02 | TRATO CON EL ENEMIGO
Miré la moto con temor mientras Jayden me tendía el casco.
—¿No moriré si voy detrás?
—Claro que no.
Aun así el miedo no se alejó.
—Creo que prefiero quedarme.
—No seas miedosa.
—No soy miedosa, solo precavida —refunfuñé—. ¿Y si me caigo?
—No lo harás, soy un excelente conductor.
Joder, ¿en qué me había metido?
Dave... ¿recuerdas? Esto lo hacías por tu amor platónico, solo por él.
Me mentalicé estar tranquila hasta que pude lograrlo. Me puse el casco, pero no podía ver nada.
—No puedo ver una mierda.
—Está al revés. —Me quitó el casco y lo colocó de vuelta, esta vez de manera correcta. Ahora sí podía ver a la perfección. Le sonreí, pero Jayden ni siquiera se inmutó por mi sonrisa. Era como si no pudiera esbozar una, no me importó. Hacer sonreír a Jayden no estaba en mis planes, por lo menos no ahora, así que esperé sus instrucciones. Se sentó a horcajadas en la moto y señalo detrás—. Ahora siéntate y agárrate fuerte de mí.
Quedé ojiplática.
—¿Disculpa?
—Súbete ya, princesa.
Apreté mis manos, molesta. Jayden usaba ese apodo cuando quería mostrarme que estaba siendo una mimada. Lo usó mucho a lo largo de los años, cuando pasaba tiempo en su casa jugando con Mía y no quería ensuciarme con él. Era un apodo de niños, y ahora lo estaba usando en mi contra porque no quería hacer lo que me había dicho.
A regañadientes lo hice. Alcé una pierna y me monté en la moto, sintiendo la calidez de la espalda de Jayden cubrir mi parte delantera. Traté de poner más distancia, pero no era posible. Era eso o caer al suelo, así que no tenía más remedio que aferrarme a su cintura, rodeando mis brazos a su alrededor.
—Eso está mucho mejor.
—Arranca ya.
Jayden bufó antes de hacerlo.
Nos lanzamos al frío de la noche por las calles de la ciudad, sorteando autos y yendo a una velocidad rápida. Mi cabello volaba en el aire mientras apoyaba mi mejilla en la espalda de Jayden, me aferré a él como un oso koala al árbol, todo por miedo a caerme.
El viaje fue corto, en quince minutos estacionamos frente a una imponente casa de tres pisos. Jayden se estacionó entre dos autos y se bajó ayudándome a mí en el proceso. Me quité el casco y él aseguró el suyo junto al mío al lado de la pequeña cajuela de la moto. Luego se guardó las llaves en el bolsillo y caminó hacia la entrada de la casa sin esperarme.
Corrí detrás de él para no ser dejada de lado y esperé mientras tocaba el timbre. Desde aquí se podía escuchar el ruido sordo de la música apabullante y las risas estremecedoras de la gente.
La puerta se abrió, mostrando a una chica que no conocía.
—¡Hola, pasen!
Nos hizo pasar a la casa llena de ruido que me tenía con las manos tapando mis oídos. El volumen de la música era fuerte, para hablar había que alzar la voz, las ventanas retumbaban por el sonido.
¿Acaso los vecinos no se quejaban? Era domingo por la noche, seguro alguien intentaba dormir y no podía debido a la fuerte música.
Jayden caminó largas zancadas hacia el patio exterior, al parecer conocía este lugar a la perfección. Pasamos entre las personas, muchas de ellas abriéndole paso a Jayden como si fuera una celebridad.
Una vez fue adorado en la secundaria al ser mariscal de campo, ahora solo era un chico más con su antigua fama. El único que se había quedado a su lado a pesar de todo era Dave. Es por eso que mi enamoramiento por él aumentó, saber que era un gran amigo le sumó muchos puntos.
Choqué contra una espalda dura cuando Jayden se detuvo abruptamente al ubicarnos en el patio trasero. El jardín estaba lleno de chicos adolescentes riendo y bebiendo, había una piscina grande donde varios estaban metidos, jugando entre ellos y echándose agua mientras salpicaban a los que estaban en la orilla.
Noté que Lissa era una de las chicas que chillaba por ser rociada por agua. Estaba vestida con un diminuto bikini amarillo mojado que mostraba sus grandes atributos y su pequeña cintura.
No la envidiaba nada.
No mientas, Clara.
—Ahí está. —Jayden señaló a alguien en la piscina.
—¿Lissa?
Negó.
—Dave. —Era cierto, Dave era uno de los chicos que jugaba en la piscina. No podía ver mucho desde aquí porque estaba metido en el agua hasta el cuello, pero sabía que tenía un cuerpo espectacular. Ser el nuevo mariscal de campo hacía mellas en ti, entrenar era parte de su rutina y una parte muy importante en su vida, así que su físico era mucho mejor que el de cualquiera—. Tienes un poco de baba en tu boca.
Me limpié donde dijo, dándome cuenta de mi error demasiado tarde.
Jayden comenzó a reírse.
No debió sorprenderme como lo hizo. Lo miré asombrada, notando aquellos hoyuelos en sus mejillas que estaban escondidos por no sonreír a menudo.
No dejé que su bonita sonrisa me desequilibrase.
—Eres un idiota.
—Y tú una babosa, babeando por Dave —murmuró divertido, cruzándose de brazos mientras se mantenía a mi lado, ambos mirando al chico en cuestión—. ¿Será ya hora de que te declares a él? Vamos a darte un empujón.
—Dijiste que me ayudarías con él, no que me lanzarías a sus brazos.
—Es lo mismo. —Se encogió de hombros, totalmente desinteresado conmigo, volviendo a su expresión normal, la de aburrimiento—. ¡Dave, ven aquí!
Miré estupefacta cómo Dave volteaba hacia nosotros y sonreía al ver a Jayden. Nadó hasta la orilla y se empinó sobre sus pies apoyándose en el borde para salir de la piscina. Sin disimulo alguno, lo miré salir como si estuviera en cámara lenta. Las gotitas de agua que caían por su pecho se veían tan apetecibles que las ganas de lamerlo me invadieron. La imagen de él secándose el cuerpo semidesnudo con una toalla era para morirse.
Se sacudió el cabello con las manos dejándoselo despeinando y perfecto como a mí me gustaba.
Luego caminó hacia nosotros con nada más que un bañador hasta las rodillas. Su torso estaba desnudo y húmedo, brillando bajo las luces de colores de la piscina. Sus músculos se flexionaron al caminar hacia donde estábamos.
—Me alegro de que estés aquí, hermano, te estaba extrañando. —Dave saludó con una palmada en la espalda a Jayden, sonriendo sin perder ese brillo que lo caracterizaba.
—Me viste en la mañana.
—No fue suficiente. —Era cierto, había visto a Dave en el velorio otras atrás y no había sido suficiente.
—Oye, hombre, quería presentarte a Clara, la hija de mi tía Elain, la mejor amiga de mi mamá.
—¿Clara Russet, cierto? —Dave preguntó mientras giraba para verme, notando que Jayden no estaba solo. Me inspeccionó de pies a cabeza y yo no sé cómo hice para no desmayarme en ese momento. Estaba siendo observada por Dave Jordan y lo único que traía en el rostro era rímel y labial, eso tenía que bastar para impresionarlo—. Estás en mi clase de Biología.
Dios, se acordaba de mí.
—Sí. —Por poco no tartamudeé, pero mi lengua parecía haberse pegado a mi paladar y estaba siendo más callada de lo habitual. No quería soltar alguna tontería por error frente al amor de mi vida—. Mucho gusto, Dave.
—El gusto es mío, dulzura. —Morí por dentro. Por fuera me mantuve sonriente, algo nerviosa, tratando de hacerme la interesante mientras acomodaba un mechón de mi cabello tras la oreja—. La casa es de Lissandra, pero la fiesta está organizada por mí. Así que diviértanse. —Palmeó nuevamente la espalda de Jayden—. ¿Quieres meterte a la piscina? Queremos jugar un poco de vóley dentro.
—Paso.
—Entonces te veré por ahí. Nos vemos, chicos.
Se alejó mientras yo hiperventilaba.
Alcé una mano y la sacudí para darme aire por haber estado bajo la mirada de ojos mieles de Dave Jordan.
—Dios —mascullé.
—No, solo es Dave.
—Es guapísimo. Y super caballeroso. Es atento y alto, sus ojos son preciosos y...
—Sí, sí, ya te escuché. —Rodó los ojos—. Dave es el mejor. ¿Y qué?
—No tienes que ser tan borde conmigo. —Me crucé de brazos—. ¿Y no se supone que debes ayudarme con él?
—Presentarte a él fue solo el comienzo, mañana nos volveremos a acercar.
Hice puchero.
—¿Por qué no hoy?
—Terminará muy borracho y probablemente se enrolle con alguna chica.
—¿No puede ser conmigo?
Sus ojos verdes se encendieron con mis palabras.
—Tú no eres una chica solo para pasar el rato, Clara. —Sus palabras dichas de esa manera hicieron que mi corazón latiera con fuerza por el significado de ellas. Mis mejillas se pusieron rojas—. Me refiero a que eres como mi hermana y tengo que cuidarte como tal.
Lo empujé por el pecho.
—Jamás me has tratado como a una hermana, tonto.
A lo largo de los años me ha tratado como a la molesta amiga de su hermana. Me molestaba cuando le apetecía y se burlaba de mí siempre que podía, metiéndose conmigo cuando estaba aburrido e ignorándome cuando le apetecía.
—Siempre te he tratado como a una. —Pareció aburrirse de hablar conmigo porque alzó la mirada buscando algo detrás de mí. Volteé ligeramente la cabeza y me encontré con la mirada fija de Lissa en nosotros. Al parecer no podía quitarle la vista a Jayden—. Finge que te he dicho algo gracioso.
Fruncí el ceño.
—¿Qué?
—Solo hazlo.
Empecé a reír de los nervios.
—¿De qué rayos hablas?
Bajó la vista hacia mí, nuestra diferencia de altura no le permitía hablar con el cuello normal, tenía que estirarlo hacia abajo para hablar conmigo. Era una desventaja de ser tan baja. Aunque el anormal era él, por ser tan alto.
—Lissa —respondió como si eso respondiera mi pregunta. Soltó un suspiro cansino—. Estoy harto de que siempre esté buscándome.
—Sí, parece que quiere volver contigo.
—Y yo no quiero, pero sigue ahí, insistiendo.
—Tal vez deberías aclararle las cosas.
—Ya lo hice pero no lo entiende, no sé de qué otra manera hacerle entender.
—Pues ponte de novio con otra chica, tal vez así entienda que no estás disponible para ella ni para nadie.
Alzó una ceja.
—Es una buena idea, pero ahora mismo no tengo cabeza para estar con alguien.
—Pues Lissa seguirá jodiéndote. —Me encogí de hombros—. Y no necesitas estar con alguien de verdad. Puedes fingir.
—¿Y tú crees que ella se lo creerá?
Asentí.
—Si besas a tu novia en los pasillos y le agarras de la mano, Lissa sabrá que ya no estás disponible para ella.
Jayden me miró, tenía una extraña mueca en los labios, como si estuviera sonriendo, pero él no sonreía de manera normal. Sus labios esbozaron la más mínima expresión de una sonrisa. Era tan pequeña que se podía confundir con una mueca.
Bajó la mirada y yo hice lo mismo, notando que miraba mi mano. Antes de que pudiera decir algo entrelazó nuestras manos, como si fuéramos una pareja.
—¿Qué mierda haces? —exclamé tratando de apartar mi mano.
Era imposible. Jayden la apretaba entre la suya.
—Le hago creer a Lissa que eres mi novia.
—¿Estás loco? —susurré furiosa. Estábamos apartados pero no quería crear una escena en mitad de una gran fiesta, así que bajé mi tono de voz y traté de soltarme, pero me era imposible—. Suéltame ya, tonto, no quiero que la gente nos vea.
—¿La gente o Dave?
—Eres un grandísimo idiota, Jayden. —Dejé de forcejear y lo miré, suplicándole con la mirada—. Lissa jamás se tragará de que somos pareja. Solo míranos, nos odiamos desde que somos niños, nadie se creerá tu farsa.
—Diremos que nos dimos cuenta de que en realidad estábamos enamorados.
—No diré eso, lo negaré todo.
Jayden volvió a mirarme, bajando el cuello para estar justo frente a mis narices, rozando mis labios al hablar. El aroma a cigarro inundó mis fosas nasales cuando habló.
—Ve esto como una oportunidad para acercarte a Dave. Podrás entrar en su círculo social y estar cerca de él. Te enseñaré a enamorarlo, y así, en un futuro, podrás estar con él. Te lo aseguro.
—¿Cómo eso podría ayudarme? —Rodé los ojos—. Dave jamás se fijaría en la novia de su amigo. O exnovia. Lo que sea.
—Para entonces todo el mundo se olvidará que algún día fuimos novios.
—No me gusta este jueguito.
—Míralo como una oportunidad con Dave. Tú y yo terminaremos ganando aquí. —Besó mi mejilla, dejando el rastro de su aroma impregnado en mis sentidos. Estaba demasiado aturdida como para hablar, peor aún teniéndolo tan cerca. La huella de su beso en mi mejilla me dejó paralizada—. Lissa ya no me fastidiará y Dave se fijará en ti. Es un ganar-ganar.
—Para ti.
—Para ambos. —Levantó la mirada y sonrió de lado sin mostrar sus dientes. Cuando volvió a mirarme, sus ojos verdes brillaban de emoción—. Ahora mismo Lissa está furiosa y Dave nos está mirando. En realidad, todo el mundo lo hace. Estamos triunfando como pareja, princesa.
Me calmé, respirando un par de veces con lentitud para tener mis nervios bajo control. Odiaba ser el centro de atención y peor aún en una fiesta donde la mayoría del instituto estaba presente.
—Suéltame antes de que te golpee.
No era una persona violenta, pero Jayden me ponía así.
—Aww, nuestra primera pelea como pareja.
—¿Quieres que te rompa la cara?
—No sabía que podías ser tan violenta, princesa. —Apretó mi mano entre la suya, como si estuviera mostrando un hecho—. Déjame darte un beso para cambiarte esa actitud tuya.
Bajó su cabeza hacia la mía pero retrocedí antes de que pudiera hacer lo que dijo.
—¡No voy a besarte!
—Los novios se besan —murmuró como si fuera una niña que no entendiera nada de la vida. Bajó la cabeza a mis labios, mirándolos por demasiado tiempo mientras yo temblaba por la rabia—. En la boca, por cierto.
—No voy a besarte —repetí furiosa—. Los besos son sagrados.
Rodó los ojos.
Jayden hacía mucho eso cuando estaba cerca de mí.
—Solo es un beso.
—No dejaré que me beses. —Me aparté, aun sin poder soltarme. La palma de mi mano ya estaba empezando a sudar y me avergonzaba mucho de que Jayden lo notara.
—¿Ah sí? ¿Y por qué?
No quería decirle que aún no había dado mi primer beso. Tenía casi dieciocho años y aún no había besado a nadie. Era casi inaudito, mi mejor amiga Cloe pensaba que a este paso me convertiría en monja por los años que me mantenía sin besar. Ella había dado su primer beso a los once y estaba muy orgullosa de ese hecho.
—¡Porque no! —respondí tajante—. No es asunto tuyo.
Alzó las cejas, curioso con mi respuesta.
—¿No será porque sería tu primer beso? —Mis ojos se abrieron con horror. Jayden imitó mi reacción, sus ojos verdes parecían desorbitados—. ¿Nunca has besado antes?
—¡Cállate! —Levanté una mano y la coloqué sobre sus labios, luego lo solté al darme cuenta de los suaves que los sentí bajo mi palma. Él seguía atónito—. No quiero que lo sepa todo el mundo.
—Créeme, yo tampoco. —Negó—. Seríamos una pareja fracasada si nunca nos hemos besado. ¿Ahora cómo haremos para fingir? Lissa no se creerá el cuento de que eres mi novia si nunca nos ve besándonos.
—No pienses que te besaré solo para fingir ante Lissandra. Puedes esperar sentado.
—Oh, vamos, princesa, ya te dije que es ganar-ganar para ambos.
Lo sabía, pero no quería sacrificar mi primera beso con alguien de quien no estaba enamorada. No se sentía correcto cuando había estado esperando toda mi vida para eso.
—Okay. Fingiré que soy tu novia, pero solo llegaremos a agarrarnos la mano. Los besos están fuera de discusión.
—¿Ni siquiera un pico?
Lo empujé, pero no se movió ni un ápice. El chico era duro como el acero.
—Nada, tonto. —Fruncí el ceño, bajando la mirada a nuestras manos. ¿Acaso no podía sentir la pegajosidad de mi mano? Estaba hiperventilando con la decisión que había tomado, de ser la novia falsa de Jayden y mi cuerpo reaccionaba a eso—. ¿Podrías soltarme, por favor? Creo que ya todo el mundo se dio cuenta de que somos novios.
—Si no vamos a besarnos por lo menos podríamos tomarnos de las manos, así que no te quejes. —Giró el rostro y buscó a alguien entre la multitud, cuando apuntó a su objetivo, se movió hacia la sala adentrándose en la casa y llevándome hacia los sofás llenos de personas. Todos con vasos rojos en la mano conversando entre ellos. Se detuvo frente a ellos, se inclinó hacia mi oído desde atrás y me susurró—. Si vamos a ser novios, tenemos que mostrarnos ante la persona que esparcirá los rumores.
Inteligente. Lo pensé pero no lo dije.
Jayden había estado dándole vueltas a la idea de tener novia porque su cabeza estaba maquinando muy rápido.
Me había traído ante Rose, la persona más chismosa del instituto. La única chica que podía poner el lugar patas arribas con sus chismes. Rose era la cotilla del instituto, sabía todo de todo el mundo y siempre parecía actualizada con lo que sucedía en el instituto, conocía a cada persona del lugar y la historia detrás de cada uno.
Lo sabía todo.
Era como Dios en el instituto Trinity Hall.
Rose Miller me daba miedo, pero no negaba que Jayden tenía razón al aparecernos como novios frente a ella para que esparciera las noticias con el instituto entero. Así todo el mundo sabría mañana que estábamos juntos.
—¡Jayden! —Rose se sorprendió al verlo. Llevaba un vestido diminuto con tacones altos de aguja. Parecía borracha cuando se puso de pie, pero apostaba que era solo apariencia. Alguien como ella no podía darse el lujo de beber si quería recordar cada cosa que ocurriera en la fiesta para después contárselo a todo el mundo. Se acercó a Jayden y palmeó su hombro con torpeza—. Espero que puedas distraerte aquí. Ven siéntate. Hola, Clara. ¿Cómo estás?
Miró nuestras manos unidas con una sonrisa cómplice.
—Gracias, Rose —le respondió Jayden.
—Hola. —Me quedé corta al saludarla. No debería sorprenderme que me conociera, pero lo hizo. Usualmente tenía un perfil bajo en el instituto, pero ahora que estaba de pie al lado de Jayden y cogiendo su mano suponía un alto a mi vida pasada.
Adiós, discreción. Hola todo el mundo.
—¿Ustedes... están juntos?
Jayden volteó a mirarme, dejando escapar una pequeña risita. Lo miré sorprendida, como si no lo conociera. ¿Él riéndose de esa manera? Tenía que estar soñando. Abrí y cerré mis ojos varias veces, pero ahí estaba, Jayden con una sonrisa sin mostrar los dientes.
—Sí —murmuró sin dejar de mirarme.
—Vaya. —Fue todo lo que dijo Rose, anotándolo todo en su cabeza pelirroja. Sus ojos marrones bajaron a nuestras manos y nos mostró una sonrisa deslumbrante por ese hecho.
Varios de sus amigos alrededor, chicos del equipo de fútbol, excompañeros de Jayden y otros pocos jugadores de baloncesto nos miraban con mucha curiosidad. Incluso algunas chicas miraban a Jayden con ojos de interés.
—Siéntense —murmuró un chico del equipo de baloncesto—. Estábamos debatiendo algo.
Nos hizo espacio en el abultado sofá lleno de personas. Sobró espacio solo para uno y Jayden de inmediato lo tomó, sentándose como lo hacían los chicos, con las piernas ligeramente abiertas. Me empujó con su brazo y yo caí sentada sobre su regazo.
Lo miré casi boquiabierta.
Jayden bajó la cabeza y pegó sus labios a mi oído, como si me estuviera dando un beso, pero solo lo hizo para susurrarme.
—Actúa como una novia enamorada.
A regañadientes rodeé su cuello y presioné mi trasero en su regazo, logrando que se quedara quieto como una estatua. Aun así no me soltó, sino que tuvo la osadía de colocar su mano tatuada en mi muslo, peligrosamente cerca a mis partes de chica.
Eso hizo que mis mejillas ardieran.
Miré hacia otro lado pero choqué con la mirada de Rose, que había notado el intercambio. Sonrió y luego se inclinó hacia su amiga, Abril, quien estaba sentada en el sofá individual. Empezó a cuchichear con ella y yo apostaba a que lo hacían de mí y de Jayden.
Podía sentir que mis orejas se ponían rojas.
Todo mi rostro estaba rojo.
Jayden empezó a charlar con los chicos mientras yo me perdía en mis pensamientos.
¿Qué me había poseído para aceptar una propuesta como la suya?
¿Y qué me había poseído para sentarme en el regazo de Jayden Foster?
Era consciente del roce entre nuestros cuerpos. Jayden tenía una mano sobre mi muslo, y sus dedos acariciaban la zona con delicadeza mientras parecía absorto hablando con los chicos del equipo de baloncesto.
No tenía nada en contra de ellos, pero malditos fueran por distraer a Jayden. Ahora él estaba mirándolos teniendo su absoluta atención mientras yo estaba incómodamente sobre Jayden, tratando de entender por qué hacía esto.
¿Por Dave?
¿Para demostrar algo?
Realmente esperaba que esto funcionara.
Mis ojos se abrieron mucho al ver al susodicho, Dave, entrar por las puertas de vidrio que daban a la piscina exterior, vestido completamente y con el cabello húmedo. Estaba solo y se dirigía a nosotros, con la mirada puesta en nuestro grupo y una sonrisa en el rostro. Sus ojos mieles recorrieron los rostros de nuestro círculo hasta llegar al mío. Me miró un par de segundos más que a cualquiera y luego apartó la mirada para fijarla en Jayden.
Debajo de mí.
—No te muevas así. —Jayden murmuró entre dientes, bajando la cabeza a mi oído e impregnando mis fosas nasales nuevamente con su aroma a canela y cigarrillos.
Me quedé quieta, dándome cuenta de que había estado removiéndome sobre él por el nerviosismo de ver a Dave acercarse al grupo.
Se detuvo ante nosotros y saludó a todos, sentándose en el suelo, ya que no había sitio para nadie más.
Él estaba frente a nosotros, por lo tanto podía mirarme, pero no lo hacía. Sus ojos estaban enfocados en el chico a su lado, quien hablaba sin parar. Luego miró hacia otro lado, a otro chico, hasta que sus ojos se posaron en Rose y se quedaron ahí por un buen tiempo.
Volteé la cabeza sin querer mirarlo.
Ver que miraba a otras chicas menos a mí, dolía como la mierda.
—Ey, ¿qué pasa, princesa? —Jayden levantó mi rostro con sus dedos para nivelar nuestra mirada. Sus ojos verdes parecían un poco preocupados mientras me inspeccionaba. Por el rabillo del ojo noté a Dave mirarle las piernas a Rose, hice una mueca volviendo la vista a Jayden, quien siguió mi mirada y asintió, notando lo que me sucedía. Movió mis caderas fuera de su regazo para ponerme de pie y él hizo lo mismo, abrazándome desde atrás. Todos los del círculo en el que estábamos se quedaron callados, volteando a mirarnos. Incluso el chico con el que Jayden hablaba se quedó boquiabierto—. Lo siento, muchachos. Mi chica quiere irse, está aburrida.
Abrí la boca pero nada salió de ella.
Todos dirigieron sus miradas a mí, algunos chicos sonriendo con coquetería, otros mirándome mal como si fuera la culpable de que Jayden se fuera.
—Continuamos otro día, no tengo ganas de escucharlos hablar. Prefiero estar con mi chica.
Me tomó de la mano y caminó lejos de allí llevándome con él.
Se dirigió a la salida, salió por la puerta y cuando estábamos en el porche de la casa, sacó un cigarrillo y un encendedor de su bolsillo trasero.
Se puso a fumar mientras yo me cruzaba de brazos.
—¿Crees que ese numerito fue para ayudarme con Dave? —pregunté confundida con sus acciones—. Si realmente cree que estamos enamorados, nunca se va a fijar en mí.
—Piensa lo que quieras, pero conozco a Dave desde siempre. Le gustan los desafíos. —Inhaló el cigarro y botó el humo hacia otro lado para no tirármelo directamente a la cara. En su mirada verde había aburrimiento mientras le daba otra calada—. Y aunque no lo quieras creer, Dave no es perfecto y tiene una debilidad. Las mujeres de sus amigos.
—Eso no es cierto.
—¿Te conté que Dave persiguió a Lissa luego de que hayamos terminado?
—Imposible. —Negué rotundamente. No le creía nada.
¿Dave con Lissandra? Jamás.
—Lissa me lo contó.
—¿Y le crees más a tu exnovia que a tu mejor amigo?
Rodó los ojos.
—Rose Miller.
—¿Qué con ella?
—Acaba de terminar con Tobías y ahora Dave está detrás de ella.
Parpadeé.
—Si eso fuera cierto, si realmente Dave está detrás de cada chica con la que ustedes salieron, ¿por qué no lo enfrentan? —Me crucé de brazos, sintiendo un poco de frío—. Es decir, son sus exnovios, ¿no sería bueno...?
—¿Qué, marcar territorio? No somos perros —Negó—. Cuando estuve en el equipo de fútbol en la secundaria los chicos y yo hicimos un pacto, podíamos ir detrás de cualquier chica que quisiéramos, incluso las exnovias, pero solo si ellas nos aceptaban.
Mi boca se abrió.
—Por eso Oliver Cruz fue detrás de mi mejor amiga Cloe cuando ella y Roger terminaron en segundo año.
Ahora todo tenía sentido.
—Así es.
—Pero ella no le hizo caso, estaba demasiado destruida por haber terminado con Roger.
—Por eso Oliver se alejó. Ella no lo aceptó.
—Qué mierda de regla.
—Princesa, no somos moralistas. Si nos gusta una chica y es la exnovia de un amigo, ¿por qué habría un problema?
—¿Dónde están los códigos de amistad, la moral? —Estaba indignada—. Yo no podría estar con el exnovio de una amiga.
—Si ya no son nada, ¿cuál sería el problema?
Negué, sin pensar como él. Estaba equivocado.
Terminó su cigarro y tiró la colilla al suelo, pisándola con sus botas de cuero desgastadas.
Lo miré mal.
—¿Qué? —preguntó confundido.
—No tires colillas de cigarro el piso. Contienen trozos de plomo y otras sustancias tóxicas que no son biodegradables y pueden filtrarse por todas partes.
Lo vi tensar la mandíbula, pero así con todo se agachó, tomó la colilla de su cigarro y la sostuvo en sus manos. Sacó del bolsillo trasero un pedazo de papel higiénico y lo envolvió, luego aplastó el papel arrugándolo y lo volvió a guardar en su bolsillo.
—Lo tiraré cuando vea un bote de basura.
—Mucho mejor. —Asentí satisfecha. Me abracé el cuerpo al sentir una corriente de aire frío—. ¿Podemos irnos ya?
Me miró de pies a cabeza.
—¿Tienes frío, no es así?
—Sí.
—Si te subes a la moto te vas a congelar. Ven aquí. —Me abrazó de lado para infundirme calor y me llevó con él hacia su moto estacionada entre dos autos. En vez de subirse él primero, extendió su mano y tomó la mía—. Ven.
Me ayudó a subir primero, luego me entregó el casco de la cajuela y me lo puse, peinando mi cabello antes de hacerlo. Una vez lista esperé a que él se subiera delante, pero no fue así.
Se sentó detrás de mí, abrazando mi cuerpo con sus brazos para tomar el manubrio de la moto. Podía sentir su pecho caliente en mi espalda fría y sus brazos rodearme desde atrás.
—Es para que no tengas frío —murmuró cerca de mi oído.
—Pero ahora serás tú el que se congele.
—No me importa.
—¿Podrás manejar así? —pregunté volteando ligeramente el rostro para verlo por el rabillo de mi ojo.
Asintió, rozando mi cabello con su mejilla.
—Sujétate de mí. —Como no sabía a dónde sujetarme, Jayden hizo que colocara mis manos sobre las suyas, que rodeaban el manubrio de la moto.
La encendió y colocó su mandíbula sobre mi hombro derecho, para poder mirar al frente y ser capaz de manejar. Su cabello me hizo cosquillas en la barbilla.
No sé qué me poseyó en ese momento, pero empecé a sentir algo inexplicable en el estómago. Como si fueran mariposas volando por doquier.
No permití que fueran muy lejos, las espanté a todas y me recordé a mí misma que este chico que rodeaba mi cuerpo, me cuidaba como a una novia y me ayudaba con esta falsa relación para atraer a su mejor amigo, no era nada menos que Jayden Foster.
El molesto hermano de mi ex mejor amiga.
Nada más.
Por el tiempo que duró el viaje me lo recordé.
Hasta que llegamos a mi casa y yo me bajé, devolviéndole el casco para peinar mi cabello un poco enredado por el viento. Jayden me siguió de cerca mientras subíamos el porche hacia la puerta principal.
Había sido una noche tranquila, mi tipo de noche.
Abrí la puerta con sumo cuidado, para que no sonara y entramos de puntitas, para que mi madre no nos oyera. Era una mujer con el sueño pesado así que había muy poca probabilidad de que nos escuchara, pero era mejor prevenir que lamentar.
Miré el reloj de la cocina y este apuntaba a que era más de medianoche.
Mañana teníamos que levantarnos temprano para el instituto.
Jayden me seguía de cerca por detrás. Nos adentramos al pasillo de habitaciones y yo me dirigí a mi puerta mientras que él a la suya.
Antes de que entrara a la habitación de invitados, hablé. No quería dejar las cosas como estaban.
—¿Jayden? —susurré su nombre por lo bajo.
—¿Sí?
Me acerqué, a paso lento hasta colocarme delante de él. Me llevaba una cabeza de estatura por lo que tenía que echar la cabeza atrás para mirarlo directamente a los ojos.
—Solo quería decirte que lo siento mucho. —Hice una mueca, las lágrimas vinieron a mis ojos—. La tía Susan nos hará mucha falta.
Pensar en ella me hacía querer llorar. Apreté mis ojos pero aun así las lágrimas se derramaron por mis mejillas. No quería llorar frente a él. Mucho menos cuando parecía ser que él estaba más compuesto que yo, pero no pude evitar llorar cuando sabía que iba a extrañarla mucho. Demasiado.
Recién ahora, en mitad de la noche, podía darme cuenta de todo lo que había sucedido en estos días. La muerte de la tía Susan, el velorio, el ajetreo del entierro, las cuentas para pagar, el seguro que Jayden recibió.
Todo vino a mí como un borrón.
Jayden soltó un suspiro.
—Ven aquí, princesa.
No esperó a que lo haga, me jaló a sus brazos y yo enterré mi rostro en su pecho, inhalando su aroma característico. Hundí mi nariz en su camiseta mojándola en el proceso por las lágrimas que ahora caían con libertad por mi rostro.
Jayden no dijo nada. Me abrazó con fuerza, como si estuviera consolándome a mí cuando debería ser al revés.
Él perdió a una madre, no yo.
—Lo siento —susurré—. No tengo derecho a llorar como una cría cuando eres tú quien perdió a su mamá y no yo. Lo siento mucho.
—No tienes nada por lo que pedirme perdón. Eres libre de llorar a mi mamá como si fuera la tuya. Sé que la querías como si fuera una, siempre fueron tan unidas, tanto como Mia y ella. —Asentí. Jayden continuó sobando mi espalda mientras susurraba en mi oído—. Desde que mamá perdió a Mia, siempre te trató a como una hija, a pesar de que se alejó. Supongo que fue la pérdida lo que la hizo sentirse así, pero aun así te amaba mucho, Clara.
—Y yo a ella.
Me abrazó más fuerte, luego escurrí mis lágrimas con las palmas de mi mano y me alejé, sonriéndole tiernamente.
Jayden estaba serio, no lo vi derramar ni una sola lágrima.
Acuné su mejilla desnuda, desprovista de vello facial, y lo acaricié.
Era la primera vez que lo hacía, y mi cuerpo estaba reaccionando a eso.
—Estoy segura de que ella siempre estará aquí. —Bajé mi mano a su pecho, por encima de su corazón—. Y aquí. —Presioné el mío con la otra mano—. Nunca lo dudes.
Él asintió.
Acarició mi mejilla e hizo algo que no creí posible en ese momento.
Me sonrió, mostrando sus adorables hoyuelos.
Ahí, mientras lo miraba, supe que nada volvería a ser como antes.
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