20 | ¿QUÉ TREGUA?
Luego de haber soltado aquella bomba, Jayden dejó caer la cabeza en el respaldar del sofá como si quisiera tomar una siesta justo ahora. Mientras tanto yo estaba con la boca abierta, demasiado impresionada como para hablar. Varios pensamientos se galoparon en mi mente, uno detrás de otro, mientras intentaba darle sentido a lo que él acababa de decir.
—No puede ser —susurré contrariada—. Tío Mike murió hace años, justo después de la muerte de Mia. Él...
Ahora que recodaba, ni siquiera sabía por qué había muerto. Tía Susan solo explicó que su esposo había fallecido por una falla cardiaca, sin dar más detalles sobre su salud. Por lo menos no a mí. Yo había estado muy afectada por la muerte de Mia, así que no le di demasiada importancia. Además, ellos ya se habían separado pero seguían viviendo bajo el mismo techo por amor a sus hijos.
Jayden negaba con la cabeza.
—Esto solo lo sabemos nosotros, mamá nunca quiso contárselo a nadie. Ni siquiera a tía Elain. Luego de la muerte de Mia, mamá tuvo una crisis tan fuerte que botó a papá de la casa. Ahora que lo pienso..., puede que ella se hubiera enterado del abuso de Mia, porque le prohibió la entrada a la casa y le dijo que para ella, él estaba muerto. —Se encogió de hombros—. A mí me importó una mierda su partida. Había sido abusivo con mi madre por muchos años así que me alegró la decisión de mamá. Cuando por fin tomó sus cosas y se fue para siempre, ella contó la historia a sus amigos más allegados de que papá murió, porque para ella lo estaba.
—Mierda. —Fue todo lo que pude decir.
Aun seguía demasiado absorta como para añadir algo más.
—Perdona por mentirte, pero para mí está muerto. —Su mandíbula volvió a endurecerse—. Desde que le levantó la mano a mi mamá cuando yo era solo un niño, murió para mí. Lo odio, lo odio por haber golpeado a mamá y haber abusado de Mia.
Una idea se formó en mi mente.
—Pero..., ¿no crees que se aparecerá por aquí en cuanto se enteré que murió tía Susan?
Su ceño se arrugó.
—No tengo idea de a dónde se fue, pero si regresa, lo mataré. Te juro que lo haré.
—¿No sería mejor ir a la justicia?
—¿Y esperar a que lo metan preso? Prefiero tomar la justicia por mi mano.
Nos quedamos callados unos instantes. Él absorbiendo el silencio, yo asimilando todo en mi mente.
—Entonces mi madre no sabe que tío Mike está vivo.
—No, y no se lo vayas a decir. Mamá prefirió llevarse ese secreto a la tumba y prefiero que siga así.
Asentí.
—Pero tu mamá murió hace un mes, donde sea que esté él, puede regresar. —Hice una pausa mirándolo de reojo—. ¿Qué piensas hacer si se presenta aquí?
—Matarlo.
—Lo digo en serio, Jayden.
—Y yo también, princesa. —Enredó sus dedos en mi cabello y acarició el punto sensible detrás de mi cabeza, a pesar de sus movimientos suaves, su voz no lo era—. Es lo menos que se merece por haber violado a Mia.
Sentí escalofríos en el cuerpo al oír la crudeza en su noto de voz, pero asentí, dispuesta a entender su dolor. Pero no iba a permitir que cometiera una locura si el tío Mike llegase a presentarse por aquí. Por mucho que quisiera impartir justicia de su propia mano, él merecía ser juzgado por sus malos actos e ir preso muchos, muchos años.
—¿No crees que sea mejor idea llevar este caso a la policía?
Jayden soltó un suspiro, enterrando su cabeza en mi cuello. Le gustaba mucho hacer eso, meter su nariz en mi clavícula e inhalar el aroma a vainilla que me ponía todos los días para salir a la calle. Era mi aroma favorito y lo usaba en todo, desde el champú hasta las cremas para mi cuerpo y manos. Y al parecer, también era el favorito de Jayden.
—No quiero hablar más del tema. Hagamos algo mejor.
—¿Cómo qué?
—Como ver una película para distraernos. —Besó un punto en mi cuello que me hizo cosquillas y a la vez suspirar—. O acurrucarnos en mi cama y dormir. ¿Qué te parece la idea?
Estaba en parte aterrada y fascinada a la vez. Sí, quería meterme en la cama y dormir junto a él, pero la idea de mi madre volviendo del trabajo y encontrándonos en aquella posición no era divertida. En cambio la idea de ver una película me atrajo más. Aun así no estaba del todo segura de hacerlo, quería sentarme a su lado y hacerle miles de preguntas que rondaban en mi mente acerca de su padre. Pero sabía que ya había dado ese tema por zanjado y nada iba a hacerle cambiar de opinión. Jayden era muy testarudo y terco.
—Veamos algo, pero escojo yo.
Lo vi hacer puchero, pero terminó aceptando cuando escogí una serie de misterio que nos mantuvo enganchados y en vilo gran parte de la tarde. Ninguno parpadeó o se relajó en los siguientes capítulos, hasta que llegó la noche y mamá llegó, abriendo la puerta tan abruptamente que Jayden y yo saltamos en nuestros lugares, un poco alarmados por la tensión de la serie que veíamos en la televisión.
—Hola, chicos. —Nos saludó mamá cargando con un par de bolsas del súper. Jayden se levantó y la ayudó a cargarlas mientras recibía un beso en el cachete de ella—. Gracias, cariño. ¿Cómo están? ¿Ya hicieron sus tareas?
Fruncí mis labios. Había estado tan absorta en la serie que había olvidado por completo las tareas asignadas para mañana. Apagué el televisor bajo la mirada molesta de Jayden.
—Lo olvidé, ma. Pero ahora mismo voy a hacerlas.
—¿Y tú, Jay?
—No tengo tarea. —Sonrió con inocencia, mostrando sus hoyuelos para darle más énfasis. Luego volteó a mirarme y su sonrisa cayó. A través de una mirada pude entender sus intenciones, iba a decirle que no lo hiciera. Que no tocara el tema de su padre con mi mamá, que no era conveniente levantar sospechas sobre el abuso de Mia, pero no pude decirle ni advertirle nada porque mamá nos miraba con atención. Solo pude fruncirle el ceño. Algo que, por supuesto, Jayden no hizo caso—. Tía Elain, quiero hablar contigo acerca de algo.
Mamá, quien había abierto la nevera para guardar las cosas del súper, cerró la puerta y lo miró impresionada.
—Sí, claro. Dime, cariño.
Jayden me dio una mirada. Esa mirada que me decía que quería estar a solas con mi mamá para hablar del asunto.
Por mucho que me gustaría quedarme para saberlo todo, sabía que luego me lo contaría. Por lo que carraspeé llamando la atención de mamá.
—Iré a mi dormitorio a hacer mis tareas.
Ella asintió, sin dejar de mirar a Jayden, como si quisiera descifrar lo que le quería decirle.
Me dirigí al pasillo y entré a mi dormitorio, cerrando la puerta a mis espaldas. Me moría por salir y esconderme detrás de la pared para escuchar su conversación a escondidas, pero no quería violar la intimidad de nadie y mucho menos ser una chismosa. Así que me aguanté las ganas y me senté detrás de mi escritorio para sacar el cuaderno de Matemáticas para hacer la tarea que me había asignado la profesora. Para mí no eran un martirio las matemáticas, aunque tampoco eran tan fáciles. Pero me podía defender sin necesidad de reprobar ningún examen gracias a mis dotes de búsqueda. Si no entendía algo, lo buscaba en Youtube y veía videos hasta entender el tema.
Así que eso hice hasta que completé la tarea en algunos minutos que me parecieron eternos. Cuando vi la hora en mi celular, noté que había pasado media hora desde que dejé a Jayden con mi mamá. ¿Realmente ella sabría algo? ¿O estaba en la oscuridad tanto como yo?
Sumida en mis pensamientos, me sobresalté cuando una llamada entrante apareció en mi celular. Al ver que era de mi mejor amiga Cloe, contesté la llamada tan rápido que jadeé.
—¿Dónde estás? —pregunté sin saludarla—. Trey y yo estamos preocupados por ti, mujer. ¿Dónde te has metido? ¿Estás bien?
Cuando habló, su voz se oyó tan baja que tuve que poner el altavoz para oírla.
—Estoy bien —susurró—. No se preocupen por mí.
—Joder, Trey casi se muere de la preocupación. ¿Qué te ha pasado? —No la dejé hablar—. ¿Por qué has faltado a clases? Tú nunca faltas, es la primera vez que lo haces en todos los años que llevamos juntas.
Se quedó callada unos instantes.
—Es...estoy en... —tartamudeó, alertándome—. Estoy en la casa de Ivor.
—¿Qué? —grité.
—Shhh. No grites, estoy encerrada en su baño.
—¿Qué mierda haces en la casa de Ivor, en su baño?
No podía creer lo que oía.
—Estoy a punto de... de perder mi virginidad, Clara. —Me quedé muda, tan impresionada que no dije nada por varios segundos. La voz de Cloe se extendió por todo mi dormitorio en un tono bajo, rebosante de nerviosismo—. Joder, amiga, necesito tus consejos. No sé qué hacer.
—¿Y crees que yo sí? —siseé—. Soy virgen igual que tú, tonta.
—Ya pero tu mamá te dio la charla sobre sexo, mi mamá ni siquiera me ha dicho cómo se conciben los bebés. Sabes que es demasiado estricta y nunca me dio ninguna charla. —Se oyó un suspiro que pareció venir de lo más profundo de ella, parecía intentar calmar sus nervios—. Tengo miedo, amiga. Necesito que me tranquilices.
No era buena tranquilizando a la gente, pero por ella lo intentaría.
—Bueno, mamá me dijo que la primera vez duele. —Se oyó otro suspiro de su parte. Me apresuré a continuar con mi diatriba—. Pero solo cuando entra en ti por primera vez, puede ser incómodo y doloroso, pero va a pasar. Lo importante es que estés muy lista para que no duela tanto.
—¿Lista cómo?
—Pues lubricada —dije aquella última palabra en voz tan baja que la repetí por segunda vez cuando Cloe pareció no escuchar—. Tienes que estarlo para que no te duela tanto.
—¿Y cómo me lubrico?
—¿Te tengo que enseñar todo, mujer?
—Ni siquiera he visto porno, Clara, mi mamá tiene todas esas páginas bloqueadas en mi celular y mi ordenador. Nunca he visto nada de eso así que no tengo idea. Necesito tu ayuda, no que te burles de mí.
—No me estoy burlando. —Rodé los ojos sabiendo lo estricta y recta que era su madre, demasiado diferente a la mía—. Solo que a mí también me da vergüenza hablar de este tema y mucho más por teléfono. Pero bueno, Ivor es el que te tiene que ayudar a estar lubricada con juegos previos. Ya sabes, los besos intensos, el manoseo y todo lo que viene después.
—Oh.
—Sí, oh.
—Pues ya estoy... lubricada —musitó y me la imaginé con las mejillas tan coloradas como se me habían puesto a mí al oírla.
—¿Entonces qué haces hablando conmigo, tonta? Ve con Ivor.
—Lo sé, solo necesitaba un poco de charla contigo para tranquilizarme. Ya me voy, mañana te cuento todo.
—Sin detalles, por favor.
—Aguafiestas. —Seguro me había sacado la lengua al decirlo.
—Oye, Cloe. ¿Estás segura que Ivor es el indicado? —pregunté dudando—. ¿No te ha apurado ni nada? O sea, ni siquiera son novios. Jayden y yo lo somos y hasta ahora no ha surgido el tema.
—Sabes que siempre quise perder mi virginidad con alguien que tenga experiencia y me trate como una princesa. Pues así me siento con Ivor. No me ha apurado a nada, soy yo la que quiere esto tanto como él. —Soltó otro suspiro—. Y llevo cargando con esta virgnidad desde que mis hormonas locas tomaron el control de mi cuerpo, ahora siento que voy a explotar y quién mejor que Ivor para hacerlo.
—Bueno, espero que te trate muy bien antes, durante y después.
—No dudes de que lo hizo y lo hará. —Luego de aquellas palabras escuché una voz amortiguada y ronca que parecía provenir de Ivor. Cloe no perdió más el tiempo—. Te dejo, mejor amiga. Mi momento ha llegado. Deséame suerte.
—Rómpete una pierna. O mejor dicho, rómpete el himen.
Con una risa de su parte, para romper la tensión, ambas colgamos la llamada.
Me quedé mirado mi tarea finalizada de Matemáticas con una expresión de felicidad en el rostro. Si mi mejor amiga estaba por tener sexo por primera vez, íbamos a celebrarlo a lo grande luego. Eso era lo que habíamos prometido un par de años atrás cuando descubrimos que las dos éramos vírgenes esperando al chico indicado.
En ese momento recibí un mensaje de mi amiga.
Cloe: No le digas nada a Trey. Aún.
Sonreí.
Si nuestro amigo se enteraba iba a pegar el grito en el cielo. Él más que nadie estaba ansioso de que ambas perdiéramos la virginidad con alguien. Y Cloe estaba a punto de hacerlo con el chico que quería. En cuanto a mí, la idea de acostarme con alguien, Jayden, me ponía tan o más nerviosa que a Cloe. No sabía por qué, pero aquel miedo se enroscaba en mi interior al imaginarme estando desnuda frente a alguien. Eso era lo que más me aterraba. Tenía inseguridad en mi cuerpo, como casi todo el mundo, y el miedo de pensar en que Jayden tendría que verme sin ropa, me ponía de los nervios.
Pero en algún momento tendría qué pasar, ¿no?
No sé si algún día estaría lista para ello.
☾ ☾ ☾
A la mañana siguiente Jayden y yo nos encontramos en los pasillos del instituto justo después de que mi madre me llevase a clases mientras que él manejaba la moto para movilizarse. Mi madre, por muy abierta de mente que fuera, no le gustaba que me subiera a la moto para ir por las mañanas a clase, así que ella me llevaba justo antes de ir a su trabajo. Quedaba de camino a este y así pasábamos tiempo juntas, ya sea para hablar de cualquier tema o de algo en específico.
Me sentía nerviosa a su alrededor, porque la noticia bomba que Jayden me había dado sobre su padre aún pendía sobre mi cabeza como una sombra que no quería irse, y mi madre era muy buena leyéndome. Pero en ese momento estaba demasiado enfrascada contándome sobre un caso en su trabajo que no notó cómo retorcía mis manos para evitar hablar y levantar sospechas.
Cerré el casillero y me volteé hacia Jayden, quien ya había sacado sus cuadernos y libros que usaría durante el día y solo estaba esperándome. Anoche, luego de la llamada con Cloe, había pasado parte de la noche terminando mis tareas y luego me había dado una ducha en la que salí tan relajada que solo me puse mi ropa de dormir y me quedé frita sobre la cama. Había querido buscar a Jayden pero preferí dejarlo solo para que procesara sus pensamientos y dejar que ordenara sus ideas.
—Al final, ¿qué le preguntaste a mi mamá anoche?
—Quería saber si ella sospechaba algo sobre Mia. —Negó—. Obviamente no se lo pregunté directamente, solo hice unas cuantas preguntas para no levantar sospechas. Y no, ella no tenía ni idea sobre mi hermana. Aunque me pareció muy extraño cuando se puso rara al preguntarle por mi padre.
—A mamá nunca le gustó el tío Mike. —Me encogí de hombros. Estaba a apunto de decirle que a mí tampoco, pero apareció mi mejor amiga por la derecha y solo atiné a abrir la boca de la impresión.
Cloe era una chica de perfil bajo, como yo, y no le gustaba la atención de los demás. No como a Trey. Es por eso que nos llevábamos demasiado bien. Pero verla ahora, con aquella ropa tan llamativa hizo que me planteara preguntarme si realmente era ella. Vestía una minifalda, botas altas hasta las rodillas y una blusa que estaba peligrosamente cerca a verse su ombligo. Su cabello negro, que era liso, ahora caía en ondas alrededor de sus hombros. Estaba preciosa, para nada su estilo pero parecía portarlo con orgullo.
—Hola —saludó haciendo que sus mejillas se sonrojaran. Todos los que pasaban por el pasillo la miraban con fijeza. No era para menos. Cloe era una pelinegra hermosa, pero muchas veces su belleza era opacada por su timidez. Ahora mismo no había nada tímido en ella, excepto por sus ojos marrones grandes en los que se percibía nerviosismo.
—Oh Dios mío, estás hermosa —susurré mirándola de arriba abajo sin poder evitarlo.
Había un brillo especial en sus ojos y un aura que antes no tenía. Escuché mucho sobre aquel brillo que una poseía luego de perder la virginidad pero nunca creí en ello, hasta ahora, que veía eso en ella.
—¿Quién eres tú y qué has hecho con mi amiga? —Se oyó la voz de Trey provenir desde la mitad del pasillo. Varios pares de ojos se posaron en él, pero no le importó. Caminó los pocos pasos que nos separaban y colocó sus manos en los hombros de Cloe para mirarla desde su altura, media cabeza por encima nuestro. La sacudió con suavidad—. ¡Pensé que te habían llevado los extraterrestres! Ahora vuelves con una nueva apariencia, de un día para otro, y esa teoría solo afirma mis suposiciones. ¡Fuiste abducida! Clon de Cloe, ¿dónde está ella? ¡Dímelo ya!
Sentí que Jayden se inclinaba hacia mí.
—¿Qué se fumó tu amigo Trey? —susurró en mi oído.
—Es así por naturaleza.
—¡Soy yo, idiota! —Cloe intentó manotearlo pero Trey tenía un pétreo agarre en ella.
—Entonces dime a quién besó cuando tenía once años en aquel juego de la botella.
—Eso es un secreto —dijo nuestra amiga entre dientes, mirando a todos lados menos a mí. Arqueé una ceja porque era algo que tampoco sabía, y estaba curiosa, pero Trey atrajo la atención a él nuevamente.
—La verdadera Cloe lo hubiera sabido. —Me miró—. No es ella. —Cloe por fin se soltó de su agarre y lo golpeó tan fuerte en el brazo que Trey abrió los ojos de más y se llevó una mano a la zona, sobándose por el dolor. Su rostro estaba surcado de horror—. Sí es ella. Joder, golpea como un boxeador con asteroides.
El timbre de clases sonó alertándonos a todos que la primera clase había empezado. Jayden, ajeno al exabrupto de mis amigos, se inclinó y besó mi mejilla, sonriéndome de lado.
—Nos vemos luego, princesa.
Se fue silbando por los pasillos y caminando sin apresurarse como si tuviera todo el tiempo del mundo para llegar a clase. Sus largas piernas envueltas en ese pantalón negro le hacían ver más estilizado. Portaba una camiseta de alguna banda de rock y encima una chaqueta de cuero. Todo un rockero.
Volteé hacia mis amigos que seguían discutiendo.
—Basta ya —siseé. Tomé el brazo de cada uno y los guié hacia las escaleras—. Vamos a hablar ahora mismo.
—No puedo —murmuró Cloe—. Tengo clase de Historia.
—Y yo de Matemáticas —dijo Trey.
—No me importa. Por una vez en sus vidas, van a faltar para que hablemos. Cloe tiene que explicarnos varias cosas. ¿No es así, amiga?
Sus mejillas se colorearon de rojo.
—Sí. —Asintió mostrando una sonrisa feliz—. Pero vayamos a nuestro lugar secreto.
Cuando llegamos al segundo piso de la biblioteca, el lugar donde nos escondíamos para chismear cuando queríamos estar a solas, nos acomodamos en el suelo con las piernas cruzadas al estilo indio formando un triángulo para estar los tres frente a frente.
Cloe se mantuvo callada mientras jugaba con una hilacha de su bolso. Lo había puesto sobre su regazo para que no viéramos su ropa interior, ya que sentada de esa manera hacía que se le viera casi todo.
Trey, quien golpeteaba el suelo con sus dedos, no aguantó más y miró a nuestra amiga. Levantó tres dedos.
—Tengo varios preguntas, chica, y me gustaría saber las respuestas. —Enarcó las cejas—. ¿Por qué faltaste ayer? ¿Cómo es que te has vestido así? ¿Y por qué pareces más feliz que nunca?
Cloe se encogió de hombros.
—Les voy a contar lo que pasó ayer. —Dejó la hilacha de su bolso tranquila y nos miró—. Todo empezó cuando Ivor me escribió para salir juntos en su auto. Todo iba bien. La conversación fluyó bastante y nos divertimos mucho, me llevó al cine y vimos una película juntos. Me invitó comida y paseamos por las calles de la mano, como dos enamorados. Me gustó mucho, de verdad que la pasé muy bien. Pero luego me invitó a su apartamento...
—Espera. —Le cortó Trey—. ¿Vive solo?
—Sí, sus padres murieron hace un par de años y ahora que tiene veintiuno vive solo. Ese no es el punto. El punto es que me invitó a su casa y... —Se puso colorada, mirando a cualquier lugar menos a nosotros—. Una cosa llevó a la otra y terminamos acostándonos.
Los ojos oscuros de Trey se abrieron en demasía.
—¿Qué? —gritó tan fuerte que pegué un salto. Lo hice callar con la mirada, no podíamos ser atrapados justo aquí y ahora, porque se suponía que estábamos en clase. Él bajó la voz pero no perdió el tono jocoso—. ¿Cómo diablos me lo cuentas así como así, mujer, quieres que me dé un patatús? Joder, casi me da un paro al corazón. Tú, Cloe, desvirgada. Y por Ivor. ¿Quién iba a pensarlo? Creí que Clara sería la primera de ustedes en perder su virginidad, era la más probable.
Le propiné un buen golpe en el brazo por hablar sandeces.
Nuestra amiga Cloe seguía sonrojada.
—Déjala en paz. —No mencioné la llamada de anoche, no iba a tirarla por la borda. La miré a los ojos, esperando no incomodarla con mi siguiente pregunta—. ¿Se cuidaron?
—Claro que sí.
—¿Y? —preguntó Trey con las cejas alzadas, casi divertido—. ¿Cómo fue tu primera vez? ¿Hubo pasión? ¿Viste las estrellas? ¿Repitieron? Cuéntanos, mujer.
Los ojos marrones de mi amigo brillaban como si fuera la noche de Navidad. Era obvio que era el más cotilla de los tres. De eso no cabía duda. Nuestra amiga Cloe parecía estar soñando aún porque sonrió mirando a lo lejos y soltó un suspiro como una enamorada empedernida.
—Fue mágico. Ivor me hizo sentir muy bien en todo momento. —Se encogió de hombros—. No voy a dar detalles como tanto quieres, solo diré que fue el mejor momento de mi vida.
Con un suspiro más de su parte, Trey me lanzó una mirada de reojo.
—No me digas que te has enamorado. —Cloe se quedó callada ante sus palabras. Trey negó, tomando la mano de nuestra amiga con delicadeza entre las suyas—. A ver, mi niña, puede que ese hombre te haya quitado la virgnidad y te haya tratado mejor que a una reina, pero tienes que darte cuenta de que es un hombre. Y la mayoría de ellos solo buscan sexo, luego pasan a la siguiente y se olvidan de ti más rápido de lo que duró el polvo. Así que no te hagas muchas ilusiones. Además, Ivor tiene pinta de ser de los que no se enamoran.
Atiné a darle un golpe en su hombro, para este momento seguro su brazo estaba con moretones pero no dijo nada. Lo miré mal.
—No la traumes.
—Cloe tiene que abrir los ojos y dejar de ser ingenua.
—Pero no le hables así tan duro, no seas bruto. Déjala que viva su vida a su manera.
—No, Clara, tiene que entender que la vida no es color de rosa.
—Ella está justo aquí y no le gusta que hablen de ella en tercera persona —espetó Cloe cruzándose de brazos mirándonos mal—. Sé lo que hago. Sé que Ivor no está enamorado de mí. Solo quería sentir por un segundo eso de que todas las chicas hablan. Además, he planeado perder mi virginidad desde siempre, solo que no tenía a nadie para hacerlo.
—¿Y qué hay de Roger? —Trey hizo la pregunta que estaba a punto de hacer. Roger era el exnovio de Cloe, salieron por varios meses durante nuestro segundo año hasta que los padres de Roger fueron transferidos a otra ciudad y tuvieron que mudarse. Cloe quedó destrozada, fue su primer novio y su primer beso. Solo que nunca cruzaron la barrera por el temor de Cloe—. Lloraste como una Magdalena por meses. Estabas enamorada de ese chico.
—Creí estarlo —aclaró ella—. Y no quería perder la virgnidad con él porque estaba demasiado desesperado como para hacerlo y yo quería esperar hasta que fuera el momento correcto. Obviamente hice bien porque mi momento con Ivor fue perfecto.
Trey rodó los ojos.
—Solo... no te enamores de él, ¿sí? Podría romperte el corazón, no lo conoces muy bien y ni siquiera son novios. No te hagas ilusiones.
Cloe soltó otro suspiro, el tercero de la tarde.
—Demasiado tarde, amigo.
—Mierda.
Sí, «mierda» era la palabra correcta para esta situación.
☾ ☾ ☾
Esperar tres horas luego de clases hubiera sido una tortura para mí si no hubiera traído mi Kindle. Pero por suerte había recordado cargarlo por la noche para traerlo y usarlo en aquel momento, en la biblioteca, donde esperaba por Dave para hacer el trabajo de Biología. Él estaba en su entrenamiento diario de fútbol mientras que yo estaba desparramada en uno de los sillones de la biblioteca leyendo un libro sobre un asesino que se enamoraba de su terapeuta. Amaba leer libros de cualquier género que tuviera romance, esos eran mis favoritos. Y había encontrado el compañero perfecto para esta tarde.
Hasta que mi celular vibró.
Leí el mensaje en la pantalla, era del grupo de WhatsApp de mis amigos.
Trey: Estoy en el entrenamiento, ¿por qué no vienen?
Cloe: Ivor me recogerá.
Yo: Estoy esperando a Dave, tenemos que hacer un trabajo de Biología.
Trey: Estás loca, Cloe.
Trey: Ven conmigo, Clara, me aburro solo.
Yo: ¿Qué haces allá?
Trey: Estoy espiando a Ethan Banks.
Cloe: No es gay, por si acaso.
Trey: Permíteme soñar. Solo lo estoy viendo jugar fútbol. Juega de maravilla, igual que Dave Jordan. Mala suerte que a Clara ya no le importe más.
Yo: No lo hace.
Trey: Aun así deberías venir, me aburro.
Lo pensé mucho antes de tomar una decisión. En cualquier otro momento, hace unas semanas, hubiera aceptado sin dudar. ¿Ver a Dave Jordan jugar fútbol mientras corría por la cancha? No hubiera dudado en ir, pero ahora ya no me interesaba. Así que caminé con lentitud en dirección a la cancha de fútbol, estaba reacia a ir. No quería que Dave pensara que estaba yendo por él. Pero tampoco podía basar mi vida de acuerdo a lo que él creía.
Encontré a mi mejor amigo sentado en las primeras bancas, cerca al borde de la cancha, mirando con concentración el partido que se desarrollaba frente a nosotros. Me acerqué a su lado, dejándome caer con un suspiro.
—Me sacaste de la biblioteca.
Me miró de reojo, estaba mirando al número 19 en la cancha. A Ethan Banks, un chico heterosexual seguro de sí mismo, fuera del alcance de mi amigo.
—No te hagas la santa, si hubiera sido hace un par de meses hubieras corrido aquí sin dudarlo.
—Eran otros tiempos.
—Sí que lo eran. —Volteó a verme cuando saqué el Kindle de su estuche dentro de mi bolso—. No me digas que te pondrás a leer justo ahora.
—¿Tiene algo de malo?
—Hay chicos sexys delante de nosotros, jugando fútbol americano, corriendo por la cancha mientras sudan y se quitan la camiseta. ¿Qué es más importante que eso?
Quise golpearlo pero de nada serviría.
—Mi Kindle. —Lo agité delante de él—. Solo vine aquí para hacerte compañía.
Murmuró maldiciones en voz baja pero por suerte me dejó en paz volviendo su rostro al partido. Estar aquí no fue una buena decisión, no mientras intentaba leer, había mucho ruido. Desde los gritos del entrenador Johnson hasta el silbato que usaba para alertarle a algún jugador su mal desempeño. Escuché gritos de los futbolistas y las animadoras que también practicaban al lado de la cancha, agitando sus pompones y sonriendo como si estuvieran en una filmación.
Lissandra, su mejor amiga y fiel seguidora Sarah estaba con ella; y por supuesto, Rose. La Rose Miller. Todas ellas con sus uniformes demasiado pequeños como para mostrarse así en público, pero ¿quién era yo para juzgarlas? Además, si tuviera piernas largas y bronceadas como ellas, tampoco dudaría en ponerme esa minifalda con mucho orgullo.
Trey, a mi lado, se inclinó susurrando mientras intentaba concentrarme.
—Dave te está mirando.
Parpadeé.
—¿Y?
—Pues parece que le gustas. —Se rio—. Quién lo hubiera dicho. Antes, cuando estabas locamente enamorada de él, ni siquiera te daba bola. Ahora que estás de novia con Jayden, su mejor amigo, te mira como si fuera él el enamorado empedernido. El destino puede besarte el trasero.
No quise darle mucha importancia a sus palabras, especialmente cuando poco me importaba Dave, pero cuando alcé la mirada, me di cuenta que sus ojos estaban puestos en mí. Me sonrió de lado y continuó corriendo por la cancha, persiguiendo a otro jugador. Las palabras que Jayden me había dicho hacía unas semanas cruzaron mi mente: A Dave le gustan las chicas con novio. ¿Quién hubiera imaginado que se fijaría en mí luego de haber sido mi platónico por muchos años?
Realmente el destino era caprichoso.
—Estoy con Jayden y soy muy feliz —aclaré con una sonrisa en mi rostro—. Dave ya no me importa. Ni un poco.
Trey abrió los ojos de más, mirando a algo en la cancha.
—Puedes decírselo tú misma, viene hacia acá.
Volteé tan rápido que podría haber sentido un latigazo cervical. Y efectivamente, Dave corría hacia aquí. Todos los demás jugadores se acercaron a las bancas opuestas a tomar un poco de agua y refrescarse. Todos menos Dave.
Se detuvo frente a nosotros, pero solo me miró a mí.
—¿Impaciente por verme?
—Solo acompañaba a Trey. —Volteé hacia mi amigo pero él ya estaba de camino a encontrarse con Ethan, quien tomaba de su botella de agua sin ninguna delicadeza. Volví hacia Dave encontrándome con su sonrisa socarrona, la que apostaba a que muchas chicas se derretían. Hubiera sido una de ellas meses atrás. Intenté no ponerme nerviosa, no por su cercanía, sino porque no quería darle falsas esperanzas. No estaba aquí por él—. Estaba esperando en la biblioteca pero me pidió que viniera.
—Entonces la cita puede empezar antes.
—¿Qué?
—La cita de estudio —aclaró sin dejar su sonrisa.
—No es necesario, puedes terminar tu entrenamiento.
—El entrenador lo dio por terminado. —En la mano tenía una toalla con la que se secó el rostro. Hizo un movimiento de cabeza que despeinó su cabello mojado. No negaba que Dave era guapísimo, seguro de sí mismo y el más popular del instituto. Tenía carisma y era amado por todos, pero recién ahora, podía darme cuenta que no era tan perfecto como se pintaba así mismo—. Deja que me cambie y vamos.
—¿Nos encontramos en la biblioteca?
—Pensé mejor en ir a otro lugar..., podríamos ir a mi casa. Así estamos más tranquilos.
Una parte de mí quiso negarse rotundamente. Pero la biblioteca cerraba a las seis de la tarde y eso nos daba poco tiempo de margen. Además, Dave vivía muy cerca a mi casa, así que era una buena opción. No lo pensé mucho cuando asentí.
—Sí, claro. Luego puedo irme caminando a mi casa.
—Yo te llevo, sabes que me gusta ayudar a damiselas en apuros.
Forcé una risita.
—Ya, claro.
—Ya vengo, iré a cambiarme rápido.
Con un guiño de su parte, se fue hacia los vestidores para cambiarse. Mi mejor amigo Trey se había perdido y casualmente Ethan también. Arqueé una ceja ante aquello, pero no lo pensé mucho y seguí con lo mío, concentrándome en el Kindle que portaba en mi mano. Me había distraído tanto que había leído y releído aquella página unas mil veces.
—Así que irás a la casa de Dave. —Una voz me hizo saltar en mi asiento, alertándome que no estaba sola. Cuando alcé los ojos, me topé con los marrones de Lissandra. Seguía con el uniforme de las porristas, mostrando su cintura esbelta con orgullo y portando pompones en cada mano. Su coleta alta y rubia hacía ver sus pómulos mucho más definidos. No dije nada, no quería darle cuerda a su locura. Por supuesto, ella no captó la indirecta—. Hace unas semanas Jayden ni Dave te miraban, ahora ambos están sobre ti como dos perros. ¿No te hace sospechar?
Apreté mi Kindle con fuerza, luego lo solté en mi regazo para que no fuera el blanco de mi furia.
—Lo único sospechoso es que me estés hablando.
Se cruzó de brazos, mirando a ambos lados.
—Solo te advertiré algo, no porque seamos amigas, sino como mujeres maduras que somos. —Casi me burlé ante aquella palabra. ¿Qué sabía ella de madurez cuando me había acorralado en el baño para obligarme a terminar con Jayden?—. Ten cuidado. No puedes jugar con esos dos chicos, especialmente con Dave. Tarde o temprano te quemarás. Mírame a mí.
Sus palabras encendieron un foco en mi mente.
—¿Tú... te metiste con Dave? —pregunté en un susurro para no llamar la atención de las porristas que estaban no muy lejos de nosotras—. ¿Es por eso que Jayden te detesta tanto?
—No es de tu incumbencia —espetó adoptando una expresión de furia. ¿Había dado en el clavo..., o no? Luego relajó su rostro y sonrió con falsa simpatía—. Solo te di una advertencia, depende de ti hacerme caso o no. —Se encogió de hombros—. Ese fue el final de nuestra tregua. Adiós, perdedora.
Se alejó hacia sus amigas las porristas mientras yo le sacaba el dedo medio a su espalda. Quería agarrar su coleta rubia y arrastrarla por el piso, pero no era una persona violenta así que me calmé tomando varias inspiraciones.
—Solo está dolida. —Nuevamente salté cuando, por segunda vez en pocos minutos, alguien acechaba a mi lado. Volteé para ver a Dave con una camiseta nueva y pantalones deportivos, su cabello seguía mojado y ligeramente despeinado. Me pregunté en qué momento se había acercado y oído mi conversación con Lissa, pero no lo dije en voz alta, esperé a que continuara—. Jayden es mi mejor amigo y nunca me metería con su novia. Por mucho que me haya coqueteado.
—¿Lissandra te coqueteó? —Asintió, viéndose incómodo—. ¿Estando de novia con Jayden?
—Se ve que no conoces a Lissa. Le gusta ser el centro de atención y coquetear con todo el mundo. Jayden terminó con ella por eso. Nunca lo respetó, ni siquiera al comienzo de la relación, siempre fue así. Él creyó que iba a cambiar por estar con él, pero ni así lo hizo. —Volteó a verla y yo hice lo mismo. Como para probar sus palabras, Lissandra estaba apoyada en el hombro de Oliver, otro jugador de futbol, conversando tan cerca de él que sus pechos se rozaban—. Ahora quiere recuperarlo, pero no puede dejar de ser ella misma.
No sabía si confiar en las palabras de Dave o Lissandra. Dave era el mejor amigo de Jayden, se suponía que debía ser leal a él y no dejarse llevar por ningún instinto y meterse con Lissandra. Ella, por otro lado, debía ser fiel a Jayden y no meterse con su mejor amigo. Además, me advirtió sobre Dave como si él fuera el malo de la historia.
Ambos podrían estar mintiendo para salvar sus pellejos.
Pero una cosa era segura, uno de ellos dos decía la verdad.
¿Quién podría ser?
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