Capítulo VIII

Había pasado un mes y no había rastros del pequeño Milo, Camus estaba muy angustiado, había veces en que por el desespero se ponía a llorar. Había salido del hospital dos semanas después para empezar su búsqueda con su mami, pero se hacía cada vez más difícil encontrar al pequeño muñequito que el menor adoraba. Degel estaba muy decidido a encontrarlo, por nada le prometió a su hijo que lo encontraría, y lo haría a toda costa, encontraría al pequeño ser que llenaba de felicidad a su pequeña adoración, por qué el peli verde solo tenía claro una cosa, quería que su hijo fuera feliz sin importar que fuera un muñequito.

Camus no se cansaría de buscar por cielo, mar y tierra a Milo, el pequeño muñequito era único y diferente para él, y no lo dejaría solo de eso estaba seguro, aún que ya sabía de las intenciones por las cuales no había vuelvo Milo, sabía que el pobre muñequito estaría pasando por muchas cosas, lo que más temía el menor era que el pobre muñequito estuviera pasando frío, al lado de un basurero sucio y demás llorando por qué Camus volviera a sus pequeños brazos, aún que le había sorprendido un poco que estuviera llorando, él no sabía que Milo podía llorar. El francesito tenía miedo de encontrarlo así, y cada vez que imaginaba esa escena de Milo pasando fríos, sucio y al lado de un basurero sin alguien que le diera amor o le brindara un hogar se ponía a llorar como buen magdalena que es, más siempre había esa persona que lo consentía y le devolvía la fe de que el pequeño Milo estuviera bien, que bueno que su madre ahora aceptaba su error y se arrepentía, solo deseaba una cosa en la vida, encontrar a Milo sano y salvó, aunque para eso le costaba días, solo tenía una meta y ese era encontrar al pequeño muñequito que le robó su corazón.

Llevaban varias horas en el auto, Camus miraba por la ventana detenidamente para encontrar rastros de su pequeño muñequito, no le importaba si se mareaba mucho mirar tanto la ventana, el solo quería a su pequeño a su lado, Milo no era cualquier juguete, era único para él, y el más especial de todos, además de que le tenía un amor inmenso a ese pequeño de cabellos morados, se había convertido en su única compañía en su casa, con él no se sentía tan solo, él era todo para él, como su madre también lo era, Milo también había formado parte de la familia, así que haría de todo por encontrarlo, solo necesitaba una pequeña pista de él, solo una pequeña pista y tal vez, solo tal vez lo tendría nuevamente en sus brazos.


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Ahora estaban ahí, enfrente de la fábrica Kido, teniendo esperanzas de encontrar al pequeño Milo, sabía que nadie a esas horas estaba pero tenían fe de encontrarlo ahí, sabían que solo había un guardia de seguridad en toda la empresa, por suerte Degel sabía cómo entrar a una fábrica con algunas cosas, ya que su padre le había enseñado de todo hasta entrar a una casa que no fuera suya, no pregunten cómo es que el padre del peli verde le habían enseñó eso, pero de algo estaba seguro, las enseñanzas de su padre le sirvieron para algo al fin y al cabo. Entraron silenciosamente sin hacer ruido alguno, no querían ser descubiertos, gracias a la inteligencia de Degel él se sabía todo sobre la fábrica de memoria, había desconectado todas las cámaras de seguridad y todo lo que fuera un estorbo en su camino. Camus estaba sorprendido, jamás se esperó ver eso de su madre, se sentía orgulloso de tener una madre como él, vaya que si agradecía ser hijo de él.

Caminaban con la guardia bien puesta, puesto aún había un estorbo en su camino que era el guardia de seguridad, más Degel sabía perfectamente que el que se encargaba de ese puesto era algo despistado, así que era pan comido. Camus estaba emocionado al ver tantos muñequitos Surt en todas partes, recordaba que él quería uno de esos, pero ahora solo quería tener a su pequeño Milo en brazos. Siguieron su camino y no veían rastros de que el muñequito estuviera ahí.

Para su suerte, Camus encontró una pista, un pequeño cabello del muñequito, se alegró mucho al saber que su pequeño muñequito estuviera ahí, al fin y al cabo.

—Mami, Milo si está aquí —dijo emocionado.

—Bien, más haz silencio, no quieres ver a tu madre en la cárcel, ¿O sí? —el pequeño negó con una sonrisa en sus labios.

Siguieron buscando más rastros del muñequito, Camus aun creía que él estaba ahí, lo presentía, con su pequeña lamparita alumbraba todo lugar para asegurarse de que estuviera por ahí. Degel estaba con una linterna más grande, miraba detenidamente todo el lugar, sí que daba miedo de noche, pero agradece que a su pequeño no le daba miedo, se detuvo al ver algo que le llamó la atención, Camus siguió caminando pensando que su madre lo seguía, más el peli verde había ido a ese extraño lugar pensado que también su hijo lo seguía. Ambos se habían separado, eso era malo, muy malo.

Camus caminaba tranquilo con su pequeña linterna que a pesar de todo lo dejaba ver bien el lugar, estaba muy emocionado, ya quería encontrar a su pequeño muñequito, tenía con fuerza el mechón contra su pecho, el mechón que había encontrado de él, estaba seguro que lo encontraría.

Escuchó un ruido que lo hizo detener, le dio un pequeño escalofrío, miró hacia atrás pensando que era su madre, pero al girarse se había dado cuenta de que estaba solo. Eso lo asustó aún más, desde cuándo había perdido a su madre, no sabía del momento en el que pasó eso, tenía miedo, y estaba solo en esa fábrica, siguió caminando un poco inseguro, ya era un niño grande tenía que saber cuidarse solo, pero solo tenía nueve años, aún no creía tener tanta responsabilidad de sí mismo, más ya había estado solo en casa, pero igual había una niñera que lo cuidaba. Siguió su camino con pasos lentos e inseguros, pero igual su única razón por la que estaba ahí era por Milo, así que tenía que sacar esa valentía de dónde sea y ponerse los huevos bien puestos y ser un hombrecito, aunque aún era un pequeño niño, pero sería un hombrecito por Milo. 

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