03 | UN GOLPE DE REALIDAD

Al día siguiente desperté y lo primero que hice al abrir mis ojos fue leer los mensajes en mi móvil. Al parecer el rumor de mi relación con Jayden ya se había esparcido por todo el instituto porque mis mejores amigos me habían mandado varios mensajes en el grupo de chat que teníamos.

Decidí no leerlos, no por ahora, al menos.

No tenía idea de cómo iba a salir de esto.

Me bañé en quince minutos y me alisté en la misma cantidad de tiempo. Una vez que estaba lista, salí de mi habitación encontrándome con Jayden en el pasillo. Salía del baño y llevaba solo una toalla envuelta alrededor de sus caderas mostrando su pecho desnudo.

Su cabello estaba oscurecido por estar mojado, y algunas gotitas de agua caían por su pecho, mojándolo y arrastrándose por su torso.

Me quedé como una idiota mirándolo, sin decir nada.

—Buenos días.

Alcé la mirada de su duro estómago y la clavé en sus ojos verdes. Él parecía haberme pillado en el acto de observarlo fijamente, pero por suerte, no dijo nada.

—Hola —murmuré parpadeando.

Jayden se alejó tan rápido como apareció, como si fuera un fantasma.

Cerró la puerta de su habitación con fuerza y yo me estremecí por el ruido. Al parecer, volvíamos a ser los mismos de siempre. La tregua de ayer se había roto.

Me acerqué a la cocina donde mamá estaba preparándose una taza de café, en la sartén se freían dos huevos y en la encimera de la cocina los panes estaban metidos en la tostadora.

—Buenos días, mamá. —La saludé mientras me sentaba en la silla de la isla abierta de la cocina.

—Hola, cariño. —Se tomó su tiempo antes de mirarme—. ¿Y Jayden?

—No lo sé.

Negó.

—No quiero que lleguen tarde a su primer día de clases. —Miró mis manos que tomaban las tostadas que saltaron de la tostadora—. ¿Y tus cosas?

Me reí.

—Relájate, mamá. Dejé mi bolso en el dormitorio, pero te juro que está listo. Falta una hora para la entrada al instituto, hay tiempo.

Soltó el aire que almacenaba en su pequeño cuerpo, casi riéndose.

—Tienes razón, estoy un poco paranoica, pero no quiero que lleguen tarde. —En ese momento Jayden salió del pasillo mostrando su atuendo de hoy. Vestía una camiseta negra con alguna banda que no reconocí impresa en el pecho. Los músculos de sus brazos apretaban las mangas. Llevaba unos vaqueros negros rotos en las rodillas y sus usuales botas de cuero desgastadas. En el cuello portaba sus collares de plata y anillos en los dedos de las manos. Mamá ni siquiera reparó su atuendo, le sonrió mostrando unos pliegues alrededor de sus labios y señaló la silla a mi lado—. Buenos días, Jay, siéntate, cariño.

Se sentó a mi lado, rozando mi brazo con el suyo.

Ni siquiera me miró.

Tomó la tostada que estaba en mi plato y la mordió, masticándola mientras veía algo en su celular.

—¡Oye, esa es mi tostada!

Mamá, quien estaba de espaldas, se dio la vuelta con la espátula en la mano. Los huevos se frían en la sartén a su espalda.

—Clara, no seas quejica. Puedes hacerte otra tostada.

—Pero me la iba a comer yo. —Hice puchero, molesta, mirando mal a Jayden.

Él apenas se inmutó, me lanzó una mirada de reojo mientras masticaba.

—Sí, no seas quejica, princesa —murmuró por lo bajo mientras mamá, ajena al intercambio, se daba la vuelta para sacar el huevo frito de la sartén.

Me tendió un plato a mí y otro a Jayden mientras me ponía de pie para tomar más pan de la bolsa y colocarlo en la tostadora.

—Maldito idiota —susurré por lo bajo.

—¿Dijiste algo, cariño? —preguntó mamá pasando por su lado de vuelta a mi asiento.

—Nada. —Mis mejillas se colorearon de rojo cuando miré a Jayden, quien parecía saber que hablaba en voz baja de él para mis adentros. Pero no hizo nada mas que comer la tostada, luego el huevo y por último el zumo de naranja en el vaso a su lado.

Se puso de pie y se fue nuevamente por el pasillo.

A los pocos minutos volvió con su mochila en el hombro y las llaves en la mano.

—¿Ya te vas? —le preguntó mamá.

—Sí, manejaré por mi cuenta.

Mamá apretó los labios.

—No me gusta que manejes esa moto tuya, cariño.

Jayden apenas le sonrió.

—Ya soy grande, tía Elain. —Besó su mejilla y a mí ni siquiera me dio una segunda mirada.

Se fue sin más cerrando la puerta al salir.

—Uy, qué borde.

Mamá se volteó hacia mí.

—Hay que darle tiempo, cielo. La muerte de Susan ha sido muy repentina y es reciente, Jayden necesita su espacio.

—Puede tenerlo todo lo que quiera —murmuré para mí—. Pero lejos de aquí.

Jayden no me soportaba así como yo no lo soportaba a él, eso estaba claro. Pero había pensado que lo de ayer podría ser una tregua entre nosotros, por fin, después de muchos años.

Al parecer, él no quería una.

Luego de desayunar, mamá me llevó al instituto que quedaba de camino a su trabajo como abogada en una firma de abogados, los más respetados del país. Es por eso que mamá tenía tanta prisa por salir, su trabajo demandaba varias horas de su día, de por sí ajetreado, así que yo trataba de hacer su vida más fácil en casa.

Al llegar al instituto, lo primero que hice fue dirigirme a mi casillero y sacar los libros que usaría durante el día. Había impreso mi horario para colocarlo dentro de mi casillero, solo por si acaso, porque también lo tenía como fondo de pantalla en el celular.

Sí, la paranoia la había adquirido de mi madre, y su intento de que todo fuera perfecto y estructurado.

—¡Clara! —Escuché la voz de mi mejor amiga mientras se acercaba por detrás. Me di la vuelta justo a tiempo para verla con los brazos abiertos correr hacia mí. Me abrazó con fuerza—. ¡Por Dios, mujer, tienes muchas cosas que contarme! Entre anoche y esta mañana te mandé mil mensajes de texto y no respondiste ninguno. Me tienes en vilo, ¿cómo es eso de que eres novia de Jayden Foster?

Apreté los ojos, cerrándolos para no tener que mirar la acusación en su mirada.

—Joder, esto se salió de control.

Mientras lo decía, algunos estudiantes aparecían en los pasillos y me miraban fijamente, como si fuera un experimento de laboratorio.

Odiaba la atención.

El cabello negro de mi mejor amiga rebotó cuando saltó emocionada.

—No tenía idea de que te gustaba Jayden, creí que te gustaba Dave. Pero no importa, Jay no tiene nada que envidiarle a Dave. Es guapísimo, tiene ese piercing en la ceja que lo hace irresistible y esos tatuajes en el cuerpo que están para morirse. —Se abanicó con las manos, mientras tanto Trey, nuestro mejor amigo, se acercaba por el costado. Al escuchar a Cloe rodó los ojos, pero ella no había terminado. Continuó a pesar de notar la presencia de Trey—. No puedo creer que seas su novia. ¿En qué momento te pidió ser su novia? Anoche cuando hablé contigo me hablaste del funeral y todo lo que ocurrió, pero nunca ese pequeñísimo detalle.

Trey se burló.

—Sí, Clara, te olvidaste de contarnos algo muy pequeño.

Mi frente se arrugó en preocupación.

—Joder, chicos, he metido la pata. —Ambos me miraron confundidos. Decidí hablar con la verdad porque, uno, no podía mentirles a mis mejores amigos, y dos, la culpa me carcomía y necesitaba contarle a alguien más lo que pasaba—. En realidad esto lo hago por Dave.

—¿Por Dave? —repitió Cloe, consternada.

—Baja la voz —susurré mis próximas palabras, mirando hacia atrás para fijarme en que nadie estaba espiándonos. Éramos invisibles ante los demás, pero ahora con la noticia de mí siendo novia de Jayden, ahora todo el mundo estaba al pendiente de mí, notándome como nunca lo habían hecho—. Ayer fui a la fiesta de Dave en la casa de Lissa y Jayden me propuso ser su novia de mentira. Estamos en una relación falsa por el bien de ambos. Él se quita encima a su exnovia Lissa y yo conquisto a Dave. ¿Fácil, verdad?

Cloe y Trey se miraron.

—¿Cómo eso ayudaría a conquistar a Dave? —preguntó Cloe, sin tener la más mínima idea.

Estábamos igual.

—Jayden tiene un plan —contesté quedándome corta—. Dijo algo sobre Dave, que le gustan las chicas de sus amigos.

—Puaj, eso es una red flag. —El rostro de Cloe era de aversión. Trey frunció el ceño. Cloe tuvo que aclararlo—. Una bandera roja, amigo. Cuando el chico que te gusta, le gustan las chicas con novios, es una bandera roja andante. Nada puede salir bien de eso, Clara. ¿Estás segura de querer conquistar a Dave?

Asentí.

—Sí. —Coloqué una mano en mi cintura—. Y eso no es cierto, Dave no se fija en las novias de sus amigos. Solo en las ex.

—¿Y era necesario meterte con Jayden? —Trey exhaló, rodando los ojos por segunda vez. Noté la expresión de desconcierto en su rostro de piel oliva. Trey era guapo, de ojos marrones sinceros y expresión tierna. Con mirarlo, nadie podía notar que en realidad era un mujeriego en toda regla. Le gustaban mucho las chicas, y los chicos, y no tenía vergüenza de aceptarlo—. Yo sé que está para morirse porque está buenísimo, pero eso no significa que debas meterte con él. ¿Ustedes no se odiaban o algo así?

—Lo hacemos. —Solté un suspiro—. Pero tenemos una tregua.

Justo en ese momento, alguien más se acercó a nuestro grupo.

Nada más ni menos que el susodicho.

Jayden.

Se acercó por un costado. Lo primero que noté fue el aroma a cigarros y canela que impregnó mi olfato. Después, al levantar la mirada, noté sus profundos ojos verdes y esa mandíbula afilada. Tenía el porte alto, regio, como si nada ni nadie le importase.

El piercing en su ceja era lo que me llamaba la atención de él. Lo noté cuando se lo hizo por primera vez a los dieciséis años, su mamá había pegado el grito al cielo al verlo, recuerdo que Mía ya no estaba para ese entonces, y su mamá no estaba en una buena condición mental, aun así, ella y mi madre lo habían reprendido.

A él poco le importó.

Porque a la semana siguiente, volvió tatuado.

El resto es historia.

Sus tatuajes no tenían fin.

Ahora que lo veía, el tatuaje en su cuello era de unas alas abiertas. Me pregunté si serían por su hermana Mía.

Apostaba a que sí.

—Ven conmigo —dijo mirándome directamente, sin darle una mirada a mis amigos.

Tanto Trey como Cloe se miraron, luego dirigieron sus ojos a mí, preguntándome en silencio qué hacer. Asentí, haciéndoles saber que estaba bien que me dejaran a solas con Jayden.

Luego de que se fueran y quedáramos solos, la gran mayoría en el pasillo nos miraba fijamente.

Antes de poder decir algo, Jayden bajó la mirada y besó mi frente con ternura. Su aroma quedó impregnado en mí.

Lo que hacía solo era un signo de su buena actuación.

—Sígueme la corriente —susurró en mi oído.

Como una autómata sin facultad de racionamiento, asentí. Él tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos, levantándola para besar mis nudillos. Había un gran contraste entre su mano y la mía. La suya estaba oscura, llena de tinta por los tatuajes que poseía, mientras la mía era blanca, inmaculada. Desprovista de color.

Éramos como el yin y el yang, pero sin la mierda de encajar.

Solo colores.

Él negro, yo blanco.

Él oscuridad, yo pureza.

Caminó y yo le seguí el paso. No entendía a dónde me llevaba hasta que reconocí el salón de clase de Biología. No entendía cómo supo mi horario, pero ahí estábamos, yendo en esa dirección. Se quedó bajo el marco de la puerta, mirándome de frente sin decir nada.

En sus ojos verdes solo había un brillo de escepticismo. Nada de alegría, odio o molestia. Solo aburrimiento.

—Que tengas una buena clase, princesa.

Beso mi mejilla, demorándose más tiempo del necesario. Cuando se alejó, me guiñó el ojo, haciéndolo frente a todo el mundo. La gente nos miraba con gesto de desconcierto, seguro preguntándose cómo es que dos personas que no pegaban ni con el pegamento más fuerte estaban en una relación amorosa.

Ni yo lo podía entender.

Elegí un asiento en primera fila, con las mejillas rojas de la vergüenza por las miradas de los demás.

Minutos después el aula se fue llenando hasta que la mayoría de las mesas compartidas se fueron ocupando. La que estaba al costado mío estaba vacía, no sabía si las personas no se sentaban conmigo por miedo a mí o a Jayden.

El timbre del primer periodo sonó justo cuando el profesor ingresaba al salón de clases con un maletín en la mano, detrás estaba Dave, sonriendo con suficiencia a pesar de haber llegado un pelín tarde a la clase.

Sus ojos mieles recorrieron la estancia hasta posarse en mí.

Su sonrisa no se borró, sino que se hizo más grande.

Se acercó, señalando al asiento vacío a mi lado.

—¿Está ocupado?

Mis mejillas se colorearon de un rosado muy fuerte.

De un momento a otro había perdido la capacidad para hablar, así que negué a lo que me había preguntado sintiéndome como una tonta.

Espabila, Clara. Tienes a tu amor platónico al lado.

¡Reacciona!

—No —respondí cuando él ya se había acomodado en el asiento a mi lado. Su grandes hombros rozaron los míos cuando se rio. No sabía dónde meter mi cabeza—. Hola.

—Hola, Clara.

Me dedicó aquella sonrisa matadora, la que conquistaba corazones y bajaba bragas. Palabras de Cloe, no mías.

Y gracias a todos los libros de romance leídos en mi vida, sabía que todo comenzaba con una sonrisa como aquella.

—Hola —respondí.

Luego me di cuenta de que ya lo había dicho, y mis mejillas se pusieron más coloradas aún, si aquello era posible debía de parecer un tomate.

Dios, qué vergüenza. Trágame tierra.

Aunque a él parecía no afectarle el hecho de que no tuviera la capacidad de hablar. Solo se rio, mostrándome unos dientes blancos, derechos y perfectos. Dignos de una bonita sonrisa.

Me quedé como estúpida mirándolo.

Hasta que el profesor habló y yo cambié mi enfoque, sentándome recta y prestándole toda mi atención al profesor.

Habló, habló y habló hasta que hubo algo que llamó mi atención y la de todos los demás.

—...La nota final de la clase será en parejas. Habrá un proyecto que les tomará todo el semestre y para eso trabajarán con sus compañeros de al lado. —Miré a Dave de reojo, sintiéndome feliz. Significaba que estaba atascada con Dave por el resto del semestre. Compañeros de trabajo, qué mejor forma posible de pasar tiempo con él que esto. Mis piernas temblaron de la emoción. El profesor continuó su diatriba, sin darse cuenta de que en primera fila, la chica de cabello castaño y ojos marrones, es decir yo, saltaba de la emoción por dentro. Todo gracias a él—. No aceptaré cambios en las parejas, así como se han sentado serán agrupados. Ahora explicaré las pautas del trabajo. El tema es libre y podrán escogerlo ustedes de la lista que les pasaré a continuación.

Repartió una hoja a cada uno, con información sobre el proyecto y todos los temas habidos, para que cada pareja escogiera uno para trabajarlo todo el semestre. Me pregunté cuál escogeríamos, porque de eso dependía nuestra nota.

Había compartido algunas clases con Dave en años pasados, y a pesar de ser un atleta en toda regla por ser el capitán del equipo de fútbol, tenía buen promedio y era muy bueno en clase. Es por eso que mi lado nerd salió a relucir, estando contenta porque no solo me había tocado de pareja con mi amor platónico, sino también con un chico aplicado e inteligente.

Cuando la clase terminó y todos se pusieron de pie, Dave habló mientras guardaba sus cosas en la mochila.

—¿Qué tema escogeremos para el proyecto?

Apreté los labios.

—No lo sé, ¿te parece si lo pensamos y en estos días lo decidimos? Tenemos hasta el viernes para decidir.

—Claro. —Se colgó la mochila al hombro—. Pero necesitaré tu número para escribirte.

En ese momento no grité porque iba a parecer una loca, pero por dentro estaba chillando tan fuerte que mi mente se aturdió por un segundo. Un completo segundo en donde me quedé mirándolo como boba, con la boca semiabierta y los ojos entornados.

—S-sí, claro —tartamudeé poniéndome roja de nuevo. Odiaba ser blanca porque por cualquier cosa me ponía roja hasta la punta de los pies y mostraba cuán avergonzada me sentía.

Dave sonrió y sacó su celular. Se lo dicté y al instante me llamó para registrar su número en mi móvil. Lo guardé en contactos rápidamente, sin corazones ni emojis porque él estaba mirándome y no quería parecer una chiflada frente a él.

—Listo.

Salimos juntos de la clase, ambos sonrientes mientras me contaba sobre su día y el entrenamiento que tendría por la tarde, porque en unas semanas empezaría la temporada de fútbol y tenía que dar lo mejor de él para campeonar.

Me sentía en una nube, flotando por los pasillos del instituto hasta que choqué contra Jayden, que venía por delante pero no lo había visto por estar mirando a Dave. Su aroma a canela y cigarrillos flotó en el aire, me alejé al mismo tiempo que Jayden se reía entre dientes.

—Cuidado, princesa. —Me acarició la mejilla y entrelazó nuestras manos, mirando a su mejor amigo Dave con una sonrisa socarrona. Sus hoyuelos aparecieron a la vista, eran dos huecos pequeños al costado de su sonrisa que no pude evitar mirar con atención.

Ambos se saludaron y Dave reanudó la conversación, esta vez dirigiéndose a Jayden, contándole todo el asunto del fútbol y los próximos partidos de la temporada.

Jayden ya no participaba más en el equipo de fútbol americano, se retiró cuando Mía falleció hace un par de años. Desde entonces decidió seguir con la música, que era lo que realmente le apasionaba desde pequeño.

Aprendió a tocar la batería a la edad de siete años, todo un prodigio en ello. Sus padres lo alentaron a tocar algún instrumento desde pequeño y así pudo aprender con rapidez. Tenía una destreza increíble y un talento innato, lo llevaba en la sangre.

Era de lo único que no se apartó cuando su hermana murió.

—¿Vienen al partido amistoso del viernes? —preguntó Dave deteniéndose al pie de las escaleras que seguro lo llevaban a su siguiente clase.

Abrí la boca para responderle, pero Jayden fue rápido.

—No, tengo un concierto con la banda. —Me abrazó de lado, como si estuviera marcando territorio frente a Dave. Eso me cabreó. Una cosa era mostrar a la gente que estábamos "enamorados". Otra muy diferente era hacerlo delante de Dave. No era necesario, no cuando quería conquistarlo, no espantarlo con mis muestras de afecto con mi novio falso—. Mi chica irá a verme.

Miré a Jayden como si se hubiera vuelto loco.

Él no reaccionó, continuó con su pequeña sonrisa sin siquiera mirarme.

—Genial, hombre, me alegra que continúes con tu banda. Es una pena que no pueda estar, pero espero pasarme por ahí más tarde. —Se encogió de hombros—. Si es que me alcanza el tiempo estaré ahí.

Jayden asintió y ambos se despidieron.

—Adiós, Clara. Nos vemos más tarde. —Dave ondeó su mano como despedida y se fue subiendo las escaleras.

Me quedé al pie de ellas con Jayden, las personas nos sortearon esquivándonos para subir. Muchos de ellos mirándonos sin disimulo. Desde esta mañana la gente estaba más atenta a mí y eso me fastidiaba mucho, pero trataba de dejarlo a un lado por el bien de ambos.

Porque al final de todo esto era para beneficio mutuo.

—Así que iré al concierto de tu banda. —Me crucé de brazos soltando mi mano de la suya, me paré frente a él y estiré mi cuello hacia atrás para mirarlo a los ojos—. Ni siquiera sabia que tuvieras una banda.

—Solo lo saben mis amigos.

Asentí.

—Y yo no soy tu amiga.

—Ahora eres mi novia.

—Falsa, por supuesto.

—Pero mía, al fin y al cabo —susurró para no llamar más la atención de todos en el pasillo—. Así que actúa bien tu papel y dame un beso.

Apreté los labios con disgusto antes de soltar un suspiro y empinarme sobre mis pies. Jayden estiró sus labios pero yo lo esquivé y besé su mejilla como si fuera una novia cariñosa mientras rodeaba su cuello y ponía mi boca cerca de su oído.

—Pídeme una vez más que te bese y lo único que recibirás en tu boca será mi puño. —Solté una risita, como si Jayden me hubiera dicho algo muy gracioso, las personas que pasaban por nuestro lado nos quedaban mirando abiertamente—. Eres muy gracioso, Jay.

—No tanto como tú, princesa. —Apretó mi mano hasta el punto del dolor mientras sonreía apretadamente. Bajó la cabeza hasta mi oído y susurró—. Eres un gran y molesto grano en el culo.

Para los demás, solo éramos dos novios tonteando en medio del pasillo, para nosotros, era una guerra entre ambos. Nos sonreímos con tensión antes de volver a caminar, esta vez en dirección al siguiente pasillo, donde tenía clases de Matemáticas con mis dos amigos.

Caminamos de la mano pero esta vez más alejados el uno del otro. Al llegar al salón de clases noté que Lissa se encontraba dentro, al igual que mis dos mejores amigos.

Jayden emitió un suspiro al ver a su exnovia dentro.

Pero no hizo nada más que darme un beso en la frente, delante de todos, y alejarse en dirección contraria a la que habíamos venido.

Cuando entré, todos cuchicheaban entre sí, desesperados por seguir con el chisme de Jayden y yo. Mis amigos me esperaban en las carpetas individuales, mirándome boquiabiertos por el numerito que Jayden había hecho solo para darme un beso en la frente.

¿Tanto revuelo por eso?

Pues sí.

Jayden Foster no era nada cariñoso.

Nunca lo fue mientras salía con Lissa. Sí, se besaban pero solo cuando Lissa lo instaba a hacerlo. Muy pocas veces. Nunca salió de él, nunca tuvo la iniciativa. La que lo iniciaba todo era ella, porque le gustaba ser el centro de atención. A Jayden jamás le gustaron las muestras de afecto público.

Es por eso que ahora causaba tanto revuelo un beso en mi frente.

Caminé entre las sillas hasta donde mis amigos estaban, me senté entre ellos. Ambos me miraban con los ojos muy abiertos, casi entornados, y con la boca ligeramente abierta. Como si no pudieran creer lo que sus ojos veían.

—¿Qué ha sido eso? —murmuró Trey acercándose a mí.

Cloe lo hizo por el otro lado, acorralándome en mi asiento.

—¿Acaso acabo de ver a Jayden darte un beso en la frente? —Se sobó los ojos, como si estuviera viendo un espejismo. Su cabello negro rebotando en una coleta alta—. ¿O estoy alucinando? Si es así alguien pellízqueme, por favor. Porque no puedo creer lo que han visto mis ojos.

Trey la pellizcó.

—Es verdad.

—¡Auch, tonto! —Cloe se acarició el brazo mirando mal a Trey—. Era un decir. ¿Acaso no lo has escuchado decir nunca? —Negó, soltando un suspiro sin querer continuar con su discusión, me prestó toda su atención a pesar de que parecía adolorida por el pellizco—. Mierda, creí que lo de ustedes iba a ser solamente de palabra. Pero ahora también han metido la mano.

—Y las bocas —murmuró Trey. Luego frunció el ceño—. Jamás había visto a Jayden tan..., tan enamorado.

Me reí.

—Entonces estamos actuando muy bien nuestro papel. —Miré alrededor de mí esperando que nadie escuchase. Como no había nadie cerca, continué—. ¿Realmente soy tan buena actriz? Joder, deberían darme un Oscar.

—Solo no te metas mucho en el personaje —aconsejó Trey mirándose las uñas—. Si no, mira los libros que lees. ¿Acaso un romance falso no es la mejor forma de enamorarse?

Jadeé.

—Yo jamás me enamoraría de Jayden. —Hice una mueca—. Todo esto lo hago por Dave, ustedes lo saben. Además, nos odiamos, ¿recuerdan? Todo eso es una pantalla, pero en realidad Jayden y yo no nos llevamos tan bien como creen. Sí, tenemos momentos donde iniciamos una tregua, pero tan rápido como la iniciamos, la rompemos.

—Solo decía. —Trey levantó las manos—. Guerra avisada no mata gente.

—Para con tus viejos refranes —Cloe lo miró mal, de nuevo—. Clara no sería tan tonta como para enamorarse de su novio falso, ¿verdad? —Negué, sonriendo. Ella asintió satisfecha. Alzó un dedo, como para mostrar un punto—. Además está enamorada hasta las trancas de Dave Jordan. Ni en esta vida, ni en la siguiente, ni en ninguna otra podría enamorarse de Jayden.

Alcé la mano para chocarla contra la suya, sonriendo porque había descrito a la perfección mi estado.

—Si ustedes lo dicen... —Trey asintió, sin parecer estar muy satisfecho pero aceptando las palabras de Cloe—. Ahora quiero avisarles de la fiesta del viernes. Después del partido habrá fiesta en casa del capitán. ¿Iremos, verdad?

Los miré, sonriendo a penas.

—Acerca de eso...

—¿Qué? —Saltó Cloe—. Será en casa de Dave, tu amor real, no me digas que no irás.

Me encogí de hombros.

—Jayden ya le dijo a Dave que no iríamos porque iremos a ver tocar a su banda.

—¿Jayden tiene una banda? —Trey alzó una ceja—. Vaya, me lo esperaba viniendo de él. Tatuado hasta los dedos de las manos, usando su piercing con orgullo y esas botas de combate suena totalmente a un rockero.

—Sí, Jayden toca la batería.

—¡Vaya, eso es genial! —Cloe aplaudió con alegría—. ¿Podemos ir? Sería increíble verlo tocar con su banda.

—Pero, ¿no iremos a la fiesta de Dave? —Trey la miró, ceñudo.

—Suena más genial ir a ver a Jayden. —Me miró, codeándome—. Dile a tu novio que nos invite, queremos ir a verlo.

Parpadeé.

—¿Ustedes son Team Dave o Team Jayden?

—Team Jayden —murmuró Trey al mismo tiempo que Cloe murmuraba su respuesta—: Team Dave.

—¿Cómo? —Miré a mi mejor amigo boquiabierta.

—Lo que oyes, nena —dijo Trey palmeando mi mano—. No quiero decirte esto, pero tarde o temprano te enamorarás de Jayden a pesar de que lo niegues. Es la ley de la vida. Está en los libros y en las películas, y no puedes evitar ese cliché.

Cloe lo miró de reojo, negando.

—Acabas de decir que esa mierda solo ocurre en los libros y en las películas, pero no en la vida real. —Alzó el mentón—. Clara es incapaz de enamorarse de él. ¿Verdad?

Asentí, aun sin poder reponerme de la traición de Trey.

—No me enamoraré de él y punto, no quiero seguir hablando de este tema. ¿Sí? —Los miré mal, ambos se encogieron de hombros y aceptaron—. Acerca del viernes... hablaré con Jayden. Seguro acepta que vayan sin problemas.

Antes de que pudieran responder, el profesor de Matemáticas entro al salón de clases y empezó a hablar.

Me distraje, no podía prestarle atención.

Una parte dentro de mí se preguntó si lo que decía Trey podría llegar a ser verdad. ¿Yo, enamorada de Jayden? Ahora mismo lo negaba rotundamente. Cuando lo veía no había mariposas en mi estómago como cuando mirada a Dave, ni tampoco sentía que se me acelerara el corazón con tan solo escuchar su nombre.

Esas cosas significaban enamorarse de alguien, ¿no?

Yo no sentía nada de eso con él, y tampoco creía llegar a hacerlo.

Pero, ¿y si era verdad?

Había leído cientos de libros románticos, con diferentes tropes y tipos de romance. Desde clichés, distopías, novelas gráficas, romance histórico, juvenil, fantasía hasta romance oscuro, y todos los que trataban de fake dating (romance falso) terminaban igual... con los protagonistas perdidamente enamorados.

Y yo no quería terminar así. No con Jayden.

Saqué mi celular, a escondidas de todos, y tecleé rápidamente.

Yo: ¿Podemos hablar?

Instantes después respondió.

Jayden: Claro.

Me quedé esperando otra respuesta pero no llegó.

Yo: Es urgente.

Guardé el móvil sintiéndome intranquila.

No fue hasta que lo vi, después de clases, que me tranquilicé.

Estaba de espaldas a mí, hablando con Dave.

Ambos estaban en la cafetería, esperando en la fila para recibir sus almuerzos. Los dos altos, los dos guapos, conversando hasta que fuera su turno. Y mirándolos de aquella manera podía notar las evidentes diferencias.

Donde Dave era musculoso, Jayden solo tenía pocos músculos marcados. Nada exagerado. Dave tenía el cabello castaño claro, Jayden, castaño oscuro, casi negro. Mientras que Dave tenía porte de jugador de fútbol, Jayden tenía toda la pinta de músico. Tatuajes por doquier, ropa oscura, botas militares y chaqueta negra de cuero. Era completamente diferente a Dave, tanto, que mirándolos era como mirar al sol y a la luna.

Dos perfectos seres tan distintos que no había punto de comparación.

Me tranquilicé, al notar que mi corazón latía con fuerza al mirar el cabello rizado y castaño de Dave, y aquellos ojos mieles que hicieron contacto con los míos cuando me acerqué por detrás.

—Hola. —Saludé sonriendo.

Dave me devolvió la sonrisa, Jayden me miró de reojo sin molestarse en responderme.

—Hola. —Mi platónico me saludó dejando de prestarle atención a Jayden.

No era ciega. Sabía que Dave era un chico coqueto y nunca dejaba la oportunidad de coquetear con una chica, aun cuando esta tuviera novio. Y ni por eso mis mejillas dejaron de estar rojas.

—Hola, princesa. —Jayden terminó su conversación con Dave y me tomó de la mano. Se despidió de él y se alejó llevándome con él. Solo pude despedirme de su mejor amigo con una sacudida de mano antes de que Jayden me llevase fuera de la cafetería, en dirección al pasillo del instituto. Allí no había casi nadie, todo el mundo estaba dentro, almorzando. Me soltó cruzándose de brazos y mirándome de arriba abajo—. ¿Y? ¿De qué querías hablar?

Me acobardé.

Bajé la mirada y la posé en el suelo, aterrada sin poder poner mis miedos en palabras.

—¿Clara? —preguntó confundido.

—Quiero... quiero hacerte una pregunta.

—Pues dime. —Parecía impaciente.

Solté un suspiro, nerviosa.

¿Cómo abordar el tema? Era incómodo incluso para mí preguntarlo, así que me llené del poco valor que tenía y solté todo sin parar, con los párpados cerrados por temor a su reacción.

—¿Túcreesqueteenamoraríasdemí?

—¿Qué?

Abrí un ojo, luego el otro.

Jayden me miraba confundido, con una ceja alzada, esperando. Ahí me di cuenta de que no me había entendido, porque no parecía asqueado o algo parecido.

Volví a infundirme valor y hablé, esta vez con mis dos ojos bien abiertos y las palabras claras.

—¿Crees que podrías llegar a enamorarte de mí?

Vi el momento exacto en el que sus células hicieron sinapsis. Ya sabes, cuando las neuronas se comunican entre sí. Porque sus ojos verdes se abrieron con desconcierto.

—¿Perdona?

La mandíbula de Jayden se apretó al mirarme con espanto.

Empecé a tartamudear.

—E-es que mis amigos dijeron que esa mierda de cliché siempre pasa en la vida real y yo me preguntaba si eso pasaría con nosotros. Es decir, por mi parte jamás pasará, pero si es algo inevitable, quería saber si podría ser posible entre nosotros. Ojo, no es que yo lo quiera. O sea, estamos en una relación falsa, cualquiera de nosotros podría confundirse en sus sentimientos y enamorarse de verdad y no quiero que...

Su carcajada me calló de pronto.

Lo vi reír, ahí, en mitad del pasillo. Las paredes y yo fuimos testigos de su fuerte risa. Unos bonitos hoyuelos aparecieron en sus mejillas mientra eso ocurría.

Parpadeé, confundida.

¿Acaso había dicho un chiste? Porque no había nada gracioso en esto.

—Estoy hablando en serio, tarado.

Su risa murió.

Antes de hablar, se llevó una mano a la argolla en su ceja y la giró. Ver aquello me puso los nerviosa de punta. ¿No le dolía?

—Jamás me enamoraría de ti, Clara. —Lo dijo con expresión seria, la risa se había ido hace rato—. No eres mi tipo. Y sinceramente, creo que nunca lo serás.

—Vaya, ¿eso es un halago o me estás ofendiendo?

—Tómalo como quieras. —Se encogió de hombros frunciendo el ceño—. ¿Quién te ha metido esas ideas tontas a esa cabecita tuya? ¿O son esos libros pervertidos que lees en tu Kindle?

Me sonrojé. ¿Cómo sabía acerca de mis gustos por la lectura?

Apreté mis manos.

—Solo estaba constatando un hecho, dado que no hemos puesto reglas en esta relación. —Hice comillas con mis dedos por la última palabra—. No sé qué esperar de ella.

—¿Te sentirías mejor si hubiera reglas?

—Pues claro que sí.

Jayden asintió alzando una mano y bajando un dedo con cada palabra suya.

—Regla uno: no pensar en que te enamorarás de mí o yo de ti, porque eso nunca pasará. Regla dos: esto terminará en cuanto me saque a mi exnovia de encima. Regla tres: no puedes decirle a nadie que es falso, ni siquiera a tus mejores amigos. Y regla cuatro: las muestras de afecto serán solo cuando haya público.

Bufé.

—Como si quisiera besarte en privado. —Rodé los ojos. Alcé un dedo—. Regla cinco: a cambio de ayudarte tendrás que ayudarme con Dave, no lo olvides. Solo por él estoy haciendo esto.

Asintió, de acuerdo.

—Una última regla.

—¿Cuál?

—Debe haber confianza entre nosotros. —Abrí la boca, pero él alzó la mano deteniéndome. Odiaba cuando la gente hacía eso, me sentía como una niña pequeña siendo callada—. Si no hay confianza, no hay relación. Por más falsa que sea.

—Te tengo confianza.

Alzó una ceja, negando.

Luego acercó su rostro al mío, tan cerca, que di un salto atrás para no ser besada.

—¿Qué diablos?

—Y una mierda, no me tienes confianza, princesa. —Alcanzó mi mano con la suya y entrelazó nuestros dedos, acariciándome el dorso de la mano con su pulgar—. Tienes que confiar en mí, sé que los besos están fuera de discusión, pero no puedes apartarte así de mí, como si fuera la peste, cuando se supone que estamos en una relación.

—Si quieres un beso, ve y dáselo a tu abuela. —Mi expresión cayó al darse cuenta de que Jayden no tenía abuela. Aun así no pedí perdón, sino que seguí con mi diatriba—. Creo que debemos poner límites. Mi límite son los besos en la boca. Pobre de ti que cruces esa línea, iré directamente a Lissandra y le diré que estás perdidamente enamorado de ella, ¿oíste?

—Sí. —Rodó los ojos—. ¿Alguna otra regla que quieras añadir?

Me lo pensé.

—Nada más, por el momento.

—Bien, ahora entremos a la cafetería. —Me arrastró con el en dirección a la puerta de la cafetería. Solo quedaban veinte minutos para la siguiente clase y yo moría de hambre—. Es nuestro debut como nueva pareja. Sonríe, princesa.

Moví los músculos de mi rostro para mostrar una sonrisa mientras entrábamos al lugar con la cabeza en alto y las manos unidas. La diferencia de altura no era impedimento para que él me diera un beso en la cabeza, como si fuera un novio cariñoso. Solté una risita mientras lo miraba con absoluta adoración –falsa– al caminar hacia la fila donde repartían los almuerzos.

Nos detuvimos en aquella fila, muchas personas miraban en nuestra dirección. Pero nosotros nos esforzamos por meternos en nuestra burbuja y no dejamos que nadie la pinchase.

—Quiero decirte algo —susurré poniéndome de puntitas para susurrarle al oído como si fuera una novia enamorada.

—¿Y ahora qué diablos quieres? —preguntó sonriéndome de vuelta, como si fuera un novio enamorado, respondiéndole a su amada.

Mis fosas nasales se ensancharon.

—Si quieres que te acompañe el viernes a ver a tu banda, iré con mis amigos. —Abrió la boca para refutar, pero coloqué mi mano sobre sus labios, acariciándoselos con mimo. La gente estaba viendo a la pareja más enamorada del instituto Trinity Hall, cuando en realidad solo era dos chicos que se odiaban y fingían estar en una relación—. Ya me oíste. Si quieres que vaya, ellos vendrán conmigo. De lo contrario, puedes ir tú solo.

Jayden soltó una risita mientras se erguía en toda su altura.

Llevó una mano a mi mejilla y apretó, haciéndome doler.

—Eres demasiado graciosa, princesa. —Bajó la cabeza a la altura de mi oído susurrando—: Está bien, ven con ellos. Pero que sea el último chantaje que me haces.

Besé su mejilla.

—Eres el mejor, cielo.

La actuación iba bastante bien, porque todo el mundo ya estaba cuchicheando. Mientras me daba la vuelta noté que en la mesa llena de populares estaban Sarah y Lissa mirándonos fijamente, cuando sus ojos chocaron con los míos me empiné y deposité un beso en su cuello, ganándome una oleada de olor a canela, sin cigarrillos esta vez.

Jayden se congeló, pero al notar que lo hacía para Lissa se calmó.

—Actúas muy bien —susurró en mi oído.

Sus ojos verdes parecían brillar de emoción. No sabía si era orgullo o diversión.

—Tú también lo haces muy bien.

A decir verdad, los dos lo hacíamos tan bien que nadie, nadie, podría saber si este "amor" que había surgido entre nosotros de un día para otro era real o no.

Por lo menos para nosotros no lo era.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top