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Clay me miró con cara de horror al esperar como unos veinte minutos y ver que Tony no venía por nosotros.
- Maldita sea-, maldijo-, tiene mi mochila.
- Capullo-. Dije en voz baja.
Clay me miró confundido ya que no sabía si lo decía por él o por Tony. Noté en su cara la expresión de horror por estar en aquel sitio y por la palabra que acababa de decir.
- Obviamente no era por ti, te has comportado como un caballero al no irte con Tony.
- Tampoco se lo tengas en cuenta, es un buen chico. A mí me defendió de unos abusones que me llamaban friki, raro y empollón. A ti te defendió en el supermercado. Él nos ha salvado a los dos.
De repente me dio ganas de besarlo, de abrazarlo y dejar que me abrace. Desde el pasado día en el supermercado que me vio por primera vez, no paraba de analizarme y verme. Ahí caí en la cuenta de que lo conocía de algo, ¿alguien de mi pasado?
- No sé de qué pero me suenas muchísimo-. Dije mientras estábamos andando por donde Clay aseguraba recordar el camino de vuelta.
- Nos conocimos en una cafetería de Londres. Llegaste y me pediste un chocolate caliente. Te quedabas en una mesa olvidada de la cafetería y te ponías a leer tu libro favorito-. Con la descripción que hizo Clay de ese verano todos mis recuerdos de ese día volvieron a mí y lo recordé. Pude recordar al que fue mi primer amor secreto.
Cuando llegamos a una calle ya más transitada y la gente que caminaba por la acera nos empujaba, tuve el valor de tomarle de la mano. Clay no lo rechazó, hasta me sonrió. Él sabía que lo había reconocido y mientras la gente nos empujaba conforme pasaban por nuestro lado, nos dimos un deseado beso. Siempre quise saber a qué sabrían sus besos, si sentiría ese vuelo de mariposas en la tripa, y ahí pude saber todo aquello. Un beso perfecto.
Cuando nos separamos, miré a Clay, me estaba mirando con esos profundos ojos azules. Juntó su frente con la mía mientras me acariciaba la mejilla suavemente como si tuviera miedo de hacerme daño.
Miré el edificio que había enfrente de mí, lo reconocí ya que aquel broque de pisos era donde estaba el mío.
- Clay, ese es mi piso-. Dije con una sonrisa.
- Tengo que coger mi bici y mi mochila.
- ¿A qué esperamos?- Pregunté mientras le volvía a coger de la mano y nos adentrábamos en aquel bloque de pisos.
Cuando entramos en el piso, una canción lenta estaba sonando por toda la casa. No pude reconocer la canción pero parecía un poco vieja para esta época. Clay me sacó de mis pensamientos mientras cogía la mochila y la bici.
- Otra vez esa maldita canción-. Dijo mientras mientras dirigía su mirada a la habitación de donde provenía la música. La habitación de Tony.
- ¿Qué pasa con esa canción?- Pregunté un poco curiosa al saber que para Tony tenía alguna carga sentimental con aquella canción.
- Es la canción lenta que bailamos en curso pasado Hannah y yo-. Respondió como si nada.
- ¿Quién es Hannah?
Clay me miró. Pude ver como sus ojos azules se cristalizaron. Me dirigió una sonrisa un tanto amarga y se fue sin más. Una cosa si supe, que aquella canción podría hacer daño a Tony o podría ser la que escuchaba sin parar cuando estuviera triste.
Me acerqué a la puerta de la habitación de Tony, tuve una pequeña pelea interna conmigo misma sin saber si molestarlo o no, pero decidí llamar. Cuando mis nudillos tocaron la puerta de su habitación la música cesó pero nadie contestó. Toqué con mis nudillos la puerta una vez más y ahí salió un Tony irreconocible. Sus ojos estaban hinchados y rojos por haber llorado, pude ver como unas lágrimas aún caían por sus mejillas, aquella imagen me dolió por una extraña razón.
- ¿Qué te pasa?- Pregunté un poco preocupada.
- No eres la única persona que esconde secretos.
- Eso ya lo sé, pero esos secretos los mantego para mí.
- Pues compréndeme ahora mismo-. Dijo y me cerró la puerta en mis narices. Eso me llenaba de rabia y decidí entrar ahí sin permiso.
Estaba tumbado boca abajo en la cama. Parecía dolido de verdad. Posé mi mano en su hombro izquierdo y le intenté como dar un masaje.
- Dije que me entendieras-. Dijo dándose la vuelta con cara de enfado.
Estaba asustada por aquella expresión en su rostro, estaba muy enfadado pero yo solo quería ser un poco comprensiva con él y tenderle mi mano cada vez que lo necesitara ya que después de todo somos compañeros de piso.
- Yo solo...quiero ayudarte con lo que quiera que te esté pasando.
Se levantó de la cama, me cogió de la mano y me dirigió hacia la puerta de su habitación. Estaba confusa pero al mismo tiempo lo entendía, había entrado en su habitación sin permiso cuando él lo único que quería era estar a solas consigo mismo.
- No vuelvas a entrar a mi habitación sin mi permiso.
- Lo siento pero yo solo....-. Me interrumpió.
- ¡Qué no pases!- Exclamó mientras daba un puñetazo a la pared.
No podría mentir si digo que en aquel momento no me asustó, porque lo hizo, me asustó mucho, tanto que quería irme de ahí. Sin darme cuenta algunas lágrimas se deslizaron por mis mejillas, estaba llorando por el miedo a lo que podría hacerme cuando estuviera de ese tan mal humor.
- Lo...lo siento por mi comportamientó-. Se arrepintió en cuanto notó mis mejillas húmedas.
- No, no tienes que pedir perdón ya que he sido yo la que te ha molestado. Lo siento, Tony-. Dije y me dirigí hacia la puerta principal del piso dispuesta a salir de aquel piso. Él no hizo nada para pararme y juro que lo único que quería era sentir su mano agarrando mi muñeca y empujándome hacia él como en las películas. Pero esto no era una película, era la vida real.
Estaba andando sin rumbo y un poco perdida por las calles de Nueva York hasta que vi un parque. Me acerqué a aquel parque oscuro con la única luz tenue de unas farolas. Un parque vacío por la oscuridad de la noche. Silencio, tranquilidad, justo lo que en esos momentos estaba buscando. Me senté en unos de los bancos del parque y ahí pude soltar todo lo que por dentro estaba aguantando. De repente, un recuerdo de mi pasado me inunda por completo. Fue cuando por culpa de mis ex amigos me arrestaron por tener alcohol en la mochila. Ni siquiera ese alcohol era mío. Por suerte mis padres pudieron pagar la fianza e incrementar el odio que me tenían por no ser la hija que ellos esperaban que fuera. Era una decepción.
- No, no lo eres-. Dijo una voz conocida a mi lado. Giré la cabeza hacia mi derecha para ver de quien se trataba y me sorprendí cuando vi a Tony a mi lado.
- ¿Qué estás haciendo aquí?
- Me preocupaste y decidí buscarte.
- ¿Lo he dicho en alto?- Pregunté angustiada.
- No sé en los que estuvieras pensando pero solo dijiste que eras un error cuando no lo eres.
- ¿Por qué eres tan amable a veces y otras veces te comportas como un capullo?
- No sabes lo que pasa en la vida de alguien-. Se limitó a responder.
Asentí y fijé mi mirada en el suelo. Tenía toda la razón del mundo en aquella frase ya que nadie puede saber lo que pasa en la vida de alguien aunque jures que conoces a esa persona bien.
- ¿Quiéres que te lleve a casa?- Preguntó mientras fijaba su mirada en aquel Mustang rojo.
- Prefiero quedarme un poco más aquí.
- Te esperaré-. Añadió mientas cogía mi mano a modo de consolación. Acepté su mano aprentándola y sin pensarlo acomodé mi cabeza en su musculoso pecho. A él no pareció importarle ya que me estrechó más contra él.
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Quiero agradecer todo el apoyo que le estáis dando a esta historia ya que es muy importante para mí y algo diferente a lo que estoy acostumbrada a escribir. Espero que os siga gustando y que disfrutéis tanto como yo disfruto escribirlo. Gracias, de verdad muchas gracias.
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