12
Con el corazón a mil, caminó velozmente hasta la puerta principal de la mansión —vámonos —le ordenó a su conductor, quien había estado esperando sus instrucciones por horas. Antes de subir al vehículo, Jeon le hizo un ademán a uno de sus hombres para que los siga en otro automóvil junto a dos hombres más.
—¿A dónde señor?
—A Un Village —respondió enérgicamente. Sus ojos se clavaron en el horizonte. En su mente solo se alojaba la determinada idea de ir por Jimin. Solo le avisaron del lugar donde se encontraba el chico. Sin embargo, desconocía las circunstancias que lo habían llevado hasta ese lugar. Un Village era un exclusivo vecindario de Seúl, ubicado en el prestigioso distrito de Hannam-dong. Allí vivían empresarios, celebridades y diplomáticos. ¿Por qué Jimin estaba allí? ¿Cómo y por qué había llegado hasta ese sitio? —¿En cuánto tiempo estaremos allí?
Su chofer revisó la pantalla de su teléfono que estaba en frente de él —En veinte minutos, señor.
—¡Demonios! Eso es mucho tiempo. Espero que no haya demasiado tráfico —dijo con un semblante duro y el entrecejo arrugado.
—Estamos cerca de la hora punta de tráfico.
—¿Ves a los demás?
—Sí señor. Vienen detrás de nosotros —le aseguró luego de mirar el espejo retrovisor.
En lo que restó del viaje, hubo un silencio absoluto. Solamente al llegar al lugar, Jeon descendió del automóvil mientras el otro automóvil se estacionó justo al frente de una imponente mansión. Jeon se aproxima hasta un costado de la reja en donde hay un citófono. Pero antes de llegar, el portón se abre. Sorprendiendo a todos. Entonces Jeon se sube al automóvil nuevamente.
—Entra con cautela —le pide a su conductor.
—Sí señor —respondió sin titubear, aunque sabía que tal vez Jeon ni sus hombres no eran bienvenidos en el lugar.
Avanzaron unos 300 metros para llegar hasta la entrada principal de la lujosa mansión. Dos pilares gigantescos a cada lado de la puerta y un hombre vestido con un traje negro en medio de ellos. El auto se estacionó y Jeon bajó de él. Se acomodó la chaqueta y caminó con aplomo. Sus pasos pesadamente cadenciosos y prolongados denotaban seguridad y carácter. Le echó un vistazo al hombre sin prestarle demasiada importancia, luego miró nuevamente al frente sin detener su andar, el que se detuvo cuando la puerta se abrió. Lentamente, empezó a vislumbrarse el rostro de un hombre de unos treinta y tantos años. Cuando sus miradas se cruzaron, hubo fuego. Un ardor que hubiese podido quemar la ciudad entera. Jeon levantó la barbilla, sin quitarle los ojos de encima.
—Jeon —dijo finalmente con una voz rotunda que rompió el silencio —No pensé que vendrías tan pronto.
—Vengo a buscar lo que me pertenece.
—Me temo que eso no será posible —Jeon asintió en tanto su mirada se intensificó y el ardor de sus ojos descendió hasta quemar sus entrañas. Se obligó a dudar de las palabras de aquel hombre, queriendo creer que él mentía. Quiso mantener la ilusión y lejana posibilidad de que Jimin quisiera regresar a la mansión con él —El chico no quiere regresar contigo, Jeon. Pero tranquilo, estoy dispuesto a pagarte lo que gastaste en él y te daré un extra por la molestia de haber venido inútilmente.
—¡No quiero tu dinero solo devuélveme a Jimin! —Su voz era profunda. Más de lo habitual.
—Veo que mis palabras no te convencen. Supongo que querrás escucharlo de su propia boca —le dijo queriendo sonar casual.
El hombre abrió la puerta de par en par y Jeon logró ver a Jimin. Estaba parado sobre el primer peldaño de la majestuosa escalera blanca. Su rostro denotaba cierta incomodidad, la que intentó disimular. Al verlo, la mirada de Jeon se suavizó y sintió su cuerpo estremecerse. Jimin se acercó a la puerta con recelo y cuando estuvo muy cerca de Jeon, el hombre hizo un gesto con la mano para detener sus pasos. Esto causó la ofuscación de Jeon, quien le arrojó una mirada fulgurante y furtiva volviendo nuevamente a los ojos del chico.
—Desde ahora en adelante, viviré con Seungmin. No vuelvas a buscarme —dijo Jimin e inmediatamente se volteó y caminó con premura hacia la escalera. Se detuvo un instante antes de subir el primer peldaño. Luego corrió hasta el segundo nivel de la mansión perdiéndose de vista. Jeon permaneció con el ceño fruncido durante todo el tiempo hasta que perdió de vista a Jimin. Entonces, Seungmin, comenzó a cerrar la puerta. Un pequeño suspiro se escapó de los labios de Jeon, no obstante, ningún músculo de su rostro se movió. Nada cambió en su semblante.
—Esto no se quedará así. Volveré a buscar lo que es mío —dijo Jeon antes de que la puerta se cerrara completamente —¡Vámonos!
Caminó hasta el automóvil con la misma compostura con la que había llegado. Ambos vehículos emprendieron la marcha y se retiraron del lugar. Sentado en el centro del asiento trasero de cuero negro, con las piernas separadas y las manos entrelazadas en un puño sobre su regazo, quiso mantenerse sereno. Su rostro inmutable contrastaba con la llama que había ocasionado en su interior el rechazo de Jimin. Jeon miró por la ventanilla, observando los árboles que se desplazaban a gran velocidad. El paisaje era hermoso, pero nada de eso importaba. Él no iba a dejar que eso quedara así. El automóvil avanzaba por el camino solitario hacia su mansión, las luces tenues de la ciudad iban desapareciendo a medida que se alejaban más del lujoso vecindario. El nombre de Jimin resonaba en su mente como un martilleo constante que punzaba su cerebro. El chico lo había rechazado, sí, pero había algo más. Algo más profundo: Jimin se había ido, y ahora estaba con él. Con otro. Pero, ¿podía Jeon recriminarle tal cosa? Él lo había empujado a tomar esa decisión. Jeon cerró los ojos por un momento, y aunque su rostro permanecía inmutable, en su pecho había un tumulto que le pesaba. La imagen de Jimin en los brazos de otro lo atormentaba. Pero no iba a dejarlo ir tan fácilmente. Miró de reojo al conductor, asegurándose de que no lo estaba observando. Entonces, sin más preámbulo, dejó que sus pensamientos fluyeran libremente, como piezas de un rompecabezas que comenzaba a encajar. Debía idear un plan para recuperar a Jimin.
De camino a la mansión, las ideas se fueron aclarando. Jimin aún no había sido suyo. Ese pensamiento pesaba como un lastre en su pecho. Nunca lo había tocado, nunca lo había reclamado, nunca había tenido el derecho de llamarlo "mío". Y, sin embargo, todo en él le pertenecía: sus ojos desafiantes, su sonrisa a medias, la forma en que su presencia iluminaba cualquier espacio. Pero ahora, el chico estaba en otro lugar. No con él. No bajo su protección. Y eso lo carcomía.
—Señor, ¿desea que encienda la calefacción? —preguntó el conductor con voz suave, interrumpiendo el silencio. A esa hora la temperatura del ambiente había descendido abruptamente. Estaba llegando la noche.
—No. Sigue conduciendo —respondió con un tono bajo y cortante, pero no agresivo.
Mientras el vehículo serpenteaba por la carretera, su mente continuó trazando el plan. No podía obligar a Jimin a regresar. No podía forzarlo, porque él era obstinado. Demasiado terco, demasiado orgulloso. Y eso era precisamente lo que lo hacía irresistible. La clave no era tomarlo por la fuerza; la clave era hacer que Jimin lo eligiera por voluntad propia. ¿Cómo sería posible que Jimin se decidiera a regresar con Jeon? Haber abandonado a Jimin en la clínica fue uno de los peores errores de su vida.
El automóvil giró suavemente hacia el camino privado que conducía a la mansión de Jeon. La oscuridad era interrumpida solo por la calidez de las luces que marcaban la entrada principal. Cuando el vehículo se detuvo frente a las puertas de la mansión, salió sin apresurarse. Sus pasos resonaron con firmeza en el mármol, pero en su interior, la frustración hervía bajo su fachada estoica. Apenas cruzó el umbral, se encontró con Taehyung. Apoyado despreocupadamente en el marco de una de las columnas del vestíbulo, Taehyung sostenía un vaso de jugo de naranja en una mano. Su sonrisa era ligera, casi sarcástica, y sus ojos brillaban con una curiosidad que no se molestó en disimular.
—¿Y bien? —preguntó, fingiendo un interés casual mientras daba un sorbo—. ¿Lo trajiste contigo?
Jeon se detuvo en seco, la tensión endureciendo su mandíbula. No respondió de inmediato, sus ojos oscuros clavándose en Taehyung como una daga.
—No —respondió al fin, su voz baja y cortante como un filo.
Taehyung arqueó una ceja, divertido por la reacción. Su aparente desinterés no hacía más que alimentar la irritación que crecía en Jeon.
—Vaya —murmuró, fingiendo sorpresa—. Creí que tú siempre obtienes lo que querías.
Manteniendo la calma y sin decir una palabra más, Jeon pasó junto a Taehyung, dejando un rastro de frío en su estela. Se dirigió hasta la oficina y antes de entrar le dijo:
—Si eres incapaz de respetarme, deberás irte.
La rigidez en su mirada hizo temblar el cuerpo de Taehyung. Entró a la oficina y cerró la puerta con un golpe seco. Allí, en la soledad del estudio, dejó escapar un suspiro contenido. Al sentarse, sus hombros se relajaron apenas, pero en su interior, el torbellino seguía rugiendo como un león en agonía. Se reclinó en la silla, mirando el techo. Sus dedos tamborileaban suavemente sobre la superficie pulida del escritorio con un ritmo pausado.
"No puedes perder algo que nunca fue tuyo."
Pero la idea le pareció insuficiente. Jimin podría no haber sido suyo todavía, pero cuando lo fuera, jamás dejaría que se alejara de nuevo.
Decidido, tomó su teléfono y marcó un número. No hizo falta ningún preámbulo.
—Namjoon, prepara todo. Iremos esta misma noche.
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