✓14. Interrupciones
POV: MANU
Ya de regreso a casa de mi padre. En la mañana, luego de ver la moto de Santiago salir y mandarle un mensaje diciendo que “estaba enferma”, llamé a Marina y nos fuimos de salida las dos en mi coche.
El mensaje no fue algo muy valiente de mi parte, pero no tenía intenciones ni el valor de verlo. Tengo miedo de lo que siento cuando está cerca de mí y de las nacientes ganas de probar sus labios nuevamente nada más verlo. Mi cabeza es un verdadero lío.
Saliendo de mis pensamientos me doy cuenta que ya estoy llegando a la mansión. Atravesando la reja, entro directo al estacionamiento para guardar el coche. Luego de dejarlo en su lugar, salgo dirigiéndome hacia la puerta de entrada. Entro a la casa y al no ver a nadie cerca, voy directo a las escaleras.
Al llegar frente a la puerta de mi habitación observo la de Santi cerrada. ‹Espero no haya llegado todavía›. Con ese pensamiento, suspiro y abro mi puerta entrando segundos después. Al voltear, me llevo el susto del siglo al ver a Santiago sentado en mi cama, recostado a la cabecera de esta.
—Santi… —suelto en un susurro.
—Hola pequeña.
No esperaba encontrármelo aquí ni ahora. Tenía la mínima esperanza de que no estuviera, pero… Espera… ¿qué le pasó?
—¿Qué rayos te pasó en él rostro? —pregunto al ver su cara toda golpeada y me acerco a él olvidando que está en mi habitación y sentado en mi cama.
—No es nada importante, no te preocupes —responde restándole importancia.
—Tu cara no dice lo mismo —digo ya frente a él, haciendo una mueca al fijarme en su labio inferior dañado.
Subo la mano hasta su rostro en un impulso y paso mis dedos por su mejilla lastimada en un suave roce.
—¿Te duele mucho? —pregunto pasando mi mirada al moretón en su pómulo y mejilla, niega.
—Solo un poco, nada más —se encoge de hombros y un gesto de dolor contradice sus palabras, cuando, al parecer, me paso con los roces haciendo que aparte la mano.
—Lo siento.
—Tranquila.
Se pone de pie por lo que doy unos pasos hacia atrás para no estar tan cerca, pero fracaso al ver que acorta la distancia.
—¿Qué haces? —cuestiono.
Al no recibir respuesta, sigo retrocediendo y él sigue avanzando, hasta que mi espalda choca con la pared. ‹Estoy perdida›. Lo miro y me sonríe sabiendo que no tengo escapatoria. Pone sus brazos a cada lado de mi cabeza y fija su mirada en mis ojos.
—¿Por qué me mentiste? —pregunta con su rostro muy cerca del mío.
—Yo no.. no te he mentido —susurro reteniendo el aliento.
—No creo que estés enferma, ¿o sí? —no respondo—. ¿A qué le temes pequeña?
‹A todo lo que estoy empezando a sentir› pienso.
—Yo… —ladea su rostro esperando una respuesta que no sale de mi boca— yo…
Llevando una de sus manos a mi rostro, acaricia suavemente mi mejilla haciendo que su tacto me relaje.
—¿A qué le temes? —preguntar nuevamente en un tono mucho más bajo y baja su otra mano hasta posarla en mi cintura apretando sus dedos ya en el lugar.
Al no obtener respuesta, comienza a acercar su rostro al mío. Yo al no poder retroceder y al no tener voluntad para apartarlo, le doy vía libre a mi boca. Aunque quisiera, no puedo detenerlo, las ganas me lo impiden.
En ningún momento aparta sus ojos de los míos y eso me pone ansiosa. Sin poder evitarlo, bajo mi mirada a sus labios y es como si eso le hubiera dado el toque final a su paciencia, porque no espera ni un segundo más para pegar su boca con la mía. Sus labios se sienten suaves y cálidos sobre los míos, justo como la última vez. Al ver que no rechazo su contacto, profundiza un poco más el beso.
Siento que muerde de forma suave mi labio inferior, lo cual se siente muy bien, por lo que decido hacer lo mismo mordiendo también los suyos, provocando con esto que apriete el agarre en mi cintura y que suelte un jadeo un doloroso. Es entonces cuando recuerdo su labio lastimado haciendo que rompa el contacto de nuestras bocas.
—Tu labio —los tiene un poco más rojos de lo normal y por el lado derecho hay algo de sangre, al parecer lo lastimé con mis dientes—. Lo siento, no quería…
—Tranquila, no pasa nada —dice llevando su mano a su labio.
—Ven —tomo su mano y lo llevo hacia el baño.
Busco el botiquín en el pequeño armario y cuando lo encuentro, hago que se siente en la taza del baño.
—Oye, no tienes que…
—Sshh —lo callo y veo que sonríe. Saco lo que necesito: algodón y alcohol y voy hacia donde está—. Déjame ver.
Levanto su rostro un poco con mi mano, ya que al estar sentado, me queda un poco bajo. Tomo el algodón con alcohol y lo paso por su labio provocando que haga una mueca por el ardor.
—Perdón —me inclino y soplo su herida, mientras pienso en cucarachas voladoras y no en su boca tan cerca de la mía.
Sigo en lo mío, hasta que dejo su labio bien curado. Cabe decir, que sus esmeraldas no perdieron en ningún momento mi rostro como objetivo poniéndome un tanto nerviosa. Guardo lo utilizado y lo dejo en el baño mientras salgo hasta mí cama para buscar una pomada en mi mesita de noche.
—¿Qué haces? —escucho a mis espaldas haciéndome voltear.
—Ven siéntate —le indico cuando encuentro lo que buscaba. Hace lo que le pedí tomando asiento en mi cama—. Servirá para que baje la inflamación —le muestro el frasco y le unto su contenido en la mejilla dando roces suave sobre su piel—. Listo.
—Gracias, no tenías que hacerlo —sonrío dejando el frasco sobre la mesa y voy a alejarme cuando me toma de la mano—. Manuela…
Tocan la puerta interrumpiéndolo, lo que hace que me suelte de su agarre y camine hacia la puerta. Al abrir, me encuentro con Sara restregándose los ojos con rastros de sueño en su pequeño cuerpecito.
—Hola bonita.
—Manu ¿sabes dónde está Santi? —pregunta en medio de un bostezo haciéndome sonreír, toda una cosita tierna.
—Estoy aquí princesa —responde el mencionado apareciendo detrás de mí y tomándome de la cintura para apartarme.
La niña al verlo estira sus brazos hacia él. Santi la toma en brazos y ella esconde su cabecita en el hueco de su cuello.
—¿Me ayudas a acostarla en su cama? —asiento y salgo antes que él.
Entro a la habitación de Sara y acomodo su cama para que la acueste. Cuando lo hace, ambos salimos de su habitación en silencio. Ya en el pasillo, cuando voy a bajar las escaleras, Santi vuelve a tomar mi mano.
—Manu espera…
—¡Chicoos! —escuchamos a Rita gritar desde abajo y Santi bufa por la nueva interrupción haciéndome reír por lo bajo.
—Vamos —digo y bajamos, uno no muy contento vale decir. Llegando al comedor encontramos a Rita terminando de poner la mesa. —Holaaa —llamo su atención y sonríe al vernos.
—Hola chicos. ¿Cómo están tus golpes Santi? —pregunta dirigiéndose al chico detrás de mí.
—Ya están mejor.
—Que bueno, pero te aconsejo que no vuelvas a ir a ese lugar —frunzo el ceño y voltea a ver a Santi.
—Prometido, solo fui a recoger a mi amigo —dice y sus esmeraldas se posan en mí.
—Bueno, los llamaba para decirles que ya voy a servir la cena.
—¿Necesitas qué te ayude en algo? —me ofrezco, pero como siempre se niega.
—No es necesario cariño, ya está todo listo —sonríe.
—Bien, voy a darme una ducha rápida y en unos minutos bajo —digo y luego de recibir un asentimiento de su parte paso por el lado de Santiago hacia las escaleras.
Llegando arriba, cuando voy a abrir la puerta de mi habitación…
—Pequeña —dice Santi haciendo que voltee, viéndolo llegar junto a mí.
—¿Qué pasa? —va hablar pero…
—Manu —llama Sara saliendo de su habitación.
—Maledizione —dice Santi en italiano algo molesto, pero respira y mira a la niña—. Ven princesa —Sara llega a él y se abraza a sus piernas.
—¿Qué querías decirme Santi? —pregunto cuando carga a la niña entre sus brazos.
—Nada, olvídalo.
—¿Seguro? —ladeo el rostro esperando.
—Bueno… Necesito que mañana si me lleves a la tienda de tu padre —responde, pero siento que no es el tema del que quería hablar.
—Está bien, no hay problema —asiente y toma camino hacia la habitación de Sara nuevamente.
Luego de verlo entrar y cerrar la puerta, yo entro a la mía. Voy directo al baño y me meto a la ducha. Mientras el agua corre por mi cuerpo relajándome, mi mente se pone a pensar en lo indebido: en Santiago, en el beso que interrumpí yo por su herida y todas las veces que ha intentado hablar conmigo y no ha podido.
Suspirando dejo que los pensamientos se vallan con la lluvia artificial y termino de ducharme, saliendo del baño minutos después. Me pongo una ropa cómoda y bajo a la cocina. Cuando entro en dicho lugar solo me encuentro a Rita.
—¿Santi y Sara no han bajado aún? —va a responderte, pero simplemente señala detrás de mí. Volteó y veo que vienen llegando junto a nosotros—. Oh.
Sentándonos todos a la mesa comenzamos a cenar en un tranquilo silencio con solo el sonido de los cubiertos de fondo. Al terminar, Sara se lleva a su hermano a rastras a su habitación y yo ayudo a Rita a recoger, con unos pocos reclamos de su parte, pero igual lo hago.
Luego de dejar todo recogido y en orden en la cocina, le doy las buenas noches a mi nana y subo hasta mi habitación. Mientras ordeno un poco el lugar, encuentro una pequeña cajita en el clóset. Tomándola entre mis manos regreso a mi cama sentándome en el centro algo esta. Al abrirla, encuentro fotos antiguas de cuando aún mamá estaba viva.
Con una sonrisa en mis labios, tomo una donde salimos los tres juntos, tendría diez año cuando más en esta fotografía. Dejándola aún lado tomo otra donde estamos los tres también, pero haciendo caras graciosas, haciéndome reír al recordar el momento.
Una de las tantas fotografías esparcidas sobre la cama, cae al suelo y al recogerla un nudo se forma en mi garganta. Es la última foto que nos hicimos mi madre y yo juntas, me está abrazando y ambas sonreímos a la cámara. Sus ojos grises como los míos brillan y se ve tan feliz como yo en ese momento. Sin darme cuenta, una lágrima rueda por mi mejilla y cae en mi mano. Esos son viejos tiempos, que jamás volverán y que solo quedan en buenos y hermosos recuerdos.
Con un suspiro tembloroso, limpio mi rostro y tomo las fotos guardándolas en el cajón de mi mesita de noche. Levantándome de la cama vuelvo a guardar la pequeña caja en el clóset y termino de recoger la habitación. Al terminar, tomo el libro que había comenzado a leer hace algunos días y me recuesto en la cama nuevamente con la intención de terminarlo y alejar viejos recuerdos de mi cabeza.
Pasado un buen rato, empiezo a sentir mis ojos un poco pesados, pero no pienso dormir aún, necesito terminar el capítulo que estoy leyendo primero. Decidida a hacerlo me levanto dirigiéndome hacia el baño para echarme un poco de agua en la cara. Mientras estoy en ello, puedo escuchar la puerta de la habitación ser abierta. Extrañada, seco mi rostro y salgo, encontrándome a Santiago ya cerrando la puerta. Me mira y le pone seguro.
—¿Qué haces Santi? —pregunto confundida.
No obtengo respuesta de su parte, pero comienza a caminar en mi dirección y por instinto comienzo a retroceder, hasta que choco sin brusquedad con la pared del demonio. Realmente no se que tiene contra mí que siempre se interpone en mi camino. Lo único que sé ahora, es que me encuentro en medio de esta y de esos hermosos ojos verdes.
—Santi… —digo en voz baja al tenerlo ya tan cerca.
—Sshh —calla mis inexistentes palabras colocando su dedo en mis labios—. Silencio pequeña, no quiero más interrupciones.
Sin más preámbulos sus labios chocan con los míos, comenzando así una danza lenta, que le sigo con todo gusto. Según pasan los segundos, el beso poco a poco va subiendo de intensidad y sus manos se aferran a mi cintura. Muerde mi labio inferior y esta vez, con más suavidad muerdo los suyos escuchándolo gruñir en aprobación.
Sus manos se deslizan a mi espalda, mientras las mías empiezan a jugar con sus rubios cabellos. Sus labios abandonan los míos un momento recorriendo con besos cortos hasta mi cuello donde empieza a dejar besos húmedos en mi piel que me hacen estremecer. Siento que muerde la piel sensible de mi cuello provocando que un pequeño jadeo escape de entre mis labios. Luego pasa su lengua por la zona afectada provocando que me aferre a su cabello.
Gimo con suavidad cuando vuelve a besarme mucho más explosivos que antes y sus manos comienzan a bajar con suavidad hacia mis caderas, llegando hasta mis muslos y alzándome, haciendo que envuelva mis piernas en su cintura. Con su lengua recorre mi labio inferior pidiendo entrada la cual no demoro en dársela comenzando así un mojado baile con la mía. Sus manos aprietan mi trasero haciendo que un gemido de mi parte sea ahogado en su boca.
La velocidad del beso va disminuyendo de a poco, terminando con una suave mordida en mi labio superior. Los suyos recorren la piel de mi mejilla dejándome un suave beso que me hace suspirar, luego junta su frente con la mía dejando que nuestras respiraciones aceleradas se normalicen.
Manteniendo mis ojos cerrados ante lo ocurrido, paso mis dedos por su mejilla acariciándolo y siento como lentamente deja que mis pies vuelvan a tocar el suelo firme. Suspirando, abro mis ojos de una vez encontrando su mirada verdosa puesta en mí detallándome.
—¿Cómo hemos llegado a esto Santi? —pregunto en un susurro luego de unos minutos en silencio.
Él ladea su rostro y pone un mechón de cabello detrás de mi oreja, rozando mi mejilla con sus dedos en el proceso.
—No lo se pequeña… Solo pasó.
—Esto no puede volver a pasar —digo llamando su atención, la cual estaba puesta en su mano jugando con mi cabello.
—¿Por qué? —pregunta con el ceño fruncido.
—Tú sabes la respuesta, al igual que yo —respondo mordiendo mi labio inferior y desviando la mirada lejos de la suya.
—Pero nadie tiene que enterarse, esto puede ser nuestro secreto Manuela —niego con la cabeza y el toma mi rostro entre sus manos haciendo que lo mire—. Pequeña… —susurra, pero es interrumpido por el familiar sonido de un llanto.
Su rostro se torna inmediatamente preocupado al reconocer los pequeños sollozos de Sara, por lo que sale apresurado de la habitación conmigo pisándole los talones. Cuando Santi abre la puerta del cuarto de la niña, yo prendo la luz y él camina hacia su cama donde está la pequeña sentada llorando.
—Tranquila princesa, ya estoy aquí —se sienta junto a ella tomándola en brazos.
—San-Santi… la bru-ja es-esta..ba aquí y-y te hi..zoo da..ño de-de nuevo —dice entre sollozos, con voz entrecorta abrazada al cuello de su hermano.
—Tranquila, todo está bien ahora, ella no volverá hacernos daño, solo fue una pesadilla —la tranquiliza en voz baja acariciando su espalda.
La nena saca la cabecita de su escondite y lo mira con sus ojitos llorosos.
—Me-me lo pro-prome..tes —habla entrecortado aún estirando su dedito meñique hacia adelante, Santi la mira con una sonrisa amorosa y hace lo mismo con el suyo entrelazándolos.
—Lo prometo princesa —le da un beso en la frente y la vuelve abrazar—. ¿Quieres que duerma contigo?...
Antes de oír la respuesta de Sara, salgo de la habitación sin que los hermanos me vean. Regreso a la mía y cierro con seguro cuando entro, no quiero otra sorpresa de ojos verdes por hoy… por mucho que me guste.
Pobre Santi, siempre lo interrumpían. 🤭
Se les quiere linduras, no se vallan sin darle a la estrellita. 😘
Glosario:
—Maledizione: maldición
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