10

El closet está caliente, los abrigos y camisas tiene un olor fresco. Estoy encogido y acomodado en una esquina de él.

<<Gracias al cielo que es suficientemente grande>>

No debí tardar tanto, todo es mi culpa, ahora hay cuatro chicos escondidos en una casa de personas desconocidas, personas de las cuales no sabemos si son capaces de asesinar. Solo espero que la Señora Spilemn no abra el closet, sino, hasta aquí he llegado.

Tantas prendas de piel hacen que esta caja de madera se convierta en un horno ardiendo; estoy sudando como nunca nadie lo ha hecho, trato de "Refrescarme" con mis manos, pero no tiene sentido, debo quedarme quieto ya que si hago un mínimo ruido me descubrirán.

No tengo como comunicarme con los demás, mi teléfono lo tiene Juan en su mochila.

Escucho la puerta del cuarto abrirse.

Siento, percibo como se adentran en la suave alfombra.

Me acerco a la entrada del closet, hay un pequeño agujero en la madera, es perfecto para poder observar; coloco mi ojo en el hueco y miro hacia el exterior del closet, puedo observar al Sr. Spilemn, está sentado en la cama quitándose las medias y prendas como reloj y esas cosas, veo como se quita el saco y se empieza a desabrochar la camisa.

Me alejo.

No quiero presenciar eso, y más cuando se quede en ropa interior.

Calculo el tiempo que puede tardar un señor de cuarenta y cinco años en colocarse el pijama.

Me acerco de nuevo. Ya está vestido.

Carla se acerca al closet.

<<Oh Dios>>

Me quedo inmóvil, extremadamente quieto.

No respiro.

Las puertas de madera se abren, la claridad entra. Carla coloca sus zapatos en el fondo.

— ¿No crees que fue un tanto aburrida la reunión con tu Jefe?— menciona mientras busca ropa para dormir.

—No, no lo creo querida, ¿Porque lo dices?— me muevo de izquierda a derecha, evito el contacto con su piel.

— Nos regresamos muy rápido; pensé que te habías aburrido. — Encontró lo que buscaba. Cerró las puertas.

Me acerco al agujero

—Recibí un mensaje, por eso regresamos.

— ¿un mensaje?

—Sí, pero no tiene mucha importancia. Durmamos, mañana es un día largo.

—Extraño a...

— ¿A quién extrañas? Buenas noches.

—Olvídalo. Buena noche.

Pasaron 10 minutos. Las luces de las lámparas de noche se apagaron. Debo salir de aquí.

Abro levemente el closet, salgo de él.

Gateo en la alfombra

Estoy en la puerta de salida.

¿Cómo salgo?

Giro la perilla. No hace ruido, está perfectamente lubricada.

Las luces de afuera están apagadas.

<<Gracias al cielo>>

Salgo de la habitación, cierro la puerta.

La sala y la cocina están sumergidas en oscuridad.

¿Qué hora es?

Esfuerzo mi vista para tratar de ubicar a los chicos

*Crac*

Suena detrás del mueble; me acerco a él.

— ¿Juan? ¿Eres tú? —Murmuro.

— ¿Esteban?, santo cielo, pensé que te habían cachado. — Su rostro pálido habla por sí solo.

— ¿Dónde están los demás?

— Ni idea. — Se acomoda su ropa— deben estar por aquí. Sisea—Chicos, ya puedan salir, hora de irnos— Murmura.

De la penumbra Alejandro y Carlos salen, ambos se habían escondido detrás de la despensa de la cocina.

—Hora de irnos.

*Clic*

La luz del cuarto principal la han encendido.

La sala ya no esta tan oscura como antes; la luz se filtra por las rendijas de la puerta.

—Debemos irnos.

—Abre la puerta

Intento. Está cerrada

— ¡Esta cerrada! ¿Qué hacemos?

La puerta de la habitación se abre.

Debemos escondernos.

—Escóndanse, ¡ya! ¡Ya! ¡Ya!. ¡Rápido!

Me tiro al suelo, detrás del mueble, Juan lo hace también, los chicos se esconden otra vez detrás de la despensa, la casa queda vacía. Prácticamente.

El señor Spilemn sale del cuarto solo puedo ver sus pies. Entro al baño

Es nuestra oportunidad.

—Debemos irnos. ¡Ya!

—La puerta está cerrada

—Carlos sabe abrir la puerta. ¡Debemos irnos Juan!

—Yo tengo el alambre, ¡intentémoslo!

—Hagámoslo

Rápidamente nos dirigimos a la puerta, Juan introduce el alambre por las rendijas. Este nervioso, lo sé, le tiembla la mano, no coordina, no lo lograra.

Agarro su mano, y lo separo de ahí, tomo el alambre y comienzo a girarlo. No puedo, no es fácil.

Tira de mi camisa, aprieta, está nervioso, no quiere ser descubierto, nadie quiere, yo no quiero.

Giro, una y otra vez, intento, no puedo; es inútil.

Otra vez...

Giro, uno, dos... la puerta abre. Soy el primero en salir por ella.

Los muchachos salen corriendo desde la cocina. Me sorprende que el Sr Spilemn no haya salido aún del baño.

El último en salir es Carlos.

El perro de los Spilemn se ha despertado, está latiendo, es hora de correr.

Me han dejado solo. Sólo Juan está aquí, esta petrificado ante el gran perro.

—Tranquilo Juan, está amarrado, ¡Corre! ¡RAPIDO! ¡Vamos!.

Saltamos la jardinera, tropezamos, caemos, perfectamente escondidos entre la madera. El señor Spilemn ha salido, lanza un tiro con su escopeta.

*BUM* uno

*BUM* dos

—Respira Juan, no te muevas— el asiente.

*BUM* tres.

Hemos dejado la puerta abierta, mi culpa; otra vez.

Sebastián cierra la puerta, se introduce a su casa.

—Es hora de correr. A mi señal. Uno.... Dos, ¡YA!, ¡corre!

Me he fiado, la ventana estaba abierta, y ahí está Sebastián.

Nos vio. No nos mató.

****

Llegamos a mi casa; nos disponemos a descansar en las escaleras; las luces de mi casa ya están todas apagadas, mis padres ya deben estar durmiendo. Mi corazón comienza a desacelerar y a Juan ya le comienza a volver el color a la cara.

Unas figuras comienza a parecer entre las sombras; no distingo quienes son; espero no sea la policía, ya una segunda vez no nos llevaran a nuestras casas

<<Yo estoy en mi casa>>

Falsa alarma. Son los chicos.

— ¿Qué susto no?— menciona Joaquín

— ¿Susto? ¿Dónde estabas tú metido?, casi morirnos en manos de un viejo loco— exclama Juan.

— Es una larga historia

— Ya habrá tiempo para explicaciones— Digo— por ahora, solo respiremos. Hagan silencio, mis padres pueden despertarse.

—Creo que ya es hora de irnos— añadió Alejandro— cualquier cosa me llamas. Buena noche.

Se retiraron, y yo entre a mi casa.


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