Parte Única

Mitad de verano, obviamente una noche calurosa. El cielo estaba totalmente despejado, sin ninguna nube estorbando el cielo oscuro, siendo el resplandor suave de la luna la única luz natural. Era una plaza pequeña, sin embargo para mis ojos, un verdadero bosque. Era la criatura más insignificante en el planeta, pisoteada por gigantes, hasta que sentí la cercanía de quién yo reconocía como la persona que ha sido mi mejor amiga de toda la vida.

De pronto, no me sentía tan pequeña.

Yo era una detective al igual que ella, vistiendo esos abrigos largos, oscuros y misteriosos, sofisticados pero rencorosos. El reloj que marcaba la hora para resolver nuestro misterio era el enorme Big Ben, y pues, como sospechaba, ya no estábamos en Chile.

Mi mirada divagó por todos los rincones existentes delante de la luz de la pura noche. Mas contrario a mis creencias, el sonido del caminar de la gente no parecía relatarme el hecho. Aquel presentimiento estaba fallando.
Esta vez.

Cualquier individuo que transitara por ahí era el principal sospechoso del secuestro, sin embargo, parecían todos ser cómplices más que el autor de aquel delito. Ella susurraba mi nombre temerosa, puesto a que el Big Ben ya estaba marcando la hora de dormir.

El estruendoso sonido de las campanadas retumbó por los alrededores, el suelo temblaba igualmente al mismo nivel. La realidad caía a mis pies.

Repentinamente, alcé mi mirada, pues ya no estábamos en Londres, estábamos en la misma plaza de hace unas horas. Pero, estaba completamente desierta.
El reloj que marcaba la hora y nosotras haremos los únicos presentes en aquella plaza. Sentía que nos vigilaban, que alguien seguía nuestros pasos de cerca. Una presencia nos hacía prisioneras de nuestras propias sospechas, de nuestro propio aliento irreal. Ya no éramos detectives, éramos las víctimas. Y no era de por sí, menos intrigante.

—¿Nos secuestraron?—, preguntaba mi cercana, cuando ella se percató de la presencia del reloj cerca de nosotras. No comprendía, y tampoco sentía que me comprendieran a mí. No niego que sea una gran posibilidad, que mi realidad haya sido secuestrada, que mis sueños fueran capaces de robarme vitalidad. No recuerdo la última vez que mis pies tocaron el suelo, ni ella recuerda haber plantado la semilla que terminó por germinar antes de lo esperado.
Fuimos lo que quisimos ser durante años.

Hasta que el reloj nos secuestró.

Sin embargo, el misterio sigue sin resolverse. Algún día las detectives retomarán el caso.

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-Natta

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