Capítulo 44 - Un plan perfecto
—¡Bárbara, es una locura lo que me estás planteando! —Le dice Katherine, quien corre detrás de ella intentando comprender lo que pasa por su mente, tal vez aún más retorcida que la de Nina.
—¿Por qué? Es simple, mi padre es policía, así que puedo robarle con facilidad unas esposas. La idea es fingir un secuestro —argumenta sin movérsele siquiera un pelo.
—Sí pero... ¿y si la casa tiene alarmas? Estaríamos haciendo algo ilegal —Le explica Katherine, intentando hacerla entrar en razón. Aquel plan le resulta mórbido, y le causa miedo—, ¿y si nos descubren? ¿O si Nina te descubre en su casa? ¿Qué tal si en verdad te hace daño y no pueda hacer nada para salvarte?
—¡Ay, Katherine! ¡Que exagerada, por Dios! —brama Bárbara irritada, parece no importarle los peligros que puede correr si ejecuta su plan—. Vamos a ir a altas horas de la noche, seguramente estén durmiendo, y cuando nos descubran yo ya voy a fingir que me tiene ahí, secuestrada. Por las dudas, si intenta hacerme algo, voy a gritar, y enseguida vas a llamar a la policía para que vengan urgente a salvarme. No seas tan catastrófica, ¿querés?
—¿Y si la casa tiene alarmas y salta?
—Voy corriendo al sótano y me esposo en algún lado, llamás rápido a la policía y listo, hacemos creer que estoy secuestrada ahí. Tenemos que averiguar cuándo es exactamente que Nina vuelve, y para eso vas a ir vos. Pero también tenemos que hablar con Isabella, estoy segura que le va a encantar nuestro plan.
—¡¿Isabella?! ¿Por qué la vas a meter en esto? —inquire Katherine consternada—. ¿Y por qué tengo que ir yo?
—Ella tiene cuentas pendientes con Nina... estoy segura que Isa también va a querer vengarse. Y vos solo vas a ir como un pretexto para saber cuándo vuelve, de las tres, sos la que mejor relación ha tenido con Nina.
Katherine no para de pensar una y otra vez que ese plan es absurdo. Le da escalofríos por todo el cuerpo de tan siquiera contemplar la idea de que todo pudiera salir mal y termine en una tragedia, o que la policía descubra que todo es una trampa perversa orquestada por ellas. Sin embargo, debe ejecutar bien su rol, debe sonar creíble en la llamada y rezar porque todo salga como lo planeado. Es su pellejo el que está en juego frente al de Nina.
Horas más tarde, Katherine e Isabella se reúnen en la pequeña y humilde casa de Bárbara, de la que siempre sintió pena, pero bajo esta situación, no tiene reparos en invitarlas a que contemplen dónde es que vive, adentrándose en el cuarenta semanas, casi bendecida por la Gruta de Lourdes, la cual, se encuentra a poco menos de una cuadra de donde se crió toda su vida. Katy, al ingresar al hogar, se da cuenta de cuán poco sabe de quien dice ser su mejor amiga, puesto que nunca le había mencionado siquiera que vivía en aquel barrio, y por el contrario, siempre ha fingido ser una mujer poderosa y muy ambiciosa.
—Les debe sorprender dónde vivo, ¿no? —Les dice con una sonrisa incómoda—, bueno, acá me crié yo, ahora ya lo saben. Todos tenemos secretos, ¿tá? Y a mí me da vergüenza decir que vivo acá, cerca de una boca de droga. Pero para lo que vamos a hacer, cada una tiene que sacrificar algo, y acá estoy desnudando mi verdad ante ustedes.
—No te preocupes, no sos menos digna que nadie por vivir donde sea. Ya fue, ¿por qué tendrías que sentir vergüenza? —responde Katherine, solidarizándose con aquella chica, a pesar de no merecer nada de su apoyo.
—La verdad me sorprende un poco, pero no vine hasta acá a ver tu decoración Bárbara. Decime ¿qué querés? —pregunta Isabella con soberbia.
—Sé que odiás a Nina, y te tengo muy malas noticias. Ella va a salir del loquero, por lo tanto, te propongo un plan para que vuelva un buen rato más a ese lugar —Le explica Bárbara, sacando del bolsillo de su buzo canguro, un cuchillo afilado, el cual sostiene con una sonrisa que esconde la vulnerabilidad con la que se mostraba hace unos instantes.
—¿Qué pretendés hacer con ese cuchillo? —inquire Isabella, extrañada ante la situación, la cual se está volviendo bastante turbia—. Katherine, ¿vos sabés algo de esto?
—Estoy tan sorpresa como vos —responde impactada, sin siquiera poder hilar una frase correcta.
—Es sencillo. Vos vas a hacerme un corte en el brazo —Le explica Bárbara, señalando a Isabella con el cuchillo—, vamos a fingir que Nina me secuestró, y luego vas a ir a la comisaría, a decir que fuiste herida también por Nina en la calle. Que estaba descontrolada... fuera de sí, y en ese momento también van a recibir la llamada de Katherine, diciendo que Nina me secuestró.
—¿Me vas a cortar a mí también? —pregunta Isabella, algo asustada por el brillo de ese gigantesco cuchillo de cocina.
—Sí —Asiente Bárbara elevando los brazos, como si aquello fuera una tarea a la que cualquiera accedería—. Tranqui Isabella, no te va a doler. Antes Katherine va a tener que averiguar en qué día sale Nina del manicomio, y en esa misma noche, hacemos todo. Acordate que ella tiene una deuda pendiente contigo. Te acusó a la policía... ahora es tu turno —Le dice guiñándole un ojo, usando su más eficiente técnica de manipulación.
—Tengo que admitir que tu plan es retorcido, pero sí es cierto que me causó muchos problemas la denuncia de Nina... —Recuerda Isabella, volviéndole a enojar aquella situación—, acepto. Pero no quiero que me cortes.
—Hmmm... bueno... ¿un ojo morado está bien? —pregunta Bárbara con su característico humor ácido—. Mirá que mis huesos golpean muy fuerte.
—Mejor... creo —responde mirándola de reojo.
—Perfecto. Katherine, andá ahora mismo a averiguar todo —Le ordena Bárbara en un tono simpático.
Katherine aún no sabe por qué está aceptando participar en esto. Es que... es tan retorcido que repugna. ¿Acaso vale la pena pasar por todo esto para salvar a sus padres de la decepción por tener una hija fracasada y sin ningún talento? "¿Qué voy a hacer de mi vida si los decepciono una vez más?", la tristeza se apodera de sus pensamientos en el trayecto a la casa de Nina, mientras mira por la ventana del ómnibus. Un nudo en la garganta le impide hablar, empero, ya está frente a la puerta, y debe tocar. No sabe bien lo que hace, no obstante, parece ser lo que más le conviene.
—¿Hola? —Atiende Laura, intentando recordar quién es aquella chica con anteojos de aviador. Le suena de algún lado—. Te conozco, ¿no? Creo que te he visto un par de veces con mi hija.
—Eh... sí. Con Nina —Le responde tragándose su nudo y fingiendo una sonrisa—. Es más, Carol me puso al tanto de todo, y parece que han absuelto a Nina y la van a liberar. Es justo que si no se comprobó nada, la dejen ir. Y... quería darle mi apoyo.
—Sí, la verdad que mi hija no es ninguna asesina. Se han inventado muchas cosas de ella, me imagino que ya sabrás. Ella ya fue liberada, es más te digo, está descansando en su cuarto, y no creo que sea el mejor momento para que la veas. Incluso dudo mucho que quiera ver a alguien. Espero que lo entiendas, ¿cómo te llamás?
—¡Katherine! Y sí, no se haga problema. Es entendible que no quiera ver a nadie, déjele mis saludos, ¿sí? Y dígale que la estimo mucho... y siempre creí en ella —Le pide, sin atreverse a verla a los ojos, y retirándose lentamente, ante la mirada confundida de Laura.
De camino a casa de aquella despreciable amiga, siente un frío abrumador que le eriza las entrañas de una forma inusual para la época. Lo cual parece indicar, que el frío en esta ocasión, es un extraño presentimiento, un miedo que el corazón delata justo antes del peligro. Algo que le corre por las venas, que le sopla la nuca y la incita a girar hacia atrás, para corroborar que solo son creaciones sin sentido de su mente. Empero, a lo lejos lo ve: es un hombre de traje y sombrero oscuro, alguien que parece seguirla, y su cara no deja ver. Katherine siente que hay algo extraño con él, y más cuando detiene su paso y simplemente permanece mirándola, en la lejanía, sin realizar alguna clase de movimiento. En definitiva, hay algo muy extraño con ese tipo, y Katherine no está dispuesta a quedarse mucho tiempo en ese lugar para averiguarlo...
Casa de Bárbara
—Nina ya está en su casa —Les informa Katherine.
—¡Buenísimo! Entonces hoy mismo vamos a ejecutar el plan —Les advierte Bárbara, entusiasmada porque las cosas transcurrirán más pronto de lo que pensaba—. Isabella, hoy te quedás a dormir acá.
—Bueno... —responde no tan convencida, al ver alrededor y notar la humedad haciendo caer a pedazos el techo.
—¿Y a vos qué te pasa, Katy? ¿Estás nerviosa por lo que vamos a hacer? —inquire Bárbara al verla pálida, como si hubiera visto algún fantasma.
—Además de eso... cuando volvía de la casa de Nina, me siguió un tipo raro hasta la parada, elegante pero con una actitud extraña —confiesa agachando la mirada—. Me dio un poco de miedo, no sé.
—¿Y qué tiene de raro? En el barrio de Nina abunda la gente adinerada. ¿Te parece extraño ver a alguien con traje ahí? —responde Bárbara, hallando absurda la paranoia de su amiga—. Extraño es que no lo hayas invitado a salir... dejaste ir tremenda oportunidad de conseguirte un millonario, eh.
—¿Qué boludez estás diciendo, Bárbara? —Le pregunta Katherine mirándola de reojo. Parece que cada cosa que dice, es una estupidez tras otra—. ¿Y si era un violador?
—Le pegabas en los huevos y ya no podría violar a nadie más —responde ella, alzando los brazos como si aquel dato fuera una obviedad—. Dejá de ser tan dramática, Katy. Ahora hay que concentrarnos, que en pocas horas se viene la noche.
Mientras tanto, en la casa de Nina se respira un silencio sepulcral, que dista mucho de significar un clima de tranquilidad. Al contrario, el drama se palpita en cada rincón del hogar, más cuando Laura encuentra en su habitación, un par de frascos de perfume rotos en el suelo. Enseguida comprende que su marido necesita ayuda psicológica urgente, sin embargo, la situación la supera, y el golpe que le dio hace un rato aún le sigue doliendo, como una llaga abierta que estuviera retorciéndose en el fuego. Por lo que resulta imposible pensar con claridad.
—¡¿Qué te pasa?! ¡¿Hasta los perfumes te vas a tomar, Daniel?! —Le reclama con los frascos rotos en mano, al encontrarlo tirado sobre el sofá mirando a la nada misma—. ¿Ya ni eso puedo conservar?
—Dejame ver a Nina, Laura —responde él, con un tono débil en su voz. Lo menos que quiere es discutir.
—¿Para qué? ¿Para que le rompas la cara como a mí? —cuestiona ella con furia—. ¡Ya bastante tiene de eso, eh! Ahora lo que necesita es tranquilidad, necesita estabilidad. No puede estar estresándose, y vos solo la cagás. Así que no la vas a ver —Le informa mientras tira los perfumes a la basura—. Y tiene mucha razón en odiarte, hoy me quedó del todo claro. Es que tampoco tiene sentido que vayas a fingir que sos un padre bueno cuando siempre estuviste ausente —Aquellas palabras, aunque duelen, Daniel sabe que son ciertas, y no puede argumentar nada ante lo que su esposa le dice.
Nunca antes se había sentido tan solo como ahora. O tal vez siempre lo estuvo, pero el alcohol apaciguaba las penas, y le impedía notar que con cada acción, su familia se estaba alejando. Ahora solo le queda la soledad, y la desesperación por tomar aunque sea una gota más de alcohol, aunque hasta ahora esté resistiendo hacerlo, para recuperar lo que hace años perdió. Sus vicios han conducido a graves problemas, en las que fue arrastrada su familia, tanto psicológica, emocional, como económicamente. "Cada día es una batalla ganada", repite una y otra vez en su mente, teniendo muy presente las palabras de su esposa, a quien siempre ha amado, empero, sus maneras de hacerlo, han sido destructivas. Ahora es su momento de redimirse, afrontar la guerra contra sus vicios, y recuperar lo que sus acciones le arrebataron. Es hora de tomar las riendas de su vida, y ganarse de nuevo el amor de su familia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top