✓4. Proyecto juntos

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Lunes otra vez y la alarma del demonio no deja de sonar. Me dan ganas de arrojarla por la ventana, pero por desgracia no puedo tirar mi teléfono. Me parece haber leído en algún lugar que el 99 por ciento de las personas le gustan los lunes. Y si ese es el caso déjenme decirles que yo pertenezco a ese uno por ciento que los detesta.

Apago la maldita alarma con un bostezo  levantándome con estilo zombie de la cama. Me dirijo hacia el baño, luego de una ducha mañanera, cepillos mis dientes. Al terminar salgo hacia la cocina donde pongo hacer café y dejo unas rodajas de pan en el tostador.

Después de esperar un poco, me sirvo una taza de café cuando este está listo. Degustando el sabor amargo en mi paladar, cierro los ojos y unos color verde invaden mi mente. El sonido de la tostadora avisándome, me distrae haciendo que abra los ojos. Dejo la taza vacía en la loza y saco las tostadas dejándolas en un plato sobre la mesa, saco el jugo junto a la mantequilla y me dedico a desayunar.

Mientras como, reviso mis redes sociales. Cuando me decido por apagar el móvil el sonido de una notificación me indica la entrada de un mensaje de Marina.

Mari Mari:
8:04 am
¿Puedes pasar por mí? Hoy tengo flojera.

Yo
8:05 am
Esta bien vaga, en quince minutos voy por ti.

Al terminar dejo todo limpio y en su lugar. Me encamino hacia mi habitación, cambio mi pijama por unos pantalones mezclilla con rotos en sus rodillas y un jersey rosa oscuro, recojo mi cabello en una coleta alta y doy color a mi rostro con un poco de maquillaje.

Tomando mi bolsa junto con el teléfono y  las llaves del auto, salgo hacia el garaje. Sacándole el seguro al coche, subo saliendo en dirección a recoger a la floja de mi mejor amiga. Unos minutos después estaciono frente a su edificio mientras toco el claxon. No pasa nada de tiempo cuando ya viene acercándose.

—Hola Manu, gracias por venir a recogerme.

—No es nada, solo que parezco tu novio pitando para que bajes. —Ríe.

—Eres buen partido —comenta divertida.

—Pues obvio, acaso no ves el cuerpazo que me cargo.

—Pero y esto, tu ego si que anda por las nubes nena, tendré que buscar una escalera para alcanzarlo. —Me echo a reír por su ocurrencia mientras nos pongo en movimiento nuevamente—. Pero hoy no será, me levanté sin ganas de hacer nada, odio los lunes.

—Te acompaño en el sentimiento.

—¿Qué tal tu noche, dormiste bien? —pregunta con un atisbo de preocupación en su tono.

—Todo tranquilo, hace unos días mi mente permanece en oscuridad durante todas mis horas de sueño.

—Que bueno —suspira.

Llegamos al estacionamiento y vemos a  Marcos ya esperándonos recostado a su auto. Nuestro loco revoltosos, Su cabello alborotado y sus ojos marrones llenos de vida son un rayito de luz para cualquiera. Bajándonos del coche, nos acercamos a él llamando así su atención.

—Hola chicas.

—Hola Marquitos, ¿qué tal las almohadas? —Me mira con mala cara haciéndome reír.

—Veo que repararon tu coche —afirma Marina.

—Si, ayer luego de que se marcharan, me llamaron del taller diciendo que ya estaba listo, así que hoy a primera hora fui a recoger a mi bebé.

En el momento que voy a bromear por lo dicho, se escucha el ruido de un motor entrar al estacionamiento y como todo grupo de amigos chismosos que somos, volteamos a mirar encontrándonos con semejante motocicleta.

—¿Quién es ese chico? —pregunta Marcos casi babeando.

—No se —respondo.

—Se ve re bueno. —Rodeo los ojos ante su básico comentario, nunca cambia.

El chico baja, acomoda la moto y se quita el casco. En el momento que voltea casi muero ahí mismo, esos ojos verdes los reconocería en cualquier lado.

—No puede ser —digo en voz baja, pero eso no evita que me escuchen.

—¿Qué pasa, lo conoces? —pregunta mi rubia amiga.

—Es Santiago… mi hermanastro —ambos me miran con los ojos bien abiertos.

—¡¿QUÉ?! —cuestiona Marcos asombrado—. ¿Ese bombonazo es tu hermanastro?

—Silencio Marcos, que viene hacia acá —susurro tapando su boca con mi mano.

Santiago revuelve su cabello con una de sus mano mientras se acerca a nosotros, se ve muy guapo…

‹¿Pero qué estoy diciendo?›

—Hola Manuela.

—Hola, ¿qué haces aquí? —Sonríe.

—Que buen recibimiento —dice volteando a ver a mis amigos—. Bien, ya que su educada amiga no tiene intenciones de presentar, lo haré yo. —Volteo los ojos—. Soy Santiago, un gusto.

—El gusto es mío, yo soy Marcos —corresponde este con una sonrisa enorme en el rostro mirándolo de arriba abajo. ‹No puede ser›.

—Marina, un placer. —Le regala una sonrisa.

—Bueno ya se presentaron, ahora dime, ¿qué haces aquí?.

—¿Qué tu crees que se hace en un lugar como este? —Señala la universidad luciendo divertido.

—Se lo que se hace en este lugar, me refiero a lo que haces tú aquí. —Lo miro con mala cara.

—Pues yo vine a terminar mi carrera pequeña, como ya sabes, no puedo hacerlo en mi país.

—Ya te dije que no me llamaras así, además, ¿no hay más universidades en el país?

—Si, pero a mi me gustó esta. —Se inclina un poco hacia adelante, dejando su rostro a la altura del mío con el espacio bastante reducido entre nosotros, haciendo que retenga la respiración—. Además, ¿qué problema hay con qué esté en esta.. pequeña?

—…Ninguno —susurro luego de unos segundos, sonríe.

—Bien, luego nos estaremos viendo —habla para luego voltear hacia mis amigos—. Hasta luego chicos, fue un placer conocerlos —se despide y pasa por nuestro lado sin borrar su sonrisa, ‹maldita sonrisa›.

—Idiota —susurro sin que nadie me escuche.

Cuando veo que se pierde tras la puerta de entrada, respiro. ‹¿Qué me pasó?.› Cuando decido comenzar a caminar, un agarre en ambos brazos detienen mis intenciones de huida, ‹ilusa›.

—Quieta ahí mi reina —ordena Marcos parándose frente a mi persona—. ¿Qué acaba de pasar ahí?, te comió la lengua el chico, además, ¿por qué no nos habías dicho que tu hermanastro estaba tan bueno?

—En primera, no voy a hablar de lo que acaba de pasar y en segunda, no exageres, él no es para tanto —susurro lo último, ni yo misma me creo lo que acabo de decir.

—¿Qué dices amiga?, ese personaje está para comérselo entero —comenta Marina con expresión obvia.

—Ustedes dos —los señalo—, no tienen remedio, ni la mas mínima decencia, así que con su permiso, tengo que ir a mis clases. —Voy a pasar por su lado, pero Marcos vuelve a tomar mi brazo—. ¿Qué?

—Tienes que invitarnos en estos día a casa de tu padre, pequeña —dice remarcando la última palabra mientras mueve sus cejas.

Rodando los ojos doy media vuelta mientras escucho su risa detrás de mí. Sin más remedio sonrío también, chicos locos. Cuando estoy por entrar al salón, veo al final del pasillo a Santiago conversando con otro chico de cabello color chocolate. La verdad es que no lo puedo negar, Santi es un chico hermoso y está como quiere, además sus ojos, por dios esos ojos verdes me dejaron sin respiración hace unos moment…

—Manuela. —La voz del profesor me saca de mis pensamientos, haciendo que lo mire.

—Oh, buenos días señor.

—¿Entras o te quedas fuera?

—Entro —le doy una última mirada a ojos lindos y entro.

Tomando asiento en uno de los puestos vacíos cerca de las ventanas, centro mi atención a las palabras del profesor. Al terminar mis clases a la hora de almuerzo, me encuentro con mis amigos en la cafetería. Pedimos y comimos algo, mientras conversamos un rato.

Al despedirme de los chicos salgo hacia el estacionamiento. Voy hacia mi coche con la intención de irme a casa, hasta que comienza a sonar el sonido de la alarma que coloqué para no olvidar el encuentro con mi padre. Realmente si lo había olvidado por completo.

Resignada, conduzco hacia la empresa de mi padre. Estacionando afuera, pongo seguro al coche y entro. Saludo a la chica de recepción mientras sigo mi camino hasta subir al ascensor marcando el último piso. Cuando las puertas se abre me encamino hacia la oficina.

—Manu, que bueno volver a verte, hace días no venías por aquí. ¿Cómo estás? —saluda Marta, es la secretaria de mi padre y una señora muy agradable.

—Muy bien Marta ¿y tú cómo estas, y sus hijos?

—Yo bien mi niña y mis hijos viajando, como siempre —dice en un tono bajo con expresión decaída.

—Espero que vengan pronto a verla.

—Yo también hija, yo también. —Asiento con una sonrisa de labios.

—Bueno, voy a entrar a ver a mi padre.

—Si, él te está esperando. —Me dirijo a la puerta.

—Adelante —dice desde adentro después de tocar.

—Papá.

—Cariño, te estaba esperando. —Se levanta saliendo detrás del escritorio, dejando un beso en mi frente cuando estoy junto a él.

—¿Qué tal tu día pa?

—Agotador, ansiando que termine ya —suspira mientras tomamos asiento en los sofás marrones que hay en el otro extremo de la oficina.

—¿Comiste algo verdad?

—Si tranquila, ¿Y tú comiste?

—Si, comí con los chicos en la universidad. —Asiente.

—Bien, te llamé aquí porque, como te dije ayer en la llamada, quiero que me ayudes con algo, o más bien que trabajes en algo.

—¿Y ese algo qué sería? —pregunto interesada en sus palabras.

—Bueno, sabes que quiero montar una nueva tienda de perfumerías en el centro de la ciudad. —Asiento—. Bien, pues lo que quiero es… —Sus palabras son interrumpidas con el toque de la puerta—. Adelante.

—Francisco. —Ante la voz conocida volteo el rostro hacia la puerta, ‹¿Qué hace él aquí?›

—Que bueno que llegas Santiago, iba a comenzar a explicarle a Manu sobre el proyecto que te comenté. —Este asiente entrando por completo, sentándose en uno de los sillones individuales —. Bueno en lo que estaba, lo que yo quiero es que ustedes se encarguen de ese proyecto.

—¿Cómo que nosotros papá? —pregunto algo confundida.

—Si, vosotros van estar a cargo de este trabajo, aunque lo que ustedes hagan o planeen hacer tiene que pasar por mis manos antes. Tú Santiago, te encargarías de confeccionar los planos del lugar. —El mencionado lo mira con los ojos bien abiertos.

—¿Estás seguro Francisco?

—¿No confías en tu talento muchacho?, porque yo si lo hago —comenta mi padre algo divertido.

—No es eso, sino que es un proyecto algo grande e importante.

—Lo sé, pero confío en ti.

—En ese caso… —Se encoge de hombros—.  Gracias por la confianza, pondré todo mi esfuerzo y conocimiento en ello. —Mi padre sonríe mientras da un suave apretón en su hombro.

—¿Y qué pinto yo en todo esto papá? —pregunto algo perdida.

—Pues tú cariño, te encargaras de la decoración del lugar. Los colores que creas correctos para las paredes, siempre has tenido buen gusto para eso. Además, si el arquitecto te lo permite —señala a Santi quien sonríe—, puedes darle alguna idea que te guste y quieras incluir. Ustedes decidirán. También quiero que me hagas uno de tus cuadros especiales, para colgarlo en una de sus paredes, sabes que me gustan y está como tradición en todas mis tiendas.

—Claro qué si pa, el mejor de mi colección —sonrío haciendo que él lo haga también—. Y con lo demás haré lo mejor que pueda y más si es posible.

—Muy bien muchachos, me alegro. Solo les voy a pedir algo: no me decepcionen. Pensé en ustedes para esto antes que en otro cualquier profesional y este es un trabajo muy importante para la empresa ya que queremos seguir expandiendo nuestra marca y quise darles la oportunidad y que sea el primero de muchos proyectos con ustedes. Se que esto les robara mucho tiempo, además de la universidad y…

—No importa, el tiempo es lo de menos, ese siempre aparece y más si es para una oportunidad como esta —dice Santi con una sonrisa.

—Si papá, el tiempo es lo de menos, además siempre es bueno trabajar contigo y más si es en algo tan importante para ti.

—Pues perfecto, ahora queda en ustedes ponerse de acuerdo y organizarse. —Ambos nos miramos y asentimos. Santiago después de despedirse de mi padre, sale de la oficina. —Hija, en estos días pásate por la casa para cenar y estar un tiempo juntos con la familia.

—Está bien, luego te llamo y te caigo por allá. —Me acerco a él dejando un beso en su mejilla—. Nos vemos papi.

—Maneja con cuidado.

Saliendo de la oficina me despido de Marta mientras dirijo mi andar hacia el elevador. A unos pasos distancia las puertas que estaban por cerrarse, se abren nuevamente mostrándome a  Santiago en el interior con una de sus manos apoyada en el borde de la puerta evitando que se vuelvan a cerrar.

—Gracias. —Asiente.

Mientras comenzamos a bajar, nos mantenemos unos segundos en silencio hasta que es roto por él.

—Pequeña…

—Te he dicho que no me lla… aah olvídalo. —Ruedo los ojos—. ¿Qué querías?

—Nada, solo que debemos ponernos de acuerdo para ver que vamos hacer con lo de antes.

—Si, luego yo te llamo para reunirnos en el algún lugar.

—¿Quieres mi número? —pregunta divertido haciendo que voltee a verlo.

—¿Para qué? —Ante mi pregunta levanta las cejas con una sonrisa.

—¿Cómo piensas llamarme entonces? —Un sonrojo empieza a aparecer en mis mejillas ante mi estupidez.

—Bueno… —Guardo silencio sin saber que decir en el justo momento que se abren las puertas. Como la vía de escape que es, salgo antes que él hacia la salida del lugar. Llegando al coche, quito el seguro y abro la puerta.

—Oye. —Ante su voz me detengo volteando—. ¿Me pasas tu móvil un momento? —Frunzo el ceño ante su pregunta haciendo que ruede los ojos—. No voy hacer nada, solo quiero escribir mi número. —Se lo paso sin cambiar mi expresión y me lo devuelve después de escribir algo en él—. Toma, ahora si puedes llamarme. —Le regalo una falsa sonrisa por su comentario, provocando su risa.

Subiendo al coche, lo veo dirigirse hacia su moto. Antes de colocarse el casco me da una última mirada con un guiño incluido. Se monta, arrancando y saliendo hacia algún lugar perdiéndose de mi campo de visión. Después de unos segundos sacudo mi cabeza apartando esos ojos verdes y salgo de ahí con dirección a mi casa.






No se vallan sin darle a la estrellita.

Se les quiere <3

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