13

Jeon entrecerró los ojos y su mandíbula se tensó. Se levantó de su asiento en un movimiento sigiloso y controlado. Caminó hasta la ventana, observando las luces de la ciudad en la distancia, como si trazara mentalmente el camino que los llevaría hasta Jimin. Hizo una pausa y el reflejo de la ciudad en la ventana parpadeaba en sus ojos mientras sus pensamientos contenidos, lo cargan de determinación.

Nuevamente, tomó su teléfono —Namjoon, quiero que todo esté listo. Vehículos, hombres, rutas. No será un despliegue ruidoso, pero tampoco voy a permitir que haya errores. Quiero que me informes de cada detalle.

Namjoon entendió que aquello no era tan solo una orden, sino un dictámen de vida o muerte.

—Entendido, señor.

Sin más palabras, Jeon volvió a sentarse y apoyando los codos en el escritorio, esperó pacientemente. El sonido del reloj de pared marcaba el tiempo que se agotaba entre él y la distancia que aún lo separaba de Jimin. Pero para él, esa distancia era solo temporal. Pronto todo volvería a estar bajo su control.

El sonido de pasos resonó suavemente en el pasillo, y la puerta se abrió con discreción. Suho entró sin que su presencia fuera anunciada, como siempre, con esa calma que solo los verdaderos amigos podían permitir.

—Suho... no te esperaba.

Suho se acercó a paso lento y firme. Le echó un breve vistazo a los papeles que estaban sobre el escritorio. Ninguno llamó particularmente la atención. Parecía preocupado, pues era evidente que algo ocurría en la mansión debido al ajetreo de los hombres de Jeon dentro de la casa y en las inmediaciones de esta.

De pie enfrente del escritorio, se tomó un momento para tomar aire —No lo hagas, Jeon. —Las palabras salieron sin rodeos, en un intento de frenar lo que él sentía que era una decisión precipitada.

—Suho, ya está todo listo. —La respuesta de Jeon fue directa y sin lugar a discusión.

Suho suspiró mientras su expresión se tornó más preocupada aún. Sabía que Jeon había tomado su decisión, pero eso no lo detuvo. Suho era su amigo incondicional, conocía a Jeon desde los días más oscuros de su vida, y en ese momento, no podía dejarlo seguir por este camino que casi lo destruye en el pasado. Lo intentó una vez. Insistió en debía reconsiderar su decisión.

—Recuerda lo que ocurrió la última vez que decidiste actuar así... —dijo Suho con la voz grave.

Jeon arrugó el entrecejo. Su rostro permaneció impasible como siempre, pero Suho pudo notar la tensión en sus hombros. La mención del pasado hizo eco en su mente. Esa vez, cuando Jeon había ordenado un operativo similar, las consecuencias habían sido devastadoras. Sin embargo, el líder había tomado la responsabilidad sin dudar, con el mismo control con el que manejaba todos los aspectos de su imperio. El resultado había sido un recordatorio brutal de hasta dónde podía llegar su poder, pero también del precio que pagaban inocentes que no tenían nada que ver con sus conflictos.

Suho se aproximó más con la mirada fija en los ojos de Jeon, que ahora reflejaban una frágil sombra de duda.

—Lo que pasó entonces no fue un error, Jeon... pero las consecuencias fueron... terribles. No quiero que repitas esa historia. —La advertencia de su amigo fue clara y llena de sinceridad.

Jeon no respondió de inmediato. Permaneció en silencio, mirando a Suho como tratando de medir el peso de sus palabras. Se produjo una tensión entre ambos, cuya carga podría estallar en cualquier momento.

—Lo sé, Suho. —dijo finalmente con un tono sereno. Sin embargo, su tono mostraba una convicción implacable. —Pero esta vez es diferente.

Suho no pudo evitar fruncir el ceño —¿En qué sentido? ¿Qué hace que esta vez sea diferente de la anterior? —Su pregunta era más un susurro lleno de preocupación.

Jeon se levantó de su silla, caminando hacia la ventana con paso firme. La ciudad ante él se veía distante, ajena a las turbulencias que se gestaban en su interior. Sabía que Suho se refería a lo que había sucedido hace poco más de dos años atrás, cuando una misión que parecía sencilla había terminado con la vida de dos inocentes y el peso de sus decisiones aún le pesaba como un yugo.

Pero Jimin...

Jeon cerró los ojos por un momento, como si la imagen del joven interfiriera en sus pensamientos. No podía perderlo.

—No tengo otra opción. —musitó más para sí mismo que para Suho.

Su amigo lo observó en silencio, sintiendo la contundencia de sus palabras, pero sabiendo que, en el fondo, Jeon ya había tomado su decisión. Y nada ni nadie lo haría cambiar de opinión.

—Hazlo si lo crees necesario. —Suho dejó escapar un suspiro, al mismo tiempo que aceptaba lo inevitable. —Solo... Ten cuidado.

Jeon asintió levemente, sin volverse hacia él. Sabía que Suho hablaba desde el corazón, pero la lealtad de Jeon estaba puesta en otra dirección ahora, y no había retorno.

—No hay marcha atrás, Suho. —concluyó.

Suho dio un paso atrás, e hizo una mueca de falsa conformidad. Había intentado frenar lo que parecía un destino inevitable.

—Entonces que sea. —Con esas palabras, Suho salió de la oficina, dejando a Jeon solo con sus pensamientos y decisiones.

Suho recorrió los pasillos de la mansión con pasos tranquilos, pero su mente divagaba, repasando cada una de las palabras de Jeon. No notó la figura que se acercaba hasta que un suave sonido lo sacó de su concentración. Taehyung estaba de pie cerca de una de las grandes ventanas, mirando hacia el jardín, como si estuviera observando algo que no se veía. Suho no pudo evitar detenerse un momento, observándolo en silencio.

Taehyung no lo había visto aún. Suho se acercó a él, casi sin pensar.

—¿Has visto el atardecer? —preguntó Taehyung sin volverse. Su tono no era de pregunta directa, sino más bien una observación.

Suho se detuvo a su lado, contemplando por un momento el horizonte. Un silencio incómodo se instaló entre ellos. Suho no estaba acostumbrado a esos silencios con Taehyung; siempre había algo más que decir, pero hoy, no encontraba palabras adecuadas.

—Es... bonito. —La insípida y ridícula respuesta le salió casi en un aliento.

Taehyung giró ligeramente hacia él, y por un breve momento, sus ojos se encontraron. Fue una mirada fugaz—Lo es —respondió.

—Siento que hoy, estás particularmente... ¿Nostálgico, tal vez? —preguntó Suho.

El espacio entre ellos parecía más pequeño de lo que realmente era, y a pesar de la incomodidad, se sentía cálido y confortable.

—¿Nostálgico? No. Solamente me siento bien. Aquí me siento tranquilo —respondió el chico.

Suho se sintió extraño al estar tan cerca de él, lo cual era inexplicable, dado que no era la primera vez que hablaban sin la presencia de Jeon.

—¿Y qué opinas de todo esto? —preguntó Taehyung de repente, volviendo a romper el silencio, aunque ahora su voz tenía un tono diferente. No se refería al atardecer, por cierto, sino a la situación en la que todos se encontraban. A la quietud que precedía a la tormenta que se avecinaba.

Suho lo miró, y por un instante, las palabras se le atragantaron en la garganta. Sabía que Taehyung preguntaba solo sobre los planes de Jeon. Sobre el revuelo que había en la mansión.

—Lo que pase no depende de nosotros. —Suho respondió con cautela, evitando hablar de lo que realmente le rondaba en la cabeza. Taehyung lo miró durante un largo rato, como si estuviera esperando que Suho dijera algo más, algo que él mismo no sabía cómo expresar. Pero finalmente, como si aceptara la respuesta, un pequeño suspiro escapó de él.

—Es cierto. —sus ojos se desviaron hacia el jardín que se veía tras el amplio ventanal.

Un silencio cómodo se instaló entre los dos, como si el simple hecho de estar juntos en ese espacio fuera suficiente. Pero en el aire flotaba algo sin ser dicho, algo que ambos sabían pero que nunca mencionaban. La atracción no verbalizada, el entendimiento tácito entre dos personas que compartían más de lo que el mundo veía.

Ambos se quedaron allí, mirando el atardecer en silencio. Indiferentes a cualquier distracción.

Namjoon apareció en el umbral de la sala, con su porte imponente y su mirada afilada. Al instante en que los vio junto a la ventana, Suho y Taehyung reaccionaron con exageración, como si los hubieran sorprendido en un acto ilícito. Taehyung se apartó del marco con un movimiento tan rápido como torpe, adoptando una postura más neutral, mientras Suho retrocedía un paso, aclarando su garganta. Ambos evitaban mirar directamente a Namjoon, pero el aire nervioso entre ellos era innegable. Una sonrisa se asomó en los labios de Taehyung.

Namjoon se detuvo por un momento, evaluándolos con una expresión indescifrable. Sus ojos pasaron de uno a otro, y aunque no dijo nada, la incomodidad de ambos fue palpable. Suho negó con la cabeza mientras intentó relajar su cuerpo.

—El señor Jeon me pidió que me asegurara de que todos estuvieran preparados para esta noche —dijo finalmente Namjoon, su voz neutral, pero con un tono tosco que dejaba claro que había notado la tensión en el ambiente.

—¿Preparados para qué? —preguntó Taehyung con ansiosa curiosidad.

—Sabes que no puedo comentar nada al respecto. Son decisiones del jefe.

—Por supuesto, Namjoon —intervino Suho rápidamente, intentando atenuar la rigidez de momento.

Taehyung, sin embargo, solo sonrió con su característica arrogancia, aunque esta vez su mirada evitaba la de Namjoon, quien solo lograba ver la sombra de sus ojos detrás de su cabello crespo. El desdén del chico no coincidía con el leve rubor que teñía sus mejillas. Namjoon no respondió de inmediato. En cambio, fijó una mirada intensa en Taehyung, como si estuviera enviándole un mensaje silencioso. Luego, con un ligero movimiento de cabeza, se dio la vuelta y salió de la sala sin añadir nada más. Suho dejó escapar un suspiro contenido, mientras Taehyung se cruzaba de brazos, mirando al suelo sintiéndose extrañamente divertido.

—Eso fue... incómodo —murmuró Suho, evitando mirar a Taehyung.

—Oh, vamos. No fue para tanto.

La quietud de la noche envolvía la mansión. Jeon se encontraba sentado en su oficina, absorto en sus pensamientos, concentrado en sus planes, cuando escuchó el suave toque en la puerta. Levantó la vista, y ahí estaba Namjoon, de pie, con su habitual postura firme, pero con algo más en su mirada: una ligera alerta.

—¿Señor Jeon? —dijo Namjoon, entrando sin esperar respuesta. Su tono era neutral, sin embargo, había algo en la forma en que se paró cerca de la puerta que reflejaba que había algo que deseaba transmitir, pero sin que sonara como una intrusión.

Jeon levantó una ceja, intrigado, pero no mostró ningún signo de incomodidad. Sabía que Namjoon rara vez lo molestaba sin razón.

—¿Qué ocurre, Namjoon? —preguntó con la voz profunda y relajada.

Namjoon hizo una ligera inclinación de cabeza, y con un tono medido, pero directo, comenzó:

—Hace un rato, mientras pasaba por la sala principal, noté una situación... algo... extraña, entre Suho y Taehyung. No era algo abiertamente comprometedor, pero había un aire de... ¿incomodidad entre ellos? Estaban demasiado cerca el uno del otro, y cuando me vieron, reaccionaron rápidamente, separándose como si se hubieran sorprendido de ser vistos.

Jeon mantuvo la mirada fija en Namjoon, sus ojos oscuros y profundos, pero sin mostrar ninguna emoción visible.

—¿Extraña en qué sentido? —preguntó con calma, sin perder la compostura como es habitual en él.

Namjoon pensó por un momento, luego continuó, de manera cuidadosa pero clara.

—No quiero sonar como un chismoso, jefe, pero en mi experiencia, las personas no se comportan así sin una razón. Parecían... nerviosos, y aunque no estaba seguro de qué exactamente ocurría, me llamó la atención el hecho de que Suho se mostrara tan... desconcertado. Por supuesto, Taehyung sigue siendo... Taehyung, impredecible. Pero ese momento no parecía casual.

Jeon asintió levemente, sus dedos tocaron el borde del escritorio con una leve presión, su rostro estaba imperturbable. Namjoon no se permitió hacer más preguntas, sabiendo que su jefe no era dado a abrirse sin más. Sin embargo, su lealtad y observación le habían llevado a compartir lo que vio. Jeon se recostó en su silla con la mirada fija en la ventana, donde la luz de la luna reflejaba sombras por doquier.

—Lo tendré en cuenta —respondió Jeon con una voz que no admitía réplica. Luego, levantó la vista hacia Namjoon. —¿Los hombres están preparados? El operativo comenzará en breve.

Namjoon asintió con una ligera inclinación, reconociendo la orden sin necesidad de más explicaciones. Sin embargo, algo en su interior le decía que la situación entre Suho y Taehyung era solo el principio de algo más profundo que podría tener repercusiones inesperadas.

—Entendido, señor. —Con una mirada respetuosa, salió de la oficina, dejando a Jeon nuevamente sumido en sus pensamientos.

Jeon permaneció allí un momento más, clavó sus ojos en el vacío, mientras la intriga por la extraña conexión entre su amigo y Taehyung comenzó a carcomer su mente.

La hora estaba marcada y la oscuridad rodeaba la mansión. La densidad de la noche se cortaba abruptamente con las luces que iluminaban el camino al exterior. Jeon caminaba en dirección a la puerta principal con pasos firmes, su figura alta y dominante parecía absorber la penumbra del aire. Con cada movimiento meticulosamente calculado, transmitía la certeza de que nada podría ir mal. Los hombres de confianza de Jeon lo seguían, ajustándose a la orden de estar listo. Namjoon estaba a su lado, con la mirada vigilante.

Antes de salir, Suho apareció en la entrada, apenas unos pasos detrás de Jeon. Su rostro estaba serio, y aunque su relación con Jeon no requería formalismos, el abogado no pudo evitar mostrar una leve preocupación en su rostro.

—Jeon, cuídate. Yo confío en que lo has planeado muy bien, pero a veces las cosas no salen como uno espera.

Jeon se detuvo y giró ligeramente y posó sus ojos en su amigo. No hubo ni una pizca de emoción en su rostro, pero Suho lo conocía lo suficiente como para ver que esas palabras calaron más hondo de lo que parecía.

—Lo sé. —La respuesta fue breve, pero resonó con la convicción de Jeon ya había calculado todas las probabilidades.

Suho observó cómo el resto de los hombres salían de la mansión e ingresaban al vehículo station wagon dispuesto para trasladarlos. Jeon ajustó su chaqueta con tranquilidad, como si no hubiera nada que pudiera alterarlo. Sin embargo, Suho no podía ignorar la sensación de inquietud que lo invadía. Jeon siempre controlaba la situación, pero esta vez había algo distinto. "Este operativo" arriesgaba la vida de Jimin y eso era perturbador para Jeon. Asintió levemente, como un gesto de agradecimiento a Suho, aunque no era necesario. Sabía que su amigo tenía razón.

—No te preocupes. Estaremos bien. Traeré a Jimin de regreso.

Con esa afirmación, Jeon giró sobre sus talones y sin mirar atrás, se introdujo en el auto cuyo motor arrancó con suavidad. Jeon no dejaba de pensar en Jimin, y aunque su rostro estaba impasible, como era habitual, en su mente recorría la imagen del chico. La decisión de recuperarlo, sin importar el costo, era inexorable. El operativo no solo era una misión de rescate, sino una necesidad urgente de recuperar a Jimin. Jeon sabía que no solo debía traerlo de vuelta; tenía que enfrentarse a la consecuencia directa de su descuido. Jimin estaba dolido, herido por la indiferencia de Jeon, y ese dolor lo había llevado a hacer lo que fuera para alejarse. Debía atravesar todo eso, buscarlo, y sacarlo de ese lugar, mientras lidiaba con el hecho de que, para Jimin, ya no era solo el que había estado allí, sino el que lo había dejado atrás. No había tiempo para excusas, solo para hacerlo.

La búsqueda había comenzado.

La mansión que albergaba a Jimin se alzaba en un rincón apartado de la ciudad, en un acomodado y exclusivo vecindario, entre colinas ondulantes. Su fachada de piedra y pilares blancos se camuflaba con el paisaje, casi como si intentara esconderse de aquellos que pudieran desear algo más de lo que ofrecía en su apariencia exterior. El lugar era un refugio que había sido elegido por Jimin tras el abandono de Jeon, un refugio que, a pesar de la serenidad que emanaba, no podía borrar la marca de su dolor.

Jeon y sus hombre llegaron a los pies de la mansión. Los pensamientos del líder aún permanecían fijos en el rostro de Jimin. Un rostro que lo había perseguido sin descanso desde su partida. Los hombres de Jeon, liderados por Namjoon, se desplegaron con una precisión impecable, sus movimientos tan coordinados como una danza bien ensayada. No había espacio para el error; todo había sido meticulosamente planeado.

Namjoon se adelantó, mientras observaba las cámaras de seguridad y los sistemas de alarma que rodeaban la mansión. En su rostro, que usualmente permanecía impasible, había una leve sombra de concentración. —Lo haremos rápido y sin dejar rastro —murmuró, y sus hombres asintieron sin necesidad de más palabras.

La entrada a la mansión fue silenciada por la acción precisa de los hombres de Jeon. Desactivaron los sistemas de seguridad con una habilidad casi sobrenatural, neutralizando a los pocos guardias que patrullaban la propiedad de manera eficiente y sin mostrar ninguna emoción. El suelo bajo sus pesadas botas negras crujía suavemente, pero el sonido de sus pasos era apenas perceptible.

Cuando finalmente se despejó el ingreso, Jeon emergió del vehículo con una calma absoluta, como si la situación fuera solo otro desafío que debía superar. Su rostro, inmutable como siempre, no traicionaba ni un ápice de ansiedad. No podía permitirse fallar.

Namjoon se acercó a él con un gesto que le señaló la puerta principal que ya había sido abierta por uno de los hombres. —Está despejado, señor—informó con un tono respetuoso.

Jeon asintió con la cabeza, sin decir palabra alguna, y avanzó hacia la entrada. Cada uno de sus pasos resonaba en la silenciosa mansión. Era un lugar opulento. Las luces tenues iluminaban pasillos interminables, y las paredes estaban adornadas con retratos antiguos.

Los hombres de Jeon se dispersaron rápidamente, buscando a Jimin. Varios de ellos subieron rápidamente las escaleras del segundo piso. Con cada paso que daban, descartaron una a una las habitaciones. Minho, uno de los hombres más jóvenes, llegó hasta la puerta de un baño. La escena ante sus ojos lo congeló: Jimin, casi desnudo, yacía en el suelo, rodeado de sangre que cubría su rostro. Su cuerpo estaba cubierto de moretones, y su piel estaba pálida, casi apagada por la violencia que había sufrido.

Sin perder un segundo, el hombre corrió hacia Namjoon —Lo encontré —dijo con su voz temblorosa —Está en el baño del segundo piso... está... —

El joven no pudo continuar, las palabras no eran suficientes para describir la devastación que había presenciado. Namjoon no dijo nada, solo asintió y, con un gesto firme, se acercó hasta la planta baja en donde Jeon aguardaba impaciente y casi ansioso. El sonido de los pasos firmes de Namjoon al aproximarse se convirtió en un eco ominoso en su mente. Nada más verlo, Jeon no necesitó escuchar más. Siguió los pasos de su hombre de confianza hasta el lugar en donde yacía el cuerpo de Jimin. Cuando entró en el baño, la escena lo golpeó con toda su fuerza: Jimin tirado en el suelo, inconsciente o pero aún, muerto. Su rostro estaba irreconocible por los golpes que había recibido. El color de su piel había desaparecido bajo el manto de la palidez, y su cuerpo cubierto por la ropa interior, mostraba las huellas de la brutalidad con la que había sido tratado. La cólera creció dentro de Jeon como una bestia desatada, una ira ciega le ardió desde lo más profundo de su ser. Pero entonces, al acercarse al chico, la furia cedió paso a una desesperación insoportable. Se inclinó rápidamente y su corazón dio un vuelco cuando, con la mano temblorosa, colocó su oído cerca de la boca del chico. El leve aliento que sintió en su rostro fue un pequeño consuelo, un indicio de que aún había esperanza. No lo había perdido. Jimin seguía con vida. Un suspiro de alivio se escapó de sus labios, sin embargo, su expresión seguía inmutable, su control férreo, aunque por dentro sentía que todo se desmoronaba. Con manos firmes, lo levantó en brazos con una suavidad sorprendente, considerando la furia que ardía en su pecho.

Jeon bajó las escaleras sosteniendo a Jimin en sus brazos. Los hombres de Jeon comenzaban a dispersarse para hacerse cargo del resto de la mansión. Cuando llegaron al vestíbulo, Jeon se encontró cara a cara con el hombre que había dañado tan cruelmente a Jimin. Su mirada, fría como la muerte misma, se afiló sobre el agresor. No le dijo una palabra, pero su odio hablaba por sí solo. Su furia traspasaba el límite de la razón.

—¡Encárgate de él! —rugió, dirigiéndose a Namjoon. Y luego, con una mirada fulminante hacia otro de sus hombres, que estaba cerca, añadió —Tú, ven conmigo.

Jeon salió del lugar y se dirigió al vehículo, en donde el conductor aguardaba. Su respiración era agitada, pero controlada. Rápidamente colocó a Jimin sobre uno de los asientos y luego se sentó a su lado. Cuando todos estaban sobre el vehículo, emprendieron el rumbo —¡A la clínica! —le ordenó a su conductor. Luego le entregó su teléfono móvil al hombre que lo acompañaba y con una voz firme le instruyó —Llama a Hoseok ponlo en altavoz. Minho, tomando el teléfono, comenzó a hacer la llamada mientras Jeon miraba al chico inconsciente en sus brazos.

—Hoseok, voy con Jimin a la clínica. Está muy mal —dijo Jeon.

—¿Qué pasó?

—Necesito que estés allí cuando lleguemos, en unos... 10 o 15 minutos.

—Sí, sí. Aquí estoy. Los esperaré en la entrada de urgencia.

—De acuerdo —dijo antes de hacer una señal para que Minho finalice la llamada.

En el trayecto hacia la clínica, Jimin comenzó a temblar levemente. Pero después, su cuerpo convulsionó en espasmos incontrolables. Su dolor era evidente incluso en su estado inconsciente. Algo dentro de él había sido dañado severamente.

Jeon, que había permanecido callado hasta ese momento, comenzó a sentir un peso en su pecho. Su mente corrió hacia pensamientos oscuros, hacia lo peor. ¿Y si no lo lograba? ¿Y si Jimin no conseguía sobrevivir a la brutalidad con la que lo habían dejado? La angustia se apoderó de él por un segundo. Por un momento, permitió que su rostro se desmoronara. El miedo, provocó que, por primera vez, mostrara la desesperación que sentía.

La realidad lo alcanzó rápidamente: no podía permitirlo. No podía perderlo. Jimin debía sobrevivir. Él no podía vivir con la idea de que su chico no despertara.

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