18 | REVELACIONES IMPACTANTES
Con aquella revelación sentí que el mundo en el que estaba no era el mismo. Que mi mejor amiga a la que había conocido toda mi vida, no era ella. Que los recuerdos a su lado, no eran como los recordaba. Que los hechos escritos en sus diarios, no eran realmente recuerdos.
Y que su muerte, ahora podría tener sentido.
Toda mi vida a su lado, como la recordaba, empezaba a pasar por mi mente recordando cada momento a su lado, analizando cada conversación, cada palabra suya y cada comportamiento extraño. No tenía idea en qué consistía la bipolaridad, había oído hablar de ella pero eso no significaba que era un experta en el tema. Además, nunca la vi diferente. Mia era una persona llena de vida, alegre a más no poder, y sí; tuvo momentos tristes como todos, pero nunca la vi experimentar momentos de depresión. Era una chica tan alegre que a veces me sorprendía su expresividad y la forma en cómo se tomaba la vida, como si todo fuera color de rosa. En su inocencia había mucha felicidad, así que la noticia de su bipolaridad me caía como un baldazo de agua fría en la cabeza.
—Yo... no tenía ni idea. —Empujé el tazón de palomitas de maíz lejos de nosotros y me volteé para sentarme en el regazo de Jayden, mirándolo de frente porque era un tema delicado y necesitaba mirarlo a los ojos para esto—. Nunca lo supe, Mia jamás me lo dijo.
—Ella no quería que nadie lo supiera. Se lo diagnosticaron a los quince años, dos años antes del... del incidente. —Jayden odiaba decir la palabra «suicidio», no lo culpaba. A mí se me escarapelaba el cuerpo cuando lo decía—. Siempre pensamos que en sus días malos, como le llamábamos a los momentos de tristeza; cuando no quería salir de su dormitorio, era un síntoma de su felicidad extrema. Como cuando estás tan feliz llega un momento donde caes, pero no supimos que era bipolaridad hasta que tuvo un par de episodios psicóticos, donde creía ver o escuchar cosas. La llevamos a un psiquiatra y la diagnosticó con bipolaridad tipo I. Tenía momentos donde estaba feliz, casi eufórica, y las siguientes semanas no podía levantarse de la cama. Estaba extrañamente irritada, renegaba con todos y no quería salir a la calle. Gritaba y se desesperaba hasta el punto que no quería comer. Ahí es cuando supimos que no era normal. Sus reacciones no lo eran.
—Lo recuerdo —comenté perdiéndome en mis recuerdos—. Recuerdo que faltaba al instituto por varios días, pero luego se ponía al día tan rápido que no parecía haberse perdido nunca las clases. Aunque Mia jamás me comentó sobre esos episodios de depresión, simplemente decía que se levantaba tarde y que no le apetecía venir, o muchas veces puso la excusa de que acompañaba a su mamá a sus quimioterapias.
—Duraron poco porque la tratamos a tiempo y estuvo medicada hasta el final. Pero sospecho que al último dejó de tomar sus pastillas, porque encontré el frasco lleno.
Bajé la cabeza, sintiéndome mal.
—Joder, he sido una pésima mejor amiga. Creí que sus episodios de bajón eran por algo que le pasaba con su novio, por alguna pelea o algo así, nunca creí que fuera algo mucho más grande.
—Pienso que su novio fue el causante de por qué dejó de tomar su medicina. —Apretó sus manos mirando hacia un lado. Jayden realmente creía que Damien era el culpable, incluso si no sabía que él fue el novio de Mia. Una gran parte de mí quería confesarlo, pero le había hecho aquella promesa a mi mejor amiga y no quería romperla. Nosotras nunca rompíamos nuestros juramentos, no desde que aprendimos el significado de aquello.
—Gracias por contármelo.
Apretó los labios volteando a verme con la mirada triste.
—No quise ocultártelo tanto tiempo, pero Mia me hizo jurarle que jamás te lo diría.
Aquellas palabras hicieron un agujero en mi corazón, porque acababa de romper la promesa que le hizo a su hermana solo para que no hubiera secreto entre nosotros.
¿Cómo podía ser yo diferente a él?
Abrí la boca para decírselo, dispuesta a hacer lo mismo que él había hecho, pero la puerta de entrada se abrió inesperadamente y yo caí a un costado con miedo a mi mamá vea que estaba sobre él. Ella entró sonriente, pero cuando nos vio tan juntos en el sofá alzó las cejas.
—Buenas noches, chicos.
Encendió las luces porque estábamos a oscuras.
—Hola, mamá. —Seguro mis mejillas estaban rojas por haber sido captada en el momento, pero si mi madre lo notó no dijo nada.
—Salí antes del trabajo porque la reunión terminó antes. ¿Quieren pedir algo de comida? Muero por una pizza.
Jayden y yo nos miramos, nuestra tarde de pelis arruinada por la presencia de mi mamá. ¿Qué podía hacer en mi caso? Simplemente asentí hacia ella cosa que la hizo sonreír. Dejó su maletín en la encimera de la cocina y tomó su celular, se fue hablando por teléfono hacia su dormitorio, pidiendo la pizza en el camino.
—Perdón —murmuré con una mueca en los labios—. Supongo que tendremos alguna otra noche de pelis solo los dos.
—Tenlo por seguro, princesa. —Tocó mi nariz con su dedo índico haciéndome sonreír.
El tema de Mia persistía en mi mente. La pregunta del millón era, ¿cómo no me había dado cuenta? ¿Había estado tan ciega a las señales? Bueno, era una adolescente un año menor que ella, y como no vivía a su lado, no tenía idea de todo lo que pasaba con Mia. Así que por ese lado estaba justificada. Pero la idea de que mi mejor amiga haya sufrido me puso tan triste que no noté cuando mi mamá se acercó por detrás.
—¿Todo bien, cariño? —preguntó mientras yo parpadeaba para salir de los recuerdos. Mi mamá estaba vestida con ropa para estar en casa, una camiseta ancha y unos pantalones de lona una talla más grande que ella. Me abrazó de lado mientras Jayden iba a la cocina para lavar el tazón vacío de palomitas, se lo había terminado todo él solo—. ¿Hay algún problema?
—No, ninguno, ma —mentí.
¿Ella sabría sobre Mia?
Estaba segura de que sí. Tía Susan y ella eran mejores amigas, sabían todo de ellas desde siempre, así que seguro mamá sabía sobre la bipolaridad de Mia. Me pregunté por qué nunca me lo dijeron, ¿tendrían miedo de mi reacción o solo querían cuidarla? De cualquier manera, me apenaba no haber estado para ella en sus momentos depresivos. Como cualquier mejor amiga, quería estar a su lado en los momentos buenos y malos.
Me consolaba saber que la había ayudado incluso cuando no sabía que lo hacía.
—He pedido pizzas para los tres. —Mamá se sentó a mi lado izquierdo, dejando un espacio vacío para Jayden al otro lado de ella, lo que significaba que Jayden y yo estaríamos separados. Tomó el control remoto y apretó varios botones mirando el televisor fijamente—. ¿Qué tal si vemos esta película? Dicen que es muy buena.
En realidad no tenía ganas de ver una película ni mucho menos sentarme frente al televisor por un par horas cuando lo único que quería era seguir preguntándole a Jayden más sobre Mia, pero por la mirada ilusionada de mamá no tuve más remedio que asentir, apoyándome en su hombro. Jayden salió de la cocina y al verme al lado de mamá no tuvo más remedio que sentarse al otro extremo de ella, lejos de mí. Me dedicó una sonrisa sardónica negando con la cabeza.
—¡Ya sé! —gritó mamá sin dejar de apretar botones en el control remoto—. Veamos esta película. Era la favorita de Susan.
En la pantalla se veía a Tom Cruise con lentes de aviador posando para Top Gun. Miré a mi mamá de lado, preguntándome si todo estaba bien. La última vez que vimos esta peli recuerdo haberme acurrucado junto a tía Susan mientras ella susurraba en voz baja algunos diálogos de memoria. Era su película favorita en el mundo y siempre nos obligaba a verla a mamá y a mí cuando la visitábamos en su casa. Habían pasado algunos meses desde aquella última vez y no sabía si podría verla sin recordar a tía Susan.
Jayden soltó un suspiro.
—Veámosla.
Mamá no dudó en darle al «play».
En los siguientes minutos estuvimos concentrados en el televisor hasta que llegamos a la parte donde tía Susa repetía los diálogos y no pude evitar quebrarme, llorando en silencio mientras veía a través de mis ojos cristalinos a los actores en pantalla. Sentí que alguien me tocaba por el hombro, no fue hasta que giré mi rostro que me encontré con el brazo de Jayden cerca al mío, con la mano acariciando mi cuello y toda esa zona con una delicadeza que me dejó deseando más.
Su toque fue suficiente para dejar de llorar.
Mamá a mi lado tenía la mirada fija en el televisor sin darse cuenta que Jayden me tocaba. A juzgar por sus ojos igual de cristalinos que los míos pude deducir que ella estaba igual de afectada que yo. No entendía cómo Jayden podía estar consolándome cuando debería ser al revés, pero agradecí profundamente su apoyo silencioso.
Luego de un momento la pizza llegó, cortando abruptamente nuestro momento sensible. Mamá estuvo satisfecha con un par de tajadas de pizza, mientras que Jayden y yo nos comimos casi una caja entera cada uno, a lo que mamá nos miró sorprendida. Vimos la película hasta que terminó y nuestros ojos estuvieron rojos por tanto llorar, no por la trama en sí, sino por haber recordado a tía Susan. Su muerte era demasiado reciente y era inevitable no soltar lágrimas al ver su película favorita sin ella a nuestro lado.
Mamá, que no quería que la viéramos llorando, se despidió rápidamente de nosotros y se metió a su dormitorio dejándonos solos a Jayden y a mí, aún arropados por la manta que ella había traído para cubrirnos a pesar de la calefacción de la casa. Incliné mi cabeza hacia Jayden y suspiré viendo los créditos de la película pasar lentamente por la pantalla. Mi cabeza estaba llena de información, la distracción de la peli no fue suficiente para sacar de mi mente lo que Jayden me había confesado sobre Mia antes de que mi madre llegara.
Traté de aclarar el asunto en mi mente.
¿Acaso el diario oculto que había encontrado en el cuaderno de Literatura de Mia había sido escrito bajo las influencias de su depresión y alucinaciones?
De cualquier manera no iba a poder descubrirlo por mi cuenta, así que tomé aire y exhalé antes de alzar la cabeza y mirar a Jayden quien devoraba con avidez el último pedazo de pizza de la caja.
—Tengo algo que decirte.
Dejó de masticar.
—¿Mmm?
—Espera un momento. —Me puse de pie tirando la manta de felpa al suelo y corriendo hacia mi habitación. Cogí el cuaderno de Mia y volví corriendo a la sala, donde Jayden terminaba de dar los últimos mordiscos a su pizza. Le tendí el cuaderno con una mueca en los labios y el corazón palpitándome rápidamente por temor a su reacción—. Lee lo que hay aquí.
Se limpió las manos en las servilletas de papel y tomó el cuaderno con el ceño fruncido, confundido.
—¿Leo sus apuntes? —Abrió las primera páginas, a la letra ordenada y pulcra de Mia, pero negué, adelantando las hojas hasta casi el final. El lugar donde ella escribía con lapicera negra y letra desordenada, como si no fuera ella misma. Los ojos de Jayden se entrecerraron al notar los garabatos—. ¿Qué es esto, princesa?
Me mordí las uñas antes de hablar.
—Creo que encontré su verdadero diario.
Jayden no respondió.
Su mirada verde escaneó las letras y comenzó a leerlas en voz alta, luego se detuvo en la primera entrada, cuando las palabras fueron oscureciéndose en un tono melancólico, para nada propio de Mia. Noté que su mandíbula se apretaba conforme leía las entradas del diario de su hermana. Sus dedos apretaron el cuaderno con fuerza mientras seguía su lectura hasta el final. Cuando terminó no quedó nada del Jayden tranquilo, en sus ojos noté una furia contenida, una que parecía a punto de estallar.
—Entonces es verdad. —Fue todo lo dijo, en un tono bajo amenazador.
—¿Verdad qué cosa?
Soltó el cuaderno y volteó a verme. Sus ojos estaban oscurecidos, desprovistos del brillo que últimamente había salido a relucir cuando estábamos juntos.
—Que su novio abusaba de ella.
Me llevé las manos a la cabeza.
—Eso no es cierto. Él no abusaba de ella.
Damien no lo hacía, ¿verdad? No podría haberlo hecho, había sido testigo de su amor por ella y me era inconcebible que pudiera dañarla de alguna manera. Así que esa acusación era demasiado turbia como para incluso pensar en ella.
—¿Por qué lo defiendes tanto? —Su voz sonó más fuerte, alzándola hasta el punto de dejarme helada por lo furioso que estaba—. ¿Por qué te empeñas en defender a esa basura sabiendo lo que le hizo a mi hermanita?
—Porque no puede ser él. Él no lo hizo.
—¿Cómo estás tan segura?
—Porque él la amaba —susurré bajo el escrutinio furioso de Jayden.
—Si la amaba tanto, ¿por qué diablos me escondes su identidad? —Empezó a negar con la cabeza—. Sé que sabes quién es y quiero que me lo digas en este momento, Clara. ¿Quien fue el novio de Mia? —Empecé a negar con la cabeza, las aletas de su nariz se ensancharon como si fuera un toro tomando impulso para atravesarme—. Dilo de una vez, joder. Tengo todo el derecho del mundo a saberlo.
—No puedo romper una promesa, Jayden.
—Pero sí puedes ocultar a un abusador, ¿no? —Se puso de pie, tirando el cuaderno de Mia al suelo con un sonido sordo que no prestó atención. Sus ojos furiosos estaban puestos en mí mientras me hablaba con fiereza desde su gran altura mientras yo me sentía un ciervo frente a los faros de un camión que venía a toda velocidad—. Dime quién mierda es y acabemos con esto.
Mis ojos empezaron a aguarse.
—Jayden, no puedo —murmuré con hilo de voz, demasiado aterrada para decirlo más fuerte.
—¡Sí que puedes! —Levantó el cuaderno del suelo y lo agitó frente a mi rostro—. ¿Has leído lo que está escrito aquí? ¿No te das cuenta que Mia sufrió bastante hasta el punto de quitarse la vida, y tú no puedes decir la identidad de su abusador por un juramento que podrías romper para hacerle justicia? ¿No es eso lo que quieres? ¿Llegar a la verdad igual que yo? ¡Entonces confiesa de una puta vez!
Estaba tan agitado que su pecho subía y bajaba con rapidez. No lo justificaba por hablarme así, pero estaba tan alterado por su hermana que terminé derramando la verdad y rompiendo el juramento que le hice a mi mejor amiga.
—Damien Keller.
—¿Qué?
Alcé la mirada al escuchar su voz rota. En ese momento Jayden me miró como si no supiera quién era, como si no pudiera creer que era yo frente a él.
—Su exnovio es Damien Keller.
Negó con la cabeza, casi sonriendo, pero no había ni una pizca de diversión en ese gesto.
—Me mentiste.
—Lo siento. —La tristeza estaba impregnada en mi voz—. No quería que supieras que ya lo conocía porque ibas a sumar dos más dos y te enterarías de la verdad, por eso mentí cuando dije que no lo conocía.
—No puedo creerlo.
Apretó las manos en puños y se dirigió a su dormitorio. Me puse de pie y lo seguí, pero choqué contra él en mitad del pasillo cuando salía, en su mano portaba la llave de su moto.
—¿A dónde vas?
—No estorbes, Clara, no estoy de humor.
—Déjame ir contigo.
—No.
—Sé que vas a querer golpearlo, pero no creo que él sea culpable.
—¿Ah no, y por qué? ¡Mia estaba muy bien hasta que él apareció! —Intenté detenerlo colocando mis manos contra su pecho pero era una pared inamovible, así que me hice a un lado para seguirlo de cerca. Estaba vestida con una sudadera negra y unos pantalones anchos para estar más cómoda, pero nada de eso impidió que lo siguiera fuera de la casa, cerrando la puerta en silencio a mis espaldas mientras Jayden seguía despotricando en voz baja dirigiéndose a su motocicleta estacionada al lado de la acera. Hice un último intento poniéndome delante de la moto, ignorando la rabia que emanaba de él en oleadas—. Quítate, Clara. No te lo voy a pedir dos veces.
—No hagas una locura —supliqué, luego me quité de en medio con un suspiro—. Iré contigo.
—Te he dicho que no.
Tomé su mano antes de que subiera a la moto y lo obligué a mirarme.
—Sé que estás molesto conmigo ahora mismo, pero no voy a dejar que hagas una locura. Así que iré contigo quieras o no.
Me subí detrás de él, y a pesar de que Jayden estaba enfadado conmigo, me tendió el casco que yo siempre usaba y me ayudó a ponérmelo. En veinte minutos estuvimos fuera de la casa de Lissandra, el lugar que compartía con Damien, su hermanastro; cuando él regresaba de la universidad como lo había hecho ahora. Las luces de la gran mansión estaban encendidas indicándonos que aún seguían despiertos. No era tan tarde en la noche, pero aparecer por aquí sin haber sido invitados me dejaba un mal sabor en la boca, especialmente debido al motivo por el cual vinimos.
Estaba segura de que Jayden no iba a tomar el té con Damien, así que me aseguré de acompañarlo hasta la puerta incluso cuando me lanzó una mirada mortal que parecía querer enterrarme tres metros bajo tierra. Me mantuve firme a su lado al mismo tiempo que él tocaba el timbre de la casa, el sonido resonando con fuerza desde adentro.
No tuvimos que esperar mucho para que la puerta se abriera revelando a una chica menuda con uniforme de sirvienta. ¿Esos uniformes seguían usándose? Parecían de un siglo anterior, especialmente con los colores blanco y negro que portaba.
—¿Está Damien? —preguntó Jayden con más dureza de lo usual.
—Sí, está en su... —No terminó de hablar porque Jayden empujó la puerta y entró, bajo la mirada atónita de la chica—. Espere, joven, no puede entrar sin avisarle al señorito Damien.
—Soy su amigo —murmuró con desdén subiendo las escaleras del vestíbulo. Corrí detrás de Jayden lanzándole una mirada de disculpas a la pobre chica. El mármol del suelo brillaba reluciente bajo las suelas de mis zapatillas. La sirvienta cerró la puerta y nos miraba como halcón sin saber cómo reaccionar ante nuestro exabrupto.
Jayden parecía conocer la casa a la perfección —y no dejé que eso me molestara mucho— cuando se detuvo ante una puerta en el gran pasillo del segundo piso. Ni siquiera tocó la puerta, cosa que me puso los nervios de punta, sino que abrió con ímpetu tirando la puerta contra la pared. El marco y las bisagras temblaron bajo el fuerte golpe.
Me asomé notando a Damien tirado en la cama hablando por teléfono. Al ver a Jayden detuvo su sonrisa, como si supiera que algo malo pasaba al mirar el semblante de mi novio. No podía verlo porque estaba detrás de él, pero apostaba a que se veía aterrador.
—¿Qué estás haciendo aquí, Jay? —Damien se puso de pie, colgando con quien sea que estuviera al otro lado de la línea.
Jayden no se lo pensó dos veces.
Se acercó a Damien y lo golpeo en la cara, con fuerza. El pobre chico cayó como si fuera un saco de papas al suelo, pero eso no detuvo a Jayden. Saltó sobre él, en el suelo, y comenzó a golpearlo con rabia mientras gritaba.
—¡Eres un maldito enfermo, basura! —El sonido de golpe contra carne me puso enferma. Grité aterrada sin saber cómo separarlos, pero no había manera, Jayden estaba fuera de sí y ensimismado con golpear a Damien, que parecía defenderse tratando de quitarse a mi novio de encima—. ¡Te voy a matar así como mataste a mi hermana!
—¿Estás loco? —escupió Damien—. ¡Yo no la maté!
Escuché que alguien se aproximaba por el sonido de pasos en el pasillo, apareció Lissandra bajo el marco de la puerta luciendo un ridículo vestido de satén para dormir y una mascarilla facial verde en el rostro, que, en otra circunstancia; me hubiera hecho reír a carcajadas porque parecía una versión femenina de Shrek. Pero ahora estaba tan asustada de que los chicos se fueran a matar que la miré con miedo señalando la bola de cuerpos de su hermano y mi novio.
—¡Se están matando! —grité—. ¡Haz algo!
Lissandra apartó su cabello rubio mirándome con bronca.
—¿Qué rayos hiciste ahora?
—¡No hice nada, están así por Mia!
—¿Por esa loca? —bufó—. Maldita sea Damien por meterse con ella.
Se acercó a los chicos que luchaban en el suelo y gritó con fuerza.
—¡Ya basta!
Ninguno le hizo caso.
—Toma a Damien, yo a Jayden —le aconsejé acercándome.
No era la mayor fan de Lissandra, pero la necesitaba para separarlos antes de que realmente terminaran muertos, o cerca de estarlo. Me agaché para coger el brazo de Jayden con todas mis fuerzas e instruí a que ella hiciera lo mismo con su hermano. Ambas los separamos al mismo tiempo, los dos chicos jadeaban por el esfuerzo mientras sus rostros estaban llenos de sangre y sudor. El labio superior de Jayden estaba roto, de allí emanaba sangre y parte de su ojo estaba hinchado, Damien se llevaba la peor parte. Todo su rostro estaba magullado y apenas podía mantener los ojos abiertos por los golpes de Jayden.
—¿Qué mierda te pasa? —Empujé a Jayden por el pecho cuando quiso lanzarse nuevamente contra Damien—. Basta ya, no vas a conseguir nada a los golpes, idiota.
—¿Se puede saber qué rayos está pasando aquí? —preguntó Lissandra mirando a su hermano asustada, sin querer tocar los cortes en su rostro.
—Esto es entre él y yo —sentenció Jayden—. No se metan.
Lissandra se llevó una mano a la cintura.
—Estás en mi casa, Jay, y golpeando a mi hermano. Claro que me voy a meter. —Damien estaba de pie a penas, casi tambaleándose. Lissandra lo ayudó a sentarse en su cama y se agachó a su altura para inspeccionar sus heridas—. Voy a traer el botiquín, ya vuelvo. Y nada de peleas.
Se fue por donde vino dejándome a solas con los dos golpeadores.
Jayden ya no estaba en posición de defensa como hacía un rato, pero parecía que la rabia aún emanaba de él, porque estaba rígido bajo mi tacto. Intenté sentarlo en la cama, al lado de Damien, pero decidió seguir de pie mirando a su amigo —o ex amigo— con una mirada mortal que dejaría a cualquiera temblando como una hoja de papel.
Menos a Damien, que examinaba su mano cortada como si su vida dependiera de ello. Segundos después, en completo silencio, apareció Lissandra con un botiquín de primeros auxilios. Se lo arrebaté de las manos y lo abrí para sacar lo necesario.
—Gracias, haré esto sola.
—¿Estás loca? —increpó incrédula—. Yo puedo curar las heridas de ambos, ya te puedes ir. Adiós.
—Clara se queda —dijo Damien, volteando a verme por primera vez, y sin mirar a su hermana, habló—. Puedes irte, Liss, quiero hablar a solas con ellos.
—Pero yo quiero estar aquí —dijo ella haciendo puchero como una niña pequeña.
Traté muy fuerte de no rodar los ojos.
—Vete, Liss.
Con un pisotón y una mirada altanera, salió de la habitación de Damien cerrando la puerta a nuestras espaldas con un fuerte golpe que me hizo saltar en mi lugar.
Nos quedamos los tres en silencio mientras alzaba la mano y limpiaba la herida de Jayden en el labio. Siseó entre dientes ante el contacto del alcohol con su piel pero luego estuvo callado cuando le apliqué una pomada para el dolor. Luego intenté limpiar las heridas de Damien, pero Jayden me quitó el botiquín y se lo lanzó a su amigo para que él mismo lo hiciera.
—Ni siquiera voy a preguntar cómo te enteraste sobre mi relación con Mia —empezó Damien a hablar mientras dejaba el botiquín en la cama, lejos de su alcance. En vez de curarse las heridas decidió mirarnos a los ojos para hablar, como si hubiera esperado toda una vida para esto—. Es obvio que te lo dijo Clara. Y no te preocupes por la promesa que le hiciste a Mia, porque tarde o temprano se iba a terminar enterando.
Hubo un silencio aterrador antes de que Jayden lo rompiera.
—¿Desde cuándo? —Fue todo lo que preguntó.
—¿Desde cuándo, qué?
—¿Desde cuándo abusaste de ella?
La mirada de horror en su rostro fue suficiente respuesta para mí.
—Yo jamás abusé de ella. ¿De qué mierda estás hablando?
Jayden intentó dar un paso hacia él, pero lo detuve agarrándolo de la camiseta con fuerza.
—Hablo de todas las entradas que escribió en su cuaderno de Literatura hablando sobre un monstruo que la visitaba casi todas las noches y que abusaba de ella. —Se pasó una mano por el cabello en señal de frustración—. Te juro por Dios que si no hablas, te hundiré a ti y a toda tu familia antes de que...
—No era yo —habló fuerte cortando las palabras de Jayden.
—¿Ah no, entonces quién mierda era si no fuiste tú?
—¿Realmente quieres saberlo?
—¿Quieres recibir otro par de golpes, maldito?
—Fue tu padre. —El cuerpo de Jayden se paralizó al mismo tiempo que el mío. Sentí que la sangre dejaba de circular por mi cuerpo, aunque eso fuera imposible, pero sentí algo que me dejó paralizada por completo. Damien apretó las manos en puños mientras miraba hacia un punto fijo en la pared, como si estuviera perdido en sus recuerdos—. No lo supe hasta que vi unas manchas en sus piernas que parecían marcas de dedos. Le supliqué que me dijera quién lo había hecho, pero nunca quiso decirme hasta una noche antes de... de su muerte. Me confesó que su padre abusaba sexualmente de ella desde que era pequeña, al principio solo la tocaba, pero conforme pasaron los años y fue creciendo y desarrollándose, también fue incrementando el abuso. Se suicidó porque no aguantaba más aquello, la última llamada que tuve con Mia se despidió. No creí que lo hiciera para siempre.
Jayden se tambaleó, retrocedió hasta la pared y se sentó en el suelo mientras su mirada se perdía. Llevé una mano a mi boca y tapé un sollozo que traía atorado en la garganta luego de oír a Damien.
Todo tenía sentido ahora.
Su muerte..., no fue por nada. Mia realmente sufría. Mi amiga, mi hermana del alma, mi otra mitad había sufrido desde pequeña y yo no pude ayudarla. No pude estar para ella cuando más me necesitaba. ¿Acaso no había visto las señales? Creí conocerla mejor que nadie, pero en realidad no tenía idea con lo que estaba lidiando. ¿Cómo había estado tan ciega? Me había centrado tanto en mí que no pude ver cómo ella sufría, las palabras duras escritas en su cuaderno de Literatura mostraban realmente con lo que lidió toda su vida.
El dolor que llevaba en el pecho era demasiado como para soportarlo. Me senté de golpe en la cama mientras veía todo desdibujado debido a mis ojos llenos de lágrimas. No tenía derecho a llorar cuando ya todo había pasado, pero aún así las lágrimas bajaron por mi rostro porque no podía contenerme. No después de haberme enterado de la verdad, de la realidad de mi mejor amiga. ¿Podía llamarla así cuando en realidad no la conocía? Sabía sus gustos y cosas triviales sobre ella, pero su interior, su alma, no la conocí ni un poco.
No vi su verdadera esencia.
Había estado demasiado enceguecida como para hacerlo.
—No puede ser —susurró Jayden con un hilo de voz que me trajo al presente.
A la cruda realidad.
Me dolió saber todo lo que sufrió Mia en silencio, sin poder decírselo a nadie porque la persona en quien más debió confiar, le había arrebatado la inocencia de la peor manera. No tenía palabras para describir lo devastada que me sentía. No podía imaginar el dolor que Jayden estaba atravesando en este momento, parecía perdido, con la mirada baja y las lágrimas cayendo de sus ojos. Sus manos temblaban mientras se las llevaba a la cabeza, negando una y otra vez como si fuera un bucle sin fin.
Damien nos miraba con dolor, había cargado con aquel secreto por años y no podía imaginar todo lo que sufrió por guardarse algo así desde la muerte de Mia.
—Lo siento mucho —murmuró por lo bajo—. Ella me hizo jurarle que nunca se lo contaría a nadie, especialmente a ustedes, pero no podía quedarme con este secreto y hacerles creer que fui yo el culpable cuando no fue así.
Ninguno respondió, tanto Jayden como yo estábamos demasiado ensimismados en lo que habíamos descubierto que no tuvimos la fuerza para recriminarle por haberse guardo ese secreto tan delicado por tanto tiempo.
Jayden se puso de pie y me tomó de la mano antes de marcharse de la habitación de Damien sin decir una sola palabra. Agradecí que no me dejara sola, porque no creía tener la capacidad como para hacer otra cosa que no sea llorar, así que apreté su mano y lo seguí escaleras abajo para luego salir de la casa y montarnos en la moto. Decir que el camino a casa fue rápido sería un eufemismo, Jayden manejó como si el mismísimo diablo estuviera persiguiéndonos. Yo solo me aferré a su cintura y dejé que el viento secara mis lágrimas mientras cerraba los ojos y trataba de espantar las imágenes dolorosas que me venían a la mente sobre Mia siendo abusada cruelmente toda su vida.
Era algo que no podría sacar de mi mente en mucho tiempo.
Al llegar a casa noté que mi madre ya se había ido a dormir y todo estaba tal cual lo dejamos, con la manta en el suelo de la sala y la luz encendida mientras las cajas de pizzas seguían sobre la mesa. Nada de eso nos importaba ahora mismo, Jayden seguía sin soltar mi mano, incluso cuando caminamos hacia el pasillo. Abrió la puerta de su dormitorio exhalando un suspiro.
—¿Puedes quedarte conmigo esta noche? —preguntó en voz baja, casi temblorosa. El dolor estaba subyacente en su tono de voz.
—No hace falta que me lo pidas.
Entré con él cerrando la puerta a mis espaldas. Jayden se quitó las zapatillas y se echó en la cama, haciendo un hueco para mí a su lado, imité su acción de quitarme lo zapatos y me recosté a su lado. Al instante me pegó a su pecho y enterró la cabeza en mi hombro, pude sentir sus lágrimas calientes bajar por mi cuello. Me aferré a él dejando que las mías también salieran libremente de mis ojos, no podía seguir conteniéndome por más tiempo. Había llorado todo el camino aquí y seguía con aquel dolor angustiante en el pecho que parecía un nudo retorcido y sin remedio.
La pregunta que me hacía una y otra vez en mi mente era «¿por qué».
Al parecer, no había respuesta para ello.
🌙 🌙 🌙
Nota de autor:
Hola, siento mucho haberme tardado tanto en actualizar. Saben que estaba mal de salud porque lo publiqué por aquí y en redes sociales, pero gracias a Dios ya estoy mejor🥹🙏🏼.
A partir de ahora estaré actualizando cada semana, o antes, como siempre lo he hecho.
Gracias por quedarte hasta aquí y espero que la historia te esté gustando.
Besitos🩷
Instagram, X y Tiktok: mariejennx
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