16 | ROSTROS DEL PASADO
La vida parecía diferente a nada que hubiera experimentado antes.
Las cosas parecían de diferente color, un color más potente que antes, como si hubiera cambiado la forma de ver las cosas. Pero todo seguía igual, excepto mi vida junto a Jayden. Mientras me llevaba en la parte trasera de la moto, sentí una emoción inexplicable que solo podía compararla con la sensación de libertad cuando estaba detrás de él, con el viento azotando mi pelo mientras Jayden manejaba.
Me estaba llevando a su casa, el lugar que por ahora estaba abandonado porque no se atrevía a vivir solo desde que tía Susan murió. Me había pedido que lo acompañase porque deseaba ordenar todas las cosas que había dejado atrás.
Cuando entramos a la casa, un leve olor a humedad se asentó en mi nariz. Las tablas crujían bajo mis zapatos conforme di pasos en el interior. Las cortinas estaban cerradas haciendo que el lugar se viera oscuro, a penumbras. Jayden conectó la corriente de luz y automáticamente las luces se encendieron mostrando la sala y el comedor que tenía frente a mí. Los sofás, las sillas y la mesa estaban cubiertos por sábanas blancas para que conservasen su uso. Recordaba a mamá mencionar haberlo hecho cuando Jayden y yo estábamos en el instituto.
—¿Vienes? —preguntó Jayden señalando las escaleras que daban a su segundo piso, donde se encontraba su dormitorio y los de su familia.
Me sentí extraña estar en este lugar sin la tía Susan ni Mia, se sentía deprimente.
—Sí, vamos —contesté subiendo los escalones hasta plantarme en el pasillo. Había cuatro puertas, dos en cada lado. Las de la derecha eran dormitorios de Jayden y su hermana Mia, mientras que la puerta de la izquierda en el extremo era el baño y la otra puerta el dormitorio de tía Susan, en el que había pasado la mayor parte de los últimos meses.
Jayden tenía planeado guardar las cosas de su mamá en cajas y ordenarlas en el sótano, apiladas junto a las cajas de su hermana y su padre. Saber ese hecho heló mi sangre. ¿Cómo toda una vida podía caber en cajas? ¿Éramos tan efímeros? Cuando murió papá, mi madre guardó todas las pertenencias de papá en cajas, como si así pudiera deshacerse de su recuerdo. Ella creía que así sería más fácil dejarlo ir, pero la realidad es que su presencia estaba en toda la casa, desde el comedor hasta la sala, incluso en la cocina, cuando nos veía a mamá y a mí hornear galletas para luego dárselas a tía Susan. Así que el recuerdo nunca podía irse, eso permanecía para siempre en la memoria de una persona. Guardar sus cosas en cajas no garantizaba olvidarte de esa persona, solo lo hacían para poder seguir adelante, y a veces ni así se podía lograr.
—¿En qué piensas? —preguntó Jayden rodeándome desde atrás.
Me acerqué a su pecho, cerrando los ojos ante el asalto de su característico olor cuando rodeó mi cuerpo con sus brazos. No estaba acostumbrada a sus muestras de cariño, pero me gustaban demasiado.
—En papá —respondí con la verdad—. En tía Susan y en Mia.
Me volteó con un movimiento rápido que me desestabilizó pero él me sujetó, así que solo trastabillé porque Jayden me sujetó por la cintura pegando nuestros pechos al ras.
—Mmm, y yo creía que pensabas en mí.
Jayden como novio estaba siendo cariñoso y todo lo tierno que no era normalmente con los demás. Me gustaba ver esa faceta suya conmigo alrededor, así que disfruté de su abrazo sonriendo como una niña en el día de Navidad.
—Lo hago, todo el tiempo. Pero justo ahora pensaba en nuestra familia.
—Yo pienso en ti todo el tiempo —murmuró cerca a mi boca, sonriendo y mostrando sus hermosos hoyuelos.
No pude evitar posar un dedo en uno de esos huequitos, sonriendo cuando mi índice se ajustó a la perfección. Hice lo mismo con mi otro dedo en su otro hoyuelo.
—Adoro tus hoyuelos.
—Yo adoro todo de ti.
Miré embelesada su rostro, grabándome en mi memoria la imagen de mis dedos en sus hoyuelos que encajaban a la perfección. Luego Jayden me soltó depositando un beso en mi nariz que me hizo fruncirla con gracia.
Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta cerrada del dormitorio de su madre. Antes de que pudiera abrirla caminé detrás de él y posé una mano en su brazo. Él volteó hasta encararme nuevamente.
—No vamos a ser como esas parejas empalagosas que están todo el día besándose frente a todo el mundo y haciéndose arrumacos, ¿verdad? —pregunté asustada. O casi.
—No si tú no quieres.
—¿No te daría vergüenza?
—Contigo nunca nada me daría vergüenza, princesa. —Hizo una pausa—. Pero si quiero besos y arrumacos contigo no me importará quién lo vea. —Luego abrió la puerta dejándome pensando en lo que había dicho, con una pequeña sonrisa lo seguí, entrando al dormitorio de tía Susan. Todo estaba en orden, como si ella hubiera ordenado antes de que viniéramos. La cama estaba hecha, su closet cerrado y los libros que solía leer ordenados por tamaño en su pequeño librero en la esquina. Jayden pareció soltar un suspiro al verlo todo—. Manos a la obra.
En un par de horas habíamos colocado toda la habitación y las pertenencias de tía Susan en cajas. Todas ellas ahora estaban apiladas una contra otras sobre el suelo de madera del dormitorio. Jayden había encontrado el álbum de fotos de su familia y estaba hojeando las fotografías sentado contra la pared mientras yo permanecía a su lado, mirando cada foto y rememorando el recuerdo. Tía Susan y mamá habían sido muy entusiastas de la fotografía y tenían varios álbumes donde guardaban todos los recuerdos vividos del pasado.
Podía verme a mí, a Jayden y a Mia en cada foto, sonriendo cuando el recuerdo nos asaltaba. Jayden ahora mismo sostenía una foto en donde los tres sonreíamos a la cámara, Jayden y yo sin los dientes delanteros mientras que Mia un año mayor tenía la mayoría de sus dientes porque le habían crecido.
Me reí contra su hombro.
—Nos vemos graciosos sin dientes.
—Tú te ves adorable.
Arqueé una ceja.
—El año pasado no hubieras dicho lo mismo —refunfuñé quitándole la foto para verla más de cerca. Contemplé la imagen por largo tiempo, sonriendo ante el recuerdo de mi chica, Mia. La extrañaba tanto que dolía. Levanté la mirada notando que Jayden no apartaba sus ojos de mí—. ¿Qué?
—¿Estás ciega, no?
Me llevé las manos a los ojos.
—Claro que no, tonto.
—Pues lo pareces. —Rodó los ojos—. Siempre he pensando que eras adorable, princesa. El año pasado, hace dos años, cuando teníamos cinco. Desde siempre.
—Tenías una manera peculiar de demostrarlo, pensé que todo este tiempo me odiabas —dije con un puchero.
Jayden deslizó su mano por mis labios, acariciándome con delicadeza, como si se tratase de una pluma. Su toque encendió una corriente eléctrica por todo mi ser, traté de calmarme diciéndome a mí misma que era un simple toque. Solo eso. Porque cuando me miraba con aquellos ojazos verdes, no podía pensar en nada más que no sea él.
—Nunca te odié. Solo fui un tonto que te miraba de lejos pensando que nunca podría tenerte.
—¿Y ahora?
—Ahora soy un tonto afortunado por tenerte.
Sonreí sin poder evitarlo
—Presiento que seremos esos novios empalagosos que no pueden dejar de tocarse o decirse cosas cursi.
Levantó un hombro, despreocupado.
—No importa si es contigo.
Dejé la foto sobre la pila llena de ellas y tomé otra del álbum, sonriendo al ver a Jayden con Mia en la playa, ambos estaban con bañadores infantiles y pelotas inflables a sus pies, sonriendo a la cámara mientras se abrazaban. Los miré con ternura, sintiéndome triste porque Jayden ya no podía disfrutar de su hermana.
—Mia siempre estuvo sonriendo, siempre alegre incluso en los malos momentos. —Sonrió acordándose a ella, como si estuviera presente en este momento—. Siempre me gustó su forma de ser, quería ser como ella pero no sabía cómo.
—Tú siempre estabas con el ceño fruncido, especialmente cuando te dirigías a mí.
—No sabía cómo actuar alrededor de la niña que me gustaba.
Jadeé.
Volteé a mirarlo dejando la foto sobre la pila llena de ellas que adornaba el suelo de madera. Jayden a mi lado ya me estaba mirando con aquella sonrisa explotadora de corazones, que hacía que mi cuerpo se sacudiera cuando mostraba sus hoyuelos.
—¿Yo te gustaba desde niños?
Él parecía divertido.
—¿No lo mostraba, no?
—Siempre creí que tenías algo contra mí —espeté cruzándome de brazos.
—Al principio sentí celos de ti por estar mucho tiempo alrededor de mi hermana, pero cuando fui creciendo me di cuenta que en realidad estaba celoso de ella por pasar mucho tiempo contigo.
Me reí.
—Eres un tonto. —Empujé su brazo despacio, recordando a un Jayden de ocho años malhumorado conmigo, siempre refunfuñando, metiéndose conmigo y acaparando toda la atención de Mia hacia él. Pensé que era porque me odiaba por acercarme a su hermana y alejarlo de él, ahora recién podía ver la verdad después de todos estos años. Lo miré con una pequeña sonrisa, no podía estar enojada con él aunque quisiera, la ternura en su mirada era suficiente para hacerme sonreír—. ¿Qué diría Mia ahora de nosotros juntos?
—Se alegraría mucho —contestó sacando otra foto, esta era una de Mia a los diez años con su primer hámster, un animalito de color blanco que sus papás adoptaron para ella porque se empeño en tener uno luego de ver una serie para niños llena de hámsteres. Sonreí ante el recuerdo, lo asustada que estaba de cargar a Hiro, el pequeño animal, cuando Mia lo trajo a mi casa. Casi grité del susto al verlo, pensé que era una rata pequeña—. Mia siempre supo mi gusto por ti, incluso antes que yo. Era demasiado buena leyendo a las personas.
Asentí de acuerdo.
—Es cierto, siempre sabía cuando yo estaba triste o molesta. Quería hacerme sonreír a toda costa, casi siempre lo conseguía, era muy buena haciendo feliz a alguien. —Solté un suspiro cuando Jayden sacó una foto de Mia con su vestido rosado en su cumpleaños número quince, cuando sus padres le hicieron una gran fiesta. Tenía una tiara en su cabeza, su cabello castaño oscuro caía como cascadas alrededor de sus hombros y portaba con orgullo las perlas que tía Susan le regaló como obsequio de cumpleaños al convertirse en una señorita. Estaba preciosa—. La extraño mucho.
Jayden asintió, de acuerdo conmigo.
Pasamos varios minutos viendo más fotografías hasta que apareció una de toda la familia Foster cuando Jayden era un bebé recién nacido siendo bañado en una pequeña tina con juguetes alrededor. Jayden de bebé recién nacido era adorable, tomé la foto para mirarla de cerca. Estaba desnudo, obviamente, y sus mejillas eran regordetas.
—Eras un bebé adorable. —Intentó quitarme la foto, pero no lo dejé. Alcé la mirada para verlo ruborizarse—. Oh Dios mío, ¿te estás sonrojando?
—Cállate.
Me reí.
—¡Sí, te estás sonrojando! —Lo señalé sin parar de reír.
Jayden aprovechó el momento para intentar quitarme la foto, pero no lo logré porque la coloqué debajo de mi cuerpo, él aprovechó eso para intentar hacerme cosquillas y quitarme del medio para conseguirla, metiendo sus manos en mi estómago y axilas mientras yo me sacudía de la risa.
—¡Para! —chillé cuando no podía aguantar más—. ¡Jayden, para!
—Dame la foto.
—¡No!
Las cosquillas continuaron hasta que no pude más.
—¡Está bien, me rindo!
Jayden automáticamente cesó las cosquillas. Yo resoplé mientras me acomodaba la ropa y me enderezaba. Extendió una mano y yo a regañadientes le tendí la foto, con la idea de robársela cuando no estuviera viendo para llevármela conmigo.
—¿Por qué casi nunca hablas de tío Mike? —pregunté cuando Jayden dejó la foto en la caja donde estaban y la cerró.
Desde que su papá murió hacía un año casi nunca hablaba de él, las pocas veces que estuvimos alrededor del otro nunca pareció triste por la pérdida de su papá. Incluso cuando murió, recuerdo haber asistido al funeral, Jayden nunca lloró. No derramó ni una sola lágrima, hasta hace poco pensé que era parte de él. La forma de lidiar con el duelo era diferente en cada persona, unos lloran, otros tratan de seguir con su vida como si nada, mientras que otros recurren a tratar de llenar ese vacío que les dejó. Jayden fue de los que hicieron su vida como si nada, pero cuando lloró delante de la tumba de su mamá me di cuenta que su pérdida le dolió, como también le dolió la de Mia.
En cambio con su padre era distinto. No había dolor, tristeza o remordimiento.
Era como si nunca hubiera muerto.
—Es porque no me gusta hablar de él —contestó luego de un largo silencio. No me miró cuando lo dijo, estaba de espaldas a mí recogiendo las cajas y apilándolas una sobre otra como si no quisiera mirarme.
—Lo siento —susurré.
Volteó, su mirada vaciló antes de apretar los labios.
—Mi padre fue una persona violenta, Clara —dijo sorprendiéndome con sus palabras. Aquello era algo que no sabía. Mis cejas se alzaron—. Siempre peleaba con mamá, y muy menudo la golpeaba, nunca me tocó a mí o a mi hermana, pero crecí con resentimiento. Así que cuando murió, me alegré que no pudiera volver a tocar a mi madre.
—No lo sabía, lo siento mucho.
—Mamá se lo contó a tía Elaine cuando no podía ocultar los golpes, pero ella jamás quiso traumatizarte, así que nunca te lo contó.
—¿Sucedía a menudo?
Negó.
—No quiero hablar de él.
—Sí, tienes razón.
Me acerqué y Jayden inmediatamente rodeó mi cuerpo con sus brazos. Hacía mucho eso desde que acepté ser su novia desde anoche, parecía no poder mantenerse lejos de mí así como yo de él. Y me gustaba esa sensación de estar en sus brazos, así que sonreí de lado cuando bajó su rostro al mío.
Me besó y yo sentí aquel beso en cada parte de mí. Abrí mis labios y él deslizó su lengua en mi boca, alejándose cuando ambos nos quedamos sin aliento.
—¿Vamos a comer? Muero de hambre. —Asentí como una boba sin capacidad de hablar. Jayden sonrió mostrando sus hoyuelos—. ¿Te quedaste callada, princesa?
—Mmm.
—Mis besos te ponen así, ¿eh?
Enterré mi rostro en su cuello, sintiendo su aroma amaderado y de canela que tanto me gustaba. Inspiré hondo como una posesa para inundarme de su aroma.
—Sí, vamos a comer.
Estaba hecha papilla.
Con un beso suyo estaba perdida.
¿En qué me había convertido Jayden con un beso?
En un manojo de nervios, atolondrada y sin palabras.
—Antes de ir, ¿podemos llevar estas cajas al sótano? —preguntó.
—Sí, claro.
Él tomó una caja pesada mientras que yo tomaba una más liviana. Bajamos al sótano, un lugar que parecía abandonado por las telas de arañas y el polvo del suelo, había cajas al fondo y el auto de tía Susan que usaba antes de que enfermara. También había herramientas y un montón de pegatinas en la pared, cuadros que parecían del gusto de la mamá de Jayden y fotografías que no estaban en el álbum. Me acerqué hacia una en específico donde estábamos Jayden, Mia y yo tomados de la mano frente a un lago pequeño. Nos veíamos tan felices de pequeños que no podía creer que ya no estuviera con nosotros.
Cada día la extrañaba más.
—Traeré un par de cajas más —dijo Jayden subiendo las escaleras y dejándome sola en el sótano.
Caminé entre las cajas puestas en el suelo notando que cada una tenía un nombre en el frente. La mayoría de ellas eran de Mia, no vi ninguna del papá de Jayden cosa que me extrañó. Una caja a mi izquierda me llamó la atención, era igual a las otras, pero la descripción decía «Cosas Para Botar».
Mi curiosidad era tremenda.
La abrí con rapidez y sonreí al ver cuadernos de Mia. Eran cuadernos anillados usados para las clases del instituto. Todos eran de Historia, Matemática, Bilogía y materias que veíamos en los años escolares. Indagué un poco más hasta que saqué la de Literatura, la materia favorita de Mia. Gracias a ella había aprendido a amar los libros, le debía a ella toda mi pasión por ellos. Pero mientras que a mí me gustaban los géneros de romance juvenil y fantasía, a ella le gustaban los clásicos.
—¿Eso es de Mia? —Salté por la voz de Jayden.
—Sí, es su cuaderno de Literatura. —Lo levanté—. ¿Por qué vas a botarlos?
—Mamá decidió que no eran cosas imprescindibles, en cambio sus diarios están guardados en un buen lugar. —Sonrió—. Pero si quieres tener un recuerdo de ella puedes quedártelo, por mí no hay problema.
Tener algo tan preciado de mi mejor amiga fallecida trajo un sentimiento agridulce.
—Muchas gracias, Jay.
Empezaba a gustarme usar su apodo, especialmente luego de saber lo mucho que le gustaba a él. Su sonrisa hizo que mi corazón diera un vuelto. Nunca podría acostumbrarme de ver sus hoyuelos, era algo que más me gustaba de mi chico.
«Mi chico», eso sonaba demasiado bien.
Empezaba a acostumbrarme a ello.
☾ ☾ ☾
Llegamos a mi casa luego de un largo día moviendo cajas hacia el sótano en casa de Jayden. Necesitaba un buen baño luego de sudar como si fuera un cerdo bajo el sol. Dejé el cuaderno de Mia sobre mi escritorio y decidí darme una rápida ducha para luego ponerme mi pijama y secar mi cabello con la secadora, para no dormir con el pelo mojado por miedo a enfermarme.
Luego de ponerme el pijama, tomé el cuaderno de Mia y lo llevé a mi regazo, recostándome contra la cabecera de la cama. Antes de que pudiera abrir y leerlo, la puerta de mi dormitorio sonó.
Creí que era Jayden, pero fue mamá quien asomó su rostro.
—Hola, cariño. ¿A qué hora llegaste?
Cerró la puerta a sus espaldas y vino para sentarse al borde de mi cama.
—Hola, ma. Hace un rato —contesté apretando el cuaderno en mis manos.
La noche anterior, el día del baile, había llegado en la madrugada mientras mi madre dormía, siendo cargada por Jayden. Para mí ya era algo usual ser cargada por él. Me había dejado en mi cama y me arropó como a una niña pequeña quitándome mis tacones para estar más cómoda. Dormí toda la madrugada como un bebé hasta que mamá me despertó con mi desayuno favorito listo. Me pidió detalles de mi noche anterior con Dave como pareja, impaciente por saber todo lo que había vivido en mi primer baile del instituto. Tuve que mentir como una mitómana para salvarme el pellejo, contándole que la pasé muy bien con Dave y que me había traído sana y salva a casa.
—¿Ayudaste a Jayden con las cosas de Susan?
Ella sabía que acompañaría a Jayden a su casa para ayudarlo a mover las cosas de tía Susan a sótano, era algo que él había planeado hacer desde que falleció su mamá pero nunca encontró las fuerzas ni la valentía para hacerlo, hasta ahora.
—Sí, estuvimos toda la tarde bajando las cajas. —Esbocé una sonrisa apenada—. Es muy triste ver que todas las cosas de tu persona favorita pueden caber en cajas y ser desechadas con facilidad.
—Jayden no se va a deshacer de nada.
—Lo sé, solo era un comentario. —Me encogí de hombros casualmente.
Mi madre, quien me conocía mejor que nadie, se acercó hasta colocar un mechón de mi cabello suelto tras mi oreja, mirándome y evaluando la expresión de mi rostro.
—La extrañas.
—Y a Mia —añadí a sus palabras aferrándome al cuaderno de ella, preguntándome dónde estaba ella ahora. Siempre que moría alguien decíamos que estaba en un lugar mejor, pero, ¿cual era ese lugar? ¿Realmente era mejor que aquí? Me hacía preguntas que no tenían respuestas y me frustraba por eso—. Extraño a mi mejor amiga.
—Oh, cariño. —Mamá me abrazó—. Yo también extraño a la mía.
—¿Es normal sentirme culpable por su muerte?
—¿De Mia? —preguntó con el ceño fruncido—. Por supuesto que no. Su muerte fue todo menos esperada. Ella era una chica llena de vida que parecía siempre feliz, nadie vio venir su muerte, ni siquiera su mamá. —Apretó mi mano con fuerza, poniéndose en el lugar de tía Susan cuando se enteró de la muerte de Mia. Sus ojos marrones se oscurecieron con temor—. Por eso debes contarme cuando te sientas mal, cariño. Haría cualquier cosa por ti.
Mi corazón empezó a latir con fuerza, la oportunidad estaba allí y no estaba segura de poder tomarla. Tenía miedo, pero empujé ese sentimiento fuera de mi cuerpo y cuadré mis hombres antes de hablar.
—¿De verdad? Porque hay algo que quiero decirte. —Era ahora o nunca. Cerré mis ojos sin querer ver la expresión en su rostro cuando solté de sopetón—. Jayden y yo estamos juntos.
La instancia quedó en silencio.
Abrí un ojo, luego el otro.
La expresión seria en el rostro de mi mamá me dejó fría. Intenté llenar el silencio con mis palabras pero nada salía de mi boca. Ella, por otro lado, tenía mucho que decir, porque en el siguiente minuto habló dejándome con una sensación extraña en la boca del estómago.
—¿Realmente Jayden y tú están juntos? ¿Desde cuando? —El agarre en mi mano se apretó—. Debería haberlo sabido, con ustedes dos conviviendo en el mismo techo era imposible que no sucediera.
—¿A qué te refieres?
Soltó un suspiro, soltando su mano y cruzándose de brazos como si quisiera evadir el tema. No podía.
—Lo de ustedes se veía venir desde hace mucho. —Una sonrisa surcó su rostro haciéndola ver menos frustrada—. Incluso desde niños no se podían quitar la vista de encima.
Jadeé.
—¿Qué?
Mamá se rió, como una adolescente.
—Susan y yo hicimos esta apuesta de quién acabaría dando el primer paso. ¿Quién fue, tú o Jayden?
—¡Mamá! —chillé con las mejillas rojas. Hablar de mi vida sentimental con mi madre no era algo que pensé que haría, y ahora que lo hacía no era nada como pensé. Estaba avergonzada y mortificada con lo que decía ella.
—Pero lo cierto es que hacen una bonita pareja, Susan estaría muy feliz por ustedes. —Aquello calentó mi corazón de una manera que hizo a mi cuerpo estremecerse de alegría. Mamá se inclinó y habló como si fuera un secreto—. Quiero que sepas que tienes mi consentimiento para que estés con él. Siempre me ha parecido un chico correcto, noble, de buenos valores que sabe lo que quiere. Pero eso sí, vayan con cuidado. El instituto pronto terminará y cada uno decidirá qué hacer con su vida, no se apresuren con nada. —Palmeó mi mano—. Eso sí, nada de quedarte embarazada. Ya te expliqué los métodos anticonceptivos, espero que te cuides para que no ocurran accidentes. No quiero que te embaraces a esta edad, Clara. ¿Me oíste?
—Si, mamá —murmuré mortificada—. Gracias.
Besó me mejilla.
—Te dejaré para ir a dormir, estoy muy cansada. —Se puso de pie y caminó hacia la puerta, antes de salir volteó con una expresión confundida—. ¿Y qué pasó con ese chico, con Dave?
—Nada, no funcionó. Solo salimos como amigos, nada más.
—Mi hija toda una rompecorazones.
—Ya ve a dormir —la reprendí con suavidad.
Me lanzó un beso.
—Hasta mañana, cielo. —Cerró la puerta a sus espaldas.
Cuando por fin estuve sola y la vergüenza pasó a un segundo plano, decidí recostarme nuevamente en el respaldar de la cama. La conversación acerca de Jayden había salido demasiado bien. Creía que iba a negarse u obligarme a terminar con él, pero no, incluso me había dado la bendición de tía Susan. Lo cual fue demasiado sorprendente.
Con una sonrisa en los labios abrí el cuaderno en mi regazo hojeando las primeras hojas. En la mayoría eran escritos de la clase de Literatura, había algunos bocetos de figuras sin rostro y animales dibujados en los márgenes, algo que Mia solía hacer cuando se aburría. Sonreí sin poder evitarlo pasando mis dedos por las páginas, preguntándome cómo algo como aquello podía recordarme a mejor amiga de una manera tan vívida.
Me la imaginaba sentada en su pupitre en clase de Literatura, mordiendo su lapicero mientras pensaba en qué dibujar al margen de su cuaderno porque estaba aburrida y ya sabía todo el análisis de Oscar Wilde, no necesitaba repetir aquello.
Mis ojos no tardaron en aguarse ante aquella imagen mental. Nunca la había visto en clases porque ella estaba un año por delante y no compartíamos ningún curso, pero de solo pensar en ella haciendo algo tan cotidiano como ir a clases trajo una emoción ardiente a mi pecho.
Seguí hojeando las páginas hasta que quedaron en blanco. Su vida se había detenido tan abruptamente como los apuntes en aquel cuaderno. Nuestra vida realmente era fugaz en la Tierra.
Un día estábamos, al siguiente no.
Con una mueca de tristeza en los labios seguí avanzando las páginas hasta llegar casi al final, donde aparecieron nuevamente escritos de Mia. Pero no parecían ser de la clase de Literatura, mientras que las primeras hojas estaban todas escritas con lapiceros de colores, las últimas hojas eran con lapicero negro.
Leí las primeras palabras y un jadeo se deslizó de mi boca.
Esto no tenía nada que ver con Literatura.
Esto era su diario.
O mejor dicho, un diario oculto.
Mis ojos escanearon la primera entrada.
Querida Mia:
A veces me pregunto si desaparecer borraría todo el dolor en mí.
Últimamente he pensando mucho en la muerte. Me pregunto qué se sentirá no sentir nada, no pensar en nada.
Si eso borraría el dolor en mí, haría lo que fuera para conseguirlo. Mi único obstáculo es mi familia, no podría hacerles esto. Los amo demasiado como para cargar el dolor de mi muerte. Así que pongo una sonrisa en mi rostro y pretendo que todo está bien cuando estoy a su alrededor.
¿Mirarán a través de mí?
Sé que es una mierda pretender emociones que no siento, pero es mejor fingir que mostrar todo lo que hay dentro de mí.
Espero de todo corazón dejar de sentir algún día.
Si tan solo fuera tan fácil...
♡
Hay otra entrada en la siguiente página.
Querida Mia:
¿Qué es fingir?
Para las demás personas es pretender algo que no es cierto.
Para mí es mostrar una sonrisa, saludar a mis padres, saludar a mi hermano e ir a estudiar. Salir con mis amigas y sonreír. Ver a mi mejor amiga Clara y hablar por horas de nuestro actor favorito. Comer por placer o incluso reírme cuando alguien dice algún chiste.
Salir con mi novio y pretender que todo está bien.
Hago todo eso y más fingiendo, haciendo como si todo en mí estuviera bien.
A veces tengo ganas de gritar tan fuerte hasta que me estallen los oídos.
Me pregunto si finjo tan bien que las personas que amo no se dan cuenta o realmente no me conocen. Porque hago eso todos los días y ellos me creen. Creen en mí, en mi bienestar, en mi sonrisa falsa y en mi expresión de felicidad.
Desearía poder ser libre para que ya no duela más.
♡
Queria Mia:
Siento dolor. Me apretuja el pecho y me deja sin aliento. Mis extremidades dejan de funcionar y todo en mí duele tan fuerte que solo quiero gritar.
Cuando lo hago, nadie me escucha. Nadie viene a rescatarme.
¿Acaso nadie me oye?
Grito y grito, pero nadie viene.
Solo quiero que deje de doler. Es todo.
El monstruo me visita cada noche.
Yo solo quiero que pare, pero nunca lo hace.
Me deja gritando, pero nadie escucha.
Nadie me escucha nunca.
♡
La última palabra está tachada y subrayada, y todos sus escritos están escritos con lapicero negro.
En la mayoría de sus escritos hablaba del dolor, de fingir y de aquel monstruo que la visitaba por las noches. Traté de encajar las piezas pero no entendía, cada vez que leía otra entrada mi corazón se rompía un poco más hasta que el pecho me ardía. Un sudor frío empezaba a acumularse en la parte trasera de mi cuello, como si algo malo fuera a pasar en cualquier momento.
Leí y releí aquellas entradas pero no había ninguna pista.
En sus diarios normales Mia no hablaba de esto. Lo sabía porque todos leímos sus diarios cuando murió, fue como si ella supiera que lo leeríamos. Ahí contaba su día a día, lo que hacía, lo que comía, con quién hablaba y todas esas cosas triviales.
Nunca habló de fingir o de un monstruo.
Cerré los ojos un momento, tratando de acomodar mis pensamientos.
No importaba qué, iba a descubrir lo que escondía Mia.
E iba a hacerle justicia.
☽ ☽ ☼ ☾ ☾
Nota de autora:
¿Qué creen que esconde Mia?
Pronto lo sabremos, je.
Redes sociales:
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