XVIII.

Los enormes jarrones que decoraban los espacios más vacíos del palacio también resultaban ser muy buenos lugares para esconderse. Aunque, por supuesto, Atem ni siquiera había pensado en ello.

Removiéndose un poco incómodo por la falta de movilidad, Atem se atrevió a por fin hacer la pregunta que siempre olvidaba hacer.

—Desconocida, ¿estás segura de es-...?

—¡Sh! ¡Nos descubrirán!

Sin embargo la niña de ojos verdes como las esmeraldas no se lo permitió. Ella estaba más concentrada en ocultarse que él mismo, por más que no fuera ella la que se escapaba de sus clases todos los días desde que se conocieron.

Una vez que los guardias que lo buscaban, así como los sacerdotes pasaron por alto el bullicioso jarrón, la niña exhaló aliviada para pronto salir con un poco de complicación.

Seguidamente extendió una mano a Atem para ayudarlo. La tomó un poco inseguro y ella le sonrió.

—Ya que hoy debo regresar a mi hogar, pasaremos todo el tiempo que nos queda juntos.

Cuando Atem despertó de ese sueño al día siguiente gracias a los fasridiosos rayos de luz solar que entraron por su balcón, no lo hizo con inconformidad o inquietud como usualmente lo había estado haciendo durante las últimas semanas. No se sentía cansado por el continuo trabajo de su mente evocando hechos del pasado ni molesto por el simple hecho de recordar.

Cuando Atem despertó de ese sueño se sintió... ¿Triste?

No. Lo que sentía no era exactamente tristeza. Podía sentir toques de nostalgia, paz y añoro. Una sensación de anhelo tan intensa que, sin darse cuenta, llevó su mano izquierda al centro de su pecho desnudo.

Con el corazón aun acongojado y con el malestar en su cuerpo, Atem fue vestido y acompañado por un par de guardias hasta el comedor para tomar su desayuno; sin embargo la supuesta calma del día se vio interrumpida cuando observó a varios guardias dirigirse a Karim y Shada.

No logró escuchar ni un poco de la conversación, pero la urgencia de sus expresiones bastó para que tanto ellos como él mismo acudieran al lugar señalado.

—¿Sucede algo, Karim? —cuestionó Atem llegando a su lado.

El portador de la Balanza del Milenio saludó con una inclinación de cabeza, deteniéndose por un par de segundos para después continuar caminando, antes de responder:

—Parece que hay una especie de alboroto en las mazmorras —explicó sin demora —. Se trata de-...

Atem rodó los ojos fastidiado.

—De Manet, ¿no es así? ¿Otra vez está exigiendo hablar con alguien? —interrumpió.

Karim lo miró unos segundos.

—No exactamente —contestó.

Y antes de que Atem pudiese preguntar a qué se refería, una voz lo interrumpió con fuerza, siendo esta proveniente de la ya conocida mujer de ojos verdes.

¡Ni se te ocurra, Mahad! ¡Yo debería ir! ¡Tienes que dejarme ir!

Atem frunció el entrecejo al oír el nombre de su más leal amigo entre las palabras de Manet. Rápidamente comprendió porqué habían llamado tanto la atención.

Lo siento, Manet, pero no puedo hacer eso. Prometí no traicionar al Faraón —hubo una pausa —. No es algo que puedas hacer.

—¡Entonces enséñame qué hacer! ¡Mahad, por favor! ¡No puedes! ¡Yo-...!

—¿Qué está ocurriendo aquí?—Atem se hizo paso entre los guardias hasta llegar al frente de la conmoción.

Vio a Manet de rodillas en su celda y a Mahad observándola parado fuera de esta. Ambos lo miraron en cuanto ingresó, pero ninguno respondió al instante.

—¿Qué está ocurriendo aquí, Mahad? —repitió. Su voz salió más grave y dura de lo planeado.

El sacerdote lo miró.

—Mi Faraón —Mahad dio un saludo inclinándose —. Manet acaba de revelarme parte de los planes del Rey Ladrón.

—¡Eso no es cierto! —Manet sacudió los barrotes en cuanto oyó a Mahad. Atem pudo reconocer muy bien la desesperación en sus ojos y voz —. ¡Mahad, por favor!

—¡SILENCIO! —Atem la interrumpió antes de mirar a los guardias que se habían aglomerado alrededor. Karim y Shada entre ellos —. ¡Todos vuelvan a sus deberes! ¡No hay nada que ver aquí!

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Mana tragó saliva. ¿Cómo habían llegado a eso?

Supo que los guardias se fueron cuando todo se mantuvo en un intranquilo silencio y alzó la mirada solo para encontrarse a Atem frente a ella.

Él sonrió.

—No podría esperar menos de una traidora —dijo dando media vuelta —. Traicionas hasta a tus propios aliados. Qué basura.

Mana apretó los labios. Mahad y ella compartieron una última mirada antes de que él dejara la sala.

—¡Maldición! —exclamó golpeando los barrotes con la palma de su mano. El vibrante sonido se expandió a lo largo de las mazmorras.

Cerró los ojos con fuerza y rememoró la conversación que ella y Mahad habían estado teniendo apenas unas horas antes de que todo estallara.

—Después de que el Faraón regresara de su viaje por el Río Nilo, lo primero que hizo al saber de tu desaparición, fue mandar a buscarte por cada parte de todo el reino —comenzó Mahad dándole tiempo para asimilar las cosas.

Mana parpadeó confundida.

—¿Todo Egipto? ¡Eso es demasiado! —exclamó. Se sentía halagada, pero casi rozaba la obsesión, según su punto de vista.

El sacerdote asintió una sola vez apoyándose en los barrotes frente a ella y dándole la espalda.

—Dio una descripción detallada tuya y mandó a tu búsqueda casi a todos los guardias que cuidaban los exteriores del palaciotomó un respiró —. Sin embargo, a pesar de que muchas veces alguien decía haber visto o hablado con alguien de esas características, solo hubo una vez en la que una mujer habló de alguien llamada «Manet».

—¿Manet? —Mana casi saltó al oír su pseudo nombre —. ¿Eso quiere decir que encontraron a la original «Manet»?

y no —contestó arbitrariamente —. La mujer alegó haber conocido a una pareja hace mucho tiempo que tuvo una hija a la que llamaron Manet que concordaba con las características dadas por el Faraón, pero dijo que ya no podríamos encontrarla. Ni a Manet ni a sus padres ni a nadie que la conociera.

Mana frunció el entrecejo.

—¿Eh? ¿Por qué? —Mahad mantuvo silencio y Mana se hizo una idea cuando recordó su conversación con Bastet —. El gran cambio que hubo... ¡No puede ser!

Mahad asintió.

. Ellos vivieron en Kul Elna durante la masacre y, aunque no había garantía de que realmente fueran la misma persona, el hecho de que Bakura comenzara a atacar más seguidamente al palacio y a las tumbas de los anteriores reyes, no ayudó mucho. Las cosas simplemente fueron en esa dirección y ni siquiera yo pude hacer algo al respecto. Eso, y que ahora no tienes el collar de su madre hace todo más sospechoso.

Mana hizo un mohín. Entonces Manet había fallecido durante ese evento, muy probablemente por Bakura bajo la influencia de Zorc, como dijo Bastet.

Suspiró.

—Él lo tomó. No se lo di porque quisiera, ¿sabes?

Llevando una mano a su mentón, Mahad asintió en silencio.

—Eso es algo bueno —dijo como si hablara consigo mismo antes de mirarla —. Puedo usarlo en su contra.

Mana agitó la cabeza con fuerza.

—No. Él dijo que lo usaría para atraer a Atem, no puedes caer en su trampa.

—El asunto es que yo no soy el Faraón. La trampa no está hecha para , ni para mi poder —aunque Mana no entendiera la mitad de lo que decía, él siguió hablando.

—En todo caso, déjame ir a mipidió Mana señalándose a misma —. Cuando me encontré con Bakura, pareció conocerme de algún lado. También me llamó traidora, yo puedo-...

—No.

—¿Qué?

Mahad dio media vuelta y la miró interrumpiendo sus argumentos.

—Mana, según todo lo que me has contado, sin duda no eres un oponente para Bakura.

Ahm... No cómo sentirme al respecto —Mana se mordió el labio —. Solo es un ladrón. En el peor de los casos tiene un grupo. No me mató antes, no me matará ahora. Puedo ayudarlos con todo este problema, puedo evitar-...

—Hay algo que no te hemos dicho sobre lo que sucedió en Kul ElnaMahad volvió a interrumpirla —. La masacre no fue por una revuelta, o un intento de golpe de Estado. ¿Ves esto? —Mahad elevó el llamado Anillo del Milenio —. Este artículo tiene las almas de todas las personas que murieron ese día. La razón para hacerlo fue para ganar un poder que nadie podría igualar, pero si nosotros podemos hacerlo, si nosotros podemos invocar a nuestros Ka, eso quiere decir que Bakura también puede. Y quizá no solo él. Quizá ese ente llamado Zorc potencia su poder tanto como las almas de Kul Elna potencian los nuestros. Esto no es algo que puedas hacer, Mana.

Mana negó con la cabeza.

—No había oído de eso antes.

—Es porque lo mantuvimos como secretoguardó silencio unos segundos —. Evitaré-... No, evitaremos que el Faraón se convierta en lo que sea que se convirtió para que tuvieras que volver a este tiempo. Entonces podrás aclarar las cosas de una vez por todas con él.

Mana sacudió la cabeza de un lado al otro repetidas veces.

—¡No, no, no! ¡No puedes hacer algo tan peligroso! ¡Aunque sea déjame ir contigo y ayudarte!

Mahad le sonrió.

—Tendrás que confiar en mi.

Mana abrió los ojos. ¿Por qué? ¿Por qué Mahad se arriesgaba a hacer algo tan peligroso por ella?

Miró hacia la salida de las mazmorras. Un guardia bostezando la vigilaba. Si tan solo pudiera...

Agitó la cabeza. Meterse en más problemas no era una opción. Respiró hondo.

Sin embargo no podía evitar preocuparse por los siguientes pasos del sacerdote.

¿Qué estás planeando, Mahad?

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Mahad caminó de regresó al lado de Atem en un tortuoso silencio que solo podía interpretar como el Faraón metido en sus pensamientos.

—Era de esperarse de ti, supongo —comentó de pronto el Faraón deteniéndose —, ¿pero cómo hiciste para que Manet hablara?

Mahad se encogió de hombros.

—Eso no importa —contestó restándole relevancia —. Faraón, me gustaría hablar con Seto sobre todo esto y hacer un nuevo plan para antes de la fiesta del valle.

Atem asintió quizá pensando en que no tenía que pedirlo de esa manera y dejó que Mahad se fuera.

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Esperando en la biblioteca del palacio, Seto se encontraba leyendo una tonelada de papiros antiguos con mapas y ubicaciones en ellos. Su expresión se mantuvo impasible aun cuando oyó a Mahad llegar.

—¿Estás seguro, Mahad? —cuestionó tras oír los planes del sacerdote.

Mahad asintió.

—Es lo mínimo que puedo hacer. Creo que tomarlo por sorpresa será lo mejor.

Seto lo pensó un momento. Realmente no le importaba mucho lo que había planeado, le importaba más lo que sucedería después de acuerdo a cómo fueran las cosas.

—Entiendo, entonces no debemos tardar más.

El sacerdote del anillo del milenio estuvo a punto de responder afirmativamente cuando sintió algo.

Algo que Seto pudo sentir claramente también.

Pero antes de que alguno pudiera reaccionar, un sonido similar al de una explosión sacudió las paredes del palacio.

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¡BAM! ¡Capítulo terminado!

No me gustó mucho, peeeero al final me gustó y ahora me duele la cabeza por este sentimiento encontrado.
Debo decir que mi celular está más lento que tortuga embarazada, por lo que puede que haya fallas gramáticas. Culpa del celular.

Gracias CuteMeliJones, Sheblunar, y DannakawaiiYGO por comentar en el capítulo anterior, y a todos los que votaron. ¡Los amo!

Sin más, ¡hasta el siguiente capítulo!

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