16

Hoseok lo miró conforme con la aseveración de Jeon. Al igual que él, pensó que la posibilidad de que aquel hombre hubiese cometido abuso sexual en Jimin, debía merecer un castigo físico, más allá de lo jurídico. Hoseok era un médico con una ética intachable, no obstante, reconocía el profundo pesar en las palabras de su primo. Más allá de eso, debió hacerle una importante acotación.

—Dado que él ya es un adulto, debo pedirle su consentimiento para poder realizar la prueba. ¿Quieres hablar con él primero?

El profundo resoplido dejó entrever la preocupación que sintió Jeon —Él cree que nada pasó. Yo no estoy tan seguro de eso y preferiría que tú hables con él.

—Está bien. Lo haré —respondió al colocarle la mano en el hombro —Espérame aquí.

Entró a la habitación y vio a Jimin concentrado en la televisión. Tenía una expresión de calma a pesar de su rostro magullado y el contorno de sus ojos oscurecidos por los moretones. Cuando volvió la mirada hacia su paciente, lo vio lánguido y relajado, sin duda, debido a los medicamentos que le estaban suministrando.

—Jimin... ¿Te sientes mejor? —preguntó al acercarse y echar un vistazo a la bolsa de suero.

—Sí, un poco mejor. El dolor de cabeza ya no es tan fuerte.

—Cada vez será menos intenso hasta desaparecer por completo. Los tejidos de tu cráneo aún están inflamados por el procedimiento que realizó el neurocirujano. Debes descansar para que puedas recuperarte lo más pronto posible.

—¿Cuánto tiempo deberé estar aquí?

—Yo estimo que en una semana más podrás regresar a casa.

—Espero que Jeon quiera recibirme nuevamente —dijo con una voz casi inaudible que conmovió a Hoseok.

Asintió con una sonrisa condescendiente —Estoy seguro de eso —le dijo.

La expresión de Hoseok, se torna más seria de lo normal. Tras una pausa, le pregunta directamente:

—Jimin, sabemos que la situación por la que tuviste que pasar fue muy difícil. Y como parte de nuestro protocolo para cuidar de tu bienestar, siempre recomendamos realizar una evaluación que nos permita detectar cualquier signo de abuso. ¿Te parece bien si te practicamos esta prueba?

—¿Abuso? Se refiere a... ¿Abuso sexual? —sus ojos se achicaron hasta cerrarse.

—Te dejaré solo para que lo pienses con calma.

—No. No es necesario. Haga la prueba.

Al salir Hoseok de la habitación, inmediatamente entró la enfermera. Provista de guantes de látex blancos y una mascarilla en su rostro, se aproximó a la cama, mientras Jimin se veía espantado.

—Espere por favor. Necesito hablar con el doctor Hoseok —dijo con los ojos saltones.

—Le tomaré las muestras y luego lo llamaré, ¿le parece? —respondió la enfermera tratando de ser amable, pero también quería seguir las instrucciones que le había dado el médico.

—Tiene que ser ahora, antes del examen —su voz sonó vehemente, casi desagradablemente prepotente.

Contrariada, la enfermera se retiró de la habitación.

Cuando Hoseok regresó a la habitación de Jimin, lo vio sentado en la cama —Jimin, debes estar recostado. ¿Qué ocurre? —arrugó el entrecejo.

Mientras volvía a recostarse en la cama, lanzó un resoplido de angustia —Yo...

—¿Qué ocurre Jimin? —insistió —¿Hay algún problema con el examen?

Jimin movió los labios como preparándolos para decir algo revelador —¿Dónde está Jeon?

—Está en la cafetería. ¿Necesitas hablar con él antes de...?

—No. Yo no quiero que sepa... ¡Carajo no sé cómo decirle esto! —trató de decir mientras se frotaba las manos como intentando liberar la tensión.

Al ver el nerviosismo en sus palabras, el médico se sentó en la silla que estaba junto a la cama. Relajó su cuerpo y lo miró con discreción. Apoyó los codos en sus rodillas para que su rostro quede a la altura de los ojos de Jimin. Hizo una pausa antes de hablar.

—Puedes confiar en mí. Jeon es mi primo, pero tú eres mi paciente y mi ética profesional me impedirá revelar cualquier información de salud que quieras mantener en reserva.

Jimin suspira aliviado —Ese hombre quiso hacerlo, él quiso abusar de mí, por eso rasgó mi ropa y me golpeó. Me tocó por encima de la ropa algunas veces, pero... no sé qué pasó después de que me desmayé. Cuando desperté aquí, me dolía todo el cuerpo, incluso mis partes íntimas. No siento que me haya, usted sabe... penetrado o algo así. Tal vez fueron las patadas que me dio. No sé si quiero saber si me violó o no. Además, no quiero que Jeon lo sepa.

—Como te dije antes, si no quieres compartir el resultado de las pruebas, no estás obligado a hacerlo. Pero tú Jimin, ¿quieres saber la verdad?

—Tal vez sí, pero usted conoce mejor que yo a Jeon y sabe que no descansará hasta saber la verdad.

—Deberías confiar en él. Jeon solo quiere tu bienestar. En todo caso, es tu decisión compartir o no los resultados con él. Yo, como tu médico, debo recomendarte que lo consideres. Además, hay algo que no estás tomando en cuenta, Jimin.

—¿Qué cosa? —dijo expectante.

—Debemos descartar que hayas contraído alguna enfermedad de transmisión sexual.

—¡Carajo! No había pensado en eso —la preocupación lo agobió —Doctor, no estoy seguro si se lo contaré, pero sí quiero hacerme el examen. Um... ¿Podrá venir un enfermero...? Digo, en vez de una enfermera. Me sentiría más cómodo, creo.

—Claro, un enfermero vendrá —le dijo entes de irse.

Un profundo suspiro acompañó a un persistente pensamiento en la mente de Jimin. ¿Por qué se negaba a confiarle a Jeon un eventual resultado positivo sobre el abuso? ¿Realmente temía que su reacción fuese desmedida? ¿O más bien, se sentía avergonzado? Tal vez todas las preguntas tenían una respuesta afirmativa. Mirando las luces del techo, sintió que su corazón se apretó. De repente, todo lo que Jeon pudiese pensar de él, le importaba demasiado. ¿Dónde había quedado su rebeldía?

El médico volvió a la habitación, esta vez acompañado de un enfermero.

—Doctor... —dijo Jimin con sus ojos esquivos —Sé que a veces puedo llegar a ser una verdadera molestia, pero... preferiría que el examen lo haga usted. ¿Puede?

—Claro, Jimin —respondió y luego le hizo un ademán al enfermero para que se fuera —De acuerdo. Entonces comencemos.

Hoseok aseguró la puerta y se colocó unos guantes azules de látex. Levantó la sábana que cubría el cuerpo de Jimin y le pidió que se volteara para quitarle la bata hospitalaria que traía puesta.

—Es necesario que me quite todo —preguntó mientras Hoseok desataba los lazos de la bata.

—Sí. Debo revisar las posibles señales de agresión en tu cuerpo. Luego revisaré tus genitales y la zona anal. A pesar de que han pasado ya varias horas, existen importantes probabilidades de encontrar hallazgos relevantes, por lo que recolectaré muestras de secreciones y restos de células epiteliales.

Mientras el médico le explicaba el procedimiento que llevaría a cabo, su expresión reflejó una combinación de pudor y rabia. Los ojos de Hoseok se clavaron en las huellas en su cuerpo que ya había visto previamente, pero esta vez las analizó con más detención. En su pectoral y en su estómago, casi llegando a su ombligo, vio marcas circulares propias de puños —Voltéate hacia acá —le pidió.

En su costado había una huella alargada de color rojo brillante, idéntica a otra que tenía en su pierna derecha, por encima de la rodilla. El médico pudo observar marcas púrpuras en su espalda, debajo de sus omóplatos. Y sus costillas estaban muy inflamadas aún.

—Recuéstate sobre tu espalda —dijo Hoseok.

Palpó por detrás de las orejas y observó su rostro que lucía casi irreconocible. Un ojo completamente azul y cerrado debido a la inflamación y su labio roto. Todo ello era una señal irrefutable de la brutalidad a la que había sido sometido —Ahora revisaré tus zonas íntimas, ¿de acuerdo?

—Ajá —asintió mientras sus ojos evitaron el contacto visual.

Hoseok procedió con cautela. Con manos firmes y una postura meticulosa, examinó su pene, inspeccionando con precisión cada pliegue de la piel buscando cualquier signo de lesión o marcas extrañas. No hubo señales de hematomas visibles. Deslizó la vista hacia el escroto, donde la piel fina parecía intacta, sin contusiones evidentes. Luego, se concentró en la región perineal, observando cuidadosamente el área entre los testículos y el ano. La piel parecía ligeramente inflamada, como si hubiera sufrido algún tipo de presión, y su textura revelaba una irritación sutil, pero nada que sugiriera una herida profunda o desgarro. Finalmente, Hoseok no omitió ninguna parte del proceso. Registró minuciosamente cualquier rastro biológico: semen, saliva o sangre, usando hisopos para recolectar las muestras, sin que ningún indicio pasara desapercibido.

Toda la revisión la hizo cuidando de no causarle una innecesaria incomodidad a Jimin, quien, a pesar de su vulnerabilidad, quiso mantener un semblante inexpresivo, como si la gravedad del examen aún no lograra penetrar su mente. Pero en su interior, estaba furioso con aquel hombre que se atrevió a agraviarlo de tal manera.

—Los resultados estarán listos en 48 horas. Te los entregaré personalmente —le aseguró —Te veré más tarde, Jimin.

Al salir de la habitación, Hoseok se encontró con su primo Jeon.

—¿Hablaste con él?

—Ya le practiqué el examen —le contó.

Jeon abrió los ojos debido a la sorpresiva noticia —Entonces, accedió... fue muy rápido. ¿Y cuándo estarán listos los resultados?

—En dos días, pero... Jeon, escucha —Hoseok se aproxima a él y lo toma del brazo procurando alejarse de la puerta —Los resultados solo se los podré entregar a él. Si él lo desea, puede compartir esa información contigo. Yo no puedo hacerlo.

La mirada de Jeon se endureció y luego resopló con furia.

—Entonces es probable que ese miserable haya abusado de él. ¡Ese maldito...!

—Él no lo recuerda, Jeon.

—Pero tú lo viste. Viste su cuerpo y habrás notado que tiene señales de agresión sexual.

—No puedo develar ningún detalle. Lo siento Jeon, no puedo decirte nada al respecto.

Negando y respirando con fuerza, pero aun así comprendiendo la situación de su primo como médico de Jimin, le dio una palmada en el brazo antes de entrar a la habitación. Alzó la vista y se detuvo en sus ojos somnolientos. La furia de los momentos previos, desapareció. Viendo su rostro flagelado, olvidó su sed de venganza y se concentró en la vulnerabilidad que rodeaba al Jimin. Sin hablar, se acercó a paso lento y firme. Jimin lo miró sintiéndose tranquilo y seguro ante su presencia. El rostro impasible de Jeon lo reconfortaba. Su inexpresividad, en vez de molestarle, lo contagiaba del estoicismo característico de la personalidad de Jeon.

—Debes estar cansado. Has estado aquí durante muchas horas.

—No. Estoy bien. No te dejaré, Jimin.

La calidez que emanaba de esas palabras, parecía envolverlo desde dentro. La sensación se extendió hacia su estómago. Era una sensación cálida, no como el ardor de una herida, sino como una suavidad que contrastaba con el frío que había sentido durante tanto tiempo viviendo en las calles. Las tripas, que siempre las sentía apretadas por la ansiedad, se aflojaron lentamente. No había palabras, solo el toque de alguien que, aunque no lo conociera del todo, le ofrecía algo que él había olvidado: seguridad.

Por un momento, el recuerdo de la ausencia de su familia se desvaneció, eclipsado por la presencia de alguien que se había mostrado dispuesto a protegerlo. Nunca lo esperó, y mucho menos de alguien que no compartiera su misma sangre. Pero ahí estaba, creciendo dentro de él, ese sentir que, aunque efímero, le ofrecía un atisbo de esperanza, como si, por primera vez en mucho tiempo, no estuviera solo en el mundo.

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