07 | AMOR A PRIMERA VISTA

Mi cuerpo estaba en la clase de Biología, pero mi mente volaba a la noche anterior.

Recordaba vagamente el olor a canela en el cuerpo de Jayden mientras era cargada por él. Me había quedado dormida leyendo en mi Kindle, lo último que recordaba era ver líneas borrosas antes de caer sobre el sofá, profundamente dormida. Había sido todo un desafío mantenerme despierta luego de que Jayden se fuera. Eran más de las diez de la noche, y para ser día de semana, estaba cansada por los deberes que había hecho durante el día.

Me había sentado cómodamente en el sofá, esperando tener un tiempo para mí y mi lectura sobre una pareja que estaba perdidamente enamorada, pero que moría en un accidente de tráfico. Años después reencarnaban en cuerpos jóvenes y volvían a tener la oportunidad para vivir un felices para siempre, pero nuevamente el destino era caprichoso y no los dejaba continuar. Lo que no sabían es que tenían una maldición, y luego de varios intentos y reencarnaciones, tenían que averiguar cómo romperla. Había estado muy enfrascada en mi lectura, hasta que Jayden salió de su habitación de invitados y anunció que se iría.

Al principio pensé que se vería con Lissandra. Que tal vez todo había vuelto a la normalidad y ya no teníamos que fingir. Una parte de mí estaba feliz con aquello, pero una muy, muy pequeña dentro de mí se puso triste con ese hecho. Todo para que al final Jayden desmintiera mi teoría diciendo que ensayaría con la banda. Estaba tentada a pedirle que me llevara, porque me encantaba ver a Sickblast tocar, pero si él no me lo pedía, no quería ser una intrusa. Así que cerré la boca y solo le pedí que les diera mis saludos a los chicos.

Para cuando se fue por la puerta, me puse de pie y lo observé partir a través de la ventana, montándose en su moto con el casco puesto y saliendo a toda velocidad. En ese momento mi madre había entrado a la cocina y me preguntó qué estaba mirando por la ventana. Tuve que mentir atrozmente.

—¿Clara? —Una voz se alojó en mis recuerdos de anoche—. ¿Clara, estás...?

Parpadeé, dándome cuenta que me había perdido en mis pensamientos.

Me di la vuelta sonriendo con pena hacia Dave.

—Lo siento, de nuevo yo perdida en mis pensamientos. —Mis mejillas se colorearon de rojo, pude sentir que toda la sangre se acumuló ahí. Los ojos mieles de Dave se enfocaron en mis labios mientras hablaba, lo cual hizo que empezara a ponerme nerviosa por su repentino interés—. P-perdona. ¿Qué decías?

Una sonrisa divertida apareció en su rostro.

—Decía que debemos escoger un tema antes de que termine la clase. —Señaló la hoja delante de mí sobre nuestra mesa compartida—. Tenemos que escribir ahí el tema y desarrollar las preguntas para la próxima semana. Estaba pensando, ¿por qué no escogemos genética? Así estudiamos el ADN de las células, el material genético que incluye toda la información sobre los organismos. ¿Qué me dices?

Mis cejas se arquearon. En realidad no estaba pensando en qué tema escogeríamos, ni siquiera los días anteriores, pero no quería que Dave lo supiera. Así que asentí poniendo una sonrisa feliz en mi rostro.

—Sí, me parece genial. Justo estaba pensando en ese tema también.

Dave asintió, tomando el papel y garabateando algo con su lapicero, supongo que el tema que habíamos escogido y luego puso nuestros nombres completos.

Al finalizar la clase le entregamos aquel papel al profesor y nos pusimos de acuerdo para reunirnos y empezar a desarrollar el tema.

—¿Te parece si nos vemos luego de mi práctica de fútbol? —preguntó mientras me acompañaba a mi casillero para sacar mi libro de Matemáticas y guardar el de Biología porque ya no lo utilizaría hasta la siguiente semana.

—¿Hoy? —Tragué saliva, nerviosa con la idea de ver más tiempo a Dave.

—Sí, obvio. —Asintió, su cabello negro ondeado se sacudió cuando alzó una mano para despeinárselo.

—Sí, claro, está bien.

—Entonces te veo más tarde. —Se alejó con una sonrisa y caminando de espaldas, sin importarle chocarse con alguien—. Adiós, Clara.

Me guiñó un ojo, luego se dio la vuelta y se fue.

Lo quedé mirando mientras se iba por el pasillo con su mochila golpeándole la espalda con cada paso.

Alguien cerró mi casillero de golpe.

—Tienes un poco de baba en tu barbilla. —Esta vez no caí con las palabras de Jayden. Me di la vuelta con el ceño fruncido mientras él me observaba de cerca, con una ligera mueca en los labios—. Mira, si tanto te gusta Dave tienes que disimular un poco. Se nota a leguas que estás muerta por él. Intenta disimularlo un poco y no seas tan obvia. Eres mi novia, se supone que tienes que actuar enamorada de mí, no de otro.

Rodé los ojos.

Volví a abrir mi casillero para sacar mi libro de Matemáticas, el de Biología ya lo había guardado dentro.

—Eres un tonto. —Cerré mi casillero mirándolo de reojo. Estaba serio, con la mirada fija puesta en mí, parecía estar analizándome—. Y seguro estás celoso.

—¿Celoso yo? —dijo como si aquello fuera hilarante.

—Sí, celoso de que le presto más atención a él que a ti.

—En tus sueños, princesa. Yo nunca estoy celoso, menos por ti.

Me crucé de brazos, mirándolo mal.

—¿Por qué no te largas en vez de venir a fastidiar?

—Solo me pasé por aquí a ver cómo estaba mi hermanita. —Me palmeó la cabeza, como si fuera un perro. Quité su mano de mí con fuerza—. Pero veo que estás hecha una babosa por un chico como Dave.

—¿Y cómo es un chico como Dave? —repetí confusa.

—Alguien que no te merece. —Jayden soltó, negando con la cabeza. Miró más allá de mí y sus ojos se abrieron, rápidamente adoptó una mirada emocionada mientras rodeaba mis hombros con sus brazos, como si me diera un fuerte abrazo. Besó mi frente y susurró muy bajito—. Ahí está Lissa, actúa.

Quería golpearlo en las pelotas, pero accedí a este mutuo acuerdo empinándome sobre las puntas de mi pie para rodear su cuello con mis brazos y rozar nuestras narices, como hacían las parejas antes de darse un beso, o después, no estaba segura porque nunca había dado un beso.

Pero esperaba que Lissandra no lo supiera nunca.

—¿Sigue aquí? —pregunté en un susurro.

Nuestros labios a centímetros de distancia. Podía sentir su aroma combinada con cigarrillos, lo que significaba que había fumado antes de entrar a la clases. Y aunque eso debería fastidiarme ahora mismo no lo hacía, porque ese era su olor característico y empezaba a gustarme más de la cuenta.

Su pecho subía y bajaba en respiraciones lentas, acompasadas.

La cercanía entre nosotros era tanta que podía sentir cómo mis oídos zumbaban por los nervios. Nunca había estado tan cerca de un chico, mucho menos en un espacio público como lo era el instituto. Estaba a segundos de alejarme y enterrar mi cara en algún casillero, pero no quería hacerlo.

Algo me lo impedía.

Los ojos verdes de Jayden me miraban con un brillo especial. Sus manos bajaron a mi cintura, deslizándose por debajo de mi camiseta y tocando mi piel en una suave caricia que tenía a mi corazón latiendo como loco.

—Sí —respondió él con un susurro a centímetros de mis labios.

Sonreí.

—No has mirado.

Jayden imitó mi sonrisa.

—Lo sé.

Poco a poco, fue despertando de aquel hechizo hasta que fui consciente de mi alrededor. Había algunas personas que se habían parado a observarnos mientras otros pocos pasaban y silbaban cosas al pasar por nuestro lado, como si fuéramos una pareja cachonda. Mil colores me subieron a las mejillas mientras soltaba a Jayden y bajaba mis pies hasta el ras del suelo. Me abracé a mí misma, mirando a mi alrededor para escapar de las miradas, notando que Lissa no estaba por ningún lado.

¿Realmente estuvo aquí?

Me di la vuelta para preguntárselo a Jayden, pero solo vi su espalda, alejándose por el pasillo. No tuve oportunidad de seguirlo porque la campana sonó indicando el comienzo del nuevo periodo de clases.

Me alejé, aún con la sensación de estar caminando entre las nubes cuando en realidad estaba caminando por el pasillo lleno de estudiantes yendo a su siguiente clase. Pasé el primer periodo de clases en aquel estado, sintiéndome fuera de mi cuerpo, rememorando una y otra vez mi encuentro con Jayden. La gente había estado susurrando cuando nos vieron en aquella muestra pública de afecto, en un par de horas todo el instituto estaría al tanto de nuestro numerito.

Cuando llegué a la cafetería para el almuerzo, la mayoría de personas me miraba con curiosidad. Caminé entre el gentío hasta tomar mi bandeja de comida y sentarme con mis amigos, que parecían ajenos a lo que sucedió en los pasillos del instituto horas antes entre Jayden y yo, porque hablaban de otros temas.

O tal vez no le importaban.

Me senté frente a Cloe y Trey, ambos enfrascados en una conversación que detuvieron al mirarme.

—¿Qué? —pregunté mientras tomaba mi sánguche de pavo de mi bolso—. ¿Ya se enteraron?

Cloe rodó los ojos.

—Si Rose Miller lo sabe entonces todo el instituto también. —Bajó la cabeza, inclinándose a mí—. Todos hablan de lo cambiado que está Jayden contigo. Él no era así con Lissa, ni con nadie, ahora está todo enamorado mostrando su amor a los cuatro vientos contigo. La gente piensa que lo has embrujado.

Una carcajada salió de mí.

—Se llama actuar —murmuré antes de masticar mi sánguche.

Trey intervino, mirándome con las cejas alzadas.

—Sí, pues actúan demasiado bien.

Cloe fue más directa.

—¿No creen que actuando como novios lleguen a enamorarse de verdad?

Terminé de masticar, tratando de ordenar mis pensamientos antes de hablar.

—Chicos, no hay nada de qué preocuparse. Ya tuvimos esta conversación y sigo pensando igual. No voy a enamorarme de él, ni él de mí, ya me lo ha dejado claro. Me ve como una hermana, nada más. Y yo..., yo lo veo como el molestoso chico que no deja de joder mi vida. Nada más.

—Si tú lo dices —murmuró Cloe alzando las manos.

Nos quedamos en silencio, masticando nuestra comida sumido en nuestros pensamientos por al menos cinco segundos hasta que Trey decidió romper el silencio.

—¿Ustedes creen en el amor a primera vista? —preguntó, como quien no quiere la cosa, pero con los ojos puestos fijos en nosotras.

—Duplícalo y dáselo a la siguiente persona —respondió Cloe.

—Lo sigo en serio, tonta.

—Y yo también —murmuró ella señalándolo con el tenedor—. Si lo dices por Jess..., la conociste hace unos días, supéralo.

—Y tú a Ivor el mismo tiempo, supéralo tú primero.

—Yo no estoy enamorada de él, tú vives diciendo que lo estás de Jess desde el viernes. Dices que es amor a primera vista. Bla, bla, bla. —Rodó los ojos—. Eso no es amor, cariño, eso se llama calentura.

Trey se puso colorado.

—Claro que no, o sea sí, la deseo. Pero va más allá de eso.

—No existe tal cosa como el amor a primera vista —rebatió Cloe, negando—. Yo creo que solo es un gusto. La miras y te gusta cómo se ve, cómo luce, su forma de vestir y su apariencia, pero enamorarse va más allá. Cuando te gusta también su interior, la manera en que te gustan también sus defectos, abrazas sus inseguridades y la aceptas tal como es. Eso es el amor, y no lo consigues viendo a una persona por primera vez —concluyó con un suspiro, mirando a Trey con una ceja alzada.

—Vaya, ¿desde cuándo te volviste tan sabia? Yo te creía bruta.

Cloe jadeó.

—El bruto aquí eres tú por creer en el amor a primera vista. —Lo golpeó en el brazo, luego me miró. Había sido ajena a su intercambio porque me gustaba escucharlos debatir, siempre era gracioso verlos pelearse. Era la base de nuestra amistad—. ¿Y tú no dirás nada?

Me encogí de hombros.

—Opino igual que tú, el amor a primera vista no existe.

Trey, dándose cuenta que estaba solo, frunció el ceño en mi dirección.

—No opinabas lo mismo cuando conociste a Dave y creíste que era tu amor de toda la vida con solo una mirada.

Me puse colorada. Me había pillado.

—Y ha perdurado a través de los años —murmuró Cloe luego de masticar un pedazo de su sánguche—. En cambio tú..., en los siguientes días te olvidarás de Jess para fijarte en algún buenorro del equipo de fútbol que tanto te gustan.

—De baseball —la corrigió.

—Lo que sea. Al final terminarás olvidándote de Jess.

Trey hizo una mueca, pero no replicó más.

—¿Qué pasa con Jess? —preguntó una voz que venía detrás de nosotros.

Jayden.

A veces se acercaba para almorzar con nosotros y fingir que éramos novios. Hoy era uno de esos días. Se sentó a mi lado con la bandeja roja del almuerzo y dejó su mochila a los pies de la mesa.

—Nada —dijo Trey rápidamente—. Tiene una voz increíble, eso es todo.

—Sí, lo sé.

Sus ojos verdes se dirigieron a los míos pero no dijo nada, sino que se sentó a mi lado y depositó la bandeja frente a él. Trey, Cloe y yo nos miramos, diciéndonos todo con la mirada. Era muy extraño ver a Jayden almorzar con nosotros, aún no nos acostumbrábamos a aquello a pesar de ser la quinta vez que lo hacía. Y cuando lo hacía, la mayoría de personas en la cafetería volteaban a mirarnos como bichos raros, Jayden a pesar de no ser más parte del equipo de fútbol, seguía conservando aquella reputación de popular. Aquello lo precedía y dondequiera que fuera, todos lo miraban como si siguiese siendo el rey del instituto. Suponía que por eso Lissa estaba tan desesperada detrás de él, porque aun era popular y le gustaba la atención que le daban todos cuando estaba con él.

Eso hacía que yo llamara más la atención. Ya todo el instituto me conocía, a pesar de ser más de mil estudiantes, cada persona parecía saber mi nombre. Cuando caminaba por los pasillos era receptora de las miradas que me lanzaban. Muchos interesados, otras miradas hostiles, la mayoría de chicas que estaban locas por Jayden, y otros pocos curiosos por saber cómo alguien como yo pudo atraparlo.

Pero siempre fue así con él. Jayden llamaba la atención a donde quiera que fuera. No sabía si era su aspecto, que a parte de ser guapísimo llamaba la atención con todos esos tatuajes y collares de plata en el cuello con aquel estilo punk en su ropa, o era su aura. Un aura llena de peligrosidad y sensualidad. Donde quiera que fuera, llamaba la atención de todo el mundo, todas las miradas siempre puestas en él. Dave no podía competir contra aquello, ni siquiera ahora que era el capitán del equipo de fútbol. Una pequeña parte del instituto estaba resentida con Dave, pero no era su culpa. Jayden había renunciando en cuanto murió Mia y eso lo sabía todo el mundo.

Ahora mismo Jayden era ajeno a las miradas que varios le lanzaron por sentarse a mi lado. Trey, Cloe y yo no éramos populares, ni siquiera entrábamos en la jerarquía estudiantil, eso solo lo conformaban los populares, los capitanes del diferentes equipos de deportes, los deportistas, los chicos con mucho dinero y las chicas más guapas. Nosotros no estábamos en ningún grupo. Así que la atención de todos ahora mismo estaba puesta en nuestra mesa.

Internamente me encogí, como siempre lo hacía cuando nos miraban. Bajé la cabeza y me metí un gran bocado de emparedado sin mirar a nadie a los ojos. En cambio Cloe y Trey adoraban esa atención, ambos se sentaron erguidos y sonrieron como si estuvieran filmándolos. Jayden, a mi lado, cortaba un pedazo de la carne de guiso en su bandeja, ajeno a todo menos a mí.

Levantó su tenedor, la salsa goteó por los costados. Me miró, alzando las cejas.

—Abre la boca.

—¿Qué? —susurré consternada.

—Tienes que comer proteínas, no es posible que puedas llenarte con ese pobre emparedado. —El tenedor estaba muy cerca a mis labios.

—No me vas a dar de comer —espeté levantando la mano para tomar el tenedor y cogerlo yo mismo, pero Jayden negó, pasando su otra mano por mi mentón y acariciando mis labios con la yema de sus dedos.

Una corriente pasó por mi cuerpo cuando sus dedos tocaron mis labios. Una corriente que pareció recorrerle a él también, porque sus ojos verdes se oscurecieron.

—Abre.

Tragué antes de abrir la boca como una autómata, sin poner más resistencia por la autoridad y el tono en su voz. Los ojos verdes de Jayden brillaron cuando cerré mis labios alrededor del tenedor metiendo la carne a mi paladar. Estaba deliciosa, quería cerrar los ojos mientras saboreaba el sabor del guiso y la suavidad de la carne, pero no lo hice por temor a hacer un sonido raro en mi boca.

Mastiqué lentamente, tratando de ignorar todo a mi alrededor. Era fácil cuando los ojos de Jayden estaban sobre mí. A estas alturas, la gente ya estaba muy acostumbrada a nuestras falsas muestras de cariño.

—¿Está buena? —preguntó con voz ronca.

—Mmhmm. —Asentí tragando.

Jayden levantó nuevamente su mano, sentí algo recorrer la comisura de mis labios pero su dedo detuvo la caída de la gota de guisado en mi boca. Me limpió con suavidad y luego, para consternación mía, de mis amigos de y de toda la cafetería; metió ese dedo a su boca y chupó con deleite.

—Deliciosa —susurró sin despegar sus ojos de los míos.

En ellos noté un fuego que antes no había.

Un fuego que recorrió mi ser por dentro, expandiéndome hasta dejarme sin aliento. Como si hubiera corrido una maratón.

¿Qué diablos estaba pasando conmigo?

Estaba afectada por el simple hecho de ver a Jayden chupar su dedo con la salsa que antes había goteado de mis labios. ¿Eso me convertía en una enferma? No entendía por qué mi cuerpo reaccionaba ante aquello.

Metí un mechón de mi pelo detrás de mi oreja y bajé los ojos a mi emparedado olvidado sobre la mesa. Luego de probar el guisado ya no me apetecía nada aquel emparedado de pavo que mi mamá había preparado con mucho esmero. Lo dejé ahí mientras veía por el rabillo del ojo la mirada atónita de mis amigos frente a mí. A pesar de todas las muestras falsas de cariño hasta el momento, ellos parecían no poder superarnos a Jayden y a mí.

Nadie en el instituto parecía poder hacerlo.

Llevábamos una semana de noviazgo y todas las miradas siempre nos seguían. Era como si no pudieran creerse lo nuestro, así como Lissandra Tanner tampoco podía hacerlo. Es por eso que Jayden seguía con esta falsa relación, y a pesar de que Dave coqueteaba sanamente conmigo, yo no podía hacer otra cosa que seguir esta farsa con Jayden. No podía ignorarlo y seguir mis sentimientos, teníamos que hacer las cosas bien.

Él mismo me había prometido ayudarme con Dave cuando toda esta locura de la relación falsa terminara. Y esperaba que lo hiciera pronto. No sabía si podía soportar tanta tensión entre Jayden y yo. Era como una soga que se tensaba más y más, el nudo haciéndose más grande hasta que nada podría soltarlo, ni siquiera las manos más expertas. ¿Eso también sucedería con nosotros? ¿Que la tensión explotaría hasta el punto de no retorno? Porque no tenía esta tensión con Dave. ¿Acaso era cosa mía o Jayden también la sentía?

Al levantar mi mirada noté sus ojos en mí mientras masticaba.

—¿Quieres más?

Negué, aun afectada.

No sabía qué me pasaba. Solo había sido un bocado de carne en mi boca pero sentía como si hubiese sido mucho más. La palpitación entre mis piernas y la piel escarapelada decía mucho sobre mi reacción. ¿Acaso estaba excitada? ¿Por Jayden? Qué locura. Ni siquiera lo había estado con Dave cuando hoy me senté a su lado en la clase de Biología. Pero ahora, con una mirada de Jayden y un roce de su dedo en mis labios, había sido el detonante para mi inminente lujuria.

¿Era esto lo que llamaban tensión sexual? Porque no podía ser posible que la sintiera con Jayden, esta... esta tensión tenía que ser algo más. No podía ser aquello. Me negaba. A mí me gustaba Dave. Dave con sus ojos marrones y su mirada imponente, su cabello negro y la sonrisa de un millón de dólares que prometía muchas cosas. Aquel cuerpo espectacular por entrenar diario y esas manos callosas por lanzar mucho el balón de fútbol.

Joder, estaba ablandándome por Jayden Foster.

Terminé mi emparedado de pavo al mismo tiempo que él terminaba su almuerzo. Todo el rato había estado rozándome al comer, ya que él era zurdo y yo diestra, nuestros cuerpos estaban lado a lado con solo unos centímetros de distancia y ninguno se apartó en todo el rato que comimos. Lo que hizo que nuestros roces fueran frecuentes y deliberados. En ningún momento volvió su rostro para mirarme o para mirar a alguien más. Ignoró a mis amigos, que hablaban sin parar entre ellos, mientras que yo estaba con el rostro bajo porque mi sonrojo seguro podría verse de aquí a China.

Al terminar de almorzar, no miró a nadie y se puso de pie, llevando su bandeja y dejándola en las encimeras donde todo el mundo las dejaba para que luego los de limpieza vinieran a llevársela. Tanto Cloe como Trey lo vieron irse sin poder despegar sus miradas de la espalda de Jayden.

En cuanto estuvo fuera de nuestro alcance se inclinaron hacia mí.

—¿Acaso te estaba dando de comer? —cuchicheó Trey impresionado.

Cloe parecía haber visto algo imposible de ver porque parecía en un trance.

—No puedo creer que te haya dado de comer en la boca —murmuró por lo bajo, luego me miró directamente a los ojos. Noté lo anonadada que estaba—. Y en frente de toda la escuela. Dios mío. Jayden no parece ser él. ¿Qué le has hecho, mujer? Lo has cambiado.

Incliné mi cabeza a un lado.

—Yo no hice nada. —Me señalé, frunciendo el ceño. No tenía la culpa del comportamiento extraño de Jayden—. Él se ha vuelto completamente loco.

—Por ti, ¿acaso no lo ves? —susurró Trey—. Él siempre que viene a comer con nosotros nunca nos dirige una sola palabra. Solo se sienta a tu lado y come, sin decir nada. Es típico de él, pero, ¿lo que ha hecho hoy? Lo de darte de comer... —Negó con la cabeza con una sonrisa socarrona—. Lo has hechizado, Clara.

Me incliné sobre la mesa y le propiné un buen golpe en el hombro.

—Deja de decir estupideces.

—Es lo que están diciendo por ahí. —Se encogió de hombros, para nada afectado con mi golpe.

Cloe a su lado se reía. Les dediqué una sacudida que cabeza rodando los ojos. En ese preciso momento la campana sonó alertándonos del término del almuerzo y el comienzo del siguiente periodo de clases. Significaba que teníamos un margen de cinco minutos para llegar a nuestros salones de clases. Ahora mismo no compartía clases con mis amigos, así que ellos se dirigieron hacia las escaleras para subir al segundo piso y yo recorrí el pasillo en busca de mi siguiente clase.

Cuando llegué, casi corriendo, noté que no había nadie dentro del aula. Es por eso que decidí tomarme unos minutos para ir al baño con mi neceser. Lo saqué de mi casillero y lo llevé al baño, allí había metido cosas básicas para el instituto. Jabón, pasta dental, un cepillo de dientes, papel higiénico y toallitas húmedas.

El baño estaba atestado de chicas, que poco a poco se fueron yendo mientras yo me enjuagaba la boca frente a un lavadero, mirándome en el espejo y viendo que pasta dental caía por la comisura de mi boca. Escupí y terminé de enjuagarme. Me lavé las manos y las sequé con papel. Metí todo a mi neceser y me dirigí a la puerta, antes de que pudiera salir, se abrió. Entró una chica.

Lissandra Tanner.

Al verme, alzó una ceja y caminó por delante de mí bloqueándome el paso.

—Déjame pasar —murmuré con voz cortante.

Su porte me dio a entender que estaba a la defensiva. Tenía los brazos cruzados y la espalda muy bien erguida, como si estuviera sacando pecho. Me hizo recordar a un pavo real. Quería salir de allí pero la única opción era empujarla y eso no estaba en mis planes, por mucho que quisiera hacerlo.

—¿Por qué la prisa? —preguntó divertida. Su cabello rubio caía como cascadas alrededor de sus hombros. Sus ojos marrones estaban fijos en los míos y debido a la diferencia de altura ella se cernía sobre mí. La maldición de ser baja apestaba. Una de sus cejas se alzó, adoptando una expresión seria—. Solo quiero hablar.

Le mostré una sonrisa.

—No tengo nada de qué hablar contigo. —Pasé por su lado—. Permiso.

Tomó mi brazo y me jaló hacia atrás. La fuerza con la que lo hizo me dejó atontada, seguro mañana tendrían un buen moretón a la altura de mi muñeca.

La miré mal.

Hizo un sonido de chasquido con su lengua.

—Aún no te irás. —Sonrió viéndose siniestra—. Tú y yo vamos a hablar.

Traté de hacerme la dura. Ella podía oler el miedo y yo no pensaba ponérsela tan fácil. Bien podría empujarla y huir, pero no quería hacerlo. Quería enfrentarla y salir ilesa, por mucho que eso no fuera a suceder. Pero daría pelea, no dejaría que ganara tan fácil. Lissandra Tanner era conocida por ser una bully en el instituto, y no tenía planeado ser su víctima. Antes muerta que eso.

—Si es de Jayden, paso.

—Pues sí, es de él —murmuró empujando su cabello fuera de sus hombros—. Vas a terminar con él, ya.

Mi ceño se frunció.

—¿Y quién eres tú para ordenarme algo como eso? —A pesar de la diferencia de estaturas, traté de verme imponente cruzándome de brazos y dándole mi mirada de indiferencia, como si nada me afectara. La miré de pies a cabeza—. Que yo sepa, no eres nadie.

Vi la furia en sus ojos.

—Soy yo quien debería estar con él, no tú.

—¿Entonces por qué me escogió a mí en vez de ti? —Presioné, deleitándome con esta sensación de satisfacción al ver su mirada molesta. Ella pensaba que iba a doblegarme fácilmente, que sería su presa. No. Yo era más de dar pelea, no de dejarme amedrentar. Mucho menos por alguien como ella—. Creo que si no te eligió es porque ya no le interesas.

—Mira, estúpida...

Fue mi turno de chasquear la lengua.

—No me insultes si no quieres que corra y le cuente todo a Jayden.

Se burló.

—¿Serías tan quejica de hacerlo? —Negó—. Si lo haces, le diré la verdad sobre ti.

—¿Y qué verdad sería esa?

—Que en realidad no lo amas. Que estás perdidamente enamorada de su mejor amigo. De Dave Jordan. Y que él corresponde esos sentimientos. —Se encogió de hombros—. Podría poner ideas en su cabeza de que lo engañas, pero con eso bastará para que te deje.

—¿Realmente crees que a Jayden eso lo espantaría? —Miré a un lado negando con la cabeza. Cuando volví mi mirada a la suya noté cierto recelo—. Serías estúpida si piensas algo así. Jayden es mi novio, y a quien le creerá, es a mí. Así que mantente alejada si no quieres que le diga que viniste a mí para exigirme que lo dejara. Grábate esto, Lissandra, nunca lo dejaré. Jayden es mío.

—En eso te equivocas. —Caminó hasta que tuve que echar la cabeza atrás para mirarla. Estaba tan cerca a mí que pude oler aquel perfume a cítricos que llevaba. Un olor dulzón pero exagerado—. Jayden es mío. Puede tenerte tanto como quiera, pero cuando llegue la hora, volverá a mí y te dejará tirada como la zorra que eres.

—Ay, Dios. —Me reí—. Ni siquiera he... —mantenido relaciones sexuales. No podía ser una zorra. Pero no lo dije. Iba a manchar mi reputación como novia de Jayden. En vez de eso me lo pensé antes de hablar—. Qué pena que una chica desacredite a otra insultándola. ¿Dónde quedó la sororidad? —Lissandra alzó una ceja, sin importarle una mierda eso—. En fin, me largo. Pero que sepas algo, Jayden hizo su elección. Y me eligió a mí, grábate eso en tu pequeña cabeza rubia teñida.

—Soy natural —gruñó.

La empujé a un lado para pasar.

—Lo que sea —murmuré mientras abría la puerta.

Afuera me encontré con su mejor amiga Sarah, haciendo de campana para que nadie más entrase al baño. Le sonreí con dulzura y volví a mi casillero para dejar mi neceser y luego volver a mi salón de clases. Esta vez estaba lleno y el profesor me amonestó por la tardanza.

Maldita fuera Lissandra por ello.

Me senté un la última fila y saqué mi celular, escondiéndolo entre mis cuadernos. Al instante abrí la ventaba del chat con Jayden y escribí rápidamente para no ser pillada por el profesor.

Yo: Tu ex novia loca acaba de acorralarme en el baño. Me ha pedido que te deje.

A los pocos segundos mi mensaje fue leído.

Al siguiente minuto fue respondido.

Jayden: ¿Y tú qué le has dicho?

Yo: ¿No piensas preguntar cómo estoy? ¿Si me hizo daño?

Respondió al instante.

Jayden: Eres una fiera, no dejarías que alguien te hiciera daño.

Pasó uno segundo antes de que volviera a escribirme.

Jayden: ¿Te hizo daño?

Apreté los labios para no sonreír.

Yo: No, pero mis palabras le dolieron.

Jayden: ¿Qué le dijiste?

Yo: Básicamente que eres mío y ella no es nadie.

Mensaje leído.

Esperé pacientemente a que respondiera, pero no lo hizo.

El profesor estaba frente al pizarrón explicando algo pero yo no podía prestarle atención porque Jayden no me respondía. A los pocos segundos mi celular vibró haciéndome saltar.

Miré el mensaje.

Jayden: Solo dijiste la verdad.

Me burle a través del mensaje.

Yo: ¿Qué parte? ¿En la que dije que tú eres mío o en la que dije que ella no es nadie?

Jayden: En las dos.

Apreté los labios sin saber qué responder.

Así que no lo hice. Guardé el celular y dejé que mi mente vagara. Ni siquiera había escuchado una sola palabra del profesor, pero ahora mismo, nada de eso importaba.

Mi mente estaba echa un lío, mi corazón latía desbocadamente y mi cuerpo entero temblaba.

Joder.

Jayden Foster me estaba afectado más que cualquier cosa.

Y eso era algo peligroso.

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