Un nuevo sueño
Correr por tu vida se ve sencillo cuando a ti solo te toca verlo desde la pantalla de un televisor, mas no es lo mismo cuando tu vida depende de cuan rápido corras y de cuan inteligente seas para mantenerte vivo.
En mi caso, ambas cosas parecían fallarme justo en ese momento. A más que trataba de correr, más parecía fallarme las piernas, perdía velocidad y sentía que, de un momento a otro, aquella criatura iba a atraparme.
Intenté esconderme, pero ella parecía ser más astuta, conocía todos mis movimientos, me estaba cazando, y lo peor de todo es que yo le había dado las armas para hacerlo.
Todo era tan confuso, no podía ubicarme en tiempo y en espacio, veía las cosas sin mucha claridad, y lo poco que lograba distinguir era blanco y negro, parecía una antigua película de terror en la que yo era el protagonista.
No entendía dónde estaba, pero llegue a una habitación que parecía ser la cocina, me escondí detrás de la isla y me acurruqué contra la pared fría suplicando porque no me encontrara; sin embargo, a lo mucho habrá pasado 15 segundos, cuando escuché sus pasos acercarse a la entrada de la habitación. Caminaba de forma segura, calmada, sabiendo que tenía ganada aquella batalla.
Sentí que ya no tenía fuerzas para seguir escapando, y, a decir verdad, en realidad ya no tenía a dónde ir. Resignado a que aquel sería mi último momento de vida, me levanté para morir con algo de dignidad y valentía, si es que realmente aún quedaba algo de eso en mí.
Levanté la mirada para ver el rostro de mi asesino, perdiéndome en unos ojos hipnotizantes, los mismos ojos que me habían llevado a aquel trance de muerte. Miré por última vez aquel objeto que había cultivado mi curiosidad, justo cuando una de sus flechas atravesaba mi corazón, haciendo que cerrara mis ojos lentamente, y así, lo último que viera sea aquel colgante con la figura de elefante.
Entonces caí, caí por un portal oscuro donde un punto de luz fuerte y brillante comenzaba a expandirse más y más hasta invadir aquel foso de oscuridad y cegarme completamente, acompañado de un irritante sonido que se hacía más y más fuerte a medida que la luz tomaba fuerza.
Traté de abrir los ojos y, lentamente caí en la realidad de que... había despertado.
Todo lo que viví, o lo que, en este caso, morí, había sido solo un horrible sueño.
Desperté de un sueño que mas bien parecía una realidad alterna, donde el otro yo estuviese siendo asesinado por una persona muy importante para él. Pero, ¿y si era así?
Traté de alejar ese sueño y esa idea loca de mi cabeza y me levanté para alistarme e ir al trabajo, estando allí podría hablar con mi mejor amigo, y contarle lo que me había pasado. Aunque en realidad, sabía bien lo que me diría.
—Kael, es solo un sueño —dijo aquel muchacho alto, delgado, con el cabello color caramelo y unos ojos grises muy profundos, quien, por cierto, era mi único amigo. Estaba anotando algo en una libreta detrás de un mostrador.
—Sabía que dirías eso —contesté poniendo los ojos en blanco y mirando la misma libreta—. Venga, ¿qué tenemos para hoy?
Él observó la libreta, buscó con el boli una línea escrita y respondió:
—Vista grupal.
Desganado lo miré entrecerrando los ojos, tomé una tarjetita que él colocó sobre el mostrador y me la prendí en el bolsillo de la camisa de polo que llevaba. Solté un bostezo profundo y parpadeé varias veces para espabilar.
—¡Venga! —exclamó él— Que entramos a trabajar a las 10, A LAS 10 DE LA MAÑANA HOMBRE, ¿y aun así tienes sueño?
—Deja de fastidiarme Dani, que he dormido fatal, no te lo imaginas —contesté recordando aquel sueño espantoso que me había vuelto cenizas la cabeza—. Además, ¿por qué soy yo siempre el que tiene que hacer los tours guiados, mientras que tú te sientas tranquilamente detrás del mostrador?
—Porque soy el que siempre llega temprano —respondió Dani, cosa que era cierta, porque, aunque vivía a nada más que dos cuadras del local, me daba una flojera tremenda alistarme temprano para ser el empleado del mes. Ese cargo se lo dejaba a Dani, a él se le daba mejor sonreír y conversar con la gente.
¿Irónico para alguien a quien le tocaba hacer visitas guiadas? Por supuesto, pero es que era distinto tener que atender a la gente y tratar con el jefe todos los días amablemente, que aprenderse una presentación pedorra para contarla de memoria a un grupito de 10 personas diariamente.
Y aun así, y con todo aquello, hoy no se me apetecía para nada caminar por aquella galería mostrándole a la gente el arte de otras personas y contarles el por qué y el cómo lo han hecho, cuando la verdad es que ni yo mismo tenía la loca idea realmente.
—Bien... hagamos algo —dijo Dani—, yo te dejo la recepción a ti por hoy, y yo hago los recorridos, solo si me cuidas a Bimbo el viernes por la noche.
—Pero Dani, sabes que trabajo —me quejé con razón.
—Bueh... disfruta tu recorrido por Los bordadores Brandon —contestó sonriendo de lado.
—No espera, ¿qué? ¿Es enserio? —exclamé y el reventó en una carcajada sonora—. Está bien —, suspiré—, cuidaré a Bimbo el viernes por la noche.
Su sonrisa de victoria era realmente irritante.
—¡Genial! Los viernes el local cierra a las nueve, así que estaré con Bimbo aquí para las 20:55 hs puntual.
—¿Sabes que te odio? —pregunté tirándole un lápiz al pecho.
—¡Auch! —se quejó dramáticamente él, pero en ese momento su actitud de niño estúpido cambio a Don Juan seductor y no lo entendí— Pero, ¿sabes que no odio? Esa hermosa nena que acaba de entrar con el siguiente grupo de visita.
Me volteé a mirar a la mujer que él decía, y definitivamente, hermosa se le quedaba corto. Era una mujer a la que no podía encontrarle el adjetivo adecuado.
Tenía la piel más pálida y suave que había visto, el cabello rojo fuego, los ojos de un verde esmeralda tan intensos que parecían falsos, o tal vez lo eran. Era delgada, esbelta y tenía un flequillo cuadrado muy bien adaptado que la dejaba como si fuera un cosplay perfeto de algún personaje de anime.
Caminaba con una seguridad tan elegante, y se movía con tal altanería que verla te dejaba embriagado.
Tomé en mis manos los folletitos que ofrecíamos a los visitantes y me preparé para dar el tour cuando Dani habló en mi oído izquierdo.
—Que pena que esta visita me toque a mí, ¿cierto?
—¿De qué hablas? —lo miré sonriendo— Mi ética profesional no me deja hacer eso.
—Imbécil —susurró él mientras negaba con la cabeza y escribía algo en la libreta.
Yo, por el contrario, no podía dejar de ver esos ojos verdes preciosos que miraban el local con total indiferencia, como si no les interesaban nada de lo que vieran.
—¿Para los bordadores Brandon? —pregunté, y fue ahí cuando sus ojos se toparon con los míos, creando una explosión de emociones en mi interior—. Seguidme, por favor.
Quien diría que ahí, en ese mismísimo instante, estaría viendo a través de sus ojos la maldita entrada al infierno.
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