10
Caminó por el pasillo, resoplando y maldiciendo en su interior. Daba largas zancadas. Su mirada se perdía en el horizonte, sin percatarse de lo que pasaba a su alrededor.
—¡Espera! —le dijo Hoseok al tomarlo del brazo —¿Dejarás aquí al chico?
Jeon detuvo su andar y volteó a ver a su primo. Lo miró con furia, no hacia él. La furia ni siquiera estaba dirigida a Jimin. Estaba enojado consigo mismo por haber sido tan imbécil.
—Dale el alta médica y deja que se vaya —su voz se escucha distinta. Se puede percibir la derrota en sus palabras.
—¿Estás seguro de lo que estás haciendo? —Hoseok le da una oportunidad para recapacitar sobre la drástica decisión que ha tomado. Sin embargo, Jeon no la considera y reafirma sus dichos.
—Sí, deja que se vaya.
Emprendió nuevamente el rumbo hacia la salida de la clínica. Esta vez caminó con pasos más agrandados, casi exagerados. Se subió al elevador vacío y dentro pudo encontrar un momento de soledad. Sin personas observándolo. Vio su reflejo en el espejo del elevador y se sintió canalla. "¿Pero qué sentido tenía llevarse a Jimin de regreso a casa? Se burló de mí y de todo lo que le ofrecí. Me mintió". Aún con todas esos pensamientos que deseaba reafirmaran su decisión, Jeon se sentía miserable. Las puertas del elevador se abrieron y dos enfermeras se subieron. Salió rápidamente de allí y buscó su automóvil. Casi corriendo se deslizó por el estacionamiento para llegar a él, pero se detuvo abruptamente. —¡Maldición! —recordó que su chofer que esperaba sus instrucciones en el frontis del edificio. Se dirigió nuevamente al elevador para llegar al primer piso. Esta vez no quiso ver su reflejo en el espejo, al parecer estaba hastiado de él mismo. Cuando por fin pudo salir del lugar, tomó una gran bocanada de aire. Sentía algo en su pecho. Algo que no había sentido en mucho tiempo. La última vez le sucedió cuando era un niño. La pesadez en su pecho se incrementó y comenzó a sentir que el aire le faltaba. ¿Qué diablos me pasa?
Se dejó caer sobre un pequeño muro lateral que marcaba el límite entre la acera y la puerta principal. Su cuerpo estaba tan tenso que le dolió la espalda. Intentó llenarse de aire para recomponerse. Repentinamente, lo recordó. Era un recuerdo vago, borroso, pero ahí estaba. Sintió un ardor en los ojos, pero no había lágrimas, solo la desagradable amenaza de que llegarían en cualquier momento y la sensación de que se estaban acumulando en algún lugar. Un nudo se formó en su garganta, pesado y apretado. Tragó saliva más de una vez intentando desvanecerlo, pero el nudo se hacía más grande. Y como un estallido en su mente, recordó el momento más doloroso de su vida. Esa vez cuando sintió lo mismo. Las lágrimas reprimidas dentro de él y ese molesto nudo en su tráquea: a los cinco años, cuando sus padres murieron, quedó huérfano y completamente solo en el mundo. Las lágrimas inundaron sus ojos y trató de secarlos, pero las gotas cayeron por sus mejillas. Se puso de pie, sacó unas gafas de sol del bolsillo de su chaqueta y se las colocó con premura. Caminó por el césped hasta un pequeño jardín, a un costado de la fachada del edificio. Se sentó en una banca y dejó caer su cabeza hacia atrás. Miró al cielo y dejó salir todo el aire que tenía dentro. Secó las lágrimas de sus mejillas con sus palmas, pero le resultaba inútil. Un torrente incontrolable salía de sus ojos. Varias veces intentó lo mismo hasta que se rindió. Dejó salir todo el dolor que había acumulado durante todos esos años. Cuanto más lloraba, sentía su pecho más liberado de la opresión. Minutos después, cuando logró calmarse, se limpió la cara con la parte interna de su costosa chaqueta. "No puedo hacerle esto" dijo en voz alta y se puso de pie. Volvió a entrar al edificio y caminó por el eterno pasillo hasta llegar a la sala de urgencia. Entró al box en donde dejó a Jimin, pero él ya no estaba allí. No había nadie. Jeon sintió un frío que recorrió su espalda y le sacudió la nuca. Sintió que su cuerpo se entumecía. Salió de allí y desesperadamente marcó el número de su primo Hoseok. —¿Dónde está Jimin? —le preguntó en cuanto contestó la llamada.
—Él se fue apenas le di el alta.
—¡Maldición! ¿A dónde fue?
—No lo dijo... —alcanzó a decir antes de que Jeon cortara la comunicación.
Corrió hasta la salida y llamó a su chofer —¿Dónde carajo estás?
—Estoy al frente de la clínica, señor. Tal como me lo ordenó.
El pánico que había tomado control sobre él, le impidió ver que su chofer estaba parado junto al auto justo en frente de la entrada. Al verlo fue hacia allá y antes de subir, le dijo:
—¿Viste salir a Jimin?
—No señor. Pensé que estaba con usted.
—¡Demonios! Debe haber salido por el otro lado —dijo refiriéndose a la salida posterior. Con los puños apretados se lamentó —Debí haber traído a mis hombres.
Jeon llamó a su hombre de confianza y le ordenó que organice la búsqueda de Jimin. Era una misión compleja, puesto que la ciudad era enorme. Jeon era optimista, dado que conocía los lugares que Jimin frecuentaba cuando vivía en las calles. La minuciosa investigación que mandó a hacer sobre la vida del chico le daba cierta ventaja en la búsqueda. Le ordenó a su chofer que lo lleve hasta un sector adyacente al centro de la ciudad en donde predominan los edificios abandonados. Antes era un sector industrial, pero las fábricas fueron cerradas. Algunas se trasladaron a otros sectores de la ciudad y otras simplemente murieron. Esos edificios abandonados albergaban a gran cantidad de personas sin hogar. Los protegía del frío y de la lluvia. Jeon sabía que en unos de esos edificios, Jimin solía pasar gran parte del tiempo, cuando no estaba en algún refugio. Mientras sus hombres llegaban al lugar de búsqueda y sus alrededores, Jeon recorría en su automóvil la posible ruta que Jimin pudo haber tomado cuando salió del hospital. Exploró todas las rutas y sitios posibles. Pasaron horas sondeando los espacios, pero todo era en vano, pues no lograban encontrar al chico.
Al anochecer, los hombres de Jeon y él mismo, no dejaban de recorrer uno a uno los lugares frecuentados por las personas sin hogar. La desesperación de Jeon creció aún más al recordar que él mismo había sentenciado la suerte de Jimin. Al no tener éxito la búsqueda, Jeon comenzó a bajar del auto cada vez que veía a alguien con una contextura similar a la del chico. También comenzó a preguntar si lo conocían o lo habían visto. Les mostraba una fotografía que llevaba en su teléfono. Era la imagen que le había dado en dueño de la casa de subastas.
Las horas pasaron y llegó la madrugada. Jeon no se rendía. Estacionaron el vehículo en un lugar estratégico del sector, un poco más alejado de los edificios abandonados. Jeon y su chofer estaban atentos a los movimientos del lugar. A esas horas, solo caminaban por ahí una que otra prostituta y algunos pocos vehículos. La salida del sol, llegó con una nueva interrogante para Jeon: ¿Dónde habrá pasado la noche? ¿Habrá dormido? "Soy un canalla", se recriminó.
A eso del mediodía, Jeon regresó a la mansión. Derrotado y más malhumorado que de costumbre.
—Señor, ¿quiere comer algo? —preguntó la empleada.
—No. No quiero que nadie me moleste —Subió a su habitación para cambiarse de ropa. Al bajar nuevamente ya no vestía de traje. Un pantalón deportivo negro y una camiseta blanca fue el atuendo elegido. Se encerró en su oficina.
Jeon había tomado la decisión de contratar a una agencia de investigación privada para encontrar a Jimin. Los llama y les encarga el trabajo de inmediato. Les entrega toda la información que le es requerida. Los posibles lugares en los que podría estar, las personas a las que podría haber recurrido, incluso su historia de vida. Compartió toda la información que consideró relevante. Los refugios y albergues a los que solía acudir. El nombre y dirección de su padrastro. Se sintió abrumado cuando se encontró con la fotografía de la fallecida madre de Jimin. También hay una fotografía de un hombre mayor, el abuelo materno de Jimin. A quién, por alguna extraña y desconocida razón para todos, Jimin cría muerto. Jeon se preguntó alguna vez si sería capaz de revelarle ese secreto al chico. Se sintió egoísta al pensar que, al conocer la noticia, él correría los brazos de su abuelo. Pero también cuestionaba ese pensamiento, puesto que el hombre sabía de la existencia de su nieto y nunca lo buscó. Y más aún, había permitido durante mucho tiempo que el chico durmiera en las calles, pasando hambre y frío. Tal como estaba ocurriendo en ese momento. Decidió pagar por adelantado los servicios de la agencia de detectives privados como una manera de incentivar un mayor esfuerzo en la búsqueda.
Horas después, salió de su oficina y se sentó en la banqueta del piano. La sala estaba en silencio absoluto. Sus dedos se posaron sobre las teclas del piano. Su rostro ya no reflejaba tensión, era más bien, la angustia y la desesperación de la pérdida. Con un suspiro profundo, empezó a tocar. Los primeros acordes de Rachmaninov retumbaron en el aire, poderosos e intensos como una voz que no podía callarse. Sus manos se movían con precisión. La sala se llenó de un dramatismo oscuro y pesado, como si las notas mismas pudieran hacer temblar los cimientos de la mansión. La melodía parecía tomar el control. No era solo el sonido lo que lo rodeaba, sino la emoción cruda que transmitía cada acorde, cada golpe del piano, como si cada uno de ellos fuera testigo del abandono que sentía. El rostro de Jeon se mantenía serio, concentrado, pero los músculos tensos de su mandíbula delataban lo que intentaba ocultar. A medida que el preludio avanzaba, su respiración se volvía más profunda, casi pesada, como si la música lo arrastrara hacia un lugar oscuro del que no podía escapar. Y aunque el espacio que lo rodeaba parecía haberse disuelto, él no podía dejar de tocar. No pudo detenerse.
Taehyung lo observaba desde los altos de la escalera y se estremeció al verlo tocar con tanta pasión. Cuando concluyó la pieza musical en el piano, no pudo moverse. Se quedó como pegado en la banqueta. Taehyung bajó las escaleras y se acercó.
—Había olvidado lo bien que tocas el piano —le dijo.
Con esfuerzo le agradeció el comentario —gracias.
—Dicen que volviste solo... ¿Qué ocurrió con Jimin?
La ferocidad en la mirada de Jeon perturbó a Taehyung. Bajó la mirada y caminó hasta la cocina. Se encontró con el chofer de Jeon y le dijo:
—¿Qué pasó con el chico? —tenía una genuina curiosidad por saber acerca de Jimin. Era un hecho de que Jeon había salido con él, pero regresó solo. Para todos, el paradero del chico, se volvió un completo misterio.
—No lo sé —le respondió el chofer de Jeon, manteniendo absoluta discreción con los temas que atañen a su jefe.
Sin embargo, Taehyung insistió —Vamos, ¿cómo no vas a saber? Tú estabas con ellos...
—Yo no sé nada joven. Lo siento —seguidamente se levantó para ir a la puerta. La abrió y salió a un empleo patio trasero, con árboles y caminos de adoquines grises. El hombre avanzó por el sendero de piedra y buscó un lugar para reposar. Se sentó en una banca, debajo de un quitasol que le dio sombra. Taehyung lo siguió hasta allí y se sentó a su lado. El hombre no tuvo escapatoria y el chico no tuvo piedad con él. Le insistió hasta el cansancio para que le narrara la secuencia completa de los hechos desde que salieron de la casa hacia la clínica.
—No le diré a Jeon que me lo contaste. Anda, dime. ¿Qué pasó con Jimin? ¿Lo dejaron internado? O acaso él... —hace un gesto con el dedo atravesando su garganta.
—Joven Taehyung, no me siga preguntando por favor. Entienda que yo no puedo comentar con nadie las actividades del señor Jeon.
—Pero ya te dije que no diré nada. Él no se enterará, pierde cuidado... —voltea bruscamente al escuchar pasos que se acercan —Carajo.
—¿Por qué tanto interés en Jimin? —preguntó Jeon con los ojos como dos bolas de fuego que están a punto de explotar.
—Eh... yo...
—¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan nervioso?
—No estoy nervioso... Yo solo... es que me pillaste de sorpresa. Es todo. Solo quería saber cómo está Jimin. ¿Lo dejaron internado?
—Los exámenes indicaron que consumió drogas.
—Oh, guau. No sabía que era drogadicto. ¿Y cómo habrá conseguido droga estando aquí?
—No lo sé. No me parece que Jimin sea capaz de hacer algo como eso.
—Bueno, Jeon, él siempre fue rebelde y nunca quiso obedecer tus órdenes. No sé por qué te sorprendes.
—Debo irme —Intempestivamente, Jeon decide irse.
Vuelve a su oficina y cierra la puerta. Se acomoda en el escritorio y llama a su primo Hoseok.
—Hola Jungkook.
—Hola Hoseok. Quiero preguntarte algo referente al examen de Jimin.
—Sí, claro. ¿Qué necesitas saber?
—¿Cuál es la droga que estaba en su sistema?
—Um, déjame ver, lo tengo por aquí... aquí está. Dice... benzodiacepina.
—Justo lo que pensé.
—¿De qué hablas?
—Te llamaré después y te lo contaré todo. Ahora debo encargarme de algo.
A paso agigantado, sube la escalera y entra en la habitación de Taehyung. Saca el cajón de la mesa de noche y arroja todo el contenido sobre la cama. Revisa afanosamente el cúmulo de cosas. Audífonos, papeles, un paquete de pañuelos y algunas pulseras. De pronto ve algo que llama su atención —¡No puede ser!
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