Un nombre y una llamada
—¿Me estás diciendo que no hablaste con ella? —preguntó Dani mirándome asombrado, después de contarle lo mal que me había ido con aquella chica.
—¿Cómo que no? —dije en sarcasmo— Si fui el único que habló durante todo el recorrido.
—¡Recitaste una puta y aburrida historia durante 25 minutos! —se quejó.
—No me lo recuerdes —dije desganado—, voy a por un café, ¿quieres uno?
—Vale, con leche —respondió buscando un lápiz que se le había caído.
Salí del infierno que tengo por trabajo para cruzar la calle y entrar a la pacífica y hermosa cafetería que tenía la ciudad de Brandon, Canadá; lugar donde había decidido iniciar mi nueva vida hace exactamente un año.
En esta cafetería había conocido a Dani el mismo día que llegue a la ciudad, no tenía donde quedarme, no tenía trabajo y no conocía absolutamente a nadie. Gracias a que decidí entrar a esa cafetería, mi vida cambió como realmente esperaba. Dani me ayudó a conseguir empleo en el mismo sitio donde él trabajaba y donde ahora mismo seguimos trabajando, también me ayudó a rentar un departamento por un precio accesible y básicamente me presentó a algunas personas para que tuviera conocidos.
Venga, que, si no fuera por su trabajo nocturno de hombre de compañía, Dani sería el chico perfecto para cualquier mujer. Por suerte, y yo no era mujer.
Aunque tengo que admitir que muchas veces me parecía muy extraño verlo salir con sus "amantes" de turno, porque siempre vestía misterioso, y se subía a carros oscuros en los que no podías ver quien era el que iba manejando. Dani vivía enfrente mismo de mi departamento, tenía una casa muy bella, aunque por dentro, a pesar de ser bella, estaba hecha un revoltijo.
A Dani le encantaba coleccionar objetos extraños. Yo no tenía idea de como lograba conseguir todas las piezas que tenía en su casa, por donde mirases tenía objetos hindúes, egipcios, griegos; colecciones enteras sobre mitologías americanas. Era una verdadera pasada ver cuanto interés y dedicación le ponía a coleccionar objetos extraños.
Sin lugar a dudas, Dani era la persona indicada para trabajar en el museo de arte de la ciudad. Es que la rareza y él, compenetraban perfectamente.
Hoy, cuando entré a esa cafetería sentí todo lo que había sentido la primera vez. Me sentía un completo desconocido en aquella ciudad. No sé qué es lo que me estaba pasando, pero no me sentía cómodo en ningún sitio, y menos en aquella cafetería.
Era como si una pesada y oscura energía estuviera sobre mí todo el tiempo. Me sentía observado, sentía miedo y no sabía de qué, a mi mente venían constantemente las imágenes de ese sueño que tuve y en la que me estaban matando. Yo sabía que conocía la casa en dónde había sido asesinado, pero por alguna extraña razón mi mente bloqueaba ese recuerdo.
Aunque igual como Dani había dicho: era un sueño solamente. No había por qué preocuparse.
—¡Buenas Kael! —dijo Cristhop, un señor de aproximadamente 50 años que atendía el local. Él y su esposa Sara eran los dueños— ¿Lo mismo de siempre? —me preguntó.
—Sí, y un café con leche para Dani —pedí y me senté en la barra cruzando las manos en mi frente mirando las noticias desde un televisor que colgaba del techo.
—Tantas opciones y estos jóvenes solo saben pedir lo mismo —dijo su esposa que salía de una puerta que yo creería, era una cocina—, hola cielo, ¿Cómo estás? —me preguntó. La verdad era que Sara me trataba como una madre amorosa, tenía una actitud tan bella y un corazón super lindo.
Hice una mueca de disgusto y resignación antes de responder.
—Creo que las cosas podrían estar mejor —contesté.
—¿Y qué crees que te falta para que mejore? —preguntó Cristhop.
—No tengo ni idea —dije con una sonrisa.
—Bueno, si haces un esfuerzo por averiguarlo, verás como las cosas irán mejorando —añadió Sara.
Estaba a punto de responderle que no sabía ni siquiera por donde empezar a buscar respuestas a aquello que me estaba pasando, porque ni yo entendía lo que me pasaba, pero en ese momento sentí que la energía oscura que me perseguía aumentó de una forma alarmante.
Me sentí totalmente pesado, como si de repente mi cuerpo cargara sobre sus hombros una roca muy grande, y no entendía por qué, hasta que a mi lado se sentó una chica con la piel más blanca que había visto, y el cabello rojo fuego haciendo la combinación perfecta a sus hermosos ojos verdes.
Ella, era ella de nuevo. La chica que había visto en el museo de arte ese mismo día. Se acomodó en el taburete y miró las variadas opciones de cafés que estaban pintadas en la pared frente a nosotros.
—Un espresso doble —dijo con un acento español tan delicado y elegante.
—¿Qué obsesión tienen estos jóvenes de pedir cosas simples? —se quejó Cristhop en voz baja, pero igual logré escucharle, lo que me causó una risa que no pude evitar.
Ella volteó a mirarme sin ningún disimulo, y sin decir absolutamente nada se quedó mirando un rato. No puedo negar que esos ojos verdes a mí me tenían hipnotizados, eran de esos ojos que escondían emociones, secretos y que no podrías saber que estaba pensando, aunque se te quedara viendo fijamente por horas.
¿Conocéis la frase de que los ojos son las ventanas del alma? Pues en su caso eran las ventanas mas cerradas que había visto. Si había un alma o no detrás de ellos, era imposible saber.
Sara le entregó a la muchacha su vaso, pero antes le preguntó su nombre para colocarlo por él.
—Nimue —respondió ella mirando como Sara lo escribió el vaso para luego entregárselo.
Vi como se levantó con elegancia y salió de la cafetería dejándome embobado viéndola.
—Creo que ya sé cual es tu problema mi niño —dijo Sara—, necesitas una novia —continuó al ver que yo seguía mirando a Nimue mientras caminaba por la acera del otro lado de la calle y se perdía en una esquina.
Miré a Sara como si acabara de salir de un trance y no entendía lo que estaba pasando.
—¿Me hablabas? —dije totalmente confundido.
—Olvídalo cariño —respondió ella y me acarició la mejilla.
Luego de que me hayan entregado el pedido volví al trabajo. Al verme llegar, Dani actuó muy extraño. Estaba hablando por teléfono y se veía muy agitado y nervioso, al parecer estaba discutiendo con alguien porque cuando crucé la calle todavía podía escuchar el tono elevado de su voz.
Ni bien me vio y se dio cuenta que estaba por escucharlo cortó la llamada.
—Te hablo después —dijo y escondió el teléfono.
—¿Con quien hablabas? —pregunté entregándole su café.
—Con nadie en especial —respondió sin darle importancia.
—¿Y "nadie en especial" te tenía tan alterado? —indagué, pero él no quería tocar el tema.
—Sí —se limitó a decir y me cortó el tema—. ¿Novedades? —preguntó después de que yo lo observara por varios segundos con los ojos entrecerrados.
Me quedé mirándole así un poco más, pero luego decidí dejar el tema también. Si Dani no quería contarme, sus razones tendría.
—Sí, de hecho, sí, y como yo si soy buen amigo, te voy a contar —dije para molestarlo, luego de reírme un poco de él, le hablé sobre Nimue—. Sé su nombre —comenté con un poco de emoción.
—¿De quién? —preguntó él sin entender de qué o de quién le hablaba. La verdad era que estaba un poco desorientado para no ser nadie en especial la persona de la llamada.
—La chica pelirroja misteriosa que cautivó mi corazón en el primer tour de hoy... —dije esperando a que recordara— esa chica, ¿la recuerdas?
—Sí, ¿Qué hay con ella?
—Sé su nombre —dije de nuevo.
—¿Y bien...? —me apresuró con la mano.
—Se llama Nimue, y es española —comenté recordando ese bello acento con el que había hablado.
—¿Nimue? —repitió él desconcertado.
—Sí, ¿no es raro? —agregué riendo— Aunque para alguien como yo que se llama Kael... no hay mucho que decir —bromeé.
Pero Dani no lo tomó como una broma.
—Nimue —repitió, pero pareciese que lo hiciera para sí mismo—. Kael ¿sabes quien es Nimue? —preguntó, aunque realmente no entendí su pregunta— ¿Quién es en realidad? La Nimue original —dijo al ver mi confusión.
—Noup —dije de la forma más madura posible.
Dani solo negó con la cabeza y me miró fijamente a los ojos.
—Nimue es en la historia y la cultura, la mujer que le dio la espada de Excalibur al rey Arturo —contó él—, y es la primera vez en la historia, que escucho ese nombre en alguien que no sea la dama del lago.
—¡Venga! —me reí— No me querrás decir que ella lo sea ¿cierto? —bromeé pensando en lo absurdo que sonaba eso.
—No —, contestó él pensativo—, pero esto cambia las cosas —añadió en voz baja para luego tomar su mochila, cargar dentro su teléfono y salir corriendo del trabajo sin decir nada.
—¡Hey Dani! ¡No puedes irte, todavía nos queda 30 minutos de trabajo! —grité, pero él ya estaba muy lejos para escucharme, y si lo hizo, realmente no me prestó atención.
Haberle mencionado a Nimue lo había dejado muy desconcertado, pero la verdad era que él ya estaba raro antes de que yo hablara sobre ella. Quizás solamente lo que quería era encontrar una excusa para dejarme el trabajo botado y salir corriendo como lo hizo.
No podía quitarme de la cabeza de que algo estaba sucediendo con él, algo potencialmente grave. Y, a la vez, no podía quitarme de la cabeza aquella voz tan hechizante, pronunciando suavemente su nombre, haciéndome eco en la cabeza y nublando cualquier otro pensamiento, dejándome solo con la tibia idea de:
NIMUE...
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