4
Luego del almuerzo, Taehyung fue a tomar sol a un costado de la piscina, mientras Jeon y su amigo Suho se encerraron en la oficina a tomar un licor digestivo. Amparado en la confianza que los unía, Suho se animó a preguntarle por Jimin.
—¿Tienes problemas con el chico nuevo? ¿Jimin, verdad?
—Sí, supongo que te diste cuenta de que es algo... rebelde. Pero sé que más temprano que tarde él será mío y por su propia voluntad.
— Sé que te gustan los desafíos amigo mío y que cuando quieres algo no te das por vencido hasta tenerlo, pero piénsalo, tal vez cometiste un error trayéndolo a tu casa. Tú sabrás tus razones, pero teniendo a Taehyung aquí, no entiendo por qué insistes con él. Taehyung tiene todo lo que a ti te gusta. Es sumiso, obediente, guapo y se nota que le gustas mucho.
—Lo sé. Taehyung es leal y no ocurre nada malo con él, simplemente... Cuando quiero algo necesito obtenerlo. Cuando vi al chico en la subasta, me gustó y lo compré. Esa es la historia.
El entorno en el que se desenvolvía no le permitía mostrar ninguna señal de debilidad. Era un mundo oscuro y cruento, en donde la racionalidad debía primar ante la emotividad para poder sobrevivir. Y Jeon Jungkook lo sabía muy bien.
—Dime una cosa querido amigo, ¿hasta cuándo le tendrás paciencia?
—No me presiones. Lo único que te diré es que no será por mucho tiempo. Tengo otros asuntos de qué preocuparme —Jeon se levantó de su asiento y se acomodó la chaqueta —Iré al club. Necesito relajarme.
—Vamos, te acompañaré —su amigo se acercó y palmoteó su espalda. Salieron juntos de la oficina.
—¡Jeon! —se escuchó la voz chillona de Jimin. Estaba parado en medio de la escalera vistiendo un colorido pantalón corto y una camiseta blanca sin mangas. Descalzo y con el cabello desordenado se quedó esperando que el hombre volteará a verlo. No obstante, no le respondió, solo alzó las cejas mostrándole su atención.
—Tú debes ser Jimin —le dijo Suho sonriéndole. Jimin lo miró de reojo y volvió rápidamente su mirada a Jeon.
—Quiero que me lleves al club —Suena autoritario, lo cual fue insólito para Jeon y gracioso para su amigo, quien soltó una contenida risotada.
—¿Estás escuchando detrás de las puertas?
—¿Qué?
—¿Cómo sabes que iremos al club?
—No lo sabía. Y no, no ando escuchando detrás de las puertas porque no me interesan tus estúpidas conversaciones —el atrevido chico comenzó a acercarse a Jeon caminando desprolijamente. Suho abrió los ojos más de lo habitual debido al estupor en que quedó al escuchar a Jimin. Nadie osaría a hablarle así a tan despiadado criminal como lo era Jeon.
—¡Jimin, ve a tu habitación! —la gravedad en su voz evidencia su furia. Pudo haberle gritado o haberle dicho algo ofensivo. Más solo le dio una precisa instrucción. Desafortunadamente, para Jeon, el chico era inmune a su temido carácter, pues le devolvió una sonrisa irónica que desconcertó aún más a Suho. Jeon, por su parte, se mantuvo incólume ante las provocaciones de Jimin.
—¡Llévame... al... club! —su tono ya era hostil y desafiante. Su mirada seguía firme, sin vergüenza, como si disfrutara de la incomodidad que causaba.
—Adiós Jimin —se despidió Jeon y caminó hasta la puerta. Suho lo siguió reflejando su desconcierto y viendo como la cara de Jimin se desfiguró al ser ignorado por Jeon.
Cuando se subieron al auto, Jeon notó que el conductor no estaba dentro de él.
—¡¿Dónde carajos está?! —vociferó mientras sacaba su teléfono del bolsillo de su chaqueta.
—Allí viene —le advirtió su amigo.
—¿Dónde estabas? —le preguntó iracundo cuando abre la puerta.
—Señor, usted... no me avisó que saldría, yo...
—Llévanos al club —concluye. Hubo un silencio sepulcral durante todo el trayecto. El conductor miraba por el espejo retrovisor cada cierto rato, temiendo encontrarse con la mirada filosa de su jefe. Su amigo tampoco quiso correr ningún riesgo.
Al llegar al club, Jeon y Suho caminaron juntos por la entrada principal, una imponente puerta de hierro forjado adornada con detalles dorados. El vestíbulo estaba iluminado con una suave luz que resaltaba sus paredes blancas de mármol. Del lugar emanaba una atmósfera de exclusividad y lujo. A medida que avanzaban, la presencia de Jeon, en particular, era notoria: su porte elegante y su mirada fría hacían que todos a su alrededor se apartaran discretamente, respetuosos de su aura peligrosa.
Ambos amigos eran conocidos en el club, pero era Jeon quien llevaba la batuta. Con un traje oscuro, perfectamente ajustado, y un reloj de oro que resplandecía con sutileza, cada paso suyo parecía calculado. Su rostro, impasible, no reflejaba emoción alguna, pero sus ojos eran la ventana a un alma inquietante, que ocultaba bajo una apariencia controlada una mente peligrosa. Suho, por su parte, seguía a su lado, también con un traje de alta gama, pero su presencia era más relajada, casi discreta, contrastando con el aire imponente de Jeon.
Al llegar a la sala privada, el camarero los condujo rápidamente a su mesa, ubicada en una esquina apartada del resto de los miembros. La habitación era un espacio cerrado, con paredes de madera oscura que absorbían la luz cálida de los candelabros. El ambiente era perfecto para una conversación privada, donde el lujo se mezclaba con una sensación de control. La mesa, cuidadosamente dispuesta, tenía copas de vino tinto, un plato de frutos secos y también una laptop abierta, esperando para ser utilizada.
Jeon se acomodó en su silla sin decir una palabra. Su mirada recorrió cada rincón de la sala, como si estuviera evaluando no solo el ambiente, sino también cualquier posible amenaza. Suho, más relajado, se sentó a su lado y encendió un cigarro mientras revisaba su teléfono.
La conversación comenzó en un tono bajo, pero firme. La frialdad con la que Jeon se expresaba era inconfundible, y aunque mantenía una postura educada, su voz transmitía una amenaza que se percibía incluso en su tono más bajo. Suho respondía, con un tono más accesible, pero siempre consciente de que, a pesar de la amistad, Jeon era el líder entre ambos.
—¿Te sientes más tranquilo? —Suho fue moderado en su pregunta.
—Sí. Me olvidaré del asunto y hablaré con Jimin cuando regrese a casa.
Después de varias horas y algunas copas de vino, Jeon regresó a la mansión. Subió hasta la habitación de Jimin y lo encontró dormido. Decidió no despertarlo.
Al día siguiente, al levantarse, Jimin busco una bolsa que traía consigo el día que llegó a la mansión. Sacó de ella una camiseta negra con un diseño desteñido en el pecho y un pantalón de jeans azul gastado con rasgaduras en las rodillas. Se vistió con las prendas, rodeó su cintura con una camisa roja a cuadros y remató el atuendo con unas zapatillas negras de lona con cordones blancos. Fue al baño y humedeció su cabello, aunque no lo peinó. Si tumbó sobre la cama y permaneció mirando el techo por largo rato. Al escuchar la puerta abrirse, se sobresaltó.
—Buenos días —dijo Jeon al abrir, pero no recibió respuesta. Entró a la habitación y se aproximó a Jimin —¿Qué haces vestido así?
—Deberías tocar antes de entrar —le reprochó con desdén —¿No te gusta como me veo? —le responde desafiante.
.—Es tu ropa antigua...
—¡Es mi ropa! Lo único que me pertenece en este lugar.
—No vengo a discutir contigo, Jimin.
—Entonces no te hubieses molestado en venir.
—¿No quieres estar aquí verdad?
Jimin hace una pausa antes de responder —Sí quiero estar aquí. ¿Quién no querría estar aquí? El problema es que tengo que estar contigo. Tú no me agradas Jeon.
—Está bien. Lo solucionaré —Luego de breves y precisas palabras, Jeon se gira para salir.
—¡Espera! ¿Qué... significa eso?
—Significa... que lo solucionaré —concluyó y luego se fue de allí.
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