Capítulo IV
—Milo te compre algo —el pequeño galo le había comprado algo para su pequeño amiguito, pero también compro algo para él, algo que solo Milo y él tendrían para siempre.
Milo estaba muy curioso, quería saber que le había comprado su amo y amado Camus, el pequeño no dejaba de moverse intentando mirar que tenía Camus en ese cofre, dentro del cofre se encontraba el regalo que le daría el francés hacia el pequeño peli morado.
Camus después de un momento sacó dos collares de oro, eran dos corazones con sus nombres, a Milo le parecía grandioso eso, ambos collares tenían el nombre de ambos y se veían hermosos.
—Mira, el collar con mi nombre será el tuyo, y el que trae tu nombre será mío —dijo alegre.
El pequeño galo puso el collar con su nombre en el cuello de Milo, este lo tomó con ambas manos y lo observó detenidamente.
—También se puede abrir —añadió.
Milo lo miró y después observó el collar para empezar a curiosear, quería saber cómo se abría, Camus al ver los inútiles intentos de descubrir cómo se abría dicho objeto lo tomo entres sus manos y le enseñó la manera de hacerlo, Milo quedó sorprendido, dentro del collar traía una foto de Camus, eso lo puso más que feliz.
—Es una foto mía por si algún día llegase a pasar algo y estés lejos de mi para que nunca me olvides —dijo tranquilo, Milo sonrió, estaba feliz con ese pequeño regalo que le dio su amo.
Camus se puso su collar, ahora tenía una pequeña foto de Milo y el collar con el nombre del pequeño muñequito para así tenerlo presente si algo les llegará a pasar a ambos, pero sabía que eso no pasaría, pero igual el francesito era precavido en esos casos.
Estuvieron jugando largas horas, Milo estaba feliz, su creador al fin le había dado a alguien que, si lo amaba, ese alguien que con solo verlo no lo dejo sino antes lo quiso a pesar de que fuera diferente, el muñequito único y especial de Camus, solo era de Camus y de nadie más que del pequeño galo. Y de las mejores seis semanas que Milo disfruto a su lado fueron fantásticas con su amo, con su pequeño amor, y el que protegería sin importar que, cueste lo que cueste, no dejaría perder a una persona tan importante en su pequeña vida, otra vez.
[~°🍎°~]
— ¿Ya le compraste el muñequito a Camus que te tenía harto de tanto pedírtelo? —pregunto.
—Sí, al final aceptó el muñeco a pesar de que no fuera el que pidió, fue raro ver que no me halla crucificado, hasta hizo un escándalo con él —comentó extrañado.
—Bueno nadie te manda a malcriar a tu bendición, tú eres el culpable de eso.
—Albafica, debí haberlos escuchado cuando me decían que no debía haberlo mimado tanto.
—Y más a cierta persona, que te ayudo mucho con tu bendición y hasta te colaboró con los gastos del bebé sin nada a cambio.
Degel quedó en silencio, recordaba bien a esa persona que siempre estuvo con él en su infancia y lo ayudó mucho cuando se dio cuenta de que tendría un hijo, sin duda alguna esa persona lo ayudó demasiado con su pequeño hijo, lástima que ya se había ido lejos de él.
Su celular empezó a sonar repetidas veces sacándolo de sus pensamientos.
—Disculpa Albafica tengo que contestar.
—No te preocupes, tú contesta tranquilo.
Degel contestó tan rápido como pudo, esa pequeña voz que le irritaba mucho, ya sabía quién era de la llamada repentina.
—Cubito, ¿Qué pasa amor? —pregunto—. ¿Quieres salir a jugar con Milo afuera?... Pero amor, sabes que te he dicho que no salgas cuando estás solo... ¡PERO NADA CAMUS!... no, no...no, no te pongas a llorar cúbito... está bien... Dios eres insoportable... te veo luego amor... si espérame ya voy para allá.
Degel colgó la llamada, no se le veía tan alterado como en las otras ocasiones donde su hijo lo llamaba.
— ¿Todo bien? —pregunto el peli celeste.
—Si, solo que tiene hambre y quiere jugar afuera con su muñeco, pero él sabe que no puede.
—Entonces que esperas, ve a alimentar a tu bendición antes de que se muera el pobre de hambre.
Degel tomó sus cosas y se despidió de Albafica, a veces su pequeño Camus podía ser una molestia, pero a la vez algo bueno que le hayan dado. Se subió a su auto y dio marcha para ir a su hogar, solo esperaba no encontrar a su pequeño llorando de hambre.
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— ¿Por qué te demoraste?, Tenía miedo y tengo hambre... —Camus estaba llorando, Degel llegó como pudo, pero para su mala suerte lo encontró llorando abrazando al pequeño Milo.
—Perdona mi cubito, hubo un pequeño tráfico, pero salí tan rápido como pude cariño —Degel lo tomó por ambas mejillas, sabía que su pequeño no sabía cocinar y él no se atrevería a hacerlo, normalmente tenía ayuda en eso, pero al parecer su niñera aún estaba discapacitada como para ir a cuidarlo—. Perdóname, te prometo que ahora no te dejare solito, pero como tú dices que ya eres un niño grande y te puedes quedar solo, no le digo a la niñera que se quede contigo, sino que te sirva tú comida y se vaya, amor, si no quieres estar solito házmelo saber, ¿Está bien?
—Siii, pero tengo hambre —dijo ya con una pequeña risita, Degel le sonrió y le limpio los mocos que le salían de su nariz.
Tal vez era un poco confiado en que su hijo se podía quedar solo en casa sin cuidado de algún adulto, pero el de pequeño ya se sabía cuidar solo con cinco años, sabía hacerse su propia comida, sabía hacer muchas cosas para esa edad, pero Camus con nueve años aún no podía solo, tal vez aún tenía que crecer más para estar seguro de sí mismo para hacer las cosas cuando estuviera solo.
Degel le hizo una merecida merienda con muchas cosas, quería a su pequeño hijo, aunque fuera un gran dolor de cabeza y malcriado a la vez lo quería, era su pequeño qué más podía hacer, para la próxima se aseguraría de que se quedara con las cosas necesarias para él. Camus comía a gusto, la verdad tenía mucha hambre y eso el galo mayor se había dado cuenta, el pequeño galo hacía que le daba comida al muñequito, más era obvio que era un muñeco y no comía, para el peli verde le parecía muy adorable eso, tal vez su pequeño se sentía un poco solo y con ese muñeco él pensaba que cubría esa soledad que tenía, llegó a temer por ello, más habría tiempo para hablar con él seriamente, mientras tanto lo dejaría disfrutas de su infancia y del pequeño muñequito que le compro.
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