Aquella carta...
Aquella carta...
Veo a la mujer sentada frente a mí: Valerie Evans. Su vista está en Matthew, en el escenario, pero he escuchado a mi amigo cantar tantas veces sexy back – estando ebrio – que no necesito darle mi atención, además tengo la sospecha de que el espectáculo es para Elise, la mujer con la que mantenía una guerra de correos, pero con la que ahora se quiere enredar. Ahora, volviendo al pequeño ángel irradiando pureza e inocencia frente a mí, mis ojos se desplazan desde su cuello elegante al rostro de piel suave, mejillas un poco sonrojadas y labios entreabiertos.
Frunzo el ceño porque me doy cuenta de que no reparo en el hecho de que es hermosa, cosa obvia, si no que mis dedos se sienten inquietos cómo si tuvieran vida propia y quisieran pintarla, eso me cabrea y por un momento quiero gritar que pare, pero me conformo con dar un trago a mi cerveza mientras analizo su movimiento de apoyar el codo sobre la mesa y recargar la barbilla sobre su mano, por el ligero movimiento – aunque no lo puedo escuchar – puedo apostar a que suspira, hay una mirada melancólica, de añoranza y tal vez un poco de cansancio mientras quita la mirada de su amiga Elise y la desplaza por toda la mesa antes de llegar a mí que ya he dejado la cerveza en la mesa. Hay un pequeño destello en sus ojos que me habla de mucho fuego contenido mientras imito su pose y le devuelvo la mirada.
Tal vez me veo cómo un idiota bravucón, pero la verdad es que no me importa, estoy cabreado por la simple razón de que ella es algo más y eso no me hace feliz ¿Debería culpar a Matthew de esto?
Le molesto y tiene sentido que lo haga porque a pocas personas le caigo bien y tal vez he estado jugando con su paciencia desde el momento en el que tropezó con mi espalda. Noto que más que tener una mirada de desprecio también hay curiosidad no me atrevo todavía a decir que deseo, pero hay algo en la manera en la que en este momento ve desde mi cabello largo a mi pecho.
¿Cuán imbécil me hace querer hacerla rabiar para obtener alguna reacción de su parte? Porque no le compro toda esa tranquilidad y serenidad, no puede ser tan buena o tal vez estoy tan corrompido que espero que en todos haya al menos un toque de maldad. Así que abro la boca en busca de otra reacción que en consecuencia tendrá una reacción en mí, que patético me escucho en mis pensamientos.
— ¿Estás aburrida, niña buena? ¿Ya pasó tu toque de queda?
Y ahí está ese brillo en sus ojos mientras su boca hace una pequeña mueca. Alguien, posiblemente Alex, patea mi pierna por debajo de la mesa, pero lo ignoro sin despegar la atención de Valerie, prosigo con palabras que posiblemente harán que me desprecie, pero que sacará un poco del fuego que cada vez vislumbro más:
—Las niñas buenas a esta hora se encuentran durmiendo, puedo ver como solo deseas irte y dormir en tus sabanas de seda.
Absurdo asumir con qué tipo de sabanas duerme, pero acertado cuando veo su mano apretarse en puño sobre la mesa, no creo ni siquiera que ella se esté dando cuenta. Tal vez siempre está en control sobre su vida, acabo de conocerla esta noche, pero momentáneamente me pregunto ¿Qué se sentirá darle algo de caos a todo su orden? No es que debería ser mi asunto, pero la asquerosa curiosidad entrometida hace acto de presencia en mi subconsciente.
—No sabes lo que deseo —Me asegura.
Quizá ella tampoco lo sabe, hay grandes probabilidades de que ese sea el caso, pero no es mi asunto, así que sigo con lo mío insistiendo sobre el hecho de que duerme en sabanas de seda, sus mejillas se sonrojan y el brillo en su mirada aumenta.
— ¿Qué te hice?
Por un momento su pregunta me desconcierta mientras siento otra patada de Alex por debajo de la mesa ¿Acaso esto que experimento momentáneamente es algo parecido al arrepentimiento? Pocas veces, por no decir nunca, me sucede.
—No me hiciste nada—Me encojo de hombros y me incorporo alejando la extraña sensación—. Eres intocable, buena e inocente. No necesitas suciedad ¿Me equivoco?
¿Por qué nos estoy describiendo? Es bastante evidente que en donde ella es pureza, yo traigo conmigo capas de suciedad que ignoro para no revivir la manera en la que fueron creadas.
—Oye, Ed. Ya, párale a la bebida—interviene Alexander y es cuando volteo a verlo de manera muy breve porque me ha pateado tanto que debería poder vengarme—. Lo siento, Valerie. Creo que trae tragos de más.
Miente y lo sabe, precisamente de los tres soy el que más resistencia al licor tiene, pero mi amigo piensa que me salva de dejar una mala impresión o tal vez piensa que simplemente estoy actuando cómo idiota una vez más, aunque siendo honesto, tiendo a simplemente no hablar, pero hoy me ha dado por empujar y empujar ¿Qué busco con ello? Ver más chispas estallar, más colores.
Ésta mujer finge ser un lienzo en blanco, pero la realidad es que mientras más presiono, más colores van apareciendo y dibujándose sobre ella, haciéndome saber que no es nada simple, ella es más...
—No luce ebrio —dice ella en voz baja bebiendo de su soda.
Me muerdo el labio momentáneamente porque al parecer iba a sonreír, cosas extrañas están sucediendo hoy.
—No estoy ebrio —aseguro—. Solo quiero saber...
— ¡¿Qué cosa?! —Se exaspera.
Ah, mira eso, un montón de colores saliendo a la luz. Tomando la botella de mi cerveza doy un largo trago mientras me mira a la espera de alguna explicación, solo cuando he tomado lo suficiente y su rostro está todavía más sonrojado vuelvo a hablar.
— ¿Por qué los estás escondiendo? —pregunto.
— ¿Qué escondo?
Tus colores.
No le respondo y en su lugar al igual que Alex veo a Matthew bajar del escenario e ir detrás de Elise, sonrío, definitivamente su exnovia Nicole tiene que quedar, con esto, sepultada en el pasado.
— ¿Deberíamos detenerlo? —Me pregunta Alexander y llevo mi atención a él.
—No, Matthew parece saber lo que hace —Quito la etiqueta de la botella de cerveza y vuelvo mi atención a Valerie—. ¿Tú sabes lo que haces, niña buena?
Me da una mirada de reojo antes de tomar su soda, ponerse de pie y acercarse a sus amigos Krista y Holden, la sigo con la mirada y enarco una ceja cuando voltea porque nota que la estoy viendo y de nuevo creo que me está reparando antes de que se sobresalte y gire uniéndose a la conversación.
Una vez más, Alexander me patea debajo de la mesa y esta vez le devuelvo el gesto con fuerza haciendo que maldiga.
— ¿Qué demonios estás haciendo? —Me pregunta—. ¿Por qué la molestas y estás sobre ella?
— ¿Sobre ella? No me recuerdo con el cuerpo encima del suyo —Le arrojo la etiqueta de la cerveza—. Ella tiene colores.
— ¿Qué se supone que significa eso?
—Que es más de lo que estamos viendo —concluyo y veo la hora en mi reloj—. Vamos a darle quince minutos a Matthew, luego nos largamos, tengo trabajo que hacer.
Llevo de nuevo la vista al grupito de tres amigos viendo la familiaridad con la que Valerie se apoya de Holden, con él no se ve tímida o cohibida, tal vez haya algo ahí. De nuevo su mirada conecta con la mía y la veo mientras bebo lo que resta de mi cerveza, una vez más retira la mirada con rapidez y es una lástima, pocas veces sonrío y esta es una de esas veces en donde la mujer que lo hizo posible ni siquiera la vio, tal vez esa sea la señal de: bueno, esto fue interesante, ahora aléjate.
Resulta que en lugar de tomar esa señal, la adapté a un: "averigua todos sus colores y quédate a ver cuál es el resultado final de ese lienzo que no es blanco y que seguramente es una obra de arte."
Esa noche conocí a Valerie Evans, quien es una famosa presentadora de un programa de televisión transmitido a nivel internacional, cosa de la que apenas tenía una idea. Salí esa noche a hacerle compañía a Matthew en sus métodos de conquista hacia Elise Smith, otra presentadora del programa, y terminé conociendo a nuevas personas, una en particular que se entrelazó con mi vida. Tal vez fui demasiado imbécil o quise hacerme el tonto, quizá pensé que la esquivaría cómo una bala, lo que no entiendo es cómo no predije los resultados cuando en lugar de correr de ella siempre terminaba acercándome.
Valerie es la persona en la que confié el secreto de ser un famoso pintor anónimo, a quién a regañadientes le hablé de mis raíces, a quien de una manera menos dolorosa le hablé del pasado, mis hermanos, de lo que huía y lo que esperaba no ser. Nunca me juzgó, no me señaló o condenó, por el contrario, siempre quiso hacerme sentir amado ya fuese con sus palabras, su cuerpo o acciones.
Si bien Gesine fue un amor de la adolescencia, tal vez el primero, Valerie ha sido algo que ni siquiera puedo explicar. Ha arrasado con todo, siento que puso sus manos sobre mi corazón casi muerto y envenenado y con sus dedos hizo pequeños trazos que me trajeron a la vida, volvió ese pedazo de carne gris en algo oscuro lleno de un vivido rojo que bombeaba más rápido cada vez que se acercaba, me sonreía o simplemente respiraba cerca de mí. Sí, es una mierda cursi para decir, pero no soy un mentiroso y esa es la verdad.
Una y otra vez la pregunta sobre qué está haciendo vaga por mi cabeza y las múltiples respuestas no son alentadoras.
Opción A: avanzó, se cansó de esperarme y quedo atrás.
Opción B: me espera, pero esa espera incierta le hace daño.
Opción C: se siente confundida entre el querer esperar y el querer seguir, lo que la desgarra y estanca en una situación nada bonita.
¡Maldición! Soy una desgracia en su vida en este momento en cualquier escenario, incluso si no ha sido adrede, he terminado haciéndole daño.
Termino los trazos con el lápiz y hay un nudo en mi garganta viendo su perfil, ese elegante cuello que me encanta besar y mordisquear, que trae a la vida una lluvia de suave gemidos que me enloquecen. Es cómo ver una pintura a blanco y negro de ella, es sanador en la misma medida que resulta doloroso recordarme una vez más que esta es la forma en la que puedo verla. No se supone que fuese así.
¿Nací con algún tipo de maldición en donde no se me permite ser feliz? Sé que no debería ser tan desagradecido, tengo oportunidades que otros no, pero a veces quisiera ser solo un maldito egoísta porque mi vida sería mucho más simple de esa manera.
—Moritz...
De inmediato mi mano se cierra sobre la hoja y arranco el dibujo rompiéndolo en pedazos. Soy protector sobre Valerie, si bien tres de mis hermanos conocen su aspecto, prefiero que los demás no sepan más allá que la molesta manera en la que Dietmar siempre la llamó Valeria. Una vez la hoja se encuentra hecha pedazos, me giro hacia mi madre y dejo la libreta a un lado en el sofá.
La casa se encuentra muy silenciosa, pero eso se debe a que en la pequeña casa de la colina de al lado hay una pequeña reunión de hombres pertenecientes a la familia que supongo se ponen al día, escuchan o dan informes a Niklas, tal vez planean cosas quizá muy malas, pero el hecho es que ahí se encuentran.
— ¿Quieres dar una caminata con tu vieja madre?
Realmente debo pensarlo porque últimamente ella ha sido tan agotadora, temo ser irrespetuoso con mi madre porque incluso si soy grosero y abiertamente hostil con todos, a ella la respeto y trato de no juzgarla, pero todos tenemos un límite.
Mi decisión es ceder por lo cual poniéndome de pie, la dejo enlazar su brazo con el mío mientras caminamos hacia su lugar favorito en la mansión: el jardín lleno de rosas. No me gusta el olor de las flores, me hacen sentir en un cementerio, pero no emito quejas en voz alta mientras caminamos en silencio y nos detenemos frente al rosal de color blanco.
—Sé qué piensas que tuve un hijo tras otro para reemplazaros —comienza y no la veo—. Tus hermanos también lo creen así.
No puedo desmentirlo, pero no admito en voz alto el hecho de que ambos sabemos que eso es exactamente lo que he pensado toda mi vida.
—No es así, hijo, no tenía a mis hijos por encargo —Todavía no la veo—. Puede que para los demás significará precisamente eso, pero te tuve a ti porque así la vida y la irresponsabilidad lo quiso, no porque mi primera hija hubiese sido una niña y de esa manera vinieron tus hermanos, algunos planeados.
—No fue una irresponsabilidad tenernos, Anton sí sabía lo que hacía y en el fondo tú también, pero dolía tanto ver la realidad que fingiste que no estaba ahí —La veo—. Ambos sabemos que seguramente tus planes no eran tantos niños, Anton tomó las decisiones y no pudiste hacer nada porque incluso si te amaba, frente a Luhanne jamás dejaría que tú tuvieras una voz.
»Así que nos tuviste y te dijiste que fue el destino y nos amaste, nos amas, no hubieses deseado darnos esta vida, pero es lo que es. Nunca tuviste la posibilidad de sobrevivir al huir con una niña, tampoco con dos y mucho menos con seis —Estirando la mano le acaricio la mejilla—. Te entiendo, mamá, pero entenderlo no lo hace más fácil, entenderlo no borra el dolor y entenderlo no quiere decir que haya estado bien, pero significa que doy todo de mí para no juzgarte y que mi amor por ti no cambia, eres mi madre y cada recuerdo bueno que tengo en este lugar, los pocos, estás en ellos.
Los ojos se le llena de lágrimas y unas pocas caen, se las limpio con los dedos y me toma la mano besándome los nudillos antes de dejar la palma contra su mejilla húmeda.
—No puedo arrepentirme de haber venido, de haber amado los lujos casi tanto como a tu papá, lo suficiente para cegarme y solo ver cuán bonita era la familia elitista. No puedo arrepentirme de haberme quedado cuando supe la terrible verdad de la familia a la que me uní y la simple razón por la que no puedo es porque no puedo arrepentirme de ustedes, no puedo pensar un mundo en dónde no existan.
»Te lloré, Moritz, a ti y a Niklas. Grité, golpeé y rompí todo a mi paso desde ese momento en el que Lorenz apareció golpeado diciendo que ustedes no habían podido escapar —La veo fijamente a los ojos y hay una enorme bola de emociones en mi garganta—. Fui sedada a veces amarrada para controlarme, porque todo lo que quería era a mis hijos de vuelta, a mis niños y sabía, sabía que al volver no serían los mismos.
»Sufría pesadillas en donde veía que les hacían daño y no era ni la mitad de dolor que vivieron. Tuve que ser calculadora y fingir estar bien para que me dejaran estar sin sedantes y poder saber de ustedes —Hace una pausa—. Tuve que ser una mamá completa para tus hermanos mientras me despedazaba por dentro por ustedes estando capturados.
»Y cuando supe lo que Luhanne hacía con las negociaciones, me enloquecí. Nunca en mi vida sostuve un arma hasta la noche en la que mientras tu padre se bañaba tomé su arma y le dije que me devolviera a mis hijos o me mataría.
Nunca había escuchado tal historia, de hecho nunca se nos habló de lo que pasó en la mansión el tiempo que Niklas y yo no estuvimos, tampoco pregunté, solo eran dos semanas y poco más que quería borrar de mi memoria, mi piel, mi alma...
—Sé que tu padre los amaba a su manera en la misma medida en la que sé que era terrible disimulando que siempre me puso por encima de ustedes y eso fue un error, pero agradecí ese hecho esa noche, porque ahí mientras me apuntaba a mí misma con un arma a la sien, vi su miedo, incertidumbre y tuve poder, por primera vez tuve verdadero poder.
»Sabía que no jugaba, vi su miedo y lo tomé. Le exigí que trajera a mis dos hijos con vida de inmediato o acabaría con los otros para que no tuviera ni un solo heredero y me mataría también —Hace otra pausa breve—. Vi su miedo, lo saboreé y esa fue tal vez la única vez en la que me sentí cómo ellos, porque tuve poder y saber que eso podría traerlos a mí me hizo sedienta de más.
»Dos días después, ustedes volvieron y las cosas que vivieron...Me rompieron, me negué a creer que dos niños tan maravillosos e inocentes hubiesen sido tratados de tal forma, me dolió tanto que no podía aceptarlo y lo negué, porque pensarlo...No podía, yo no podía, no podía perdonarme no haberlos protegido lo suficiente.
—No tenías ese poder —digo con la voz áspera.
Porque ¿Qué hubiese podido hacer mamá? Probablemente solo hubiese sido llevada con nosotros y en el proceso asesinada o tal vez solo me hubiesen hecho ver cómo lo hicieron con nosotros. Siento asco de inmediato ante solo pensarlo.
—Fue la primera vez que me pinté una realidad alternativa, pero no la última. Dejarte ir a Londres fue una de las decisiones más difíciles de mi vida, quería que Nik fuese contigo, pero Luhanne no lo permitía, dijo que solo uno no dos.
»Le dije que se necesitaban, que no podía escoger a uno sobre el otro, quería tanto sacar a Nik de ese lugar oscuro en su mente, pero no me dejaba acercarme, a nadie —toma una profunda respiración—. No fui quién tomó la decisión de enviarte a Londres, no podría haber puesto el bienestar de uno de mis hijos sobre el del otro, para mí iban los dos o no iban ninguno, pero...
— ¿Pero?
—Luhanne y Anton tomaron la decisión. Luhanne dijo que o te ibas o lastimosamente te internaban en algún lugar porque no eras confiable, insistí que se trataba de los dos, pero no le importó. Me obligó a elegir y no había manera en la que dejara que te internaran en una institución mental donde no te ayudarían, te dejé ir solo, prometiéndome que me enfocaría en Niklas, pero no planeé que el que te alejaras le afectaría tanto.
»Sé lo que él piensa de mí, sé que me ama, pero también sé que hay una parte de él que me desprecia. También sé que me amas y me respetas, pero hay una parte de ti que me rechaza. Igualmente sé que me aislé, me pinté tantas situaciones alternativas que ni siquiera comencé a darme cuenta de que me mentía.
»Que Livia se casara en mi realidad era una cosa maravillosa, que mis dos bebés menores fuesen a Alemania me lo dibujé cómo realidades que le darían buenas oportunidades, que Lorenz apenas me hablara me mentí diciéndome que solo era una etapa y que Niklas me diera esas miradas me decía "solo es enfado de un momento". Me hice tantas realidades alternativas que ni siquiera sabía cuál era la verdadera.
Siento una lágrima rodarme por la mejilla y me la limpio con la mano que estaba anteriormente sobe su rostro, pero hay más de una y tengo esta emoción arañándome el pecho y trepándome por la garganta que quiere salir.
—Me dije que no era que no quisieras verme o vernos, que se trataba de que estabas ocupado, me dibujé tantas mentiras que la verdad desapareció. Anton no era un mal padre, Luhanne solo quería lo mejor, todos estábamos bien, nadie moriría.
—Mamá...
—Nadie merece llevar una vida así, nadie merece traer niños al mundo que sufran de tales maneras, mucho menos en una familia en dónde Luhanne viviera —Exhala con lentitud—, por eso lo hice y lo siento, pero lo hice.
Veo cómo se cubre el rostro con las manos mientras los hombros que ahora se ven frágiles se sacuden con fuertes sollozos.
— ¿Mamá? ¿Qué hiciste?
—No quería que alguien fuese yo: Helga, no quería que alguien fuese Livia perdiendo a su bebé en sus brazos y siendo lastimada de una manera tan atroz. No quería que nadie que tuviera una vida decente entrará a un lugar donde Luhanne aún estaba y no quería...No quería perderte.
»Le escribiste que la amabas, que volverías, que todo sería diferente, que lo sentías, le dijiste tantas cosas que me arrepiento que no llegaran a ella, porque era tu derecho y el de ella, porque no me correspondía —sorbe por la nariz mientras la miro—. Dietmar habló sobre cuán amable, bondadosa y humilde era, sobre merecer cosas buenas e imaginé que caía en esta vida y...No podía pensarlo. Tuve un lapsus creyendo que la salvaba y a la vez tenía una oportunidad de reunir a mis hijos, una nueva oportunidad de hacer las cosas bien.
— ¿Qué hiciste? —pregunto con lentitud, tensándome.
—Tu última carta...La intercepté y envié una nueva.
Silencio, mucho silencio.
—Le dije... Le dije que te olvidara, que no volverías y era lo mejor. Hice algo horrible pensando que hacía un bien y una parte de mí aún cree que es lo correcto porque me miento, me digo que es la verdad, pero entonces, Niklas me saca de la burbuja de falsedad y me recuerda lo horrible que te he hecho.
Tengo tantas lágrimas que la vista se me hace borrosa y debo limpiarme el rostro con el borde de la camisa mientras proceso toda esta mierda. Tomo profundas respiraciones no muy seguro de lo que podría decirle.
He estado todo este tiempo pensando que Valerie pensaba que volvería y de mis intenciones, pero en su lugar cree alguna mierda sobre que no estoy volviendo ¡Maldita sea! Bien podría darme por muerto o que decidí seguir con esta vida...Que no quiero o pienso volver. Esto es un error enorme, esto cambia muchas cosas.
Únicamente cuando logro controlar las lágrimas y el nudo en la garganta, consigo hablar.
—Me amas, mamá, pero hay un lado de tu amor que es enfermizo y que debes tratar ¡Eres mi madre no mi dueña! —alzo la voz sin poderlo evitar—. Viví más de catorce años sin ti ¡Catorce largos años! Donde no estabas para decidir qué era lo mejor, donde no estabas cuando me enfermé o la cagué ¿Qué te hace creer que ahora tienes tales derechos?
»No tienes ni idea del daño que me haces con esto y sí, entiendo tu punto sobre no traerla a esta vida, pero es porque decides obviar que quiero malditamente irme ¡Este no es mi lugar! No me quedaré, no lo haré.
Me paso el dorso de la mano por el rostro y lucho contra la opresión en el pecho al verla llorar de tal forma.
—Te respeto, por favor ten también la decencia de respetarme, por favor —Exhalo de manera profunda—. Te amo, mamá pero hay muchas cosas que necesitas sanar. Entiendo que no ha sido fácil, ni un poco fácil, pero no puedes seguir en tu burbuja o tus falsas realidades porque nos vas a perder y te vas a perder.
»Te lo dejo en claro: no me has ayudado, me has hecho daño, posiblemente me cerraste puertas que aún estaban abiertas para mí. Busca ayuda, porque tu amor te está enfermando.
Quiero gritar y a duras penas logro contenerme, por más que me duela verla llorar no encuentro la voluntad para moverme y abrazarla. Tal vez esto no se trate solo de la carta, tal vez sean emociones acumuladas de aquellas veces en las que quería que peleara por mí incluso si era imposible, de aquellas veces en donde pensaba que huiríamos, todavía más imposible, o aquellas veces en la que en Londres lloraba extrañando a mi mamá y deseaba que me abrazara luego de las pesadillas. Por todas esas veces en las que absurdamente esperaba que apareciera en la reunión de padres y representantes, por cada miseria de año en donde cómo un pobre imbécil conservaba la esperanza de que algún día mi mamá sería cómo otras mamás.
Y sobre todo, aquellas veces en donde sentí que tal vez, no fui suficiente, qué quizá, amaba más a mis hermanos porque se mantenía a sus lados, pero no venía al mío, siempre era yo quien debía ir, hasta que me cansé.
Ahora entiendo lo peligroso que hubiese sido que viniera a mí y exponerme, pero en esos momentos dolió tanto.
Hay un ruido detrás de mí y volteo de inmediato, se trata de Niklas quien ve de uno al otro antes de sacudir la cabeza con lentitud en negación. Al final su mirada se clava en la de nuestra madre.
—Te dije que lo ibas a decepcionar.
—Lo sabías —digo.
—Sí y le advertí de que debía decírtelo. Lógicamente estuvo "mal" —Hace las comillas con los dedos—, pero emocionalmente ¿Qué no haría una madre? ¿No es eso lo que dicen? Aman tan ferozmente que a veces creyendo que hacen un bien lo arruinan todo.
»No es su culpa decepcionar a sus hijos, tampoco es su culpa no parar, ya lo dijiste, mamá está enferma y a diferencia de los demás, nosotros sí vamos a ayudarla.
Pese a que está presente en la conversación, ella se aísla mientras continúa llorando ¡Está mal! Se retrae, se adentra a una burbuja irreal venenosa. Todo lo que dijo sobre nosotros y nuestra distancia hacia ella es real, pero también sé que pese a esos sentimientos todos nos preocupamos por ella.
Repito muchas de sus palabras anteriores sobre el secuestro, pienso sobre cómo fue para ella, pienso sobre todo y aunque me resiento sobre la carta y muchas situaciones, todavía me encuentro cuerdo para reconocer que necesita ayuda para sanar.
— ¿Quieres que te perdone, mamá?
—Por favor.
No me siento con el poder o el derecho de tener que perdonarle errores a otra persona, mucho menos a mi madre, pero en pro de ayudarla me aferro a ello.
—Si quieres que te perdone, sana y avanza, solo entonces, dejaré todo atrás.
—Ya escuchaste a Moritz, madre —dice Niklas—. Llegó el momento de la ayuda.
— ¿Me perdonarás, Niklas?
—Sabes la respuesta a esa pregunta.
La ama de llaves muy familiarizada con la mansión aparece para guiar a una temblorosa Helga a su habitación con el eco de su promesa sobre tratarse de manera profesional. Niklas y yo permanecemos lado a lado en silencio.
Durante esos largos minutos de silencio pienso de nuevo en esa carta interceptada, esas promesas que nunca llegaron, mi voluntad y disposición a volver son una promesa al viento porque nunca llegaron a Valerie. Para ella soy el tipo que apareció en una boda, se perdió en su cuerpo y luego desapareció durante meses con una horrible nota impersonal de alguien más asegurando que no volvería.
Podría darme por muerto, un criminal o algún otro escenario, pero lo que no sabe es que volveré, no hoy, no mañana, pero si en unos meses que no dejo de contar. ¡Esto es un auténtico desastre!
—Si te trae consuelo —rompe el silencio Niklas— incluso si tu carta real hubiese llegado, ella se hubiese sentido horrible con una promesa rota. Esperar es lo peor, esperar te consume cómo un veneno las esperanzas y la fe.
»No te mientas, hermano mayor, con la carta real o la falsa los escenarios serían iguales porque en ambos no volviste y mientras que en una piden que no te esperen, en la otra eras solo el sinónimo de una promesa rota —volteo a verlo y enarca ambas cejas— ¿Te consoló?
Ni siquiera le respondo a su horrible verdad mientras me giro y comienzo a alejarme. Solo unos pocos meses más, solo unos pocos meses más.
No sé el usuario de Angela, pero cariño mío, la de Younow, capítulo dedicado para ti. Nuestra héroe sin capa.
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Espero les guste.
Un beso.
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