Capítulo 8 - Terror nocturno
Unos golpes que vienen desde la puerta, interrumpen el fallido intento de Nina por conciliar el sueño.
—Bebé, soy mamá, unos policías te quieren hacer algunas preguntas.
—¿Unos policías? —Se pregunta Nina aterrada. Respira hondo para intentar calmarse, trata de convencerse de que aquellas personas solo quieren averiguar qué le sucedió. Ya tiene todo ensayado, por lo que solo debe decir su versión de los hechos. Aunque, algo en el fondo le dice que ellos vienen por algo más, y ese algo tiene que ver con lo que le ocurrió a Carol. "Que sea lo que Dios quiera", cierra los ojos y con temor prosigue—. ¡Sí, pasen!
Enseguida los ve entrar, él es un hombre grande de cabello oscuro, robusto, con bigotes y una expresión intimidante en su rostro. Ella, sin embargo, es una mujer más joven, no tan alta, y con un gesto que expresa empatía al ver a Nina malherida.
—Los policías quieren saber cómo te hiciste esos cortes —Le informa Laura a su hija con una sonrisa insegura.
—Buenas tardes, soy el oficial Anthony Rodriguez y ella es mi compañera Karen Kauffman —advierte extendiendo su mano.
—Queremos saber cómo fue que terminaste en ese estado. —Karen la observa con preocupación, pero sabiendo que debe cumplir con su rol de policía.
—Bueno... fue anoche... yo tomé un atajo para llegar más rápido a casa, y me metí en un callejón... —explica Nina, tomando aire, aunque los puntos le duelan—. Todo estaba aparentemente bien, tranquilo, cuando me percaté que unas... personas... comenzaron a seguirme.
—¿Lograste reconocerlas? —interrumpe Anthony.
—No, estaba todo oscuro, solo pude ver sus siluetas en el resplandor de la luna, eran cinco personas, tres hombres y dos mujeres.
—Y nos decías que comenzaron a seguirte, ¿no? —inquiere Karen, esperando que Nina profundice.
—Sí, supuse que querían robarme, así que comencé a correr, lo recuerdo muy bien... —Sus ojos se pierden mirando hacia el extremo de la camilla, mientras sus cejas se contraen al recordar aquel momento—. Corrí lo más que pude, sin ningún rumbo, y cuando creí que los había perdido, ellos volvieron...
—¿Esas heridas en el brazo, te las hicieron ellos? —pregunta el oficial Anthony.
—No, yo intenté escapar, pero había un portón bastante grande que no podía abrir. Por lo que escalé y al llegar a la cima, me lancé hacia el otro lado, a través de unos alambres de púas que se encontraban encima de la cosa esa. —Hace una pausa, y posteriormente señala su brazo izquierdo—. Eso fue lo que me causó estas lesiones.
—¿A qué hora ocurrió? —insiste el oficial.
—Ah... creo que a las once de la noche... no recuerdo con exactitud la hora. —Nina sabe que está inventando esa información, y comienza a acariciar las palmas de sus manos producto de la ansiedad.
—Yo la encontré en su casa como dos horas después, ella me llamó pidiendo que viniera en cuanto antes porque estaba malherida —aclara Laura—. Llamé a urgencias y ahora estamos acá.
—Claro, ¿podés decirnos dónde queda ese callejón? —indaga Anthony.
—Por la zona del Mercado del Puerto. Todo ahí está venido a menos y me genera cierto miedo recordarlo —asegura Nina.
—Está bien, vamos a ir a merodear esa zona, así que podrás estar más tranquila —Anthony anota en un cuadernillo toda la información que considera relevante—. Pero, ¿qué hacías sola a esas horas en un lugar como ese?
—Fui a la casa de una compañera, por un trabajo que teníamos que hacer, y vivía por ahí —argumenta ella, intentando convencer a ese persuasivo hombre que no le quita ni un ojo de encima.
—Por cierto, no sé si ya estás enterada, pero una amiga tuya está acá mismo internada, Carol Dennis —agrega la agente Karen—. Ella fue atacada brutalmente con un golpe en la cabeza, hasta ahora solo sabemos que fue una mujer, ¿sabés de alguien que podría querer matarla?
—No, la verdad no sé, estoy muy preocupada por su estado, mi madre me comentó todo. —Su rostro de preocupación es evidente, pero más por la situación en la que se encuentra sometida, que por su propia amiga.
—¿Nadie de su círculo de amigos o conocidos podría tener algún problema con ella para llegar a ese punto de intento de homicidio? —insiste Anthony mirándola fijamente.
—No, es más, tenemos un círculo de amigos en común, su novio Jonathan, Bárbara, Katherine... ninguno de ellos le haría nada, estoy segura.
—¿Entonces no tenés ninguna idea de quién podría querer matarla? Seguro era alguien que estaba quedándose en su casa, porque si fuera un intruso, la hubiera herido de bala —supone el oficial.
—La verdad no sé, yo a ella la vi en la tarde, fuimos a la rambla porque yo me estaba sintiendo mal anímicamente... —Le explica Nina—. Después yo me fui a mi casa y más tarde tuve que ir a hacer el trabajo que le dije.
—Entiendo, muy bien, vamos a estar investigando más sobre esto... —Les asegura Anthony—. Y también vamos a mandar móviles a esa zona para que estén más tranquilas.
—Muchas gracias oficiales —Laura los despide con un cordial apretón de manos—. Manténgannos al tanto de las novedades por favor, no estoy segura tampoco con mi hija que vive sola.
—Tranquila señora, vamos a tratar de aclarar todo esto y asegurar que todo mejore —afirma Karen con una sonrisa simpática.
Laura los acompaña hasta la salida, allí se vuelve a despedir de ellos y cierra con rapidez la puerta. Anthony siente que lo que dijo Nina no tiene mucho sustento, pero aún es muy temprano como para sacar alguna conclusión. Debe escuchar la campana de Carol Dennis.
—Hay algo extraño acá... las noté algo nerviosas, y es mucha coincidencia que ambas estén acá malheridas.
—Sí... me llamó la atención, pero puede pasar por motivos del azar o qué sé yo —cree Karen con cierta inocencia.
—Tenemos que averiguar los nombres y direcciones de estos amigos en común que ellas comparten, y darnos una visita por el instituto donde estudian —concluye decidido Anthony.
Mientras tanto, en el cuarto de Nina, su madre se acerca lentamente con una mirada de preocupación...
—Tenés que mantener ese discurso, Nina, por nada del mundo cambies la versión, ¿escuchaste?
—Sí, ya sé, no te preocupes mamá. Ya me la aprendí de memoria. —Intenta tranquilizarla con una risa discreta.
—¿Por qué te reís? ¡Esto es serio, Nina! Cualquier paso en falso y vas a ser la primera sospechosa.
—¡Ya sé, mamá! Solo trato de calmarte, no vamos a adelantar nada con preocuparnos. Ahora más que nunca tenemos que pensar fríamente, y si me dejo llevar por el miedo, la voy a cagar.
Nina suspira dejando salir la frustración. Cruzándose de brazos, apoya la cabeza en la dura almohada del hospital, pensando en mil cosas y a la vez en nada. Mirando hacia la ventana, la luna se va asomando, la oscuridad se va apoderando del cielo, y las nubes, poco a poco, comienzan a tomar una forma extraña. La noche cayó como un manto de sosiego y misterio. Ella se acomoda en su cama y agudiza la vista para divisar lo que hay allá fuera. Las nubes forman un rostro horripilante con unos ojos profundos y negros como el color de aquel cielo nocturno. Además, alcanza a notar unas cejas del mismo color encima de cada ojo, que denotan una expresión de maldad, la luna se ubica justo en medio de ambas, brillando con una luz fantasmal. Y más abajo, se pronuncia una extensa boca que va de un extremo de la cara, hasta el otro, y que no hace más que enaltecer unos rasgos siniestros y demoníacos. Nina, presa del pánico, llama a su madre para avisarle...
—Mamá... prendé la luz por favor...
Al no obtener ninguna respuesta, gira la cabeza a su costado contiguo, para encontrarse allí a su madre estática y de pie a su lado, mirándola fijamente con unos ojos tan redondos que no parecen humanos, y que resaltan mucho más que su cabello corto. Solo alcanza a ver las pupilas en medio de cada uno de ellos, dando una imagen más que macabra y estremecedora. En definitiva esa no es su mirada... es muy siniestra; muy inquietante, y parece estar acompañada de una sonrisa igual de perturbadora que extiende sus labios más de lo normal.
Nina se estremece, cierra los ojos, comienza a temblar, y sollozando le repite...
—¡Ma... má... prendé la luz... por... favor!
Su madre extiende su brazo con letargo hacia el interruptor, y acto seguido, el cuarto se ilumina.
—Nina, ¿estás bien?, ¿por qué llorás?
Ella observa a su madre, y halla que todo se encuentra normal. Que aquella visión fantasmagórica, la cual le causó un frenesí inenarrable, tal vez fue pura y exclusivamente, producto de la sugestión a la que ha sido sometida una mente tan creativa como la que posee.
—Nada mamá, la luz de la luna me hizo imaginar cosas. Por favor, no dejes el cuarto a oscuras...
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