Capítulo 3
Al otro día...
Con un vendaje en mi brazo, llevaba mi patineta en el otro y llegué al Skatepark. Ahí Layne me vio y se me acercó rápidamente. Traía consigo su patineta y un cigarrillo en los dedos.
—Hola, mi dulce Margarita. — sentí que las mejillas se me iban otra vez a enrojecer. Es que este hombre me provocaba todas esas locas emociones.
—Hola, Layne — él miró mi vendaje en el brazo.
—¿Cómo está tu brazo? ¿Aún te duele?
—Solo un poco, pero ya pasará — vio mi patineta.
—¿Piensas subirte a la patineta? Angelito, podrías volver a lastimarte.
—Nada me pasará. Solo quiero aprender a andar en patineta como tú, mi Layne — él me miró sorprendido por como yo acababa de llamarlo y yo me quise hundir bajo la tierra.
—¿Mi Layne? Qué bonito te suena.
—... — me sonrió perdidamente.
Sin contenerse, tomó mi mano, me acercó a él y me llevó hasta el tazón donde habíamos patinado ayer. Mi corazón latió fuerte todo ese mágico instante.
—¿Estás segura de querer subirte a la patineta, angelito?
—Si, más que segura — me sonrió.
—Ok, vamos entonces...
Sin miedo, llegué y me tiré al tazón y Layne sorprendido de mi actitud, lo que le gustó, me siguió en su patineta y los dos empezamos a deslizarnos dentro del tazón. Mientras más me deslizaba en la patineta, más podía entender porque a mí Layne le encantaba el skate. Era una sensación increíble, poderosa y liberadora.
Ya la amaba.
Layne pretendió hacerse el interesante conmigo e hizo una pirueta genial en su patineta. Yo lo miré sorprendida y fascinada y a él le brillaron sus ojos con amor.
Volvió a lanzarse y esta vez hizo otra pirueta. Sin duda, era todo un profesional y maestro con la patineta y entre más lo miraba andar en ella, más me convencía de que haber querido aprender aquel hobbie fue lo mejor que pude haber hecho, en especial porque me hizo conocerlo a él, a mi gran amor, ahora no imposible, Layne.
Lo vi patinar y deslizarse libre por todo el tazón y quise seguirlo y me lancé con mi patineta junto a él. Ya no me caía y sentía que al fin podía tener el control de la patineta.
Los dos patinando y patinando, nos sentimos plenos y nos olvidamos del mundo entero. De pronto aquel parque de patinaje se convirtió en nuestro lugar favorito.
Layne tomando agua, me veía patinar y el corazón le latía con ternura y algo más. Se sentía increíble y maravilloso, el hombre más feliz de todos.
yo le sonreí.
—Layne ¿Te parece si vamos a la rampla de allá? — me sonrió.
—Bueno, vamos...
Le sonreí con destellos y Layne acarició mi mejilla.
Tomados de la mano, llevábamos nuestras patinetas en los brazos y nos acercamos a la rampla. Yo me sentía tan confiada de mi misma, lo que a él más le gustó y yo comencé a subirla y él me siguió.
Los dos arriba de aquella rampla, nada me importó, más tenerlo a él junto a mí y con el corazón y alma vibrándome por completo, no me percaté que mi medallón se me había asomado a mi playera, y Layne viéndome risueño, deseó hacer algo, pero se hizo el fuerte y se retractó. No quería arruinar la amistad, que estábamos construyendo y yo me tiré con mi patineta.
Él me vio deslizarme sin problemas por la rampla y se sintió más y más atraído y fascinado conmigo y se lanzó tras de mí con su patineta por impulso.
Pensé que el deslizarme en esa rampla sería más difícil que en el tazón, pero fue todo lo contrario, podía llegar al cielo y tocar sus nubes y Layne tras de mí, me miró perdidamente enamorado y deseó abrazarme y protegerme de lo que fuese.
Volví a tirarme por la rampla y grité con euforia y alegría y él río y sonrió.
Me sentí tan libre, tenía la adrenalina por las nubes, y sin detenerme, me tiré con toda seguridad, y feliz, no me di cuenta y se me desprendió el medallón de mi cuello y cayó a la rampla. Layne sentado en el suelo, me veía con su tierna sonrisa, mientras se fumaba un cigarrillo.
Yo me bajé de la rampla y le sonreí con destellos; Por impulso me le acerqué y me senté junto a él. Quería estar a su lado.
— ¿Ya te cansaste? — le pregunté sonriéndole y Layne me devolvió la sonrisa.
— No. Tenía ganas de fumarme un cigarro.
Lo vi fumar y me dieron también ganas de hacerlo.
— ¿Puedo intentarlo? — me sonrió.
— ¿Quieres fumar?
—Si ¿Por qué no? Siempre he querido fumar, pero no puedo, no se me da — más me sonrió y me extendió el cigarro.
—Ten. Aspira despacio primero y luego lo expulsas.
Le recibí el cigarro y me lo puse en la boca. Layne me vio atento y yo le di la primera probada y comencé a toser de inmediato, él se río.
— ¡Uf! Me ahogo. Por eso es que no puedo fumar, no soporto el humo — exclamé tosiendo y Layne riéndose, me veía con ojos tiernos y sobreprotectores.
—Es mejor así. El fumar es un gran vicio, mi vicio — me quitó el cigarro de la mano— Te aconsejo que no lo hagas, no es bueno, no al menos para ti — lo miré con cariño y él me sonrió con una ternura infinita.
Le agradaba mucho que yo no fumara, ni que tuviese ni un vicio, no como él, y más anheló el cuidarme y protegerme. Permanecer a mi lado.
Yo me reí con pudor.
—Pasa que siempre me ha dado curiosidad el fumar, pero no aprendí a hacerlo y porque también detesto el olor a cigarro. Sin ofender, pero odio que el cabello y la ropa se me pasen a humo— volvió a reírse y después me sonrió.
—Y haces muy bien, angelito.
Yo solo lo miré y Layne se quedó viéndome con detenimiento.
—También, quería verte patinar en la rampla — el corazón se me aceleró y le sonreí con pudor.
—... ¿Y? ¿Aún patino muy mal? — sus ojos brillaron.
—Al contrario, lo estás haciendo excelente. Aprendes muy rápido — lo vi perdidamente y miré con deseos sus labios.
—Eso es porque tengo al mejor tutor de todos. Tú.
Layne me vio con destellos, y sin contenerse más, sostuvo mi mejilla con cariño y me besó largamente. Fue el beso más mágico y apasionado que nunca me habían dado.
Al cabo de besarnos, yo lo vi perdidamente y sonreí con mis mejillas enrojecidas, Layne acarició mi rostro y yo lo miré con todo mi amor, por él, a flor de piel.
—Tenía tantas ganas de besarte — el aliento otra vez se me aceleró.
—Y yo a ti. Y ahora quiero de nuevo.
Me sonrió con ternura y tomó mi rostro en sus manos y volvió a besarme.
Los dos besándonos, Layne sostuvo con más afecto mi mejilla; yo lo abrasé fuerte y mi corazón tocó el cielo.
Catrina llegó al parque y nos vio a Layne y a mí besándonos y se llevó la mano a la boca. No pudo creer que lo que estaba viendo fuese cierto y me gritó.
— ¡Margarita!
Dejamos de besarnos abruptamente y miramos a Catrina en frente de ambos. Yo la miré sin habla y Layne la miró con deseos de asesinarla. Ella se me acercó en seco.
—Te necesitan en la casa.
— ¿Qué ocurre?
—Llegaron mis padres de visita y quieren verte — fruncí el ceño.
— ¿No me digas que solo para eso viniste hasta aquí, Catrina?
— ¿Para qué más vendría a interrumpirte con tu "disque novio"? — Layne se puso más serio y yo estallé.
— ¡¿Qué es lo que te ocurre?! ¡A ver! ¡Explícate, quieres!
—Está bien. Pasa que no puedo entender que te estés besando con este sujeto, al que vienes recién conociendo, aquí donde todos los pueden ver— Layne se enderezó y se me acercó.
—Eso a mí no me importa, Catrina. Ahora regresa y les dices a mis tíos que en un rato más iré a verlos — ella molesta, cruzó los brazos.
— ¡Como quieras! ¡Pero después no te estés quejando cuando todos en la casa estén hablando de que estás saliendo con un sujeto que, de seguro, tiene malas costumbres! — Layne se enfadó.
—No me conoce para que me esté juzgando como lo está haciendo, señorita.
—No hace falta conocerte para saber que todos los tipos como tú, solo quieren sexo y emborracharse y drogarse hasta quedar muertos — Layne abrió los ojos.
— ¡Te estás pasando, Catrina! ¡En serio! ¡¿Qué es lo qué te pasa?! — me miró con enfado.
—Jamás me ha agradado este hombre, Margarita y ahora que lo estoy viendo, me convenzo más que no es para ti. Solo te llevará a la perdición — Layne se enfureció.
—Eso a usted no le debe inmiscuir, señorita. Si Margarita y yo estamos juntos no es su problema — yo lo vi con destellos al escucharlo decir que estábamos juntos y me llené de felicidad por dentro. Catrina me miró con envidia.
—Te desconozco, Margarita. Espero que cuando te des cuenta de lo que estás a punto de hacer, no sea muy tarde.
—...
Aquello me dolió sin poder evitarlo y Catrina se alejó de ambos. Layne me miró y acarició mi mejilla. Vio mis ojos tristes y se preocupó.
—Tranquila, no pienses en lo que tu prima te dijo. Eres una chica maravillosa y dulce — le sonreí a punto de llorar y anhelándolo, lo abrasé fuerte con todo mi amor y Layne se estremeció por completo.
Amó que yo lo abrasará y feliz correspondió a mi abrazo y me rodeó en sus cálidos brazos y pecho.
Nos miramos y Layne sujetó mi mejilla con cariño, me vio perdidamente enamorado. Yo preocupada por lo que mi prima podría hablar, le sonreí en tono de despedida.
—Es mejor que ya me vaya. No quiero que Catrina hable más de la cuenta. Prefiero ser yo que converse con mis padres — acarició mis labios con su dedo.
—Está bien ¿Volveré a verte de nuevo mañana? — me preguntó temiendo que así no fuese y yo lo vi amándolo con todo mi corazón.
—Si. Es lo que más quiero, mi Layne — sus ojos se iluminaron.
—Yo igual, mi Margarita.
Volvimos a besarnos y luego yo me alejé de su lado y regresé a casa.
Layne me vio caminar y salir del Skatepark y solo ansió volver a verme, tenerme en sus brazos y besarme.
Un poco desanimado, regresó a la rampla y se sentó en ella cuando de pronto, volteó y vio que algo brillaba allí en el centro. Vio que se trataba de un medallón con forma de corazón y lo tomó.
Serio y curioso, miró con detenimiento aquel medallón de oro y pensó en mí.
Recordó con amor mi dulce sonrisa, cuando me vio ayer por primera vez en el gran tazón y abrió el que era mi medallón.
Sus ojos brillaron de amor y de ternura al ver que, dentro de aquel medallón, en forma de corazón, yo conservaba una foto suya.
—Oh, niña mía. Cuanto te amo.
Me amó con locura y sostuvo con amor y cariño mi medallón en su mano.
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