguro necesitaba una revisión en el tubo de escape, sus deseos más primitivos le hicieron considerar por un segundo la idea de perseguirlo y saber dónde se encontraba JiMin.
En su lógica humana, sabía perfectamente que solo debía esperar a que el omega regresara a casa, aunque saberlo no significaba que su lobo estuviera de acuerdo con eso. El animal no dejó de gruñir fastidiado, pidiendo por JiMin como si el omega lo estuviera llamando y fue tan extraño sentirlo porque YoonGi estaba seguro de que no lo había experimentado antes.
Esa tarde de viernes, YoonGi miraba fijamente a la cafetera preparando el dichoso café que simplemente puso para mantener su cabeza ocupada con algo. El aroma de la pesada esencia rellenó el vacío de los alrededores, focalizando la nariz de YoonGi en algo que no fuera el fantasma de olor a rosas de JiMin con el que creía estar alucinando.
Holly jugaba con su peluche favorito, recostado en el sofá sin preocupaciones que tuvieran su pequeña cabeza atormentada. De repente, el perro levantó su cabeza como si hubiera escuchado algo por encima del sonido de la cafetera, mirando hacia la puerta de entrada. Se bajó del sofá de inmediato, corriendo a la puerta y moviendo la cola, ladrando y brincando alrededor. YoonGi lo miró con cejas fruncidas, sin entender qué le pasaba a su perro.
—Hey, oye —se acercó y trató de distraerlo, pero Holly seguía ladrando contento hacia la puerta—. ¿Qué te...?
Entonces, algo en su cabeza hizo click.
Cuando giró el picaporte y abrió la puerta, se encontró con JiMin del otro lado.
JiMin vestía una de sus camisas, un pantalón de pijama a cuadros holgado que se veía que le quedaba un poco grande y cargaba consigo un par de bolsas de tela en la que había peluches y mantas dentro. A su lado, quien reconoció como TaeHyung, abría la puerta de su casa, quieto en su lugar por la presencia sorpresiva de YoonGi.
Entonces, Holly ladró.
—JiMin —casi jadeó.
—YoonGi —sonrió.
TaeHyung trató de abrir la puerta con más insistencia.
—¿Estás bien? —le preguntó YoonGi, mirándolo de pies a cabeza, sintiendo cómo el aroma a rosas en el omega bailaba suave y sutilmente delicado, atrayente, pero no tanto como lo estaría en su momento más fuerte de celo.
—Bien, estoy bien —le contestó con timidez, un poco pequeño en su lugar. Se veía como si acabara de levantarse de la cama, su cabello suavemente despeinado y sus mejillas sonrojadas—. G-Gracias, uh, por la ayuda... y por los chocolates —sonrió con los labios apretados en vergüenza tímida, una mueca que tenía a YoonGi al borde del delirio.
—No es nada, de verdad —respondió, negando con la cabeza, entre sus piernas Holly estaba luchando por salir a saludar también—. Era lo mínimo que sentí que debía hacer —agregó con más emoción de la que habría querido mostrar—. ¿Te gustaron?
—Sí, me gustaron mucho —sonrió, tentado a reírse por la cara de emocionado que tenía YoonGi—. De verdad muchas gracias, prometo que te devolveré tu ropa, solo la tengo que la...
—No, está bien —negó de nuevo—. Quédatela.
JiMin sintió sus cachetes más calientes que antes.
—¿Qué? No, son tus camisas.
—Está bien, de verdad —le sonrió—. Te quedan mejor a ti, de todos modos.
JiMin apretó sus labios para no reírse, sintiéndose ridículamente contento en ese momento, su lobo igual de satisfecho. TaeHyung no podía creer que había tenido que experimentar por primera vez lo que era el celo de su mejor amigo y su estupidez naciente por el enamoramiento.
—JiMin —llamó Tae cuando se dio cuenta de que ellos dos eran más risitas y miradas que de conversación en sí—. Hay que entrar de una vez —señaló con un movimiento de su cabeza, la puerta por fin abierta.
El omega pareció recordar que su amigo se encontraba ahí.
—Oh, claro —señaló y miró a YoonGi—. Supongo que nos vemos luego —arregló un pequeño mechón de cabello detrás de su oreja.
—Sí, perfecto —asintió, perdiéndose un poco en el gesto de JiMin—. Fue bueno verte y saber que estás bien.
—Gracias, fue bueno verte también.
Las miradas tímidas continuaron por un par de intercambios más antes que tuvieran que romper el contacto para regresar a sus casas. Sin embargo, antes de cerrar la puerta, YoonGi volvió a asomarse, abriendo la boca antes de realmente pensar en lo que estaba diciendo.
—Te invito a comer, acá, no muy lejos. ¿Mañana? ¿Qué te parece? —preguntó sin titubear.
JiMin se quedó quieto en el umbral de la puerta, parpadeando sorprendido.
—¿Sabes qué? Cocinaré algo, pueden venir JungKook y tú —propuso y JiMin se vio mucho más interesado—, ¿almuerzo? ¿Cena?
—Almuerzo —respondió JiMin con una sonrisita que iluminaba su cara.
—¿Almuerzo?, bien.
—Nos vemos entonces.
—Bien, bien —asintió contento—. Nos vemos.
Esta vez ambos se metieron a sus casas y JiMin soltó las bolsas para cubrirse la cara por lo avergonzado que se sentía, en el buen sentido al menos. TaeHyung lo miraba con una mezcla entre el orgullo y la diversión, negando con la cabeza como si no pudiera creer que su mejor amigo haya caído por los encantos de un motociclista con cara de dumpling.
—Bueno, esto es graciosísimo —admitió y JiMin lanzó un quejido avergonzado, mirándolo como si lo quisiera golpear—. No me mires así, tú no fuiste el que se tuvo que aguantar a su amigo mirando como un imbécil al alfa que le gusta.
—Pronto vas a estar igual —murmuró como queja, tomando de nuevo las bolsas que dejó en el suelo para llevarlas a su habitación. Dentro, se encontraba su nido desarmado—. Me voy a burlar de ti también —prometió, saliendo de para tomar el par más de bolsas que quedaban.
—Me parece maravilloso que no negaste que te gusta —molestó con una risita.
—¡Cállate! —se quejó, TaeHyung se carcajeó—. Uhg, ¿por qué tienes que...?
De repente, JiMin escuchó su celular resonar con el tono que había escogido para su jefe. No demoró más de un segundo en sacarlo de su bolsillo y contestar.
—¡Hola, señor Kim! —saludó con un tono animado, buscando sonar lo más amigable posible—. Estaba esperando su llamada —colocó una mano en su cintura, atento.
—Hola, JiMin. Espero no molestar, quería hablar contigo sobre los días que has faltado.
—Claro, sí, ¿qué sucede? Ya me siento mejor, voy a ir el lunes sin falta, no se preocupe por eso.
—Sí, ah... Verás JiMin —el estómago del omega se revolvió, esperando lo peor—. Voy a tener que pedirte que cubras los turnos del fin de semana, sábado y domingo. ¿Crees que puedas hacer eso?
JiMin se quedó congelado un momento.
—Sí, sí puedo, claro... —contestó sin tanta seguridad esta vez—. Es decir, pensé que por el celo todos los omegas teníamos al menos tres días libres, pero...
—Nunca tuvimos que llevar un registro contigo, así que no estábamos preparados para que faltaras, por eso te lo estoy pidiendo. Sé que puede no sonar muy bien, pero estas son cosas que se avisan con un tiempo anticipado, voy a necesitar que te presentes para el turno de la noche.
—Yo... disculpe, es que necesito coordinar con la niñera —llevó una mano a su frente, comenzando a caminar alrededor de la casa. TaeHyung lo miró con duda—. ¿Puedo llamarlo en un rato?
—No, JiMin. Voy a necesitar que me confirmes ahora.
—Oh, bueno... sí, voy a tomar el horario de la noche, como siempre...
—Bien.
Inmediatamente después, la llamada fue cortada.
JiMin cerró los ojos un momento, tratando de no explotar por el nuevo problema que se le había presentado y dejó su celular sobre la mesa del comedor, apoyándose luego sobre la misma mientras contaba mentalmente hasta diez, no, veinte, no, cien.
—¿Qué pasó? —TaeHyung preguntó con cautela, dándose cuenta de que era algo serio lo que sucedía.
—Tengo que compensar los días que falté —explicó con la cara entre sus manos.
—¿Eh? —el beta se acercó para estar enfrente de él, buscando alguna señal de que lo que decía era una broma—. Pero si tienes compensación por el celo —tomó su hombro.
—Aparentemente no —se apartó, caminando un par de pasos con estrés—, al menos no esta vez.
TaeHyung lo miró con incredulidad.
—¿Qué mierda le pasa a tu jefe? —frunció sus cejas con fastidio—. No pueden obligar a un omega a trabajar de más después de que pasó por su celo, las leyes están por algo. Esto es...
—No, está bien —hizo un ademán con su mano, volviendo a tomar su celular para buscar el número de la niñera—. No tengo certificado médico, él puede hacer lo que quiera, así que ya está. Ahora tengo que ver con quien dejar a JungKook... —le dio click al número y colocó el celular contra su oreja—. Espero que esté disponible.... —murmuró, llevando su mano a su boca para morder con ansiedad la punta de su pulgar.
—JiMin dile que no, esto es ridículo, no puedes...
—Hola, ¿señora Hwang? —TaeHyung dejó caer sus brazos a los costados y se dio la media vuelta, alzando sus brazos una vez más como símbolo de exasperación—. Disculpe el imprevisto, pero tuve una pequeña emergencia en el trabajo y quería saber si el sábado y el domingo iba a estar disponible para cuidar de JungKook...
JiMin no creía recibir una respuesta afirmativa, no cuando la mujer había dejado en claro que los fines de semana los usaba para visitar a sus nietos. Sin embargo, esperaba tener un poco de suerte esta vez.
TaeHyung, al darse la vuelta una vez más, presenció el momento exacto en el que JiMin recibía una negativa.
—Oh, sí —el omega asintió—. Me imaginé que estaría ocupada, disculpe. No, está bien... —se quedó un momento escuchando algo en la otra línea, asintiendo—. Sí, está bien, no se preocupe, muchas gracias de todas maneras.
Cuando colgó, el beta suspiró.
—Puedo cuidarlo —le dijo.
—No, está bien —JiMin ni siquiera lo miró, buscando entre su lista de contactos—. Ya hiciste mucho por mi.
—JiMin, sabes que no me...
—Tae —su mirada era severa. TaeHyung decidió que no iba a pelear contra él, no quería que se enojara y bien sabía cuando JiMin estaba al límite—. Yo lo resuelvo, ¿sí? —le dijo como si quisiera calmarlo, pero más parecía una frase dicha para sí mismo—. Creo que... quizás sea mejor llevarlo... —otra vez comenzó a morder el cuero de su pulgar, murmurando ideas para sí mismo.
—¿Realmente crees que es buena idea? —le preguntó con preocupación—. JungKook no va aguantar hasta las doce y tantas de la noche.
JiMin resopló y tomó un mechón de su propio cabello como un gesto de estrés. Claro que él sabía eso, ¿pero qué más opciones tenía?
—¿Qué se supone que haga? ¿Dejarlo con mamá? —le preguntó, TaeHyung frunció sus labios—. Ya lo he llevado al restaurante y tú tienes cosas que hacer el fin de semana, así que no lo vas a cuidar. No voy a ponerte en esa posición, ya has hecho demasiado por mí —negó con la cabeza, tecleando en su celular para buscar el contacto de EunJin.
El beta lo miró con cansancio, resignado a que la conversación no iba a avanzar más de ahí. JiMin siempre había sido así de todas maneras, tan terco que podría superar con creces la actitud de absolutamente todos los adultos mayores del geriátrico en el que trabajaba.
Mientras JiMin hablaba con EunJin sobre lo que el jefe le había acabado de decir, TaeHyung se preguntó si acaso su amigo recordaba que YoonGi lo había acabado de invitar a comer.
Durante los años posteriores a haberse ido de casa, JiMin logró conocer mucha gente que realmente estaba dispuesta a ayudarlo. Por ejemplo, conoció a la señora Hwang una tarde en la que la ayudó a subir las comprar a su casa y la mujer se apiadó lo suficiente de él como para brindarle un par de platos de comida cuando él no alcanzaba a cubrir sus propios gastos a fin de mes. Lo siguiente fue pan comido, ella era lo suficientemente dulce y su esposo lo suficiente atento como para que JiMin confiara en ellos para que cuidaran a JungKook.
TaeHyung fue otra pequeña salvación, su amistad con él nació y creció tan rápido que en menos de dos meses JiMin comenzó a visitar su casa y conoció a su familia. Conoció a SeokJin, a su pareja, a los padres de TaeHyung y al pequeño HoSeok. Los padres de TaeHyung fueron amables siempre, le ofrecieron ayuda muchas veces, lo invitaron a comer mucho y quizás pensaron que un romance con TaeHyung aparecería tarde o temprano, hasta ahora parecían seguir esperándolo, pero JiMin sólo se reía de ello.
Sin embargo, a pesar de todo, JiMin odiaba pedir favores, odiaba dejar a JungKook con otras personas, odiaba no poder cumplir con su deber como padre. Depender de otras personas era horrible, era admitir que no podía hacer las cosas como correspondían y ya habían pasado días en los que había dependido demasiado de otros, por lo que cuando SeokJin regresó con JungKook, él no estaba seguro de qué cara poner.
—Muchas gracias, de verdad, no sabes la ayuda que fuiste —le dijo con convicción cuando SeokJin estacionó el auto a su lado, en los asientos traseros se veía a JungKook vociferando "papá" totalmente emocionado y JiMin no demoró en caminar hacia la puerta del asiento trasero—. Hola, mi amor —saludó contento.
—No pasa nada, sabes que HoSeok y yo amamos tener al pequeño JungKook en casa —hizo un ademán con su mano—. No dudes en pedir ayuda la próxima vez que lo necesites, quizás un día de estos podamos salir todos juntos.
El niño saltó a sus brazos inmediatamente después de que él abriera la puerta del auto y no dejó de repetir lo mucho que lo había extrañado. JiMin sintió inmediatamente después que un peso amargo abandonaba sus hombros y frotó un poco su nariz contra la mejilla de JungKook mientras el reía.
—¡Hola tío JiMin! —saludó HoSeok, asomándose por la ventana una vez la puerta fue cerrada.
—Hola, corazón. ¿Cómo has estado? —acarició su cabello.
—¡Bien! —sonrió en grande.
—Sobre la salida, sería muy lindo, definitivamente hay que hacerlo —asintió contento, caminando de vuelta a la ventanilla de Jin.
—¡Claro que sí! Por otro lado, si necesitas algún consejo sobre el tema de ya-sabes-qué puedes enviarme un mensaje. Espero que TaeHyung haya sido de ayuda, él no prestaba mucha atención en nuestros años de secundaria.
JiMin rió. TaeHyung había estado con él hasta esa mañana y estuvo parado en la entrada de la casa durante al menos cinco minutos preguntando si iba a estar bien solo.
—Sí, fue de mucha ayuda, pero lo mordí así que... —el mayor de los dos se carcajeó.
—Es un tonto, pero hizo su mejor esfuerzo.
—¡Papi! —llamó HoSeok, asomándose entre los asientos—. Tenemos que ir a buscar a papá —avisó HoSeok como si Jin se hubiera olvidado de ese detalle.
—Oh, tienes razón —miró a JiMin con una sonrisa comprensiva—. Nos vemos luego, espero que esa salida sea más pronto que tarde, hace tiempo que no vienes a cenar.
—Sí, lo siento, el trabajo y la universidad no dejan de consumirme tiempo —se excusó con arrepentimiento—. Gracias otra vez, de verdad, nos vemos luego —se despidió con su mano.
—¡Adiós tío Jin, adiós HoSeokie! —JungKook movió su mano como despedida, lleno de energía como solía estar siempre.
—¡Adiós Kookie! —gritó HoSeok desde la ventana del asiento trasero—. ¡Vengaré a mi reino la próxima vez! —prometió.
JungKook sonrió con un aire burlón en su rostro y JiMin lo miró con curiosidad.
—Le gané —JungKook contó orgulloso.
—¿Ah sí? —se rió—. Bueno, entonces se ve que se divirtieron mucho.
—Sí, ¿recuerdas la bazuca de la que te conté? Bueno, se la robé —contó—. Entonces hice que explotara todo su reino, así wooosh —movió sus manos de manera exagerada. JiMin se rió—. Después perdió sus tropas y yo tenía miles de millones de soldados, así que gané, y él se rindió, así que ahora es mi bufón.
—¿Tu bufón? —JiMin parpadeó sorprendido, abriendo la puerta de la casa—. ¿Por qué no lo hiciste uno de tus caballeros? —lo dejó en el suelo.
—Porque él quería ser bufón, papi —contó como si fuera obvio, siguiendo a JiMin por la casa—. Le di el puesto porque yo no tenía bufón y HoSeokie me hace reír mucho —se sentó en su cama cuando JiMin se lo pidió y alzó sus brazos para que su papá le quitara su pijama—. ¿Me tengo que bañar?
—Sí, estuviste como dos días sin bañarte —dobló la pequeña camisa y la dejó a un lado, luego se arrodilló para quitarle los zapatos—, hay que limpiarte porque vamos a comer en casa de YoonGi.
—¿Sí? ¿Qué vamos a comer? —JungKook comenzó a mover sus pequeños pies mientras JiMin batallaba un poco con el velcro.
—YoonGi me dijo que vamos a comer lasaña —JungKook lo miró confundido—. Nunca la he preparado, pero sabe parecido a la pasta, seguro te va a gustar. ¿Tienes curiosidad? —el niño asintió, sonriente—. Bien, entonces vamos a darte una ducha rápida, levántate para quitarle los pantalones.
JungKook se levantó, pero le mostró a JiMin su palma.
—Espera papi, eso lo hago yo —se apartó de JiMin y comenzó a caminar fuera del cuarto—. ¡Yo te voy a avisar cuando esté listo! —le dijo desde la lejanía.
JiMin miró el camino que había tomado su hijo, sin palabras, y colocó una mano sobre su pecho.
Pronto JungKook ya no iba a necesitar su ayuda para nada.
Ah, ¿por qué se sentía tan desgarrador?
A veces no podía creer lo dramático que era al respecto, pero a pesar de lo mucho que le recordara a su propia madre, JiMin trató de evadir la sensación de amargura que se extendió por su pecho y tomó uno de los pequeños zapatos de JungKook, sonriendo con melancolía.
Antes eran mucho más pequeños.
—¡Papi!
—¡Ya voy! —se levantó del suelo.
Tenía que trabajar con la sensación de sentirse inútil luego, no podía dejar que se extendiera demasiado porque si no tendría un problema.
Cuando YoonGi abrió la puerta de su casa un par de horas más tarde, ambos sintieron el aroma de la lasaña expandirse deliciosamente por el pasillo. A JiMin se le hizo agua la boca y JungKook brincó emocionado mientras entraba a la casa.
—¡Huele muy rico señor YoonGi! —le dijo emocionado y YoonGi le sonrió con ternura, pero el niño estaba más interesado en buscar al cachorro que tenía YoonGi—. ¿Dónde está Holly? —preguntó un poco más bajito esta vez, tímido.
—Debe estar en la habitación, ya le voy a abrir la puerta —le sonrió e inmediatamente después se escuchó un ladrido, así que la expresión de JungKook se iluminó—. Debe ser él —arrugó un poco su nariz y se giró hacia JiMin—. Gracias por venir —presentó su casa con un movimiento de su mano—. Bienvenido a la casa de enfrente.
JiMin se rió con diversión, tímido detrás de su mano. YoonGi estaba vistiendo una camisa color negra con dos de los últimos botones abiertos. Estaba arremangada hasta los codos, un collar de plata sobre su cuello y su cabello largo lucía suavemente despeinado. JiMin casi suspira.
—Gracias por invitarme —entró a la casa y YoonGi se apartó para cerrar la puerta—. La verdad es que sí huele muy bien, no sabía que además de mecánico también fueras un chef —se rió, YoonGi lo acompañó.
—Tengo talento para la cocina, ya vas a ver —se jactó—. Esta es la receta de mi hermana, pero espero que haya quedado lo suficientemente bien como para que le guste a JungKook.
—Oh, no te preocupes, él no es quisquilloso con la comida —negó con la cabeza.
—Señor YoonGi, creo que Holly quiere salir —señaló hacía la zona de las habitaciones.
JiMin se rió de lo obvio que estaba siendo su hijo con la emoción y YoonGi simplemente actuó como si se hubiera acabo de dar cuenta de lo que JungKook había dicho, así que se apresuró a caminar hacia una de las puertas para dejar salir a Holly. El perro corrió emocionado para saludar a los nuevos visitantes mientras JungKook se reía. Holly olfateó los pies de JiMin con curiosidad y luego se acercó a JungKook, brincando junto al niño, lamiendo su cara y moviendo su cola con euforia.
—Bien, Holly. No lo atormentes —YoonGi tomó su collar para apartarlo un poco—. Cálmate, sé cuidadoso —ordenó.
El perro se lamió el hocico un par de veces, sentándose en su lugar como un buen chico mientras JungKook lo acariciaba con cuidado. JiMin encontró entrañable la manera en cómo YoonGi se preocupaba de que Holly no fuera demasiado rudo con su hijo y trató de que no se le notara la felicidad en la cara, pero era complicado hacerlo cuando tu encantador vecino lucía tan bien dentro de su camisa negra y jeans rasgados.
—JungKook recuerda lavarte las manos antes de comer —JiMin se acercó para despeinar su cabello un poco, el niño lo miró sonriente y asintió.
—¡Sí, papi!
JungKook se quedó jugueteando con Holly un rato más mientras YoonGi rebuscaba entre los cajones de la cocina bajo la mirada curiosa de JiMin.
—Vayan sentándose que voy a servir la lasaña —avisó YoonGi desde la cocina, abriendo el horno.
JiMin le echó una mirada a JungKook y este se apresuró a levantarse del suelo.
—¿Puedo usar su baño, señor YoonGi?
—Claro chiquitín —se colocó el par de guantes de cocina y metió las manos en el horno.
JungKook se perdió hacia el baño y JiMin se acercó a la mesa, apoyándose sobre ella con sus manos para ver a YoonGi caminar con la bandeja de lasaña en las manos, dejándola con delicadeza en el centro de la mesa, humeante y deliciosa.
—Creo que se me acaba de hacer agua la boca —admitió JiMin con vergüenza, colocándose una mano sobre sus labios mientras YoonGi se quitaba los guantes. La frase no sólo era para la comida, ya que el omega no podía evitar mirar que había un trapo en el hombro de YoonGi y quizás eso lo hacía lucir mucho más atractivo de lo que debería.
—Oh, me alegro —sonrió el alfa, esa sonrisa ladina y coqueta que tenía a JiMin casi de rodillas—. Espero que haya salido bien.
—Se ve fabulosa —rió, y otra vez iba con doble sentido.
—¡Listo! —JungKook llegó a la mesa con sus manos arriba, sentándose en la silla mientras Holly se sentaba a su lado—. Ya me lavé las manos —se asomó por el borde de la mesa.
—Oh, ¿necesitas un cojín para sentarte más alto? —preguntó YoonGi y JungKook bajó un momento la mirada para analizar su situación antes de asentir en su dirección—. Bien, espera ahí —dejó los guantes sobre la mesa y caminó hacia el sofá, tomando un cojín antes de caminar al asiento de Jungkook.
Una vez sentado sobre el cojín, ahora JungKook podía alcanzar los cubiertos y el plato. JiMin se sentó a su lado con una sonrisa enternecida, agradeciéndole a YoonGi con la mirada mientras el alfa arrugaba su nariz y tomaba los guantes para caminar de vuelta a la cocina.
—¿Preparaste algo especial para comer que te veo rebuscando en tu cocina? —preguntó JiMin con curiosidad, colocando su mentón sobre su palma.
—Sí, espero que te guste el vino —cuando se dio la vuelta, YoonGi sostenía dos copas en una mano y un vinotinto en la otra, una sonrisa suave en su cara mientras JiMin miraba sorprendido la botella—. Para JungKook compré jugo de manzana —agregó, caminando hacia la mesa para colocar las copas.
—¡Sí! —celebró JungKook—. Me gusta el juguito de manzana, gracias señor YoonGi.
—No hay de qué, chiquitín.
—Eso es muy dulce —le dijo JiMin. No recordaba la última vez que había tomado una copa de vino.
—No es nada —YoonGi negó con la cabeza, colocando el vino sobre la mesa al igual que el par de copas—. Ya te traigo tu jugo —señaló a JungKook y volvió a la cocina, el niño rió—, ¿debería llevar un vaso de vidrio o de plástico?
—¿Puedo tener uno de esos vasitos altos y gorditos? —JungKook señaló las copas.
—Uh —JiMin dudó, por otro lado, YoonGi se reía desde la cocina—. No lo sé, bebé. Son vasos delicados.
—Yo soy cuidadoso... —hizo un puchero.
JiMin miró a YoonGi sin estar seguro, pero el alfa ya estaba llevando otra copa a la mesa.
—Es raro beber aquí, así que tienes que tener mucho cuidado —le explicó el alfa, colocando la copa al lado del plato de JungKook.
—Sí, señor YoonGi —asintió contento, mirando la copa con ojitos curiosos. JiMin no tenía de esas en casa, no eran necesarias, no es como que tomara vino seguido y la verdad es que tampoco tenía ganas de que JungKook las rompiera por accidente, así que el niño tenía razón de estar tan intrigado.
JiMin se resignó al hecho de que JungKook era lo suficientemente grande como para maniobrar cosas delicadas y le echó una mirada a YoonGi que casi le decía "si la rompe, eres responsable". YoonGi correspondió al gesto guiñandole un ojo, como si quisiera darle a entender que no había problema y JiMin envidiaba un poco su despreocupación.
Lo siguiente que dejó YoonGi sobre la mesa fue la espátula para servir la lasaña y un sacacorchos, tomando la botella de vino para enroscar la herramienta.
—¿Por qué no tiene una tapa como la coca cola? —preguntó JungKook mientras el alfa hacía su trabajo.
—Es para que no se escape el sabor —explicó—. El vino dura mucho tiempo cerrado para que se haga viejito, así que tiene que guardar la mayor cantidad de sabor que pueda para que cuando se abra sepa rico.
—¿Pero si está cerrado mucho tiempo y se hace viejito no sabría muy feo? ¿No tiene fecha de caducidad? —continuó preguntando.
—En este caso sí es bueno que se quede mucho tiempo cerrado, así sabe mejor.
JungKook soltó un "oh" en entendimiento, intrigado por la nueva información. Por otro lado, JiMin admitía que no había escuchado absolutamente nada por estar mirando la manera en la que los brazos fuertes de YoonGi se esforzaban por destapar la botella, cuando lo logró, una sonrisa orgullosa se extendió por su cara, quizás un poco pretenciosa también, y JiMin casi suspira.
—Ahí va —sirvió una copa hasta un poco menos de la mitad y se la acercó a JiMin, luego sirvió la suya y la dejó al lado de su plato.
—Gracias —le dijo JiMin con una sonrisa.
—No hay de qué —YoonGi le sonrió—. Ahora vienes tú —dejó la botella de lado y tomó el jugo de manzana, sirviendo una cantidad razonable en la copa de JungKook antes de acercarla a su plato una vez más—. Listo.
—Gracias, señor YoonGi —tomó la copa con ambas manos y se tomó un trago de jugo.
—¿Cuánta hambre tienen? Para saber si les sirvo un gran pedazo o uno pequeño —ahora tomó la espátula.
—Creo que grande para mi está bien, para JungKook quizás mediano —respondió JiMin.
YoonGi asintió y cortó ambas porciones. JiMin sintió que su estómago gruñía cuando YoonGi colocó la comida sobre su plato y se preguntó si acaso era porque no había comido más que sopa y líquidos esos días. Un poco de carne le vendría bien y la lasaña olía increíble, así que cuando todos los platos estuvieron servidos él no dudó dos segundos en tomar una porción con su tenedor y llevarla a su boca.
Mierda, si TaeHyung hubiera aprobado la comida le diría que se casara con YoonGi en ese instante.
—¡Qué rico! —vociferó JungKook, metiendo un par más de porciones de comida en su boca—. Me gusta mucho —agregó con dificultad.
—Kookie, traga antes de hablar —aconsejó JiMin antes de mirar a YoonGi—. La verdad es que sí está bastante bueno, ¿dices que es la receta de tu hermana?
—Sí, ella está casada con un chef así que aprendió un par de cosas. Yo creo que nací con talento, junto con mamá éramos los que cocinábamos en las fiestas y así —contó y la imagen que se creó en la mente de JiMin se sintió tan hogareña que no dejaba de sonreír—. Me hace muy feliz que les guste, pueden llevarse a casa si quieren.
—¡Sí, sí! —asintió JungKook, masticando contento.
"Un alfa que provee" es un concepto muy de antaño, sin embargo, eso no quita que sus lobos se emocionen por experimentar un aproximado de lo que "fue" en la actualidad. Un alfa alimenta, protege y cuida, así que JiMin quizás está un poco atontado por el hecho de que YoonGi haya decidido hacer un almuerzo para los dos, cuidando cada detalle desde arreglar la mesa hasta el tipo de vino que compró. Se encontró a sí mismo pensando en que podría acostumbrarse a ello rápidamente y su lobo movía la cola contento.
Hubo pequeñas miradas juguetonas y cómplices durante la comida, JiMin se dejó disfrutarlo como no lo había hecho antes y que JungKook fuera tan animado para sacar conversación ayudaba bastante a que el ambiente no se transformara en un silencio que pudiera fortalecer la tensión que se estaba formando entre los dos.
Sin embargo, JiMin no iba a negar que también sentía sus entrañas retorcerse en felicidad cuando veía la manera en cómo YoonGi trataba a su cachorro. Era un caballero, seguía los juegos del niño y no cuestionaba las preguntas que hacía, incluso le dejó probar un poco del vino para que saciara su curiosidad sobre el sabor y JiMin trató de no reírse por la manera en cómo JungKook sacó la lengua con asco cuando la única gota que le brindó YoonGi tocó sus papilas.
Por un momento, JiMin huyó de la preocupación de sentirse demasiado cómodo dentro del ambiente familiar que se estaba formando durante el almuerzo y se permitió disfrutarlo.
Al menos hasta que la alarma de su celular interrumpió la historia de YoonGi sobre la adopción de Holly.
—¿Pasa algo? —preguntó el alfa cuando notó la expresión decaída de JiMin.
—Sí, uh, en dos horas tengo que estar en el restaurante, así que debería irme a casa para vestirme —contó con un poco de fastidio.
YoonGi frunció sus cejas.
—¿No deberían darte días libres obligatorios por el ya-sabes? —preguntó con cautela, inseguro de si JungKook sabía sobre el tema.
JiMin frunció sus labios con incomodidad.
—Sí, pero este es un caso diferente, es un poco complicado de explicar —se encogió de hombros—. De todos modos, solo tengo que recuperar mi horas, no me están haciendo trabajar más.
—La verdad es que no suena así —continuó, luciendo un poco menos tranquilo ahora.
—Está bien, realmente no es la gran cosa —trató de aminorar la preocupación de YoonGi, pero él seguía con las cejas fruncidas—. Uh, cambiando de tema, ¿JungKook podría quedarse aquí para que termine su segunda porción de lasaña mientras me visto? Solo serán cinco minutos, después me lo voy a llevar —le preguntó con un poco de pena.
—Sí, claro que puede, no pasa nada —miró cómo JiMin se levantaba de su asiento con una sonrisa de agradecimiento en su rostro.
Sin embargo, JungKook se veía mucho más decaído ahora.
—Papi, ¿tengo que ir contigo?
—Ah, sí amor, lo siento —deslizó su silla vacía hacia la mesa—. Ya hablamos de esto...
—Pero no quiero ir al restaurante —murmuró con un puchero—. ¿No me puedo quedar con la señora Hwang?
—No, Kookie. Ella está ahora con sus nietos.
—Pero...
—Kookie, ya te dije, es esto o ir con la abuela —suspiró, cruzándose de brazos por la vergüenza de estar hablando de esto con YoonGi enfrente. Él no debería estar escuchando sus problemas personales.
JungKook lloriqueó y bajó la mirada, cruzándose de brazos de igual manera. JiMin suspiró y se acercó a su lado, arrodillándose para buscar su mirada y poder convencerlo de que no era tan malo.
—No quiero ir, no me gusta, hay mucha gente y me da sueño y huele feo y no puedo hacer nada —comenzó a quejarse, JiMin no sabía qué hacer para detenerlo—. ¿Por qué no me puedo quedar aquí? —entonces, levantó la mirada hacia YoonGi, haciendo ojitos de cachorro—. Señor YoonGi, ¿me puedo quedar aquí?
JiMin se apresuró a hablar.
—¿Qué? No, JungKook...
—Bueno...
—No —JiMin se levantó, mirando a YoonGi como si no pudiera creer que en serio lo estuviera considerando—. No te voy a poner en esa posición, no es justo, JungKook va a venir conmigo.
El niño volvió a hacerse bolita en la silla, quejándose bajito. JiMin no quería que hiciera un berrinche ahí.
—JiMin —YoonGi se levantó también y caminó hacia él—. Está bien, no me molesta, no tengo más nada que hacer —se encogió de hombros con despreocupación—. He cuidado a mis sobrinos un sinfín de veces, tengo experiencia en esto así que no tienes nada de qué preocuparte.
—No, YoonGi. No está bien. No es justo que te pida eso —negó con la cabeza, su cara roja por la vergüenza—. Es muy lindo que te ofrezcas, pero no creo que...
—Sólo por hoy —propuso—. Solo esta vez —insistió con cautela—. Debe ser agotador para él estar hasta tan tarde y estoy seguro de que lo sabes, déjame ayudarte, lo haré más fácil para ti, ¿sí?
"Más fácil". Desde hacía mucho tiempo JiMin supo que tendría que esperar durante una vida entera para que las cosas se hicieran "más fáciles", no era tan sencillo como pedir un favor y ya, eso lo sabía. Hasta ahora las cosas no se habían hecho "más fáciles", él simplemente aprendió a manejarlas cada vez mejor. ¿Cuál podría ser la diferencia ahora? YoonGi le prometía algo que JiMin creía imposible, sin embargo, por un segundo, él le creyó.
—¿Estás seguro? —JiMin lo miró con tanta duda en sus ojos, que la pregunta parecía estar siendo hecha para sí mismo.
No debería estar considerando la idea.
—Claro que sí —le contestó con una seguridad que, de nuevo, JiMin envidió—. No tienes que preocuparte por nada, te enviaré actualizaciones cada media hora, te lo prometo.
JiMin se mordisqueó los labios con nerviosismo y terminó suspirando para relajarse.
—Bien —murmuró—. Está bien...
—¿En serio? —preguntó JungKook—. ¿Me puedo quedar con el señor YoonGi? ¿De verdad?
—Sí, pero te tienes que portar bien, prometeme que te vas a comportar —fue serio con sus palabras a pesar de que JungKook nunca fue realmente mal portado—. Y solo va a ser por hoy, mañana vas a venir conmigo, ¿bien?
El niño asintió seguro, una sonrisa brillante decorando su pequeño rostro. Entonces se giró hacia el otro lado de la silla y le dijo con emoción a Holly que se iba a quedar con ellos hasta que su papi regresara. El perro ladró y saltó como si le entendiera.
Cuando JiMin miró a YoonGi, este casi tenía el pecho inflado.
—Todo va a estar bien —le aseguró.
JiMin deseaba poder creer eso más a menudo.
Las jornadas de los fines de semana eran sólo un poco peor que las de los otros cinco días. Como era sábado, el restaurante se encontraba lleno de gente, muchas familias numerosas y citas ricachonas. Lo bueno era que al menos JiMin no tendría que lidiar con ningún cliente como Choi esa noche y sus compañeros no eran tan horribles, simplemente se veían mucho menos cansados que él y se apresuraban el doble para que los pedidos llegaran a tiempo a las mesas.
Cuando llegó, su jefe no le dijo mucho. "Fue requisito de Choi", se excusó. "¿Lograste dejar a JungKook con alguien?", fingió preocuparse. JiMin la verdad estaba lo suficientemente harto de él como para fingir una sonrisa y contestó con monosílabos antes de comenzar con su ronda.
Como YoonGi le había prometido, JiMin obtuvo actualizaciones sobre el estado de JungKook de manera recurrente, las fotos variaban desde la cena que tuvieron (hamburguesas con queso) hasta una serie de fotos de ellos armando lo que JiMin suponía eran disfraces con el cartón de las cajas de mudanza de YoonGi. El alfa le explicó algo sobre un juego que implicaba dragones, pero JiMin no podía quedarse mucho tiempo mirando su celular para ver bien las fotos, así que simplemente contestaba con un corazón o una sonrisa. Eso fue tranquilizador. JungKook estaba en buenas manos, su lobo lo sabía, y JiMin podía concentrarse de lleno en el trabajo.
—¿Por qué estás aquí, JiMinnie? ¿Dinero extra? —preguntó WooSeok, el guardia, cuando JiMin caminó a su lado para limpiar una mesa frente al ventanal que daba a la calle.
JiMin negó con la cabeza.
—Larga historia —le dijo con cariño, pasando el trapo por la enorme mesa—. Pero solo será por esta vez, así que no te acostumbres a verme por aquí estos días —le sonrió.
El alfa sonrió risueño.
—Te extrañamos esta semana, es bueno verte bien —le dijo con sinceridad.
—Aw, gracias —JiMin se rió con ternura—. Es difícil que se deshagan de mí tan fácilmente.
Luego de intercambiar un par de palabras más, JiMin continuó con su trabajo al igual que WooSeok. El alfa siempre había sido un amor con todo el mundo, así que JiMin podría sentirse verdaderamente halagado por las cosas que decía.
El tiempo dentro del restaurante pasó relativamente rápido, así que JiMin se encontró a sí mismo tirando la basura en los contenedores de la parte trasera y limpiando las mesas mucho más pronto que tarde. Sus compañeros de esa noche no hablaron mucho, pero era esperable porque no los conocía, y para él fue más sencillo ocuparse con demasiadas cosas que tener una conversación con alguien.
Su cuerpo dolía mientras esperaba el autobús cuando su turno terminó y le envió un mensaje a YoonGi avisando que iba en camino, pero era la una y media de la mañana y no creía que ninguno de los dos estuviera despierto de todos modos. Suspiró, volvió a guardar su celular y esperó en la parada.
Llegó a casa a las dos y tantas de la madrugada, sus ojos pesaban y su espalda lo estaba matando. Caminó por el pasillo hasta la puerta de YoonGi e hizo amago de tocar el timbre, pero no quiso despertarlos, así que giró el pomo de la puerta y se asomó.
Holly levantó la cabeza del suelo y se apresuró en llegar a su encuentro, moviendo su cola mientras JiMin lo saludaba bajito y cerraba la puerta detrás de él.
—Hola, hola —saludó, dándole un par de caricias en las orejas.
El perro se alejó luego de eso y JiMin lo siguió con la mirada, encontrándose con la casa de YoonGi vuelta un desastre de cojines, cartón, mantas y una televisión encendida con el menú de una plataforma de películas puesta.
JiMin apretó sus labios juntos mientras se adentraba en la sala, encontrándose luego con YoonGi durmiendo en el suelo con un cojín como almohada, mientras JungKook se encontraba hecho un ovillo en el sofá, cubierto por una manta. Había palomitas en la mesa de centro, un par de gaseosas y la casa olía a hamburguesas.
JiMin se mordió el labio para que la sonrisa que amenazaba con salir no fuera demasiado grande y sacó su celular, sería una estupidez no tomar una foto.
Algo dentro de su pecho latió, quizás su corazón, quizás el aullido de su lobo, no estaba seguro, pero definitivamente había sido culpa de YoonGi.
Casi suspiró y se agachó para tocar el hombro de YoonGi. El alfa parpadeó con sueño, buscando por todos lados cuál era el problema hasta que se encontró con el rostro de JiMin enfrente de él.
—Oh —una sonrisa floja se extendió por su rostro y comenzó a sentarse en el suelo—. Llegaste.
—Sí, llegué —se rió bajito mientras YoonGi parpadeaba tratando de adaptarse a los alrededores—. Veo que les fue bien.
El alfa bostezó.
—Sí, estuvo bien —asintió, pasándose una mano por la cara—. Le hice una espada de cartón, ¿la viste? —señaló hacia el sofá y JiMin volvió a reírse.
—Sí, creo que la vi —se levantó del suelo, mirando a JungKook otra vez. El niño abrazaba la supuesta espada como si se la fueran a robar—. Está linda.
—Gracias, gracias —YoonGi también se levantó del suelo, peinándose un poco su alborotado cabello—. ¿Lo vas a llevar a la cama? ¿Necesitas ayuda?
—No, está bien —se acercó a JungKook y tomó con cuidado la manta para apartarla, luego lo tomó de las axilas para levantarlo del sofá. En el proceso, el niño se despertó y llevó ambas manos a su cara para restregar sus ojos—. Hola, bebé. Vamos a la cama, ¿sí? —le dijo en voz baja, sin querer interrumpir de más el sueño de JungKook.
El niño asintió con los ojos cerrados, abrazándose al cuello de JiMin y recostándose sobre su hombro cuando estuvo por completo sobre él. JiMin le hizo una seña a YoonGi de que volvería pronto y el alfa asintió, también le abrió la puerta de su casa para que se le hiciera más fácil llevar al niño.
JiMin dejó con cuidado a su hijo sobre su cama y lo arropó, encendió el ventilador y peinó un poco su cabello. JungKook se acurrucó en su cama y bostezó, moviendo sus manos sobre la cama como si estuviera buscando algo y JiMin le alcanzó su peluche, al que había dejado en casa esa vez. JungKook abrazó a Jojo y recibió un beso en la frente que lo hizo sonreír.
—Buenas noches, Kookie.
—Buenas noches, papi —murmuró sin energía.
Cuando JiMin regresó a casa de YoonGi, el alfa se encontraba recogiendo los cojines para colocarlos de nuevo sobre el sofá. Le dio un poco de gracia y se acercó a su lado para ayudarlo.
—Pareciera que un tornado pasó por aquí —comentó, levantando dos almohadas que estaba seguro que no iban en el sofá, dejándolas a un lado en el mueble.
—Ah, sí —se rascó la nuca, tomando el control remoto para apagar la televisión—. Creo que nos emocionamos jugando. La temática que escogió fue la de un mago con una espada mágica que tenía que cazar un dragón o algo así —se rió—, adivina quién era el dragón.
—Oh, pobre de ti, seguro te mató muchas veces —comentó con gracia, acomodando los cojines y levantando mantas—. Ahora está emocionado por los temas de reinos y dragones, antes eran los robots, pero siempre vuelve a los superhéroes —contó con algo de nostalgia.
—Es lindo, recuerdo que mis aficiones siempre giraban en torno a la música y a arreglar cosas —resopló con cansancio mientras terminaba de recoger los últimos pedazos sueltos de cartón en el suelo—. Luego papá pensó que sería buena idea explotarme con lo segundo —comentó con gracia mientras iba a la cocina para tirar el cartón.
—¡Ay! —se rió—. Eso no debería ser gracioso —se cubrió la boca con su mano y se sentó en el sofá ya acomodado.
YoonGi se encogió de hombros y cerró la gaveta en donde estaba el bote de basura.
—No es tan en serio, no me explotó tanto —continuó con el mismo tono y JiMin resopló con diversión—. Te pusiste cómodo, así que voy a suponer que aceptarás si te ofrezco un poco de vino extra —sacó un par de copas, moviendo sus cejas como invitación.
—Por supuesto —asintió con gracia, cruzándose de piernas sobre el sofá.
YoonGi le sonrió y sacó el vino, caminando hacia el sofá como un perro contento. A JiMin le hizo gracia la manera tan obvia que tenía el alfa de expresarse, sonriendo sin más mientras se sentaba a su lado y servía el vino. Le entregó una y ambos chocaron las copas en forma de un pequeño brindis silencioso.
—¿Cómo te fue en el trabajo? —le preguntó, poniéndose cómodo en el sofá con las piernas abiertas.
—Bien, creo —JiMin tomó un largo trago, no pensó en lo poco elegante que se veía eso, solo se dejó llevar un poco hasta que carraspeó—. Limpié y entregué platos como un desquiciado, lo único bueno que le puedo sacar a este turno es que recibí muchas más propinas que durante la semana. Los ricos se ponen caritativos los fines de semana, al parecer —removió un poco del vino dentro de la copa.
—¿Hablaste con tu jefe?
—¿No? —lo miró con duda, hasta que se dio cuenta de por qué debería haberlo hecho—. Oh, no. No creo que haya nada de qué hablar, la verdad mientras más lejos pueda estar de ese tipo, mejor.
—¿Ah sí? —YoonGi frunció un poco sus cejas, preocupado—. ¿Él te ha hecho algo?
—No, no realmente —frunció sus labios, recostándose un poco sobre el apoyabrazos para ver mejor a YoonGi—. Es solo que hay una vibra muy rara con él cuando estamos a solas, ya sabes... bueno, no sé cómo explicarlo —resopló—. Es como si siempre estuviera a punto de hacer algo y es tan... —arrugó su nariz—. Incómodo.
—Creo que entiendo —ladeó un poco la cabeza, pero JiMin sabía que él nunca lo iba a entender del todo.
—Sí, es una mierda —se rió sin gracia—. Aparte de eso, estuvo bien. Me ayudaron bastante las fotos que me enviaste de JungKook.
—¿Ah sí? —lo miró con interés, JiMin asintió mientras tomaba otro trago—. Él también estaba emocionado de tomarlas, decía que así ibas a querer jugar con nosotros e ibas a venir más rápido —JiMin frunció sus cejas con ternura—. Sí, a mí también se me derritió el corazón.
—Me enoja esto, se supone que los fines de semana son para él y lo tuve que pasar en el trabajo —se quejó, tomando el último sorbo de su vino—. Mi jefe es un imbécil.
—Lo es —YoonGi estuvo de acuerdo y tomó la botella—. ¿Quieres más?
—Por favor —le tendió su copa y YoonGi la rellenó, echando un poco en la propia—. Pero bueno, no me puedo quejar mucho, tengo suerte de que no me hayan despedido.
—Sería injusto que te despidieran por el celo.
—Sí, pero no tendría cómo defenderme, me quedaría buscar otro trabajo —se encogió de hombros y tomó otro sorbo—. En fin, gracias por cuidar de JungKook. Se ve que se divirtió mucho, estaba preocupado porque se sintiera incómodo o algo así.
—No hay de qué. Creo que JungKook sí se sintió bastante cómodo, ya ves cómo dejó la casa —se rió con JiMin y se recostó contra el respaldo del sofá, extendiendo su brazo sobre el mismo para estar más cómodo—. ¿Puedo preguntarte por qué no lo dejaste con tu mamá o es demasiado?
JiMin se rió, negando con la cabeza.
—Mi mamá está loca —comenzó, agitando suavemente la copa en su mano—. Ella es muy paranoica, piensa que JungKook se va a morir por cualquier cosa y tiene muy poca paciencia, así que es insoportable la mayoría del tiempo —explicó con una mueca que se le hizo graciosa a YoonGi—. Tampoco me gusta cómo lo trata, así que prefiero mil veces llevarlo conmigo al restaurante a que ella lo tenga toda la noche.
—Entiendo, me imagino que debe ser mucho estrés para los dos —JiMin asintió, tomando otro sorbo—. Creo que tuve suerte con la mía, lo máximo que ha hecho creo que fue cuando mi hermana y yo éramos niños, que nos mandó a la escuela sin desayuno porque la noche anterior nos comimos todo lo que había.
JiMin comenzó a reírse bajito, su suave risita transformándose en una carcajada rápidamente.
—¿Se comieron todo? —le preguntó entre risas.
—¿Por qué te ríes? —él también se estaba riendo—. Teníamos hambre —se defendió.
JiMin negó con la cabeza, moviendo sus manos de la misma manera para darle énfasis a su indignación.
—YoonGi, pero... —siguió riéndose—. ¿Cómo se van a comer todo? Son unos salvajes.
—Yo estaba recién presentado y a mi hermana le encanta acompañarme, así que...
JiMin continuó riéndose, empujando a YoonGi con su mano libre. Quizás el alcohol ya estaba comenzando a hacer efecto en su sistema porque no había manera de que eso le diera tanta risa.
—Me imagino a un mini tú abriendo cajones como un desquiciado buscando qué comer y a una niña detrás de ti diciendo algo como: "dame YoonGi, yo también quiero" —se retorció un poco—. Qué ternura —suspiró con diversión.
YoonGi simplemente lo miraba, admirando lo risueño que se veía JiMin entonces. Sus mejillas rosadas y labios curvados en una encantadora sonrisa que no hacía el mínimo esfuerzo por ocultar.
—Creo que si JungKook me hiciera algo así no podría enviarlo sin comida, me sentiría culpable todo el día —JiMin se sentó derecho, pensando en el escenario—. Oh, cuando los niños se presentan como alfas, ¿les da tanta hambre?
YoonGi asintió luego de terminar su segunda copa. Se inclinó sobre la mesita y tomó la botella para rellenar su vaso.
—Yo me moría de hambre todo el tiempo, quería comer y gruñía siempre, por cualquier cosa —contó mientras trataba de recordar más detalles de su infancia—. Una vez mordí a un niño porque miró feo a mi hermana —resopló con gracia—. Papá tuvo que ponerse serio conmigo, si no seguramente sería otro tipo de persona ahora —se encogió de hombros, tomando un sorbo de vino.
—"Serio", ¿cómo? —JiMin le preguntó con curiosidad.
—Es... algo de alfas, supongo —movió un poco la copa—. Siempre nos ponemos "rebeldes" cuando nos presentamos, creemos que nos podemos comer el mundo, nos molesta todo, por todo queremos pelear. Es ahí donde un alfa más grande tiene que poner un límite, se te planta enfrente, te gruñe, te hace entender que no eres el único ni el más poderoso.
JiMin zumbó en entendimiento, mirando su copa casi vacía. Tomó la botella que yacía enfrente de YoonGi y se sirvió otro poco de vino, pero era lo último que había, así que miró al alfa con culpa. YoonGi sólo le sonrió y con un gesto le dio a entender que no importaba.
—Gracias —levantó su copa un momento. Decidió no recostarse sobre el apoyabrazos otra vez, sólo se quedó sentado frente a YoonGi, lo suficientemente cerca de él como para sentir su esencia a madera—. Creo que JungKook se va a presentar como un alfa.
—¿Ah sí? —YoonGi lo miró con curiosidad—. Genial, vas a tener a un chiquitín enojón comiéndose toda tu alacena a las doce de la noche.
JiMin se imaginó el escenario y comenzó a reírse, también volvió a empujar a YoonGi con su mano libre, murmurando algo sobre que él era un tonto por plantearlo así.
—Bueno, si te puedo dar un consejo, cierra todo con llave —molestó YoonGi.
JiMin continuó riéndose.
—Esto es serio JiMin —se sentó derecho de igual manera, mirando a JiMin con una falsa seriedad mientras el omega no dejaba de reírse de lo tonto que era todo—, ahora te ríes pero luego vas a tener que pelear con JungKook para sacarle la papa que tenga en la boca.
JiMin comenzó una nueva ronda de carcajadas que hizo reír a YoonGi de igual manera. Ambos estaban perfectamente conscientes de que no había casi nada gracioso en ese hecho, pero encontraron entrañable la manera en la que estaban simplemente ahí, riéndose por una tontería en la noche mientras todo el edificio dormía plácidamente, incluyendo a JungKook.
—Oh, se acabó —JiMin miró su copa un momento después, notando que estaba completamente vacía.
YoonGi agitó la propia, igual de vacía, antes de dejarla sobre la mesita de centro. JiMin hizo lo mismo y bostezó, recostándose sobre el respaldo del sofá en donde el brazo de YoonGi reposaba. Ahora estaba frente a frente de él, mirando como ojos cansados y diversión en sus labios porque el alcohol simplemente lo ponía tonto y la cara de YoonGi se le estaba haciendo un poco graciosa ahora.
—¿Por qué sonríes tanto, hm? —le preguntó el alfa, inclinando un poco su cabeza hacia un lado. Había algo suave en su voz, su cara igual de sonriente que la de JiMin. Mejillas rojas por el vino.
—No lo sé, te ves gracioso.
—Auch.
JiMin volvió a reírse.
—Es un halago —aclaró.
—¿Sí? —frunció un poco sus cejas, un tono juguetón en su voz.
JiMin asintió, sus movimientos eran un poco torpes.
—Es gracioso lindo, no gracioso feo.
—Oh, ya veo —YoonGi murmuró, su voz rozando un ronroneo. JiMin se relamió los labios cuando el alfa se inclinó un poco más hacia él—. ¿Entonces soy lindo?
—Lo eres —dijo sin dudar.
YoonGi zumbó en entendimiento, mirando un momento los labios de JiMin.
—Tú también eres lindo —murmuró.
JiMin se rió risueño y se encogió un poco en su lugar, mirando a YoonGi por debajo de sus pestañas, manos cruzadas entre sus piernas como si se hubiera puesto tímido por el halago y quizás así había sido.
Entonces, JiMin volvió a relamerse los labios, atrapando el labio inferior entre sus dientes por un momento antes de soltarlo, concentrando en cómo la mirada de YoonGi no se movía de esa zona, ojos oscuros y profundos analizando cada movimiento.
—¿Crees que soy lindo? —preguntó por lo bajo, parpadeando como si quisiera enfocar a YoonGi.
El alfa aspiró profundamente, recibiendo el fuerte aroma a rosas que bailaba en el ambiente.
—¿En serio me lo vas a preguntar así? —parecía suavemente consternado.
JiMin frunció un poco sus cejas como si no entendiera a lo que se refería.
—¿Así como, alfa?
YoonGi resopló una risa ronca.
—Ahora estás jugando sucio.
JiMin se acercó un poco más, el aliento caliente de YoonGi chocando contra su boca.
—¿Sí? Deberías hacer algo al respecto.
JiMin pudo ver el momento exacto en el que la mandíbula de YoonGi se apretó y lo siguiente que supo fue que el alfa lo estaba besando.
La momentánea sorpresa pasó a segundo plano cuando cayó en cuenta de lo que sucedía y suspiró gustoso sobre la húmeda boca con sabor a vino de YoonGi.
Al principio fueron movimientos lentos, tanteando el límite de su contacto, tornándose intenso y profundo, los chasquidos de sus besos haciendo eco sobre la profunda noche silenciosa.
JiMin volvió a caer contra el apoyabrazos del sofá, sus manos subiendo por los hombros de YoonGi hasta rodear su cuello con sus brazos. El alfa, por otro lado, se inclinaba imponente contra él, soltando feromonas pesadas que tenían a JiMin suspirando entre besos. Esto estaba escalando muy rápido y él no quería que se detuviera, sentía su estómago retorcerse, su piel erizándose y el calor de su cara bajando por todo su cuerpo. Sentía sus manos temblar por los nervios, pero no les hizo caso, solo buscó consuelo en los besos de YoonGi.
Ambos yacían apretados contra la esquina del sofá, con JiMin enroscando sus dedos en la melena negra de YoonGi mientras este bajaba los besos por su cuello, presionando sus labios con firmeza, la humedad de su boca provocando escalofríos en JiMin mientras más se acercaba a la zona de su glándula de olor.
YoonGi usaba una de sus manos para apretar uno de los muslos del omega, mientras que con la otra apoyaba parte de su peso para no aplastar a JiMin contra el sofá.
De repente, comenzó a frotar su nariz contra la glándula en el cuello de JiMin, provocando que el omega se retorciera un poco y apretara los labios para no chillar de más. Su aroma explotó, sus feromonas expandiéndose en el ambiente para mezclarse con las de YoonGi en una esencia hipnotizante que casi los tenía al borde a los dos.
La mano de YoonGi subió de su muslo hasta su cintura y apretó la zona como un gesto posesivo, jalando el cuerpo de JiMin contra el suyo mientras continuaba besando su cuello, bajando con lentitud hasta su clavícula.
De repente, YoonGi se detuvo.
—JiMin.
El omega zumbó, sus ojos cerrados mientras seguía disfrutando del contacto ajeno.
—¿Sí?
—¿Hasta dónde quieres llegar? —JiMin parpadeó, dudoso.
—¿Por qué lo preguntas? ¿Hay algún problema?
YoonGi carraspeó y se levantó para mirar a JiMin.
—Es que, uh... no tengo condones...
JiMin se quedó un segundo callado antes de comenzar a reír por lo bajo, una mano en su boca para callar las suaves carcajadas mientras YoonGi mostraba una cara de vergüenza suave en sus facciones, mejillas rojas al igual que sus orejas. Seguía viéndose caliente con esa ropa, pero ahora JiMin no podía dejar de pensar en lo tierno que le parecía.
—¿De verdad? —preguntó, colocando una mano en la mejilla de YoonGi para que estuviera cerca de nuevo.
—De verdad —aseguró con un tono suave, JiMin volvió a reírse—. Lo siento, no creí que... bueno, realmente no estaba esperando que pasara algo hoy.
JiMin negó con la cabeza, ahora sus dos manos tomando el rostro de YoonGi.
—Está bien, creo que es mejor así, estoy muriéndome de sueño y si seguías besándome así, me iba a quedar dormido —admitió con una sonrisa tímida, acariciando las mejillas de YoonGi con sus pulgares—, pero definitivamente deberías comprar un paquete —le dijo con la nariz arrugada y tono bajo.
La expresión de YoonGi se tornó animada de repente.
—Oh —asintió, seguramente su lobo movía su cola contento—. Bien, claro. Lo haré.
JiMin volvió a reír.
—Ven aquí —murmuró, atrayendo nuevamente a YoonGi a su cara.
Ambos volvieron a besarse, esta vez más suave.
JiMin deslizó una de sus manos hacia el hombro de YoonGi mientras que con la otra acunaba la mejilla ajena, profundizando el beso con lentitud a la par que el alfa volvía a abrazarlo contra el sofá.
Cuando se separaron otra vez, un suave chasquido resonó en la casa.
—Qué bien besas —suspiró JiMin, ojos medio cerrados.
—¿Por qué te oyes tan aliviado? —bromeó YoonGi, rozando su nariz con la ajena como si estuviera buscando otro beso.
JiMin rió ronco, levantando un poco su mentón. Aun en esas circunstancias, YoonGi no perdía su estilo coqueto y bromista.
—Habría sido muy triste que fueras tan sexy y besaras como quinceañero —argumentó, recibiendo una risa un poco más animada esta vez.
YoonGi lo miró con el orgullo inflado.
—¿Crees que soy sexy? —preguntó con una ceja alzada.
JiMin agrandó un poco sus ojos, sonrojándose un poco más.
—¿Dije eso en voz alta?
—Sí lo dijiste —asintió sonriente, rozando sus bocas una vez más—. Tú eres más sexy.
JiMin suspiró y recibió gustoso el beso que el otro plantó en sus labios, moviendo su boca con más ahínco ahora. Los suaves chasquidos erizaban su piel, mientras la mano de YoonGi fija en su cintura acariciaba con una delicadeza deseosa esa zona tan sensible en el omega y Park se alejó un segundo, jadeando por el calor que subía por su cuerpo.
—Sí seguimos así podríamos hacer algo de lo que nos arrepintamos.
—Yo no sé si me arrepiento mucho —admitió con una sonrisa y JiMin le dio un golpecito en el pecho—. Ay —se rió—. Está bien, pero uno más y ya —se adelantó el alfa, besando de nuevo la boca de JiMin, quien perdió un segundo el aliento mientras el otro trataba de escabullir su lengua entre sus labios.
JiMin abrió la boca para dejar al otro entrar a acariciar su lengua contra la suya. Ahora hacía mucho más calor, él sentía su propio aroma hacerse más dulce y su omega decidió comenzar a lubricar como si de un adolescente dando su primer beso se tratara. Parecía ser que su lobo estaba tratando de todas las maneras posibles hacer que ese alfa cayera sobre sus encantos, pero YoonGi era un caballero o tenía la resistencia de un toro porque, aunque se veía atontado por las feromonas de omega, una vez que se separó de sus labios sólo plantó un beso en su mejilla y le dijo que no podía esperar para verlo otra vez, su voz acariciando su oreja de una manera tan suave que hizo a JiMin suspirar.
Así que Park JiMin regresó a su departamento. Hirviendo en calor, con la cara roja y las piernas temblorosas, húmedo y sintiéndose como un estúpido adolescente.
—Mierda —murmuró sobre la bruma de la noche, cayendo sobre su cama.
Su lobo quería tanto a ese alfa.
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