Capítulo Único


Este One Shot fue escrito en conjunto con Turtles885 💙 fue un agrado trabajar con ella, esperamos que lo disfruten tanto como nosotras.

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Finalmente había terminado la pesadilla de Kira Yoskikage para nuestro equipo de valientes héroes de Morioh. La verdad es que sin la acción de ellos, lo más seguro es que muchas personas más morirían en manos de aquel asesino que se escondió tan bien por tantos años, y que tantas víctimas se llevó consigo.

Las cosas volvían a la normalidad de una vez por todas, y fuera de la gran carga emocional negativa que trajo consigo la captura de Kira, también se formaron lazos sumamente estrechos entre todos nuestros personajes, sobretodo de dos en especial: Higashikata Josuke y Nijimura Okuyasu.

Ambos compartieron muchos momentos juntos (tanto buenos como malos), y fue gracias a todo esos acontecimientos que nuestro Jojo de cabello extravagante, Josuke, comenzó a sentir un gran cariño por su mejor amigo de voz grave y cabello oscuro.

Con el pasar de los meses ese cariño que le tenía a Okuyasu se transformaba cada vez en algo más fuerte. En un principio no quería creerlo, pero todo indicaba que no podía ser otra cosa más que amor.

Amor… ¿podría ser cierto?

Mientras más le daba vueltas al asunto, más se convencía de aquello, y no fue hasta que Okuyasu “muriera” a manos de Killer Queen que terminó por aceptarlo.
Nunca había sentido tanta ira y tristeza de ver al chico que tanto quería sin vida.  Aquellos momentos en que Okuyasu yacía entre sus brazos sin responder, y este le gritaba que había curado sus heridas y que se dejara de bromear, fueron los peores de su vida. 

En el instante en que lo vio levantarse después de angustiantes minutos sin mostrar señales de vida, el alivio que sintió era inexplicable. Quería de abrazarlo, decirle lo mucho que lo quería, sin embargo se frenó. No era el momento ni el lugar, y ahora que tenía la certeza de que su amigo estaba vivo y de que todo lo que sentía por él era real, sabía que debía hacer algo al respecto.

A menudo pensaba en qué lo había hecho enamorarse de él. Era un tanto tacaño y busca pleitos, pero en el fondo sabía que tenía un corazón de oro, y mucha lealtad hacia él, además del hecho de que podía ser el mismo sin temor a que lo reprocharan.

No había tenido el valor de confesarle sus sentimientos, en parte por lo de Kira, sin embargo ahora no tenía excusa alguna: después de casi perderlo no quería desperdiciar mas tiempo sin él, así que decidió confesárselo. Aún cuando no fuera correspondido tenía que quitarse ese peso de encima.

En dos días más el ojinegro cumplía años, quizá sería un buen momento para confesarle sus sentimientos de una vez por todas. Esperaría quizá al final del día para decírselo, pues en caso de que lo rechazara y no quisiera volver a verlo, al menos habría pasado un último día a su lado.

Comenzó a pensar en qué podría regalarle a su amado Okuyasu. Estaba claro que tenía que invitarlo a comer si o si al restaurant de Tonio, después de todo, siempre le decía a Josuke lo mucho que amaba la comida que preparaba aquel extraño hombre.

Sin embargo había un inconveniente.

Tonio era conocido por preparar comida acorde a los sentimientos y/o dolencias de la gente, y eso era sumamente contraproducente para él. Lo más probable es que le sirviera algo que lo hiciera soltar una verborrea de palabras que ni él mismo entendería, arruinando por completo tan especial momento. Si se le iba a confesar lo haría por el mismo y no con ayuda de un plato de comida.

Diablos... esto le estaba resultando más complicado de lo que creyó.

(...)

Aquella noche estuvo muy nervioso pensando en qué le diría a Okuyasu, como se lo diría, como serían sus posibles reacciones, entre otras cosas. Logró dormirse a altas horas de la madrugada debido a todos esos pensamientos que lo aquejaban, despertando para el medio día más o menos.

Ya quedaba solo 1 día para el cumpleaños de Okuyasu, así que debía apresurarse en todos los preparativos para este.

Desayunó algo rápido y le avisó a su madre que tenía que salir a hacer unas compras para el cumpleaños de Okuyasu. Ella estaba enterada de los sentimientos de su hijo por aquel fornido chico de cabello negro. Ni siquiera fue necesario que Josuke se lo dijera. Lo conocía demasiado bien. Y si bien jamás habían tocado el tema, ella lo apoyaría en cualquier decisión que el tomara al respecto. Después de todo, Josuke era su único hijo y lo quería más que a nada en el mundo.

El ojiazul salió de su casa rumbo a la parada de autobuses, teniendo como primer destino la Trattoria Trussardi. Abrió la puerta, haciendo que sonara la campanilla, y por la puerta que daba a la cocina apareció Tonio con su misma sonrisa y ropas de siempre.

—Hola Josuke, ¿mesa para uno o esperas a alguien más?— preguntó Tonio, mientras se acercaba para quedar enfrente de Josuke.

—La verdad vengo a hacer una reservación para mañana de todo el restaurante— aquellas palabras impresionaron un poco al Italiano, no imaginaba el por qué Josuke querría el restaurant completo —y... bueno, también te quería pedir un gran favor. Para la reservación de mañana... ¿podrías hacer comida normal, sin usar tu stand ?— no quería ofender a Tonio por ningún motivo, pero no quería inconvenientes aquel día, todo debía ser perfecto.

—Tus peticiones me están resultando un tanto extrañas, Josuke— respondió Tonio, con el ceño fruncido observando al de cabello morado atentamente.

—No me mal entiendas, por favor, es solo que...— suspiró —es una cita, no quiero que nada la arruine de alguna manera.

—Ya veo por qué quieres el lugar solo para ti— sonrió, le parecía algo tierno de ver que Josuke fuera a hablar con él de antemano para la cita que tendría. —¿se puede saber quien es el o la afortunada?— en esos tiempos no era tan común como hoy en día ver parejas del mismo sexo juntas, sin embargo Tonio sospechaba que entre Josuke y su amigo Okuyasu había algo más que solo amistad, no le extrañaría que al de ojos azules le gustaran los chicos.

—N-no es de t-tu incumbencia— respondió Josuke, más sonrojado que nunca —sólo prepara una cena deliciosa y un pastel de chocolate para el postre, por favor.

—De acuerdo— comentó entre risas el italiano —todo estará listo a las 8 p.m.

—Gracias, Tonio, te veo mañana.

Josuke se despidió amablemente del simpático chef, sintiéndose sumamente aliviado de haber hablado con él.

Ahora sólo debo comprar el regalo de Okuyasu, pensó.

Tomó nuevamente el autobús y se bajó en el centro de la ciudad. Aún no decidía qué debía regalarle, así que optó por revisar tienda por tienda a fin de encontrar el regalo perfecto para Okuyasu.
Recordó que hace un par de días, su amado le había comentado de una nueva tienda de dulces y chocolates que había abierto, y que moría por probarlos, pero que eran demasiado costosos (si bien ambos tenían bastante dinero por lo que habían ganado en la lotería, ninguno tocaba mucho ese dinero), así que se le ocurrió regalarle una caja grande de ellos. Su madre le había permitido sacar una pequeña cantidad mensual para sus gastos de su cuenta que había estado congelada por algún tiempo, así que no repararía en gastar todo lo destinado para ese mes en el regalo perfecto para su amigo.

No le fue difícil llegar a la tienda nueva ya que conocía bastante bien su ciudad, y era el único local con colores más llamativos que las demás.

Abrió la puerta de ella e inmediatamente un delicioso aroma lo hizo enloquecer. Había una gran variedad de golosinas, chocolates, dulces, paletas, todo lo que se pudiera imaginar en cosas dulces esa tienda lo tenía. 
El vendedor notó a este joven cliente entrar a su tienda con una amplia sonrisa, algo que lo llenó de alegría.

—Bienvenido a mi tienda, hijo— comentó amablemente el hombre que se encontraba detrás de la caja registradora. Se veía algo mayor, de unos 55 años. Tenía el cabello blanco y usaba unas gafas bastante grandes. En cierto sentido, le recordaba a su abuelo, no sabía por qué. —¿buscas algo en especial?

—Si, la verdad me preguntaba si tenía chocolates rellenos, es para un regalo— comentó Josuke.

—Tengo mucha variedad de ellos, te los traeré para que los pruebes— contestó a través de una nueva sonrisa aquel hombre, adentrándose en una puerta donde seguro tenía todos los chocolates. Tardó un par de minutos en llegar hasta que finalmente apareció con una bandeja enorme, llena de chocolates de diferentes formas y tamaños. Poco a poco fue indicándole de qué sabor era cada uno, y lo incitaba a probarlos todos para que escogiera el que más le gustaba.

—Cielos, son todos tan ricos— decía el de cabello extravagante, con la boca llena de chocolate —sin embargo creo que llevaré estos.

Eligió aproximadamente unos 30 chocolates de diversos sabores, como lo eran algunos de frutilla, arándano, almendras y galletas con crema, entre otros. Conocía bastante bien a Okuyasu y sabía que le encantarían.

—¿Cuanto es?— preguntó algo avergonzado Josuke. En el momento en que el dueño de la tienda fue a envolver la caja con chocolates no pudo evitar comer un poco más de la bandeja que estaba en el mostrador, estaban deliciosos.

—Por ser un jovencito muy amable te cobraré solo la mitad— sonrió aquel amable hombre a quien le había agradado mucho Josuke.

El ojiazul se sorprendió al oír esas palabras, sobre todo porque se había comido gran parte de los chocolates que se suponía que solo debía probar, sin embargo no cuestionó mucho la amabilidad del dueño y pagó el precio que este le indicó.

—Muchísimas gracias— dijo Josuke despidiéndose con la mano desde la puerta de entrada.

—Por nada, ¡espero verte pronto!

Llegó justo para la hora de almuerzo y se sentó junto a su madre quien le preguntó como le había ido con sus compras. Josuke no quiso hablar mucho al respecto pues sabía que si lo hacía, su madre continuaría preguntándole cosas y eso lo haría avergonzar muchísimo.
Luego de terminar de comer, fue directo al living a fin de relajarse un poco con sus video juegos. Quería estar lo más relajado posible durante el día para no estar tan nervioso a la mañana siguiente.

Las horas pasaron hasta que comenzaba a hacerse de noche y decidiera llamar a su amado para invitarlo a cenar. Marcó el número de Okuyasu que ya se sabía de memoria y esperó a que este contestara. Se encontraba bastante calmado a decir verdad, sin embargo al oír la grave voz de su amigo por la otra línea su corazón comenzó a latir con fuerza.

—Residencia Nijimura— dijo Okuyasu, con voz aburrida.

—Soy yo, Josuke— respondió el ojiazul con una sonrisa en el rostro, imaginando la cara de Okuyasu al contestar el teléfono.

—¡Josuke!— la desinteresada voz del pelinergo se volvió bastante alegre al oír a su amigo hablarle. —¿todo bien? ¿sucede algo?

—S-si, todo bien— suspiró el ojiazul, comenzaba a ponerse nervioso. —me preguntaba...— traga saliva —¿qué dices si vamos mañana a cenar donde Tonio para celebrar tu cumpleaños? yo te invito

Para ellos era normal salir juntos a comer o simplemente a caminar por Morioh, así que Okuyasu no sospechó nada extraño en la invitación que le estaba haciendo su amigo. Además no tendría que pagar ni un solo peso, eso lo hacía aún más feliz.

—¡Seguro! ¿a qué hora nos vemos?— preguntó animado el pelinegro.

—Pasaré por ti a las 8—Josuke planeaba llegar un poco pasada la hora que le indicó Tonio, a fin de que todo estuviera listo para cuando ellos llegaran. —nos vemos mañana.

—Nos vemos, ¡hasta mañana!

Ambos chicos colgaron el teléfono y Josuke buscó entre sus cosas algo especial que había comprado hace tiempo. Eran dos anillos bastante lindos, pensaba dárselos a Okuyasu el día en que se le declarara, así que el cumpleaños de este sería la oportunidad perfecta para hacerlo. Confiaba en que el ojinegro le correspondería sus sentimientos, pues sentía que el interés que había era mutuo, y una vez que le dijera que sí, Josuke le entregaría un anillo a él y uno se lo quedaría para sí, como símbolo del amor que le tenía.

Antes de dormirse practicó una y otra vez frente al espejo del baño cómo le diría a Okuyasu lo que sentía por él. Cuando finalmente sintió que estaba "listo" (porque seamos sinceros, nunca se está preparado del todo para declararse a alguien) se acostó a descansar. Si quería que el día de mañana fuera perfecto tenía que dormir bien.

(...)

Se levantó con mucho temor esa mañana, honestamente no había pensado en todo lo que significaría confesarle sus sentimientos a su amado. Si lo rechazaba era probable que no quisiera volver a verlo y eso era algo que no iba a soportar. También estaba la posibilidad de que le dijera que solo lo veía como un amigo, haciendo que las cosas se volvieran sumamente incómodas de ahora en adelante.

Se positivo, Josuke, se positivo. Pensaba para si mismo el de cabello morado.

(...)

Ya eran cerca de las 7.00 p.m, sólo quedaba una hora para el momento de la verdad.
El ojiazul se dio un baño rápido para gastar la mayor parte del tiempo que le quedaba en arreglar su cabello. Se perfumó bastante para dar una buena impresión y tomó ambos regalos de su cómoda y partió a la casa vecina.

Tocó el timbre de aquella casa antigua en la que vivía su amado y esperó un par de minutos hasta que este apareciera tras la puerta, para sorpresa de Josuke, con el torso completamente desnudo.

—Perdona, se me hizo un poco tarde— rió el ojinegro, colocándose la camisa que llevaba en la mano de inmediato.

—N-no hay problema... aun estamos a tiempo— respondió Jojo, observando atentamente aquellos marcados pectorales que poseía Okuyasu y ruborizándose a más no poder. Afortunadamente pasó desapercibido para el de cabello negro ya que apenas se colocó su camisa, se volteó para cerrar la puerta de su casa.

—Espero que mi padre no intente nada extraño— comentó Okuyasu, al tiempo que caminaba en dirección a la parada de autobuses con Josuke.

Ambos adolescentes fueron hablando de diversos temas mientras iban sentados uno al lado del otro en el autobús.
Una vez se bajaron de este, caminaron a la Trattoria Trussardi y pudieron ver lo bien decorada que se veía desde fuera. Entraron de una vez al lugar y se llevaron una gran sorpresa: había música romántica y mucha decoración floral en todas las mesas.

—Oi, ¿qué es todo esto?— preguntó curioso el ojinegro, sumamente extrañado ante tal decoración.

—Cosas de Tonio, quizá— respondió nervioso Josuke, no pensó que Tonio decoraría así el restaurant.

—¿Y donde está él?— Okuyasu miraba hacia todos lados en búsqueda del Italiano, el cual apareció de inmediato con una sonrisa en el rostro y dos platos de comida.

—Bienvenidos— dijo Tonio, dejando los dos platos sobre la mesa de los jóvenes. Era un antipasto para comenzar.

—Oi Tonio, ¿qué es toda esta decoración?— Okuyasu se encontraba muy intrigado.

—Fue una petición especial de un cliente— respondió Tonio mirando a Josuke, quien tenía el rostro ardiente por la vergüenza. Al verlos llegar confirmó sus sospechas de que el pelimorado traería a Okuyasu como su cita a comer a su restaurant. —llegará en un rato, supongo— Tonio notó lo rojo que estaba el chico de ojos azules, así que dijo eso para que no se diera cuenta que el restaurant era solo para ellos dos esa noche.

Ambos chicos se sentaron en el instante en que Tonio se iba nuevamente a la cocina. Josuke quiso hacer algo diferente esta vez, así que sostuvo la silla de su compañero para que este se sentara.

—G-gracias, Josuke— realmente esa acción había sorprendido al pelinegro, haciéndolo ruborizar un poco. —gracias por la invitación.

—No des las gracias, Okuyasu, es lo menos que mereces...— comentó Josuke, perdido en la mirada de su amigo, sin embargo al notar que dijo esas palabras en voz alta se sonrojó demasiado, así que de inmediato pensó en algo más para que no sonara tan sospechoso. —q-quiero decir, por tu cumpleaños, es lo menos que mereces en tu día.

Idiota, estás arruinándolo todo, decía para si el de ojos azules.

Para ese entonces ya habían terminado la ensalada. Tonio retiró sus platos y enseguida les trajo el de fondo: risotto 4 quesos.

—Y... ¿quienes fueron a verte hoy?—preguntó Josuke.

—De hecho fueron más personas de las que creí— respondió sonriente Okuyasu —Koichi con Yukako, Mikitaka y Rohan, todos fueron a saludarme y a darme regalos.

—¿Rohan? ¡quién lo diría!— exclamó con sorpresa Jojo. Rohan no era muy atento en esa clase de asuntos.

—Oi, hablando de regalos, ¿qué me trajiste, Josuke?

El de cabello morado rió estrepitosamente ante aquella pregunta. La verdad con toda la cena había olvidado por completo entregarle los chocolates, y el hecho de que Okuyasu se lo recordara así le hizo mucha gracia.

—¿Que no te basta con la invitación a comer?— bromeó.

—Vamos, dudo que esa bolsa que traes contigo no sea mi regalo— Okuyasu había visto a Josuke llegar a buscarlo con una bolsa de regalo con un listón azul, era obvio que era para él.

—Aquí tienes.

Extendió la elegante bolsa que le había dado el amable hombre de la tienda. Cuando Okuyasu la abrió pegó un grito de felicidad, jamás pensó que Josuke le regalaría esos chocolates tan costosos.

—Entonces si te gustaron— rió el de ojos azules, recibiendo una amplia sonrisa como respuesta por parte de su amado.

Aprovechando la euforia del momento, Josuke se armó de valor y decidió que aquel sería el momento en que se lo diría. Estaba confiado en que todo saldría bien, además no aguantaría mucho tiempo más sin decírselo. Quería sacarse lo antes posible ese peso de encima.

—Okuyasu.... yo....— estaba muy nervioso. Torpemente buscó en su bolsillo la pequeña caja con los anillos y se dispuso a continuar, pero se dio cuenta que no le estaban prestando atención. Su amigo seguía embobado observando la caja de chocolates. —oye... ¿puedes mirarme un segundo?— al no obtener respuesta nuevamente se molestó un poco y alzó la voz —¡OKUYASU!

El de ojos negros se exaltó un poco al oír a su compañero llamarlo con aquel tono de voz. Probablemente lo había estado llamando desde hace rato pero este no se dio cuenta, así que dejó la caja de chocolates de lado y concentró toda su atención en Josuke.

—¿Te encuentras bien?— Okuyasu pudo notar lo nervioso que se veía su amigo de pronto.

—Escucha, Okuyasu— tragó saliva —yo... —vamos, tu puedes hacerlo, lo ensayaste mil y un veces en el espejo, solo tienes que decirlo, pensaba —he querido decirte esto desde hace mucho tiempo, pero... uh, no le daré más vueltas, si no lo digo ahora jamás lo haré. —sintió un golpe de adrenalina de pronto— entiendo si después de esto no quieres volver a verme la cara, pero ya no puedo ocultarlo más. Me gustas, Okuyasu.

Todo ese tiempo había tenido los ojos cerrados, no se atrevía a mirar a Okuyasu a los ojos, pero en cuanto lo dijo levantó la vista hacia su amigo. Pudo notar que su cara de sorpresa del primer momento cambiaba a una amplia sonrisa, con un leve rubor en sus mejillas.

—Tu también a mi, Josuke, desde hace tiempo— respondió sin más el de ojos negros. Desde hace tiempo sentía lo mismo que su amigo pero no había dicho nada por temor a que lo rechazara. Prefería vivir así, solo con su amistad, a perderlo por no tener los mismos sentimientos hacia él.

El de cabello extravagante apenas podía contener su emoción. Ciertamente estaba demasiado feliz al darse cuenta que Okuyasu le había correspondido, y que encima de todo llevaba tiempo sintiendo lo mismo que él.
Observó a su compañero unos instantes, al tiempo que se acercaba cada vez más a sus labios. Se podía ver s kilómetros que ambos estaban deseando unir sus labios de una vez, y eso fue lo que hicieron. Josuke sintió los tibios labios de su amado posarse sobre los suyos, haciendo que su corazón latiera a mil por hora.
Ninguno de los dos era experto en esos temas, después de todo, jamás habían tenido novia. Fue un beso corto y algo torpe, pero cargado de amor y ternura. Lentamente se separaron y se quedaron viendo por unos minutos, minutos en los cuales Okuyasu acarició con mucho cuidado la mejilla de Josuke, sin dejar de sonreír.

—Te compré algo más— dijo Josuke al tiempo que dejaba sobre la mesa la pequeña caja y la abría, sorprendiendo aun más a su compañero. —dame tu mano.

Okuyasu obedeció y extendió su mano hacia Josuke, quien colocó con sumo cuidado el delicado anillo en su dedo. Se veía precioso en él, no podía creer todo lo que el ojiazul estaba haciendo por él.

—Gracias, Josuke...— Okuyasu era bastante sentimental y sintió muchas ganas de llorar, no recordaba haber sido tan feliz en toda su vida como lo era ahora. De inmediato se levantó de su lugar y abrazó fuertemente a Josuke, quien correspondió con mucho gusto.

—¡Complimenti ragazzi!— exclamó Tonio con una sonrisa, apareciendo con dos trozos de pastel. Aquella expresión significaba "enhorabuena chicos".

Ninguno de los dos entendió lo que les dijo Tonio a decir verdad, solo se limitaron a agradecer por el pastel que les servían y a observarse con mucho amor.

—Espero que te haya gustado la decoración que hice, Josuke, y tal como pediste, el restaurant era solo para los dos y sin comida alterada— Tonio guiñó el ojo a Josuke y volvió a la cocina.

Al oír todas las molestias que se había tomado su amado Josuke para sorprenderlo tanto ese día, solo pudo derramar un par de lágrimas de emoción, tomar las manos de su compañero y susurrarle: has echo de este el mejor cumpleaños de mi vida.

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