17

Sentado en la sala de la mansión y escribiendo otro mensaje sin respuesta, estaba Suho. Inquieto y a punto de perder la paciencia. Expectante sobre la situación de salud de Jimin y también, preocupado por el estado anímico de su amigo, siguió esperando noticias de él.

Taehyung, quien se había mantenido encerrado en su habitación durante la última hora, salió de su habitación. Había despertado desorientado luego de una profunda siesta. El silencio del lugar era ensordecedor y la oscuridad de la noche se sentía fría. Taehyung caminó por el largo pasillo y se detuvo frente a la habitación de Jeon, la que siempre permanecía cerrada. Era una instrucción inobjetable no abrir esa puerta ni tampoco golpear en ella. Esa regla regía para todos en la mansión, exceptuando a Nari, la chica encargada de limpiarla. Taehyung estiró el brazo y su mano temblorosa se alzó hacia el tirador, dudando mientras el frío metal rozaba la punta de sus dedos. Inspiró profundamente, para reunir valor. Quiso girar la manija, pero algo lo detuvo y antes de completar el gesto, retiró la mano de manera brusca, como si el contacto con la puerta lo hubiera quemado. Retrocedió y caminó hacia la escalera. Desde lo alto vislumbró una luz brillante que resaltaba el contorno del rostro de Suho. Bajó por la escalera sin hacer ruido, pues estaba descalzo. Se aproximó con cautela. —¿Suho? —dijo con voz susurrada.

Suho volteó hacia él, sorprendido —Pensé que ya estabas dormido.

—Lo estaba. Me quedé dormido sobre la cama —le explicó —¿No han vuelto?

Suho negó con la cabeza y regresó a la pantalla de su teléfono. Se veía ensimismado. Incluso pareció despectivo con el chico, sin embargo, solo estaba distraído. Taehyung regresó a su habitación, sintiéndose ignorado por Suho. Un comportamiento inusual en él.

A los pocos minutos, volvió a quedarse dormido. Esta vez, debajo de las sábanas.

Entretanto, Suho no logró dominar la ansiedad que lo embargaba y, sin pensarlo más, decidió llamar a Jeon.

En la clínica, Jeon permanecía junto a Jimin, mientras este dormía. El modo silencioso de su teléfono le permitió solo percibir la luminosidad de la pantalla cuando entró la llamada de su amigo. Salió con sigilo de la habitación para contestarle.

—Hola Suho —respondió con la voz ronca debido al cansancio.

—Jeon. ¿Cómo está todo por allá? ¿Cómo está Jimin?

Se tomó un instante para respirar hondo antes de hablar. —Está... recuperándose de la cirugía. Ahora está dormido.

—Yo aún estoy en tu casa Jeon. ¿Quieres que te espere?

—No. Me quedaré aquí.

—¿Toda la noche?

—Sí —dijo con determinación.

—Entonces ahora saldré para allá.

En poco más de quince minutos, Suho llegó a la clínica en la oscuridad de la medianoche. Sus pasos apresurados resonaron suavemente sobre el mármol pulido del pasillo vacío. Sin embargo, al llegar a la recepción, se encontró con la puerta cerrada y la mirada firme y cortante de una enfermera detrás del mostrador.

—Lo siento, señor, está cerrado. Solo se permite el acceso a familiares directos en este momento —dijo la enfermera, sin dudar un segundo.

Suho frunció el ceño, su ansiedad por acompañar a Jeon se intensificaba. Aunque el protocolo era claro, también lo era su decisión. Con una paciencia tensa, sacó su móvil y marcó rápidamente el número de Hoseok. Solo él podría darle la autorización para entrar a esas horas de la madrugada. El teléfono sonó varias veces antes de que finalmente se escuchara la voz adormilada de Hoseok al otro lado.

—¿Suho? ¿A esta hora? —La voz de Hoseok estaba cargada de sorpresa, pero no de irritación.

—Hoseok, por favor, necesito que me dejes entrar al área de hospitalización. Vine a acompañar a Jeon. —respondió Suho con un tono serio y de urgencia.

Hubo una pausa al otro lado de la línea, seguida de un suspiro.

—Está bien, Suho, te lo autorizo. Le avisaré a la enfermera. —dijo Hoseok.

—Gracias —respondió rápidamente, sin perder tiempo, y colgó.

Suho se acercó nuevamente al mostrador. La enfermera lo miró con cierta sorpresa al ver su expresión más tranquila y segura. Sin decir una palabra, atendió la llamada que llegó justo en ese momento y, tras un breve intercambio, finalmente permitió que Suho cruzara la puerta.

Al entrar al área de acceso restringido, le envió un preciso mensaje a Jeon:

Suho: ¿Cuál es la habitación?

Jeon: 101

Jeon seguía en su puesto, quieto, observando la cama de Jimin con los ojos clavados en él, como si el tiempo hubiera dejado de moverse. Al ver a Suho entrar, Jeon apenas levantó la mirada.

—Gracias venir —dijo en voz baja, casi apagada, pero con una leve chispa de alivio al ver que Suho estaba allí.

Suho sonrió mientras se acercó. —¿Quieres que te traiga un café?

—No, te acompañaré. Así podremos hablar sin despertarlo —dijo al levantarse del asiento. Luego ambos salieron de la habitación.

La noche avanzaba, lenta y en calma. Sentados en un pequeño e improvisado espacio, con dos vasos de café apenas humeantes que habían comprado en la máquina de la sala de espera. Suho miró a su amigo, buscando hilar en su mente alguna frase que lo pudiese reconfortar. Notó la tensión en su mandíbula y cómo su mirada ensombrecida se perdía en la profundidad del pasillo. —Nunca te había visto así —quiso ser prudente. Sabía que su amigo estaba en un estado mental de alerta debido al estado de salud de Jimin. Pero vio algo más en su rostro. Su actitud impertérrita se había esfumado por completo, dando cabida al nerviosismo que emanaba de sus poros. —Te ha afectado mucho lo que le pasó a Jimin.

Jeon, queriendo parecer indiferente a las palabras de su amigo, lo ignoró y guardó silencio. Su cara no dibujó ninguna expresión. Se mantuvo impávido con los ojos sombríos, pero alertas. Alzó el vaso de café, bebió un gran sorbo mientras Suho seguía sus movimientos y luego replicó su acción.

Al dejar el vaso en la pequeña mesa, Suho lo miró con atención. Asintió levemente y palmoteó su hombro —¿Qué pasó con Seungmin?

El nombre del atacante de Jimin captó la inmediata atención de Jeon. Dirigió su mirada hacia Suho y tensó aún más su mandíbula. Estaba tan rígida que se dibujó un hueco en su cara —Me encargaré de él. Antes debo saber si él... fue capaz de...

Suho no necesitó escuchar el resto de la frase. —¿Jimin te dijo algo?

Volvió a mirar hacia el frente —No. Habló con Hoseok, pero él no quiso decirme nada.

—No puede...

—Lo sé. Pero debo convencer a Jimin para que me cuente el resultado de los análisis.

—¿Le hicieron pruebas para confirmar el abuso?

Jeon resopló enfurecido y se levantó de golpe —Ese miserable va a pagar cada marca que dejó en Jimin. Pero si se atrevió a abusar de él, lo mataré.

—Jeon, no digas eso, —susurra Suho —alguien podría oírte.

Suho sabe que la aseveración de Jeon no es una frase metafórica. Tiene la plena certeza de que su propósito en vengar a Jimin y de la manera más cruenta que le sea posible.

—En 48 horas estarán los resultados. Mientras tanto, Namjoon se está encargando.

Eso significaba una sola cosa: Namjoon tenía cautivo a Seungmin y por instrucción de Jeon, estaba siendo torturado sin piedad.

—Jeon, la última vez...

—Esto es diferente. La última vez —toma aire —fue un error. Esta vez no cometeré ninguna equivocación.

Suho no quiso seguir discutiendo con él, pues vio determinación en sus palabras. Además, había ido para poder acompañarlo y no a cuestionarlo, pensó.

Preocupado, le preguntó: —¿Pasarás la noche despierto?

—Tal vez duerma un poco. Hay un sillón en la habitación.

Suho asiente, mientras bebe el último sorbo de café. —Ve a descansar. Yo haré lo mismo.

—Suho, necesito que te quedes en casa con Taehyung. Vigílalo por favor.

Suho asiente sin hablar. —Está bien. Llámame mañana cuando para arreglar algunos asuntos.

—Nos vemos —se despiden con un abrazo seguido de unas palmadas en sus espaladas.

Jeon entra a la habitación y ve a Jimin profundamente dormido. Un silencio absoluto desborda el lugar. Eso y la plena oscuridad son una innegable invitación al descanso a esas altas horas de la madrugada. Jeon se acomoda en el sillón, pero no logra conciliar el suelo de inmediato. Es su mente rondan diversos pensamientos en torno a lo sucedido con Jimin. Sobre todo, existe en él, una sed de venganza casi desmedida. A tal punto que pareciese que se filtrara por sus ojos.

"Pagará cada unos de los golpes que lo marcaron. Lo mataré lentamente. Primero lo haré entender lo que significa estar completamente indefenso. Lo despojaré de toda su esperanza, de la su poca dignidad, de toda razón para seguir respirando. Y cuando su propia existencia sea un castigo, cuando su mente sea su peor verdugo, entonces decidiré cómo acaba su historia".

Inmerso en su hambre de venganza, se duerme contemplando el rostro lacerado de Jimin.

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