22. Hola de nuevo casita
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POV: MANU
Llegamos del parque de diversiones y bajo con Sara para que Santi valla a guardar el coche. Entro a la casa con la niña tomada de mi mano y al pie de las escaleras hago que Sara me preste atención.
—Bonita, ¿por qué no vas con Rita y le cuentas lo bien que la pasaste?.
—Sii.
—Anda, yo estaré en mi habitación —digo y sale corriendo en dirección a la cocina.
Subo las escaleras y voy directo a mi cuarto. Me siento en la cama, quito mis zapatos y me acuesto. Me duele la cabeza y ahora mismo es un torbellino de pensamientos.
Siento que tocan la puerta y cierro los ojos. Sé que es Santiago y no quiero hablar en estos momentos, aunque sea él. Escucho como abre la puerta y a los segundos la cama a mi lado se hunde. Suspira y pasa la mano por mi cabello, él no sabe lo mucho que eso me relaja. Siento su aliento en mi mejilla y el roce de su nariz en la misma.
—Vuelvo en la noche pequeña —susurra y deja un beso en el lugar.
Se pone de pie y luego siento la puerta cerrarse. Abro los ojos y me hallo sola en la habitación, entonces mi pecho se oprime.
—No quiero perderte Santi, no puedo —murmuro para mí y escondo mi cara en la almohada cuando siento mis ojos humedecerse.
Escucho mi teléfono sonar y me siento en la cama. Veo que es una llamada de Marina y contesto.
—Manu amiga, no sabes lo que me pasó —dice apenas descuelgo con voz emocionada.
—¿Qué te pasó? —pregunto y me maldigo internamente por el tono de mí voz.
—¿Manu te pasa algo? —pregunta más seria, pero no respondo —Manuela.
—No es nada Mari.
—Manu, te conozco, sabes que a mí no tienes por que ocultarme nada —suelto el aire.
—¿Puedes venir a la casa?.
—Claro, enseguida estoy allá.
—Gracias.
—No es nada bella.
Cuelgo y vuelvo acostarme. Mi mente vuelve al suceso de la mañana y vuelvo a sentir ganas de llorar. ¿Cuándo me dejaran en paz las malditas pesadillas?. Y lo peor de todo es que no fue ni durmiendo, simplemente vino el recuerdo de repente a mi cabeza y todo se fue al demonio. No se que voy hacer.
Siento la puerta abrirse y abro los ojos encontrado a Marina con expresión preocupada caminando hacia mí. Me siento en la cama y ella hace lo mismo cuando está ha mi lado.
—¿Cómo llegaste tan rápido? —pregunto porque no hace mucho que me llamó.
—Con el auto de mi prima, se está quedando en casa por ahora, pero eso no importa ahora. Lo que importa eres tú, haber ¿por qué estás así? —pregunta y toma mi mano.
—Volvió a pasar —arruga el entrecejo —otra pesadilla.
—Pero pensé que habían parado cuando comenzaste a dormir con Santiago —dice con gesto preocupado.
—Si, pero esta vez fue diferente, no estaba dormida.
—¿Cómo..? —pregunta confundida.
—Fue más bien un recuerdo —hablo y aprieto su mano —se sintió muy real Marina —mi ojos se humedecen.
—¿Santi no estaba contigo?.
—Si, pero… pasó cuando nos estábamos besando. Él me sentó encima suyo y de solo rozarnos un poco, mi mente trajo ese escenario desagradable y por un momento me perdí.
—Manu —siento su mano en mi rostro y me doy cuenta de que mis lágrimas van cuesta abajo —ven aquí —me abraza y dejo que lo haga.
—Fue horrible Mari —me separo de ella y la observo —no se que voy hacer, Santi merece una explicación. Ha estado para mi todo el tiempo, aguantando mis lágrimas y mis desánimos sin replicar, pero… tengo miedo.
—¿A qué?.
—A que se aleje de mí cuando le cuente la verdad, a que me vea diferente, que no quiera verme más..
—Manu..
—A que…
—Manuela —dice y me toma de los brazos —cálmate, según lo que me has contado de Santiago, estoy segura que él no es ese tipo de personas que te hecha de lado. No te tortures así —pone una mano en mi rostro y acaricia mi mejilla.
—No puedo evitarlo. Es el único que ha calmado mis pesadillas, con él me siento segura, aun con el poco tiempo que llevamos conociéndonos…, no quiero perderlo.
—Y no lo harás, estoy segura de eso —me abraza y escondo mi cabeza en su cuello hasta que me siento más tranquila.
(…)
Marina estuvo conmigo lo que restó del día. Almorzamos juntas y conversamos de temas triviales que ella sacaba para entretenerme, pero el día llegó a su fin y tubo que marcharse.
La hora de la cena llegó y bajé con Sara hasta el comedor. La nena no paraba de contar sobre su día en el parque de diversiones y yo agradecida de que no dejara todo en silencio. Al terminar, ayudé a Rita como siempre y luego subí hasta mi habitación luego de dejar a Sara en la suya viendo dibujos animados.
Entré a mi cuarto y fui hasta mi cama. Me acosté y sin poder evitarlo mis ojos se cerraron solos. El despertar temprano y el cansancio del día me pasaron factura haciéndome caer dormida.
(…)
…—No te quiero en mi vida, me das asco Manuela —su ojos verdes me dedican una mirada que me desarma por dentro.
—Santi yo…
—Tu cuerpo está sucio, estás loca si piensas que algún día voy a tocarte —mis lágrimas mojan mi rostro mientras mi pecho duele.
—No digas eso por favor, yo.. yo te necesito..
—Eres repugnante, estás machada, nadie te va a querer así —dice con ácido en sus palabras y sale dejándome ahí en la cama, con el alma destrozada…
(…)
Me despierto y siento mi cuerpo temblar, mientras mis mejillas están empapadas.
—Solo fue un sueño Manuela —murmuro para mí con vos temblorosa tratando de convencerme. —Solo fue un sueño, él no es así.. —niego varias veces y me congelo cuando siento la puerta ser abierta.
Trato de quedarme lo mas tranquila que puedo, pero es imposible, no puedo parar los espasmos y las lágrimas parecen infinitas. Cierra la puerta y a los segundos siento sus manos en mi cuerpo mientras la cama se hunde a mi lado.
Al momento que se acuesta, lleva mi cuerpo contra el suyo entre sus brazos y escondo mi rostro en su pecho. El se ha convertido en mi lugar seguro.
—Pequeña deja salir lo que sientas, no te retengas —susurra cerca de mi oído y con sus palabras, dejo de aguantar los sollozos y me dejo ir mientras me aferro a su cuerpo. —Estoy aquí, tranquila —‹no te vallas nnunca›.
Siento sus caricias en mi espalda hasta que mis sollozos paran y solo quedan lágrimas corriendo por mis mejillas. Se mueve un poco en la cama y hace que esconda mi cabeza en su cuello. Su olor me encanta y las caricias en mi cabello me relajan, hasta que el sueño vuelve a vencerme.
(…)
Deslizo la mano sobre la cama y abro los ojos al sentirla vacía. Me siento y reviso la hora en mi teléfono, son las ocho de la mañana. Miro a mi alrededor y voy a levantarme en el momento que tocan la puerta.
—Pasa —esta se abre y aparece Rita con una sonrisa.
—Buenos días cariño —le sonrío de vuelta y camina hasta mí.
—Buenos días.
—Hoy regresan tus padres —menciona sentada en el borde de la cama.
—Lo sé.
—Santiago salió hace un rato hacia el aeropuerto a recogerlos —asiento, ‹por eso no estaba conmigo›. —Ya el desayuno está listo, para cuando quieras bajar.
—Esta bien, gracias —sonrío y se pone de pie caminando hacia la puerta, pero antes de salir, voltea a verme con expresión tranquila.
—Manu, tengan más cuidado a partir de ahora —frunzo el ceño ante sus palabras y sale de la habitación dejándome confundida.
Con sus palabras dando vueltas en mi cabeza, me levanto y voy hacia el baño. Al poco tiempo salgo y cambio mi pijama por algo cómodo y adecuado para estar en casa. Salgo de mi habitación y entro al de Sara encontrándola sentada en su cama con su cabeza hecha un desastre de rizos dorados jugando con su muñeca.
—Bonita —al hablar llamo su atención y me sonríe haciendo que yo lo haga también.
—Hola Manu —llego junto a ella sentándome a su lado.
—Hoy viene mamá —digo y su sonrisa se amplía.
—Sii, Santi la va a traer.
—¿La has echado de menos?.
—Sii, un montón, así de grande —dice estirando sus brazos a los lados, sonrío y trato de organizar esos rizos rebeldes.
—Te parece que te ponga bien linda para cuando llegue y bajemos a desayunar —le propongo, asiente contenta bajando de la cama y corre hasta su clóset. Sonriendo la sigo algo divertida.
Luego de arreglar a la niña y dejarle hecho dos hermosos moños en su cabello, ambas bajamos hasta el comedor. Mientras estamos desayunamos, el timbre de la casa suena.
—Ya llegaron Manu, ya llegaron —dice Sara emocionada tratando de bajar de la silla.
—Espera, tranquila que te vas a caer —digo divertida y me levanto a bajarla, mientras Rita sale con una sonrisa hacia la puerta.
Salgo tras la niña hasta el salón en el momento que Rita abre la puerta y la primera en entrar es Clara. La nena al verla corre hasta ella.
—¡Mamáaaa! —exclama contenta a la vez que Clara la toma en brazos.
—Mi pequeña hermosa —dice besando sus cachetes y abrazando a la niña.
Luego entra mi padre, que al verme suelta la maleta y viene hasta mí.
—Mi niña —dice y me abraza.
—Te extrañé papá.
—Y yo a ti cariño.
Por encima de su hombro veo a Santiago entrar con la maleta de su madre. Me buscas con la mirada y al encontrarme me sonríe sin que los demás se den cuenta.
—Bueno y ¿qué tal el viaje? —pregunto desviando la mirada de esos ojos verdes.
—Maravilloso, tenemos mucho que contarles —habla pasando su mano sobre mis hombros apretándome contra él y nos dirigimos todos al comedor.
Mientras desayunábamos nos contaron parte de su viaje, osea sobre la parte laboral, donde obtuvieron las firmas necesarias para el proyecto y muevas relaciones muy importante. Lo que quiere decir que fue todo un éxito.
—Me alegro que todo saliera como esperabas papá.
—Gracias hija, la verdad es que salió mucho mejor de lo que esperaba, ¿verdad Clara?.
—Si, todo fue perfecto —confirma esta con una sonrisa.
—Y ustedes chicos, ¿cómo van con la otra parte del proyecto? —pregunta mi padre poniendo su atención en Santi y en mí.
—Va muy bien Fran, está casi completo. La sección en papel está terminada, solo hace falta que tú la revises y me des tu opinión. Además, necesito ir al terreno de construcción, tengo que tomar algunos datos relacionados con el mismo —explica Santi y mi padre asiente.
—Está bien Santi, más tarde lo llevas a mi despacho. ¿Y tu hija, qué tal vas con eso?
—Bien pa, yo no participo mucho porque lo más grande lo hace él, pero si di mi parte y con respecto a la decoración del lugar, ya tengo algunas ideas y modelos que luego quiero mostrarte. Lo fuerte sería cuando ya esté construido el lugar.
—Perfecto chicos, que bueno que todo vaya en camino. Me alegra poder contar con ustedes.
—No es nada papá —le sonrío.
—Es un placer trabajar contigo Fran —dice Santi y mi padre asiente con una sonrisa.
Terminamos el desayuno entre pláticas sobre el viaje. Luego Clara subió con mi padre hasta su habitación a desarmar las maletas con ayuda de Rita y la niña. Yo decidí subir también hasta mi cuarto, pero en mi caso, a empacar mis cosas para regresar a mi casa.
Suena extraño decir volver a mí casa después de un mes aquí y tantos acontecimientos nuevos en tan poco tiempo, pero bueno, en algún momento tenía que regresar. Lo único que me hará falta serán unos ojos verdes mirándome todo el tiempo.
El día pasó bastante rápido y cuando vine a ver, ya la noche había caído. Mi padre no estuvo de acuerdo en que me fuera a mi casa y se que alguien más no estuvo muy de acuerdo aunque no lo expresara con palabras, pero su mirada me lo decía todo.
Al final calmé a mi padre y le dije que vendría más seguido, además me iría después de la cena y así lo hice. La cena transcurrió con temas de la próxima navidad. Mi padre propuso celebrarla en la casa que tiene fuera de la ciudad y todos estuvieron de acuerdo.
Con Santiago no he hablado desde el día de ayer, solo hemos podido cruzar miradas y eso me tiene mal. Extraño sus caricias, sus besos y su presencia cerca de mí.
Llega la hora de irme y mi padre me acompaña hasta la puerta.
—No estoy conforme con esto y lo sabes —sonrío y lo abrazo.
—Lo se pa, pero vendré a quedarme más seguido, te lo prometí —suspira y me envuelve entre sus brazos.
—Mi niña terca, eres más testaruda que tu madre —susurra esto último y lo aprieto más. —Te quiero cariño.
—Y yo a ti papá —me separado de él y dejo un beso en su mejilla. —Adiós pa.
—Ten cuidado en el camino —asiento tomando la maleta y camino hasta el coche fuera del estacionamiento.
Llego al coche y abro el maletero. Meto la maleta, acomodo otras cosas y cuando voy hacia la puerta del piloto esa voz me frena.
—¿Te vas sin despedirte? —pregunta haciendo que voltee, tiene la cabeza ladeada y las manos metida en los bolsillos del pantalón.
—Santi.. —susurro. Camino hasta él y envuelvo mis brazos en su cuello mientras él lo hace en mi cintura.
—Ya quiero que llegue mañana para verte en la universidad —dice bajito y saco mi rostro de su cuello, tomo el suyo entre mis manos y junto nuestros labios.
Sigue mis movimientos lentos y sube una de sus manos a mi mejilla acariciándola. Cuando el aire es necesario nos separamos y besa mi frente.
—Mañana te veré —digo y sonríe.
—Espero que duermas bien pequeña. —‹Yo también lo espero, aunque no estoy muy segura si no estás›.
Doy un beso en su mejilla y entro al coche. Cuando me pongo el cinturón de seguridad, siento su mano en mi mentón. Voltea mi rostro encontrándome con el suyo y sonrío.
—Loco.
—Lo sé —sonríe y vuelve a juntar nuestros labios.
Me suelta y se echa hacia atrás dejándome salir de ahí. Tomo camino y en veinte minutos ya estoy estacionando fuera de mi casa. Guardo el coche y camino hasta la puerta con la maleta. Saco las llaves, abro y entro dejando la maleta junto al sillón.
—Hola de nuevo casita… Hola de nuevo soledad —digo para mí y arrastro la maleta hasta la habitación.
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Hola por aquí, espero que tuvieran un lindo fin de semana. 😊
Aquí les dejo otro capitulito, ojalá les halla gustado.
Hasta la próxima semana pequeñ@s. 😘😘
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