Capítulo 46 - Misterios ocultos en la mente

Jefatura de Policía

—¡Katy! ¿Cómo estás? —pregunta Carol abrazándola—. Vi todo en las noticias y vine corriendo. ¿Cómo fue que pasó?

—Fue horrible, Carol. Bárbara está declarando ahora —responde con la mirada cabizbaja, sintiendo vergüenza de mirarla a los ojos.

—¿Cómo está ella? No puedo creer que Nina haya hecho esto, eh... primero yo, después Jonathan, y ahora Bárbara. ¡¿Te das cuenta?! ¿Qué tiene contra nosotros? —brama indignada, mientras camina de un lado a otro buscando respuestas—. En definitiva está mal de la cabeza. No sé cómo pude haberla ayudado en su momento, o confiar en ella. Bárbara y yo nos salvamos, pero Jonathan no. ¡Me da una bronca, te lo juro!

—Carol... ¿te acordás que te iba a decir algo en la facultad, y Bárbara nos interrumpió? —Le dice Katherine, dispuesta a confesárselo todo—. Siento que si no te digo esto, me voy a volver loca... estoy segura que Nina no mató a tu novio. No fue ella.

—¿Qué? Pero si todos la vimos con las manos ensangrentadas, y huyendo antes que nos diéramos cuenta de lo que hizo. ¿Qué me estás diciendo, Katherine?

—Esa sangre no era de Jonathan... ella sí le dio una paliza a Bárbara, pero en ese mismo instante también ocurrió la muerte de tu novio —Le explica casi murmurando, intentando que la rubia entre en razón—. ¿Te acordás que yo avisé que Jonathan estaba herido? Bueno, en ese momento vi a alguien escondido entre los árboles, con una máscara igual a la de Nina, pero no era ella. Era alguien más. Y después de matar a Jonathan, Nina salió con las manos ensangrentadas pero desde otro punto, que sería imposible llegar a no ser que pudiera teletransportarse así... mágicamente. ¿Entendés? No fue ella, ni siquiera llevaban la misma ropa, y... estoy segura que el asesino llevaba guantes, por eso no hay huellas que incriminen a Nina. ¡Porque ella no fue!

—¿Y por qué no lo dijiste en su momento? —Le pregunta desconcertada, con lágrimas asomándose por su mirada.

—Estaba confundida, y aturdida por lo que pasó con Bárbara. Pensé que también estaba muerta... después ella despertó y culpó a Nina de la muerte de Jonathan. No tenía cómo probarlo, todos la vieron con las manchas de sangre —confiesa Katherine, intentando por una vez en su vida vencer la culpa que impide ver a Carol de frente y decirle la verdad sin que sus rodillas tiemblen—, no supe cómo lidiar con la situación, perdón.

—¿Y Bárbara sabía todo esto?

—Después lo supo, sí, yo se lo comenté... y me exigió que no lo cuente.

—¡¿Por qué?! —inquire Carol con furia, empero, Katherine no se atreve a revelarle más de una verdad que podría romperle el corazón, y meterla en problemas a ella misma—. ¿No vas a responder?

—En realidad no sé qué pasó ahí... sabés cómo es Bárbara, ella le dijo cosas horribles a Nina, la otra reaccionó y terminó golpeada de esa forma. Supongo que por venganza pidió que no contara nada, y que creyeras que Nina fue la asesina —Le miente improvisadamente Katherine, para salvar el pellejo de su amiga, y el de ella misma.

—Claro... por eso ahora la secuestró. Quería ajustar cuentas con ella, ¿no? Por hacerle creer a todos que era una asesina —responde Carol, atando los cabos sueltos del asunto—, ahora todo me cierra.

—Puede ser, no sabría decirte. Yo estaba con Bárbara y vino con un cuchillo, me asusté mucho la verdad, y lo único que pude hacer, fue llamar a la policía.

—Tengo que ir a la casa de Nina, voy a hablar con su madre —Le dice Carol sin apenas prestarle atención. Necesita respuestas y cree que Laura se las puede ofrecer.

Luego de perderse por un par de minutos contemplando a Carol irse despavorida de la comisaría, Katherine regresa a la tierra cuando un policía alerta a los demás de un accidente fatal que sucedió con el auto que llevaba a Nina y a la agente Karen, quien era querida por todos sus compañeros de trabajo. A Katherine le hiela la sangre pensar que ese accidente fue premeditado, le da pavor siquiera recordar al misterioso policía que apareció de la nada para hacer quién sabe qué en el auto, y que luego huyó del lugar sin dejar señal alguna. Por más que lo busque en la comisaría, no lo reconoce. ¿Quién era ese hombre? Esa pregunta le carcome la conciencia, y la culpa termina por abrumarla en un escalofrío interminable al suponer que Nina puede estar muerta por culpa de ese estúpido plan que orquestaron. Jamás se perdonaría si llegara a morir por una injusticia.

Por otra parte, una vez que la calle se dispersa, y las preguntas incrédulas cesan, Laura y Daniel retornan a su hogar. El cual, de nuevo queda desolado, aún palpitando el aroma y la presencia de su hija. Daniel tiembla al ver el noticiero, pues, en primicia, están dando la noticia del accidente fatal que sufrió la unidad que llevaba a Nina. Minutos más tarde, confirman la muerte de los agentes, quienes quedan en un estado tan deplorable que los medios no se atreven siquiera a mencionar por respeto y para no herir sensibilidades. No obstante, también confirman que el cuerpo de Nina no fue encontrado, por lo que se podría suponer que ha escapado. Laura por un momento sintió el mismo temblor que Daniel cuando dieron la noticia del accidente, empero, se alivió al saber que su hija pudo haber huído. Ella siempre estuvo de su lado, y decidió creerle todas las veces. Hoy más que nunca. En cambio, su marido continúa temblando, con la vista petrificada en la demencia absoluta, y a punto de sollozar.

—¿Qué pasa, Daniel? Calmate. Nina escapó y todo esto se va a resolver —Lo abraza, atendiendo a su cara de pánico, la cual estremece—. Ojalá podamos encontrar a nuestra hija, creo que tendríamos que buscarla.

—Contame eso del cuadro... contámelo ya —Le implora, aún temblando de conmoción.

—A Nina le habían regalado un cuadro, y con el tiempo se iba borrando. Lo tiramos más de una vez, y volvía a aparecer. Nina decía ver a una sombra de ojos brillantes, o que alguien la acosaba, no sé. El último episodio fue cuando estabas internado y alguien llamado Eduardo Müller fue a verte, te sacó una foto y la subió a mi Facebook —Recuerda Laura, mientras le cuenta un resumen de todo el calvario que han vivido ambas hasta ahora. La cara de horror en Daniel alcanza lo inenarrable—, recuerdo que fue una cosa de locos, porque yo no había subido nada, ni siquiera te había sacado una foto, porque estabas deplorable... perdón, pero es la verdad. Estabas muy mal, y no podía exponerte así. Después de de eso, el cuadro volvió, esta vez más horrible que antes, con la cara de Nina por completo borrada, y un mensaje que daba a entender que entraron a la casa. Al principio creía que eran imaginaciones de Nina, que estaba muy cansada. Luego creí que estaba loca realmente, pero después... pude comprobar que se trataba de algún demonio atormentándonos. Ahora ya no sé qué pensar, si es una persona o qué es.

—Es una bestia... —Le responde él, con la vista empañada en lágrimas al recordar su tormentoso pasado.

—¿Qué te pasa, Daniel? Siento que tenés algo que decirme —inquire Laura, poniéndose nerviosa al ver a su marido así de alterado. Mas cuando está dispuesto a hablar, alguien bruscamente golpea la puerta—. Esperame, voy a abrir.

—Hola Laura —Saluda Carol, un tanto avergonzada por aparecerse en ese momento—. ¿Podemos hablar?

—Sí... pasá —responde Laura un tanto desconcertada—. Él es Daniel, el papá de Nina.

—Mucho gusto, señor. Laura... necesito saber a dónde se llevan a Nina, tengo que hablar con ella —Le implora Carol.

—¿No te enteraste? El auto en el que iba tuvo un accidente, los policías murieron pero ella está desaparecida... solo espero que esté bien.

—No, no sabía nada. Ya me dijeron todo... que ella no mató a Jonathan, y... tiene sentido. Pero necesito oír de su boca lo que tiene para decirme —Le explica con el aire entrecortándose—. ¡Tengo que saber quién es el culpable de la muerte de Jonathan!

—Yo creo saberlo... —interrumpe Daniel. Está decidido a hablar, y contar aquella verdad que nunca se atrevió a revelar, y que lo ha atormentado durante décadas—, hace muchos años convivo con este miedo. Yo sé que él está ahí, pero jamás se deja ver. Nunca deja señales, ni un rastro de que estuvo ahí. Laura... yo no te conté todo, aquella noche en que murió Michael. ¿Te acordás?

—Sí, amor... él y Nina tuvieron un accidente en moto.

—Exacto. Ese día a Nina la secuestró él —Le recuerda, temblándole el pulso con solo evocar su imagen.

—Gael, tu hermano. Recuerdo todo bien, y me duele...

—Esperen, ¿quién exactamente es Gael? —pregunta Carol, sin entender lo que la pareja quiere decir.

—El que me convirtió en esta mierda que soy ahora... —Le explica Daniel, señalándose a él mismo como un despojo humano—, él hizo mi infancia un infierno. Crecimos juntos, pero fue una tortura vivir bajo su mismo techo. Él... aunque suene ilógico, tiene una habilidad sorprendente para saber cada uno de tus miedos, cada cosa que escondés en tu mente, y usarla en tu contra. Él sabía absolutamente todo de mí, podía predecir cada cosa que pasaba por mi cabeza, y así me torturó psicológicamente durante años. ¡Fueron años enteros de humillaciones! —Les confiesa quebrándose en un llanto desgarrador—. Gael logra meterse en la mente de las personas, con solo mirarlas, y averiguar todo de ellas. Él va a saber tus peores temores, y hasta tus más mórbidos secretos. Aunque intentes escondérselos.

—Esperá, ¿cómo es posible? ¿Tiene poderes telepáticos, o esto es una broma? —interrumpe Carol. Ella buscaba respuestas, pero está obteniendo más de lo que deseaba.

—Peor que eso. Tu cerebro es como una computadora que procesa y archiva recuerdos, que produce, que crea... él lo sabe todo con solo mirarte. Él puede desbloquear tu mente y tomar todo lo que almacenes ahí, para usarlo en tu contra. Tiene una habilidad asombrosa, pero siempre la ha utilizado para el mal. ¡Es un enfermo psicópata!

—Amor, escuchame... yo sé que Gael es capaz de todo. Recuerdo lo que a mí me hizo... él me llevó a hacer cosas que nunca imaginé... y fruto de eso fue que nació Nina. Esa culpa la cargo conmigo hasta el día de hoy, aunque vos hayas asumido su paternidad, y eso que no debías hacerlo —Le recuerda Laura, acercándose a él para calmar su angustia—. Yo sé que lo odiás, que él es una escoria, pero mirá las cosas que decís, Daniel. ¡La abstinencia ya te está haciendo delirar, mi amor!

—¿Y cómo explicás lo de la foto en tu perfil, si vos no la subiste, eh? —pregunta Daniel mirándola a los ojos.

—¿Y lo de la alarma? ¿Te acordás Laura? Que le dejaron una nota a Nina, y desconfió de vos, después de mí, y no teníamos nada que ver... —Le recuerda Carol, hallándole sentido a más de una situación.

—No sé... mi cabeza está dando vueltas —confiesa Laura, yendo por un vaso de agua para calmarse—. Pero, si entonces Gael pudiera saber todo de nosotros, ¿cómo se explica eso? ¿Cómo es posible que alguien tenga un poder así?

—Él y yo nacimos y nos criamos en Francia... —Recuerda Daniel, ya más calmado, y dispuesto a contar más de su verdad—, mi madre también tenía habilidades sorprendentes. Ella podía cambiar su voz a cientos de registros distintos, desde voces agudas, a voces más graves que causaban escalofríos. Así engañó a mucha gente, y consiguió convertirse en una cantante prodigiosa, con la voz de otra persona... de otra alma encadenada. Yo también nací con una capacidad especial... desde niño he visto cosas, y me he comunicado con esas almas que eran sometidas por mi madre. ¡Ellos gritaban que los liberara del tormento que hace siglos estaban viviendo! —Les confiesa volviendo a llorar, ante la mirada pasmada de Laura y Carol—. Siempre pude entrar a la dimensión espiritual y comunicarme con ellos. Son cientos de almas torturadas que nos dieron los poderes extrasensoriales que tenemos. Gael tiene la capacidad cerebral de cientos de almas, y mi madre, tenía todas sus voces. Yo puedo comunicarme con ellos, pero he intentado miles de formas para no hacerlo.

—O sea que... ¿son una familia de superdotados? No entiendo nada —señala Carol, intrigada por aquella explicación.

—Somos una familia que carga con una maldición que nació en el siglo XIX. ¿Han oído hablar de Delphine Lalaurie?

—Yo encontré algunas cosas de ella —responde Laura, aún más intrigada que la rubia sentada a su lado.

—Con ella empezó todo... ella masacró a decenas de personas que mantenía esclavizadas en su mansión de Nueva Orleans. Tenía en su poder unas escrituras ocultistas que explicaban paso a paso cómo hacerse con el alma de una persona y retenerla durante generaciones. Ella halló el goce retratándolos con su sangre, algunas pinturas las acababa con los dedos cercenados de sus víctimas, los cuales usaba de pincel. Era una mujer sádica y cruel, pero que obtuvo mucha riqueza con lo que hizo, hasta que la descubrieron, y tuvo que huir a Francia. Ahí fundó una secta que prometía la elevación y manipulación de su propia alma al que se uniera. Ella poseía el secreto, y así fue atrayendo a miles de seguidores, que se pusieron a sus pies. Las masacres siguieron, hasta que fueron cientos de almas a las que controló. Le tocó morir de vieja, pero su legado continuó durante tres generaciones más. Mi madre fue sacerdotisa de ese culto, y por las mañanas, usaba la voz prodigiosa de una de esas almas atrapadas para engañar a toda Francia. Todos los que descendemos del clan Lalaurie, heredamos un don proporcionado por el derramamiento de sangre de mucha gente a la que le arrebataron su alma.

—Esperá... ¿entonces vos sos un Lalaurie? ¿No sos Daniel Varsi? —inquire Laura indignada, negándose a creer lo que su marido está contando.

—Cuando huí de Francia, me cambié el apellido para que jamás supieran quién soy. Pero mi verdadero nombre es Daniel Lalaurie.

—Me acuerdo cuando te conocí, parecías preocupado, como huyendo de alguien. Tu cabeza estaba en otro lado... ¿por qué huiste de Francia y viniste a parar acá?

—Gael y yo nos odiábamos, tanto que me tendió una trampa mortal. Él quería tener el control del Grupo Alma... así se llama ese culto. Quería tener el poder, consideraba que él era el más indicado para manejarlo, y que mi madre simplemente lo estaba utilizando. Por lo que él decidió matarlos, tanto a mi padre, como a mi madre. Los apuñaló a sangre fría, y ese día... —Recuerda Daniel, quedándose sin aliento otra vez—, ese día, cuando llegué, me dejó una nota, en la que se disculpaba por todo el daño que me había hecho. Que quería remediarse, al fin y al cabo, yo era su único hermano. En la nota también decía que me había dejado un regalo escondido detrás del refrigerador, y yo como un imbécil caí en su truco. Tantee con mi mano para saber lo que era, y cuando quise acordar, tenía entre mis manos, el cuchillo ensangrentado con el que había matado a mis padres. Ese puñal ahora tenía mis huellas, y yo caí como un idiota en esa trampa. Para cuando quise acordar, las sirenas ya estaban tocando la entrada, y solo pensé en huir. Me fui del país, y me cambié el nombre para evitar que me reconocieran. De ahí empezaron todos mis problemas, y siempre viví con el miedo de que Gael me encontrara. Yo sabía que él me iba a encontrar, y lo hizo. Te usó a ti Laura, para llegar a mí, y hacerme más daño del que ya me había hecho.

—Pero, ¿por qué se está ensañando con Nina? ¡¿Qué le hizo?! —inquire Laura preocupada.

—Quiere venganza. Nosotros se la arrebatamos, y seguro quiera algo de ella. Por eso hace unos años la secuestró, y Michael dio la vida por ella... nuestro querido hijo.

—Yo solo sé que ellos tuvieron un accidente —dice Carol, interrumpiendo con ingenuidad.

—Sí, Michael fue a salvarla de Gael, y cuando lograron huir, tuvieron un accidente en su moto. Él murió en el acto, y ella perdió la memoria. De ese evento no recuerda nada, y nosotros nos aseguramos que jamás se acuerde —Le explica Laura, recordando con tristeza ese fatídico evento.

—Es demasiada información... estoy en shock —añade Carol, tratando de procesarlo todo—. Daniel, dijiste que todos los descendientes del clan Lalaurie heredan un don, ¿verdad? Entonces... ¿cuál es el don de Nina?

—Todavía no lo sé... 

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