14 | BAILE DE OTOÑO

Mientras caminaba por los pasillos de la escuela aquel lunes por la mañana, me di cuenta de todos los afiches que había en las paredes, en los casilleros y sobre cualquier superficie plana. Afiches que anunciaban el Baile de Otoño, uno de los dos bailes que presentaba el comité de bienvenida, estudiantes de último año, para todo el instituto. Ni siquiera me paré a mirar aquel afiche que anunciaba que el baile se realizaría el sábado por la noche. Nada de eso me importaba. En cambio Trey y Cloe, a cada lado de mí, daban saltitos y conversaban sobre ello. Nunca había ido a esos bailes que preparaban los estudiantes cada año, pasaba de ellos porque eran todos iguales. Siempre eran para presumir que tenías pareja, y como yo no tenía, lo evitaba como la peste.

Cloe estaba feliz de poder participar este año como todos los demás, siempre encontraba un chico para ir. Y Trey también, siempre encontraba a alguien para ir y siempre iban los cuatro juntos. Nunca había ido a uno de esos, así que no sabía de lo que me estaba perdiendo. Tampoco quería participar, así que pasé de ellos como cada año. Eran bailes anuales que utilizaban los de último año para recaudar fondos para la gran fiesta de graduación, así que ellos eran los más emocionados de todos.

Como estudiante de último año, no lo estaba.

—No pongas esa cara larga —comentó Cloe sonriendo mientras aceptaba un folleto que repartía una chica con uniforme de porrista sobre el Baile de Otoño. Agitó el papel delante de mi cara como si fuera una bandera—. Ahora tienes a Dave para ir con él.

Levanté un hombro.

—No me ha invitado.

—Pero lo hará —intervino Trey—. El año pasado invitó a...

—A Lara Davis, lo sé —terminé por él—. ¿Olvidas que lo sé todo sobre él?

—Joder, lo dices como si ahora te aburriera. ¿Tan mala estuvo la cita?

Miré sobre su hombro buscando algun chismoso cerca, como no había nadie, volteé hacia él. Cloe se inclinó, metiendo el folleto en su bolso.

—Ya les dije que no fue como lo esperaba.

No les había contado sobre el beso con Jayden, porque eso hubiera atraído su atención y francamente no estaba para sermones. Me encerrarían en una habitación con ellos hasta que admitiera mis verdaderos sentimientos y no podía admitirme a mí misma la verdad, mucho menos a ellos que los conocía desde el jardín de infantes.

—Eso significa que fue malísima. —Cloe hizo puchero, como si estuviera dolida por mí—. ¿Qué fue lo que faltó?

—Ni yo misma lo sé. —Solté un suspiro—. Pero no fue nada como en las películas.

—En las películas exageran —murmuró Trey. Me miró de reojo—. En los libros que lees también. No te dejes llevar por tu desilusión, tal vez no conectaron tan bien. A la próxima cambiará, ya lo verás. O tal vez... se deba a que ya no te interesa Dave sino un chico castaño, de ojos verdes con hoyuelos.

Sentí que me sonrojaba, pero no dejé que eso me pusiera nerviosa.

—Saben que me gusta Dave.

—No parece. —Cloe negó con la cabeza—. Desde aquel beso con Jayden has estado rara. ¿Será que ese beso te movió el piso?

—Claro, por eso estás tan confundida.

—No estoy confundida —aseveré.

—Lo estás —murmuraron mis mejores amigos a la vez, conociéndome demasiado bien.

Nos detuvimos frente al casillero de Cloe, a unos pasos del mío. Aproveché para dirigirme hacia allí y sacar los dos libros de mis primeras dos clases del día, las que compartía con Dave. Guardé todo en mi bolso y volví a donde mis amigos. Mi mejor amiga sacó un libro de su casillero y me quedó mirando, como si no supiera cómo formular sus siguientes palabras.

—Mira, nena, te seré sincera. Desde que descubrí que a Dave le gustan las ex de sus amigos, supe que había algo mal en él. —Alzó una ceja—. No pretendo que te dejes llevar por mi consejo, porque quién soy yo para dirigir tu vida, pero déjame decirte esto. Puede que estés confundida y ahora mismo no sepas a quién elegir, y eso está bien, pero no luches contra lo que realmente quieres. Si es a Dave a quien quieres, adelante, pero no te precipites. Conócelo antes de enamorarte, el chico puede ser tu amor platónico de toda la vida pero eso no significa que sea perfecto. Nadie lo es.

Trey asintió.

—Traducción de todo lo que te dijo: mejor elige a Jayden.

Cloe lo golpeó en el hombro.

—Tonto, no me refería a eso.

—Pero lo pensaste —rebatió Trey sin dejarlo.

—Puede que sí. ¿Y? —Cloe se encogió de hombros—. Jayden ha demostrado que Clara le interesa, puede que tengan una relación amor-odio pero así comienzan las grandes historias de amor. ¿Verdad?

Esta vez Trey hizo una mueca.

—No lo dices por ti e Ivor, ¿no?

—Cállate, tampoco lo digo por ti y Jess.

Trey se llevó una mano al corazón.

—Eso dolió, niña.

—Supéralo, tonto.

—Basta —corté su usuales peleas como siempre lo hacía. En esta relación de amistad de años, yo era como Suiza, siempre queriendo la paz para ambas partes y siendo neutral en todo momento—. Ninguno de ustedes está en un triángulo amoroso.

—Ugh, sí eso apesta —dijo Trey, miró a Cloe—. Suerte que no tenemos a un tercero rondándonos cerca.

Cloe y Trey se chocaron la mano, como si mi situación fuera divertida.

Negué con la cabeza.

—Los odio.

En ese momento la campana que alertaba el comienzo de la primera clase sonó. Mis amigos y yo nos miramos antes de despedirnos para partir en diferentes direcciones. Para mi mala suerte no compartía clases con ellos la primera hora del día, así que me dirigí sola a mi primera clase.

Dave ya estaba allí, sonriéndome con sus brillantes ojos marrones. El profesor estaba en su escritorio, esperando a que todos nosotros ocupáramos nuestros asientos.

—Hola —susurré hacia Dave.

—Hola —contestó sin dejar su adorable sonrisa.

Bajó la cabeza a mi lado y besó mi mejilla, lo miré sorprendida.

—Estuve pensando en ti toda la noche. —Joder, lo único en lo que pensé toda la noche fue en el beso de Jayden y yo, y me sentí fatal por rememorar aquello justo delante de los ojos de Dave. Intenté sonreír, pero pareció salirme una mueca. Dave ni lo notó, me cogió de la mano y entrelazó nuestros dedos—. Tengo una sorpresa para ti.

Alcé mis cejas.

—¿Qué es?

—La cita que me debes —murmuró mientras sacaba de su bolsillo del pantalón dos pequeñas entradas como boletos de cine. Pensé que eran eso hasta que leí bien las palabras «Baile de Otoño». Mis cejas se alzaron y mis ojos se abrieron de más—. ¿Quieres ir al baile conmigo?

No podía negarme, por mucho que quisiera.

Así que fingí una sonrisa feliz y asentí.

—Sí, por supuesto.

Condenándome a mí misma.

La única persona emocionada en todo esto era mi madre, quien me miraba con lágrimas en sus ojos como si fuera el baile de graduación y no un baile normal del instituto. Sus ojos marrones me miraron de arriba abajo brillando con orgullo mientras yo me miraba en el reflejo del espejo en mi dormitorio. Estaba usando un vestido rojo largo, entallado con corte sirena y un pequeño escote por delante, el vestido tenía encaje justo en el busto dándole un aire muy elegante. Las tiras eran muy finas y tenía miedo de que se cayeran, pero mamá había hablado con la costurera unos días antes y había entallado el vestido a la perfección, logrando que todas mis curvas y la silueta de mi cuerpo se visualizaran por lo ajustado que era.

Habíamos pasado toda esta semana yendo a la ciudad para comprar un vestido para esta noche. Los días se habían pasado tan rápido que aun no podía creer que estuviera a punto de ir al Baile de Otoño con Dave como mi pareja.

—Estás preciosa, hija —comentó mamá con un brillo de alegría en su mirada a través del espejo en donde no podía dejar de contemplarme por lo cambiada y bonita que me veía.

—Gracias, mamá. —Vi que sus ojos se cristalizaron. La abracé de lado—. Oh, no llores, ma. Solo es un tonto baile del instituto, ni siquiera es mi graduación.

Mamá se rio.

—Lo sé. —Se limpió las lágrimas—. Pero es la primera vez que asistes a un baile y me emociona mucho. Pero bueno, basta de llantos. Ahora quiero que te diviertas y pienses solo en ti esta noche. No habrá toque de queda para ti, pero prométeme que Dave te traerá sana y salva.

—Sí, mamá.

—Y cuídate, por favor. —Sonreí, pero mi sonrisa se borró con sus siguientes palabras—. Sabes que no quiero embarazos no deseados.

—¡Mamá! —murmuré mortificada. Mamá era de ese tipo de padres que hablaban a sus hijos con franqueza, y por muy agradecida que estuviera por haber sido bendecida así, no quería entrar a la charla de sexo. Ya me la había dado al cumplir los quince años y había sido suficiente mortificación como para rememorarla. Por suerte mi celular sonó desde la mesita de noche donde estaba cargándose, lo tomé mirando un mensaje en la pantalla—. Es Dave, ya llegó.

—Dile que entre, quiero tomarles unas fotos.

Ambas salimos de mi dormitorio, ella dirigiéndose a su habitación para tomar su celular y yo para abrirle a Dave. Una vez que entró se lo presenté a mamá, mi mirada cayó a su cuerpo envuelto en un traje gris oscuro que acentuaba su cuerpo definido y musculoso por ser jugador de fútbol. Sonreí a mi mamá y ambos se cayeron bien al instante, lo atribuí todo a su buen humor y su carisma para encantar a las personas.

Mamá nos pidió fotos en casi toda la casa. Frente a la chimenea, en la puerta, en el porche y hasta en la sala, guardándolo todo en su celular y sonriendo hacia nosotros como si fuéramos los reyes de algún país aristócrata. Cuando nos dejó ir, finalmente, Dave entrelazó nuestras manos y me llevó hacia su auto, ayudándome a subir con cuidado que mi vestido largo no sea arrugado.

—Estás preciosa, Clara.

Besó el dorso de mi mano con cuidado, como si fuera una pluma que no quisiera romper. Esbocé una gran sonrisa mientras lo veía rodear el auto y subirse detrás del volante. Me entregó los boletos que había comprado para el baile y yo los guardé en mi pequeño bolso de mano que hacía juego con mis zapatos negros.

—Gracias.

Esta era nuestra segunda cita y a pesar de mi descontento, realmente quería pasar una buena noche con Dave. Así que puse todo de mí para mostrarme emocionada mientras él conducía por la ciudad hacia el instituto.

Al llegar noté en el estacionamiento algunas limusinas contratadas por grupos de estudiantes para llegar con estilo, como si fuera la fiesta de graduación. Muchas parejas caminaban juntas hacia el auditorio donde se realizaría el Baile de Otoño. Dave me ayudó a bajar y luego entrelacé mi brazo con el suyo para caminar en la dirección que todos lo hacían.

Una vez dentro del auditorio, noté los adornos por doquier. Desde las luces estroboscópicas en el techo hasta las guirnaldas y globos de color dorado, blanco y rojo, alusivos al color de este año. Había un escenario al final del lugar donde una banda sonora tocaba música de ambiente mientras que las personas iban llegando. El lugar estaba casi lleno, como era mi primera vez en este baile no podía compararlo con otro, pero noté la felicidad en los rostros de las personas. Los estudiantes de último año sí que se habían esmerado.

No veía por ningún lugar a mis amigos, y como no quería sacar el celular, decidí que ellos me encontrarían en el momento adecuado.

Dave colocó una mano en mi espalda baja y pude sentir ese toque en todo mi cuerpo como un escalofrío indeseado. Me empujó despacio en ese punto llevándome a la mesa donde varios camareros con uniformes y corbatas servían bebidas y repartían bocaditos a la multitud.

—¿Quieres un ponche? —preguntó tomando un vaso de plástico que el camarero le tendía.

—Sí, por favor.

Tenía la garganta seca y las manos sudorosas. Estaba nerviosa y ni siquiera sabía por qué, tal vez porque era mi primer baile o porque la conversación acerca de embarazo con mamá se repetía en mi mente. Era como si me estuviera dando permiso esta noche para..., negué con la cabeza, ni siquiera quería ir ahí.

Había mesas distribuidas a lo largo del auditorio, dejando lugar en el medio para la pista de baile y el escenario al frente. Todas las mesas estaban enumeradas y con nombres, dado que cada uno compró un boleto se le asignaba una silla. Suponía que luego de la presentación se haría la cena, pero yo moría de hambre y quería comer algo ya. Lo atribuí a mi estado nervioso, así que tomé grandes sorbos de ponche sin alcohol hasta terminármelo.

—¿Sedienta? —preguntó Dave.

—Sí, un poco —mentí. Me entregó otro y yo agradecí.

Me aferré a mi bolso de mano mientras veía a las parejas bailar en la pista de baile. La gran cantidad de gente que asistía me sorprendió, entonces yo había sido parte de esa población estudiantil del 1% que nunca asistió a un baile en todos los años, hasta ahora.

—¿Quieres bailar?

Aquella pregunta hecha con naturalidad hizo que mi corazón golpeteara con fuerza contra mi caja torácica. Había soñado por años con este momento, uno en donde Dave me invitaba a una baile del instituto y me sacaba a bailar a la pista, pero en vez de estar emocionada me aterró la idea. No sé por qué estaba tan alerta al rededor suyo, como si mi cuerpo no quisiera relacionarse con él en absoluto.

—Sí, claro.

Tomé la mano que me tendió y caminamos juntos hacia la pista de baile. Buscamos un espacio vacío y nos instalamos en él. Dave se acercó tanto a mí que mi frente quedó a la altura de sus hombros, bajó sus manos a mi cintura y empezó a mecerse al ritmo lento de la canción que la banda tocaba. Tanteando, subí mis manos hacia su cuello entrelazando mis dedos detrás y dibujé una sonrisa cuando me miró a los ojos, enviando otro intenso escalofrío por mi cuerpo. Gracias a los tacones no necesitaba empinarme para rodearlo.

No quería estar acá más de lo que quería mi cama y un buen libro, pero ya había aceptado venir al baile con Dave y no iba a irme como si nada. Pero no me sentía cómoda bailando con él frente a todo el instituto, recibimos varias miradas curiosas mientras otros pocos saludaban a Dave con un asentimiento de cabeza, la mayoría era fan del fútbol, y por lo tanto, de él. Así que fui receptora de todas aquellas miradas hacia nosotros, como si fuéramos una especie de arte abstracto.

—Estoy feliz de estar aquí contigo —susurró Dave bajando la cabeza hacia la mía.

Sonreí tratando de verme feliz, sin saber qué decir a eso.

Por suerte el maestro de ceremonia subió al escenario y las parejas empezaron a dispersarse al oír su voz amplificada por el micrófono sonando en todo el lugar. Dave tomó mi mano y nos llevó hacia las mesas, buscamos el número correspondiente en nuestros boletos y tomamos asiento. Noté que era una mesa para cinco personas, y nosotros éramos los únicos en ella, hasta que aparecieron dos personas a nuestro lado, sentándose frente a nosotros.

Eran Lissandra y su mejor amiga Sarah. Qué maldita mala suerte tenía.

La primera estaba ataviada en un vestido negro resaltando su cabello rubio, el vestido en cuestión era muy pegado a su esbelta cintura y luego caía deslizándose por su cuerpo como un manto de tul. Tenía un escote pronunciado en forma de corazón y no tenía tiras. En cambio el vestido de Sarah era de seda y de un tono rosado coral acentuando su cuerpo delgado y la fina cintura, ambas eran altas y delgadas, lo que hacía que sus vestidos se vieran estupendos en ellas. Lissa tenía el cabello anudado en una coleta alta mostrando con orgullo su pálida piel y sus pómulos altos, mientras que el cabello castaño de Sarah caía detrás de ella en ondas sueltas y con volumen.

Apreté mi bolso contra mí asustada de ver a Jayden aparecer tras de Lissa, pero parecían haber venido sola, nadie más se sentó con ellas.

—Hola, D —saludaron ellas dos hacia mi cita a mi lado.

Ni siquiera me dieron una segunda mirada, yo volteé para mirar al escenario al hombre que hablaba sobre la tradición anual de este baile pero yo estaba demasiado absorta como para escucharlo.

¿Y si Jayden llegaba en cualquier momento y se sentaba junto a Lissandra? No podría soportarlo. Estaba demasiado ansiosa, mi pie rebotaba logrando que un pequeño sonido proviniera debajo de mi silla porque el taco resonaba contra el suelo en un pobre intento de calmar mis nervios. ¿Y si Jayden y Lissandra se convertían nuevamente en novios..., podría soportarlo? Los había visto antes, en años pasados y nunca me imaginé que aquella imagen de antes ahora me resultara horrible. No podía pensar en ellos dos juntos sin que una furia me invadiera.

Joder, a la mierda.

Estaba celosa.

Sí, celosa de Lissandra.

Celosa de ellos dos juntos.

—¿Dónde está Jay? —preguntó Dave sacándome de mis cavilaciones.

Lissa hizo una mueca.

—No lo sé. Hoy no he hablado con él.

Eso me alivió en cierta parte, porque significaba que no había venido con él al baile, pero eso significaba que habían estado en contacto todos estos días excepto por hoy. Otra oleada de furia y celos me inundó como nunca antes lo había hecho.

Ugh, odiaba a mi mente por ser tan irracional.

Tenía que acabar con esto ya.

Me incliné hacia Dave.

—Iré un momento al baño.

Él asintió sin fijarse en mí, con la vista puesta en el escenario.

Me puse de pie y caminé fuera del auditorio. Los baños quedaban justo en el pasillo anexo al auditorio, pero yo caminé lejos. No quería estar ahí, con mis pensamientos revoloteando en mi mente sin poder concentrarme en nada. Quería despejarme un poco, es por eso que salí de la escuela mientras mis tacones resonaban en el suelo de baldosas. Caminé por los pasillos iluminados del instituto sintiéndome rara al estar de noche aquí. Pasé los casilleros y salí de allí, yendo por la parte trasera hacia el patio y adentrándome a la cancha de fútbol vacía e iluminada.

Subí las gradas y me senté en mitad de ellas, de espaldas al instituto y frente a la gran cancha de fútbol donde Dave y su equipo solían entrenar y jugar.

En mitad de la noche estrellada y el silencio sepulcral, me incliné hacia atrás pensando en lo que haría luego. ¿Realmente iba a volver donde Dave y hacer como si nada pasara? Me dolía el pecho de tan solo pensar en Jayden con su ex novia, o cualquier otra chica, así que algo sucedía conmigo.

Intenté auto-examinarme pero no confiaba en mí misma. Mis sentimientos estaban confusos y dispersos, algunos llegaban a la conclusión de que Dave era ideal para mí, mientras otros pensamientos se dirigían a Jayden. Era como si tuviera una guerra dentro de mi cerebro. Aunque mi corazón no podía mentir, él sí sabía a quien elegir sin dudarlo ni un segundo.

Revisé mi celular para leer los mensajes de mis mejores amigos, avisándome que estaban en camino con sus respectivas parejas.

Me pasé una mano por el cabello, aliviada, pero un escalofrío y una corriente eléctrica me atravesó el cuerpo en ese momento. Creí que era por el frío de otoño, pero en realidad fue la presencia de alguien más que alertó a mi cuerpo. Miré hacia un lado, notando una sombra en la esquina de mi periferia, fumando un cigarrillo.

Mi corazón empezó a latir con fuerza.

La presencia de Jayden me impactó tanto que mis rodillas se debilitaron, si hubiera estado de pie me habría caído de bruces contra el suelo.

—¿Qué haces aquí? —pregunté en un susurro, sin querer romper el silencio de la noche.

Jayden se aproximó, caminando hacia mí y subiendo las gradas hasta posarse delante de mí. Noté que vestía un traje negro, con pantalones sueltos y un saco que se amoldaba a su cuerpo, dentro tenía una camisa blanca y un bonito pañuelo de seda rojo estaba metido en la solapa del bolsillo a la altura de su pecho. No usaba corbata, sino que los primeros botones de la camisa estaban abiertos, mostrando parte de su pecho y algunos tatuajes que tenía allí.

Mi boca se secó al contemplarlo.

Jayden me miraba como yo a él, con fascinación y absoluta adoración. Es por eso que mis mejillas se encendieron al notar sus ojos verdes en mí.

—Eso debería preguntarte yo a ti, ¿qué haces aquí cuando deberías estar en el baile con tu pareja? —Su pregunta fue hecha con soltura, de su boca colgaba un cigarrillo encendido. Lo sacó con sus dedos y luego inhaló una bocanada de humo, lo soltó delante de su rostro, mirándome sin poder despegar sus ojos de mí.

—Quería un tiempo a solas.

—¿Ya te aburriste de Dave? —preguntó, aunque parecía una pregunta burlona, no lo fue. Lo hizo con gracia, pero sin burlarse.

—Me aburrí de las personas —respondí con sinceridad encogiéndome de hombros. Lo vi seguir fumando por el rabillo del ojo, no me quitaba la mirada de encima, como si para él fuera un enigma que quisiera resolver. Decidí ser sincera por una vez en la vida—. En realidad no me sentía cómoda ahí adentro, Lissandra se sentó con nosotros.

Su expresión no cambió.

—¿Ella te molesta?

—Sí.

—¿Por qué?

Apreté mis labios antes de hablar.

—Porque es tu ex novia.

—¿Y ese hecho te fastidia? —Asentí, preguntándome en qué momento me había vuelto tan sincera. Jayden asintió también, sonriendo de lado—. Así como a mí me fastidia Dave.

Mi interior se revolucionó con esas palabras. Porque significaban que estaba celoso, tanto como yo cuando él se acercaba a su ex.

No respondí nada, sino que volteé deslizando una pequeña sonrisa. Miré las estrellas en el cielo sintiendo el humo del cigarro rodearme.

—Deberías dejar de fumar —murmuré sin mirarlo.

Se quedó un momento callado.

—Nunca antes te preocupó que lo hiciera.

—Nunca antes me preocupaste tú..., hasta ahora.

Cuando volteé a verlo, él había pisado su cigarro y lo estaba tirando al bote de basura cercano a las gradas. Luego volvió a mí sentándose a mi lado, estábamos tan pegados que su brazo rozó el mío. Me moví inquieta por ese simple roce, porque hizo que todo mis sentidos estuvieran alertas a él.

—¿Qué ha cambiado?

—No lo sé. Tal vez mi interés por ti.

—Mi interés por ti nunca cambió, princesa. Sigo interesado en ti desde la primera vez que te vi. —Volteé a verlo. Jayden alcanzó mi rostro y tomó mi barbilla entre sus dedos, sus ojos verdes deslizándose por mis labios—. Muero por volver a besarte, por volver a probarte.

—Entonces hazlo —susurré en un hilo de voz, absorta en sus labios rosados y apetitosos a tan solo unos centímetros de los míos.

—No puedo hacerlo. Me has dejado claro que quieres a Dave, no a mí.

Inspiré hondo a continuación para poder tratar de poner mis ideas en orden y hablar desde el corazón y no la cabeza, como había estado haciendo todo este tiempo.

—En realidad a quien quiero es a ti. —Lo mire, notando sus ojos verdes encendidos puestos en mí. No se movió, y yo tampoco, estábamos tan cerca que podía notar sus iris verdes con motas avellanas. Era una combinación asombrosa, no podía salir del absorto, Jayden era guapísimo y era a quien mi corazón quería. Había elegido y no había vuelta atrás—. Salí con Dave para tratar de engañarme a mí misma, porque la realidad es que no puedo dejar de pensar en ti. No sales de mi cabeza. Intenté no hacerle caso a mi corazón pero no puedo seguir negándome a mí misma y engañándome con una persona a la que no quiero. Yo te quiero a ti, Jayden. Me gustas, y mucho. Y no sé qué pasará el día de mañana o los días siguientes, pero sé que quiero pasarlos a tu lado.

Jayden seguía sin soltar mi barbilla, noté orgullo en sus ojos.

—Joder, eso era lo que quería oír, princesa.

Acercó sus labios a los míos y me besó, reclamándome con fiereza. Abrí mi boca y lo acepté, todo de él. Mi corazón pareció haber encontrado a quien en realidad quería, porque no dejó de latir con fuerza, sino que los latidos continuaron con ferocidad mientras su lengua jugaba con la mía. Acepté ese beso y me apoderé de sus labios como si no hubiera un mañana, aferrándome a su cuello y apretándolo contra mí. Las sensaciones explotaron en mi piel, amenazando con arañar mis entrañas.

Nada de eso importaba, solo este momento.

Cuando nos separamos ambos nos sonreímos como dos idiotas, perdidos en los ojos del otro. Estábamos en nuestra burbuja, por eso no oímos acercarse unos pasos hasta que una sombra se aproximó a las gradas, reventando nuestra pequeña burbuja y trayéndonos al mundo.

Un carraspeo inundó el silencio.

—Supongo que eso significa que lo eliges a él.

Me alejé tan rápido de Jayden que mis hombros chocaron contra las gradas detrás de mí, el metal hundiéndose en mi espalda.

A nuestro lado, a varios metros de nosotros, se encontraba Dave mirándonos con curiosidad. Jayden agarró mi mano y la entrelazó posesivamente mientras mis mejillas se sonrojaban de la vergüenza. Que Dave nos haya pillado en un momento como aquel era demasiado como para dirigir en este momento.

Quería decir algo, lo que sea, pero las palabras no salieron de mi boca. Fue Jayden quien habló, para mi consternación.

—Clara está conmigo —dijo sin titubeos, sin soltar nuestras manos, como si estuviera mostrándole un hecho a su mejor amigo. Intenté sonreír pero nada podía disipar la incomodidad que se había acentuado en el ambiente.

Tenía que ser valiente y hablar con la verdad, por mucho que eso hiciera daño.

—Dave yo... —Carraspeé—. Lo siento mucho.

Él mostró una sonrisa de lado, una triste que me indicó lo que le había dolido vernos a Jayden y a mí, puede que no estuviera enamorado de mí, pero se notaba su interés y no podía ignorar su dolor.

—Está bien, Clara. —Se encogió de hombros, su traje gris oscuro apretándose alrededor de sus músculos con el movimiento. Creí ver un brillo diferente en sus ojos pero desapareció tan rápido que no me fijé bien—. Supongo que debí ver las señales. No interferiré en ustedes, y a pesar de todo, me alegro. Que sean felices juntos.

Con esas palabras se alejó dejándonos en la silenciosa noche con nuestros pensamientos. Lo vi salir de allí, con mi mirada fija en su espalda mientras se retiraba. Saqué mis ojos de él para posarlos en Jayden, quien no dejaba de mirarme con fijeza.

—¿Qué? —susurré.

—Me pone feliz que me hayas elegido a mí.

—No te elegí entre los dos —espeté—. Tú siempre fuiste mi única opción, simplemente estaba demasiado ciega como para notarlo.

Esas palabras parecieron gustarle porque se agachó y me besó, cerrando los ojos ante el contacto, los míos quedaron abiertos para verlo sonreír al alejarse luego de aquel pequeño beso que hizo mi corazón saltar.

—Mmm, me gusta como sonó eso.

—Apuesto a que sí. —Me reí.

—¿Sabes lo que continúa, verdad?

—¿Qué? —pregunté ladeando la cabeza.

No respondió de inmediato, sino que me jaló a su regazo hasta que mis muslos estuvieron a cada lado de sus piernas, mi vestido largo cayendo alrededor nuestro. Llevó sus manos a mi cintura para estabilizarme y me pegó contra su pecho, mirándome desde su altura. Me miró a los ojos con fijeza, como si quisiera grabarme a fuego lento bajo su piel. De cerca miré esas motitas marrones en sus ojos verdes entrelazándose hasta hacer que su mirada pareciera única en un delicioso color.

—¿Quieres ser mi novia, princesa?

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