✓9. Pensar y pensar
POV: SANTI
(Cuando Manuela sale de la habitación de Santiago)
Cuando veo que sale por completo de la habitación, dejo escapar todo el aire y respiro. Moría por besar esos labios y no tengo ni la más mínima idea de como pude retenerme. Si ella no hubiera salido como le pedí, con todo el esfuerzo del mundo, no se que hubiera pasado.
Desde el primer momento que la vi en el comedor de la casa, he tenido ganas de hacerle de todo a esa chica y no es que sean muy decentes las cosas que pasan por mi cabeza. Pero aunque suene extraño, también me surgen esa necesidad de cuidarla. Parece una chica muy fuerte o aparenta serlo, no sé, pero sus hermosos ojos grises a veces los he notado un poco apagados y me he dado cuenta que a veces luce muy cansada, como si no durmiera bien.
Aparte de eso, es la chica más hermosa que he visto y me encanta el efecto que tengo en ella aunque no se de cuenta de ello. Pero hay algo que no me gusta y es que casa vez que le pregunto algo, desvíe su mirada de la mía, como si le tuviera miedo a algo y no quiero eso.
Caminando hacia mi cama, escucho mi teléfono sonar, sobre la mesita de noche, sacándome de mis pensamientos. Sentándome en el borde de la cama, tomo el teléfono viendo que es Ricardo quien llama, mi mejor amigo. Él también es italiano, pero se mudó a los 16 años con sus padres y lo mejor es que nunca hemos perdido el contacto. De hecho, he venido a vacacionar aquí muchas veces y me he quedado en su casa, pero eso Manuela no tiene por que saberlo.
—¿Qué hay Ric?
—Todo bien hermano, ¿qué tienes pensado hacer ahora?
—La verdad nada, ¿por qué?
—Necesito que me acompañes a un lugar.
—Está bien, dame quince minutos y estoy contigo, además también tengo que contarte algo.
—¿Qué hiciste Santiago? —lo escucho reír del otro lado.
—Ni te imaginas —digo divertido.
—Bueno ven, te espero y así me cuentas tu delito.
—Ok.
Cortando la llamada con una sonrisa, tomo mi chaqueta negra en el espaldar de la silla del escritorio, viendo que este está echo un desastre. Torciendo los labios decido dejar el orden para más tarde y tomando el caso, salgo. Antes de seguir por el pasillo paso por la habitación de Sara. Abriendo la puerta, la veo jugando con sus muñecas sentada en el suelo.
—Princesa. —Al verme sonríe y se pone de pie caminando en mi dirección.
—Santi —Cuando junto a mí la tomo en brazos y beso su mejilla rosada.
—Nena voy a salir un momento, si necesitas algo, vas con Manu o con Rita si quieres —asiente.
—¿Te vas a tardar mucho? —pregunta mientras revuelve mi cabello con sus deditos.
—No, regresaré pronto y en la tarde vengo y juego contigo, ¿te parece? —asiente con una sonrisa—. ¿Te vas a portar bien?
—Si, me voy a portar bien para que juegues conmigo —dice y beso su pequeña nariz ternura.
—Bien princesa. Te quiero.
—Y yo a ti —Se abraza a mi cuello y unos segundos la dejo en el suelo.
Caminando hacia la puerta le doy otra mirada antes de salir por completo viéndola sentarse con sus muñecas nuevamente. Al bajar las escaleras, me dirijo hacia la cocina en busca de Rita.
—Rita —al escuchar su nombre voltea secando sus manos con un paño y al verme sonreír.
—Oh Santi, ¿necesitas algo cariño?
—No, solo vengo avisarte que voy a salir y que dejé a Sara arriba, no voy a tardar mucho, pero…
—No hay problema, yo le echo un vistazo luego.
—Muchas gracias —sonrío y salgo de ahí hacia la puerta de salida.
Voy por mi moto al garaje y cuando voy a salir, veo a una chica rubia tocando el timbre de la casa, que si mal no recuerdo es la amiga de Manuela. Arrancando, veo a Luis abriendo la reja y luego de ponerme el casco, salgo con dirección a la casa de mi mejor amigo.
POV: MANU
Quince minutos, quince minutos es el tiempo que he estado tirada en mi cama mirando el techo blanco de mi habitación mientras pienso en… todo, un tono de cabello rubio y ojos verdes. No se que me pasa ni que siento con todo est…
La puerta de mi habitación de un momento a otro es abierta logrando que me sobresalte y mostrando a una rubia loca con ganas de asesinarme.
—Mari —digo con una sonrisa inocente.
—¿Mari? —pregunta con tono incrédulo—. ¿En serio, eso es lo que me vas a decir? —me encojo de hombros—. Eres la mejor amiga de todas —dice con sarcasmo haciendo que la mire mal— Y no me mires así, no tienes ningún derecho de hacerlo —me apunta con el dedo cerrando la puerta a su espalda, se acerca a mi cama y se sienta dejando su bolso en el suelo—. No sabes las ganas que tengo de matarte —se deja caer de espalda a la cama—. Cuando vi que pasaba el tiempo y no me llamabas, las ganas de tener el poder de desaparecer eran infinitas, y tú aquí, muy tranquila —termina mirándome con una sonrisa falsa.
—¿Por qué, que pasó?
—Aaah, no te imaginas —refunfuña cubriéndose la cara con sus manos—. Y Marcos, que no me encuentre a ese desgraciado, que lo haré sufrir y después lo mataré lentamente.
—¿Pero qué pasó que te puso tan suicida? —pregunto divertida. Respira y vuelve a sentarse.
—Resulta que el viernes, estaba aburrida en la casa y en mala hora —rueda los ojos—, se me ocurrió salir un rato a caminar. Me encontré con Marcos de casualidad en el parque y nos pusimos a conversar de cosa sin importancia, hasta que salió a relucir el tema de chicos —hace una mueca de obviedad—. Y entre tanto habla que te habla, no sé como terminamos metiéndonos en una página web de citas y esas cosas en su teléfono —levanto las cejas sorprendida.
—¿En serio entraron a ese tipo de páginas? —pregunto con una sonrisa divertida.
—No me lo recuerdes, realmente ya no se puede confiar en esas páginas, todo lo que dicen no es más que falso —suspira—. Bueno en lo que estaba, resulta que me convenció para hacer una cita doble hoy con dos chicos, supuestamente guapos.
—¿Supuestamente? —pregunto ladeando el rostro confundida.
—Si, porque al final me encontré con un par de murciélagos sin alas —responde con una mueca, haciéndome soltar una carcajada.
—¿Por qué dices eso? —pregunto riendo aún.
—Ya, no te rías y préstame atención —reclama con un puchero.
—Ya, ya, sigue.
—Bueno, en primera, Marcos me dejó plantada —abro la boca en forma de o— a última hora me llamó diciendo que no podía, que le había surgido un inconveniente y lo más lindo de todo era que ya estaba llegando al lugar, fue cuando te envié el mensaje. Y en segunda, cuando llego a la cafetería me encuentro con dos seres, que como te dije antes, parecían dos murciélagos y no es por ofender pero si los hubieras visto.. me darías la razón. Para más, uno era.. ¿religioso? —me encojo de hombros— bueno eso y discúlpame Diosito, no es que yo desprecie la religión, pero imagínate como estaba, no dejaba de hablar del cielo y esas cosas. No sé como sobreviví en serio, pedía con ansias tu llamada, pero tú nunca me llamaste —resopla dejándose caer en la cama de nuevo—. No, si cuando yo lo digo, ni en los amigos se puede conf… —la interrumpo pegándole en el brazo—. Auch, Marcos tiene razón, eres una agresiva.
—No digas eso, sabes que nosotros siempre estamos para ayudarnos, solo que a veces tenemos algunas complicaciones —digo cruzándome de brazos.
—Y hablando de eso, la razón de Marcos la averiguaré después, pero cual fue la tuya para no llamarme, a ver, ilumíname —pide y desvío la mirada haciéndome la tonta—. Manuela Márquez, habla ahora mismo o te juro que…
—Santiago —susurro.
—¿Qué? —hace una mueca al no entenderme mientras se sienta en posición de indio.
—Santiago —repito y abre la boca, cerrándola a los segundos nuevamente.
—¿Cómo qué…? No, ¿estás jugando? —niego—, pero tu misma dijiste que no…
—Lo sé Marina, lo sé, pero no se que me pasa —miro mis manos en mi regazo.
—¿Cómo que no sabes?
—Si, es algo raro. Cada vez que está cerca, me pongo nerviosa y no puedo sostenerle la mirada por más de dos segundos, a no ser que él sostenga mi rostro, y cada vez que lo hace, me pierdo en sus ojos de una manera que no se explicar…
—Espera, espera —me detiene con tono divertido—, esa que está hablando ahora, no fue la Manuela que dijo que no…
—Cállate —sonríe—. Además hoy….
—¿Qué pasó hoy? —pregunta interrumpiéndome con los ojos bien abiertos.
—Hoy me pidió que fuera a su habitación…
—¿A su habitación…?
—Calla y déjame hablar —pido con el ceño fruncido y cierra la boca con sus dedos como si fuera una cremallera—. Era para hablar del proyecto y de Sara, tu mensaje llegó antes de ir a su habitación. Luego de terminar la conversación, cuando estaba a punto de salir de su cuarto, me agarró de la mano y no me dejó ir…
—Oh por dios…—la miro mal—. Lo siento, pero continúa, no me dejes así.
—Me acercó a él y me acarició el rostro, en un momento comenzó a acercarse a mí y cerré los ojos por instinto, realmente pensé que me besaría… pero no lo hizo —Mari pone cara de decepción—. Solo terminó rozando mi mejilla con sus labios y me pidió que saliera de la habitación.
—¿Qué? —pregunta desconcertada.
—Si pero, lo sentí como si me lo hubiera pedido sin querer verdaderamente.
—¿Cómo si el mismo se hubiera reteniendo para no hacerlo? —pregunta y asiento—. Puede ser, quizás se quedó en blanco y luego recordó que son hermanastros y se detuvo.
—Tal vez —murmuro pensando en eso yo también.
—¿Y qué pasó cuando te pidió que salieras de su habitación?
—Soltó mi mano y yo salí casi corriendo de ahí, fue cuando me llamaste —me encojo de hombros.
—Dios Manu… ¿cómo te sientes tú con todo eso?
—No sé Mari, es confuso, lo único que sé, es que si él hubiera decidido besarme yo no lo hubiera detenido —respondo tapándome los ojos ante mis palabras anteriores.
—Madre mía, deja que Marcos se entere de esto —comenta empezando a dar palmaditas.
—¿No que lo ibas a matar? —cuestiono con una ceja alzada.
—Cierto —se queda pensativa—, bueno, le cuento el chisme y después lo mato —dice finalmente haciéndome reír.
—Estas loca —se encoge de hombros—. ¿Quieres quedarte a almorzar?
—Siiii, ya necesitaba comer la comida de Rita —su entusiasmo me hace reír, todos son fanáticos de la comida de esa señora hermosa.
Unos minutos más tarde bajamos almorzar en compañía de la pequeña Sara, la cual se llevó muy bien con mi rubia amiga y a Santiago no lo vi en todo él día. Al de terminar con la deliciosa comida, las tres terminamos en el patio trasero pasando el rato y riéndonos de las ocurrencias de la niña. Es una pequeña muy inteligente, para tener apenas cinco años.
Cerca de las cuatro de la tarde, cuando mi amiga decide marcharse y Sara ir a jugar a su habitación. Yo subo hacia la mía con el único fin de pintar por un rato. Sacando mis cosas decido dejar las acuarelas por hoy y dibujar con lápiz. Al final, entre líneas y trazos, termino dibujando un rostro masculino. Lo resalto con líneas más oscuras y por último tomo el lápiz verde dándole color solamente a los ojos.
—¿Qué me estás haciendo ojos lindos? —pregunto en voz baja mirando el retrato que terminé haciendo.
Tomando mi teléfono sobre la mesita de noche, veo la hora dándome cuenta que ha pasado un buen tiempo desde que me senté a dibujar. Dejando las cosas sobre la cama, decido darme una ducha con el pensamiento de que ya no saldré a ningún lado. Entro al baño y unos quince minutos después salgo de este envuelta en una toalla.
Luego de vestirme con ropa suave y cómoda, recojo todo el desastre que dejé encima de la cama. Dejando todo en su lugar, decido ir donde Sara. Al llegar a su habitación doy unos toques a la puerta y al no recibir respuesta, frunzo el ceño y entro. Cuando no veo a la niña por ningún lado la preocupación inunda mi cuerpo, pero todo se desvanece cuando escucho voces y risas en el baño.
Acercándome a la puerta de este, que está entre abierta, sonrío al ver la escena que hay dentro, Sara metida en la bañera, chapoteando agua con sus manos mientras ríe y Santiago afuera, sosteniéndola, todo mojado y riendo a carcajadas por algo que dijo la niña. Una escena bastante linda y divertida.
No queriendo arruinar el momento de hermanos, salgo de la habitación antes de que se den cuenta de mi presencia. Bajando las escaleras, voy hacia la cocina para hacerle compañía a Rita. Al llegar, me la encuentro cantando muy inspirada con Romeo Santos y la espumadera de micrófono.
Divertida con la situación, me siento en uno de las banquetas de la isla y me pongo a mirar su show. Cuando voltea, sonríe al verme mientras continúa cantando. Al terminar la canción, hace una pose extraña haciéndome reír y le aplaudo como si fuera su gran público.
—Gracias, gracias —agradece inclinándose hacia delante.
—Me encanta tu micrófono Rita —comenta Santiago divertido apareciendo detrás de mí.
—Viste, de los mejores que hay en el mercado —dice Rita siguiéndole el juego y él asiente sonriendo—. ¿Espera, pero a ti qué te pasó muchacho, dónde fue la tormenta? —pregunta dándose cuenta de su estilo empapado.
—En la habitación de Sara, terminé de bañarla hace unos segundos y a la traviesa le pareció divertido mojarme.
—Entonces ve a darte un baño de agua caliente y a cambiarte esa ropa que puedes enfermarte, además ya estoy al servir la cena y así no vas a sentarte a la mesa —dice apuntándole con la espumadera.
—Como usted diga capitana —hace una pose militar haciéndonos reír.
—Anda, ve y traes a Sara cuando vuelvas —ojos lindos asiente y sale de la cocina hacia las escaleras—. A ver ¿y ahora tú por qué estas tan callada si se puede saber?
—Por nada.
—¿Segura? —pregunta con una ceja alzada.
—Segura nana —unos segundos después de repasarme con la mirada, asiento y voltea siguiendo en lo suyo.
Si supiera todo lo que pasa por mi cabeza… Luego de que Marina se fuera, no he hecho mas nada que pensar y pensar en lo ocurrido por la mañana con cierto chico. Además, en una semana es mi exposición y él dijo que asistiría, pero no se si lo dijo por quedar bien con mi padre y lo único que se es que no pienso preguntarle, además…
—Manuela —me llama Rita sacándome de mis pensamientos y haciendo que la mire.
—¿Qué sucede?
—Niña llevas cinco minutos mirando fijamente la cesta de frutas, ¿seguro qué estás bien?
—Si nana, no te preocupes, estoy bien —sonrío para convencerla.
—¿Qué pasa? —pregunta Santi llegando con Sara en brazos y cuando Rita le va a responder, yo la interrumpo poniéndome de pie.
—No pasa nada —digo sin voltear a verlo haciendo que Rita me mire extrañada—. ¿Quieres que te ayude a poner la mesa? —le pregunto a esta.
—Si, seguro —responde no muy convencida y me indica lo que debo hacer.
Tomo lo necesario para poner la mesa y salgo de ahí hacia el comedor. Cuando voy a empezar a poner los cubiertos, aparece la nena junto a mí.
—Manu ¿puedo ayudarte? —pide con una sonrisa.
—Claro que si bonita, mira ayúdame con las cucharas —asiente contenta y toma entre sus manitos lo que le doy.
Al terminar de poner la mesa, Rita sirve la comida con ayuda de Santi y luego comenzamos a cenar los tres en silencio. Por momentos sentí una mirada sobre mí, y aunque no me atreví a comprobarlo, no era necesario hacerlo para saber de quién se trataba, por lo que le presté toda mi atención la pequeña Sara.
Cuando terminamos nuestra comida ayudé a Rita a dejar todo en orden, con un poco de reclamos de su parte, pero al final no tuvo de otra que aceptar mi ayuda, es una mujer bastante terca, que lo sepan.
Dándole las buenas noches a Rita y recibiendo un beso en la cabeza de su parte, salgo de la cocina hacia las escaleras. Al estar en el pasillo veo como la puerta de la habitación de Sara se abre y como esta misma sale.
—Sara —al escuchar su nombre se asusta dando un brinquito que me hace sonreír y voltea—. Lo siento bonita, no quería asustarte, pero ¿a dónde ibas?
—A buscarte.
—¿A mí? —asiente— ¿para qué?
—Para que jugaras conmigo, estoy aburrida —hace un puchero.
—Está bien, vamos —sonríe y vuelve a entrar a su habitación.
La sigo y entro detrás de ella. Realmente nunca me voy a acostumbrar a tanto rosa concentrado en esta habitación. Veo que saca sus juguetes del baúl a los pies de la cama, por lo que acercándome la ayudo en su cometido y unos minutos después nos ponemos a jugar.
Hola mis preciosuras aquí otro cap, realmente espero que les haya gustado.
¿Qué les pareció la parte narrada por nene Santi?
Déjenme saber en comentarios que tal les va pareciendo la historia (quiero saber 🧐)
Gracias a los que han llegado hasta aquí, los quiero un montón. ❤️
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