Capítulo 3
Sus ojos se mostraron sorprendidos al ver la escena justo al frente de ella. Sus manos automáticamente subieron y rodearon su boca tratando de ocultar el "shock" en el que se encontraba.
Enrique estaba sentado en su silla, un poco recostado en ella, con sus largas piernas encima del escritorio. Entre sus dedos de su mano izquierda tenía un cigarrillo de cannabis y en la otra una copa de vino por lo que Rachel podía inferir desde donde estaba parada.
-¡Enrique!- Rachel exclamó ofendida.
El muchacho movió su cabeza un poco y la miró poniendo sus ojos achinados, mientras retenía el humo. Ella lo miró incrédula y él liberó el humo entre sus labios.
-¿Estas fumando marihuana dentro de la oficina?- Ella preguntó a la misma vez que cerró la puerta de la oficina de un portazo y se acercó al escritorio.
-¿Y si lo estoy qué? ¿Quién te crees que eres para venir a mandarme?- Enrique le contestó, cerrando sus ojos y recostando su cabeza en el sillón.
Rachel dio la vuelta al escritorio y abrió las cortinas, revelando un hermoso día soleado, luego sé dirigió abrir las ventanas que estaban detrás de él para refrescar la oficina.
-¡Oye!- Él gritó.
-Para contestarte la pregunta, mi nombre es Rachel Arzola y soy tu nueva asistente. Ahora necesito que te arregles porque tienes un almuerzo con el Sr. Erín en 15 minutos.- Ella le recordó con actitud y cruzó los brazos.
Enrique bajo las piernas del escritorio y apagó el cigarrillo, apretándolo en el cenicero. Sus ojos oscuros la miraron de reojo con hostilidad. Ella le devolvió la mirada con desdén y él se paró de su silla, caminó hacia una puerta a unos pasos de su escritorio y se encerró allí. Rachel miró su reloj y su pie comenzó a pisar el suelo con rapidez por la ansiedad.
El muchacho salió del baño completamente arreglado, muy diferente a como estaba hace unos minutos -Despeinado y con su camisa blanca de botones abierta con la corbata suelta cayendo a ambos lados de sus hombros - su pelo negro estaba en su sitio a pesar de ser un poco largo -le sobrepasaba los oídos por un poco, pero al peinarlo hacia atrás no se notaba- y su traje estaba bien acomodado, todo en su respectivo sitio. Enrique se acomodó la corbata y luego dio unos pasos hacia su escritorio, pasando cerca de Rachel.
Ella notó que su mal olor a marihuana había sido escondido con una mezcla de menta, madera y vainilla que se apoderaron de sus sentidos. Parpadeo par de veces para caer en tiempo y no dejarle saber que su perfume le agradó. Enrique cogió su teléfono y lo colocó en su bolsillo.
-Vámonos.- Ordenó ella, abriendo la puerta de la oficina y él la siguió sin ningún comentario.
Le resultaba cómica la situación a la joven asistente. Hacían años desde la última vez que vio a Enrique, específicamente en el baile de cuarto año de su colegio. Su cuerpo comenzó a temblar al recordar esa noche, todo era tan diferente. Parecía como si en aquellos años Rachel tenía todo fríamente calculado, desde su atuendo diario hasta con quien debía casarse, pero ocho años después, todo lo que construyó y soñó estaba apunto de ser desmoronado completamente. La ex-reina estudiantil había sido despojada de su trono, su reino al igual que su vida se había convertido en un caos total.
-Buenos días Miss Arzola, Sr. Lombardi.- Saludo un señor de al menos unos cincuenta años mientras abría la puerta del Rolls-Royce "Phantom" que esperaba por ellos.
Una vez dentro, Rachel, se acomodó lejos de Enrique y sacó su nuevo iPad de su cartera. Tratando de disimular y hacer pensar de que estaba muy ocupada con sus nuevas tareas del oficio.
-¿Hacia dónde, señor?- El chofer le preguntó a Enrique y el miró a Rachel.
Ella rodó sus ojos. -Hacia el restaurant Des pâtes et plus, por favor. -Contestó ella con un perfecto acento francés.
Enrique arqueó una ceja, como si la voz de la muchacha le hubiera resultado familiar pero se encogió de hombros, volviendo su atención a su teléfono.
Rachel no podía creer que Enrique aún no supiera quien era ella o que la haya reconocido. Al menos eso pensaba o mejor dicho se decía para confortarse con la idea de que el chico se había olvidado de ella por completo. De seguro era mejor de esa manera, ya que así ella se ahorraría muchos problemas.
Pero no pudo haberse olvidado de mí con tanta facilidad, estamos hablando de ¡Mí, Rachel Arzola! Parte de ella se mostraba escéptica ante la situación.
-Ya estamos aquí.- El chofer mencionó.
Rachel guardó su iPad y giró su cuerpo hacia la puerta para abrir la pero Enrique le aguantó el brazo. Sus ojos café oscuro la miraron fijamente.
-Espera aquí, no me tardare mucho.- Aseguró el muchacho y salió del carro, dejándola sola y confundida en el interior del Rolls-Royce.
Enrique se arregló su traje y caminó hacia la entrada del restaurant, desapareciendo de la vista de Rachel. Un gruñido abarcó el automóvil, no llevaba ni una hora en su trabajo y ya lo odiaba.
No lo odio, pero detesto que me lo hagan difícil. El primer día no se supone que ocurran estás cosas... Reclamó la Rachel.
Al pasar de 15 minutos Enrique se encontraba en la entrada del restaurant y se dirigió al automóvil con arrogancia disfrazada de elegancia.
-¿Ya? ¿Tan rápido?- Preguntó ella con incertidumbre.
-Para que una reunión de negocios sea exitosa, tiene que ser rápida, dejando con hambre al cliente. Llama a mi hermana y le dices que todo fue un éxito.- Él contestó seriamente.
Ella lo miró incrédula, se negaba a creer que en tan solo 15 minutos este muchacho engreído fuese capaz de cerrar una reunión exitosamente.
Rachel se acomodó nuevamente en el asiento y cruzó sus piernas. Se rehusaba a tomar ordenes de semejante charlatán.
-Ok.- Respondió ella con desinterés.
-¿Ok? Es ahora que te pedí que la llamaras. - Advirtió Enrique con tono amenazante.
Ella lo miró de nuevo, aguantando su temperamento. -La llamo tan pronto pueda.- Ella respondió con voz cortante.
El soltó una carcajada. -Hasta donde sé, soy yo quien da las ordenes, señorita.- Comentó el muchacho con sarcasmo, retándola.
-Y yo la asistente no tu secretaria, así que la llamo cuando pueda.- Ella le contestó con el mismo tono.
Dos pueden jugar al mismo juego, imbécil. Se dijo a así misma.
Enrique frunció el ceño y cambio la mirada.
❧
El regreso a la oficina se hizo largo, Enrique la ignoro por completo dándole toda su atención a su teléfono y Rachel pretendía estar verificando su iPad para perder el tiempo. Ambos se miraban de reojo observándose mutuamente, buscando alguna debilidad que pudiese resultar como punto clave para futuras discusiones.
-Ya llegamos.- El chofer anunció cuando estacionó el automóvil justo en la entrada del edificio.
Rachel agarró su cartera y abrió su puerta.
-Si crees que no me acuerdo de quien eres, te equivocas. Me acuerdo completamente y por consecuencia te hare el trabajo imposible.- Enrique comentó y guardo su teléfono en el bolsillo, abrió la puerta contraria y la cerró con fuerza, dejando a Rachel estupefacta dentro del automóvil.
Nota del Autor:
¡Hola!
Tenía la historia un poco abandonada, lo sé . Buena noticia es que estaré colocando los capítulos un poco seguidos ya que se acerca el "deadline" de la competencia hehehe
¿A que no se esperaban que Enrique estuviera fumando, eh? Hehehe la historia es sobre clichés, pero no quiere decir que sea completamente llena de ellos xD
Si tienes alguna pregunta o simplemente quieres comentar, lo puedes hacer en confianza ^.^
¡Gracias por su apoyo!
*Al lado una foto de nuestro querido Enrique Lombardi protagonisado por Ed Westwick :P
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