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Las gotas de la lluvia invaden mi rostro; hay tanto frío que unos pingüinos podrían vivir aquí sin ningún problema. Hoy es 12 de agosto de 2012 y dentro de unas semanas se acaba el verano, y tendré que regresar a la secundaria por el último año del curso; siendo sincero cualquiera que estuviera en mi puesto en este momento no le gustaría regresar a la vida cotidiana sin su mejor amiga.
Rayos y centellas estallan en el cielo, ésta no es una tormenta cualquiera; desde el punto de vista profesional, los expertos podrían decir que nunca antes Minnesota había experimentado tempestad alguna.
Desde aquí, puedo escuchar con dificultad la voz de mi madre gritándome para que entre a la calidad de mi hogar ya que puedo pescar un refriado con facilidad.
Esta lluvia me trae tantos recuerdos sobre ella, es como si en cada gota de agua que baja desde el cielo llevara consigo un recuerdo de sí.
Los truenos son tan fuertes que me hacen pensar como si hubiera un choque a cada segundo; mi ropa ya esta tan empapada que se ha adherido a todo mi cuerpo; Mis botas negras las tengo llenas de agua, hasta mis medias se sienten como un pez en una pecera; Habría evitado todo esto si poseyera ropa adecuada para la lluvia, pero la tormenta me acogió en mi lugar favorito del patio. El gran árbol verde.
Ese árbol es adecuado para leer si quieres escapar del bullicio de la ciudad. Cada vez que logro sentarme en el suave césped verde (que ahora es marrón por el lodo que provoca la lluvia) es como si hubiera un campo de fuerza o una pared anti-ruidos que me lograra separar de todo ese alboroto. Recuerdo cuando traje conmigo una manta y la tendí en ese lugar para recostarme con ella, ahí leímos nuestra historia favorita "Matar a un ruiseñor", la leímos completa esa tarde del sábado, la hemos leído tantas veces que ya perdí la cuenta.
Está lloviendo tan fuerte que ya no logro escuchar los gritos de angustia de mi mamá; creo que ya ha llegado el momento de hacerle caso e ingresar a casa; espero un momento y contemplo las gotas cayendo rápidamente en el tazón de agua de mi perro Samy, esto me trae otro recuerdo: repaso ese día que se quedó dormida en el sillón de mi casa leyendo nuestro libro favorito, le aventé una cubeta de agua encima de la cabeza ocasionándole que se despertara rápidamente; me persiguió con su cabello mojado hasta mi lugar favorito "nuestro" del patio, ahí me acorralo con la manguera de agua agarrada con una mano, me bañó de pies a cabeza de agua helada y luego dirigió el pequeño y alargado tubo hacia el cielo y dejo salir un hilo diminuto, que al llegar a lo lejos se convertía en pequeñas y diminutas gotas, ahí duramos horas y horas contemplando el húmedo roció.
Una solitaria lagrima salió de mis ojos y se abrió camino atreves de mi mejilla aunque, no se notó la diferencia ya que mi cara estaba cubierta de miles de gotas de lluvia.
El frio me venció y decidí ir a dentro, mientras en mi cabeza una sola idea merodeaba
<<Encontrar a Londres>>
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