✓13. ¿Enferma?

Una de la mañana y yo continúo, en mi cama, con los ojos bien abiertos mirando el blanco techo de mi habitación. Desde que entré a estas cuatro paredes no puedo sacar de mi cabeza el beso en la piscina. Todavía puedo sentir sus labios moviéndose sobre los míos y sus manos acariciando todo mi cuerpo.

Me sentí muy bien estando entre sus brazos y esos besos me dejaron flotando, pero solo fue dejar caer mi cabeza en la almohada y caí de la nube dándome cuenta de que todo estubo mal, que simplemente eso no tenía que haber pasado. En fin, mi cabeza está echa un lío de emociones, pero si de algo estoy segura, es que Santiago va a cambiar mi vida de una forma u otra y no sé como va a terminar eso.

Me da miedo, porque la sensación en mi estómago cada vez que lo veo no es normal y aparte de lo nerviosa que me hace sentir, también me siento cómoda y segura cuando él está cerca.

Cuando el beso terminó, no supe que hacer, estaba fuera de este mundo en ese momento. Al final terminé pidiéndole que me sacara del agua, y lo hizo, pero antes de que él hiciera lo mismo, escapé como toda una simple cobarde.

El punto ahora es, que si antes se me dificultaba mirarlo directamente a los ojos, ahora será toda una misión imposible luego de irme y dejarlo ahí sin explicación alguna. Además, en la cena le dije que mañana lo llevaría a una de las tiendas de mi padre y realmente no creo que pueda.. Quizás le diga que estoy enferma.

POV: SANTI

Luego de que Manuela se fuera casi corriendo de la piscina, no quise perseguirla, no quería agobiarla con algo que nos tomó de sorpresa a los dos. No tenía intenciones de besarla, ahora por lo menos, pero cuando la tuve tan cerquita y pegadita a mi cuerpo, simplemente no pude resistirme. Además cuando comenté mi deseo en voz alta y no retrocedió, me quedé en blanco y solo me lancé a sus labios.

Manuela es deliciosa y su boca es exquisita, adictiva y tengo el presentimiento de que esos besos que le di no serán los últimos porque mi cuerpo no lo permitirá.

En fin, desde que se fue, he estado recostado en una de las tumbona cerca de la piscina con la mirada perdida en el cielo lleno de estrellas. No tengo ni la más mínima idea de que hora es y mi ropa está algo húmeda todavía.

Suspirando, decido entrar para no terminar enfermándome, sería lo último también. Adentro está todo en silencio, por lo que subo las escaleras hacia el segundo piso. Cuando estoy frente a mi habitación, desvío la mirada hacia la de Manuela, viendo por debajo de la puerta que está oscura, suponiendo así que debe estar durmiendo ya.

Entro por fin a la mía con una sonrisa y veo en mi teléfono que son la una de la mañana, ‹valla›. Cambio mi ropa por una seca y cómoda y me acuesto para dejar que la noche acabe de una vez.

Escucho mi teléfono sonar y estiro la mano hasta la mesita de noche para tomarlo. Sin ver quién es, contesto la llamada.

—¿Si?

Buenos días bella durmiente.

—¿Qué quieres Ricardo? —pregunto restregando mis ojos para tratar de apartar el sueño.

Al parecer nos despertamos de mal humor —ruedo los ojos sentándome en la cama.

—Ya pesado, dime para que me llamas a esta hora.

Bien ya, te llamaba porque necesito que vengas a buscarme a un lugar.

—¿A dónde?

No se que lugar es este —alzo las cejas ante sus palabras.

—¿Cómo que no sabes?

Si, no sé.

—¿Qué hiciste anoche Ricardo?

Tampoco se —suspirando, aprieto el puente de mi nariz mientras niego.

—¿Qué voy hacer contigo? —susurro—.  Bueno, pregúntale a alguien el nombre del lugar o no sé, algún dato y mándamelo por mensaje, en media hora paso por ti.

Está bien, gracias amigo —dice terminando la llamada.

Un día de estos voy a encontrar a este chico en un callejón, metido en una bolsa de plástico. Maldiciendo de todas las formas posibles a mi amigo al ver que apenas son las 8:00, me levanto y salgo de la habitación. Bajando las escaleras entro a la cocina y veo a Rita preparando algo, por lo que tomo asiento en una de las banquetas de la isla.

—Buenos día Rita —menciono y esta voltea con una sonrisa.

—Buenos días Santi, todavía es temprano. ¿Qué haces despierto?

—Un amigo llamó para que lo fuera a recoger a un lugar y aquí me ves —me encojo de hombros y asiente.

—¿Quieres qué te prepare algo de desayunar?

—Si por favor —sonrío.

Ella voltea y se pone manos a la obra con mi desayuno, mientras, escucho el sonido de una notificación en mi teléfono. Al revisar veo que es el mensaje de Ricardo con el nombre del lugar. Realmente no se donde es, por mucho que haya visitado este país, no se cuál es esa dirección. Así que no tengo otra opción que preguntar.

—Oye Rita, ¿sabes dónde queda este sitio? —Rita voltea y se a acerca mientras seca sus manos con un paño. Le enseño la dirección en mi móvil y veo como su expresión cambia un poco —¿Qué sucede?

—¿Tienes intenciones de ir a ese lugar? —pregunta con tono preocupado.

—Si, ahí es donde tengo que ir a recoger a mi amigo, ¿por qué?

—Es un lugar un poco peligroso. Por esa zona rondas los pandilleros de la ciudad. Es un lugar de esos.. donde hay de todo un poco ¿si me entiendes?

—Si, ya —asiento comprendiendo.

¿Qué diablos hace Ricardo ahí?

—Te aconsejaría que no rondes por esas zonas, para evitar problema —asiento—. Aquí tienes.

—Gracias.

Mientras como algo apresurado, Rita me explica como llegar a ese tal lugar después de insistirle un poco. Al terminar subo hasta mi habitación. Después de alistarme, tomo las llaves junto al casco de la moto y salgo. Antes de bajar, entro a la habitación de Sara. Veo que está dormida y al borde de la cama, por lo que con una sonrisa me acerco con cuidado, la acomodo mejor en el centro y dejo un beso en su cabeza antes de salir.

Luego de sacar la motocicleta del garaje, coloco mi casco y antes de arrancar, vuelvo a revisar la dirección que me envió mi amigo. ‹¿Qué hará metido Ric en esa zona de la ciudad?› Soltando un suspiro, guardo el teléfono y arranco la moto saliendo en su búsqueda.

Después de un tiempo, quince o veinte minutos talvez, llego al lugar según las indicaciones que me dio Rita, y la verdad es que tenía razón, se nota a lo lejos que no es precisamente un barrio de rosas. Tiene aspecto de vandalismo y sabe Dios que.

Sin bajarme de la moto, marco el número a mi amigo, pero el móvil solo me da apagado, vuelvo a insistir y lo mismo, quizás se quedó sin batería. Cuando decido guardar el teléfono me entra un nuevo mensaje. Reviso rápido pensando que es Ricardo, pero arrugo el entrecejo al ver que es de Manuela.

Pequeña:
9:05 am
Santi, hoy amanecí un poco enferma, así que no voy a poder acompañarte a la tienda de mi padre, disculpa por eso.

—¿Enferma?, ¿en serio tengo que creerte? —sonrío negando.

Voy a responderle a su mensaje, pero unos sonidos de golpes me detienen llevándose toda mi atención. Con el ceño fruncido, bajo de la moto y camino unos pasos hasta llegar a la entrada de un callejón. Al final de este, puedo ver a tres tipos golpeando a otro tirando en el suelo, ‹¿En serio, tres contra uno?

Voy a seguir de largo, pero detengo mi caminar al distinguir a la persona que están golpeando. Y adivinen quien es.

—No puede ser —murmuro adentrándome al callejón y apresuro el paso deteniéndome a unos metros de donde están—. Oigan, ¿no creen que el idiota está en desventaja? —cuestiono en un tono alto logrando que todas las miradas caigan sobre mí. Los tres sujetos sonríen, dejando a un adolorido Ricardo tosiendo en el suelo y el rubio corpulento lleno de tatuajes, camina hacia mí.

—¿Qué pasa principito, no te agrada la vista? —pregunta con vos áspera sin borrar la sonrisa.

—No creo que sea muy justo —me encojo de hombros—. Se ve algo.. cobarde de su parte —la sonrisa que mantenía, desaparece y camina más hacia mí con expresión sombría, pero me mantengo en mi lugar.

—Si no te gusta, pues únetele —sonrío de lado y doy un paso más hacia él.

—Con mucho gusto —digo y mi puño impacta contra su cara, tomándolo por sorpresa y llevándolo directo al suelo.

Con esto, los otros dos dejan a Ricardo a un lado y se lanzan contra mí. Uno de piel oscura tira el primer golpe y lo esquivo, pero él no tiene la misma suerte con el mío que lo hace trastabillar hacia atrás. Desde atrás viene el tercero volteándome y estampando su puño contra mi pómulo, ‹eso dejará una marca›. Le devuelvo el golpe y cae, pero ya el rubio está de pie y me empuja por la espalda tirándome al suelo. Me levanto lo más rápido que puedo, pero me suelta un golpe en el proceso que le devuelvo al segundo dejándolo en el piso.

Veo a Ricardo con el tercer hombre pero falta uno, ‹¿dónde estás…?›, al instante siento que me toman del cuello desde atrás, ‹aquí está›. Con algo de fuerza y de trabajo tiro de sus brazos y lo levanto por encima de mi espalda estampado la suya contra el suelo y queda quejándose por el dolor. Busco a mi amigo con la mirada y lo veo dejando al otro tipo en el suelo.

—Ricardo vamos —este viene hacia mí y me abraza.

—Gracias por venir.

—Agradéceme cuando estemos en tu departamento —digo cuando veo al tipo rubio moverse en el suelo— ¡Vámonos!

Salimos corriendo del callejón hasta mi moto, me monto primero y le paso un casco. Cuando se lo está poniendo veo a los tres sujetos salir del callejón buscándonos con la mirada.

—¡Anda, monta ya!

Arranco captando la atención de los tres, que al vernos corren en nuestra dirección, pero ya es tarde para ellos. Mientras le llevo un buen tramo de distancia mi acompañante le saca el dedo medio, si, muy maduro de su parte.

—Hasta nunca idiotas —les grita mientras niego con la cabeza.

Después de varios minutos de buena velocidad, llegamos al edificio departamental donde vive mi amigo. Entro con la moto directo al estacionamiento subterráneo y la parqueo en un espacio libre. Subimos al elevador en silencio y marca el séptimo piso. Al llegar a su piso, bajamos dirigiéndonos a su apartamento.

Al entrar al lugar lo veo ir directo al salón y dejarse caer en el sillón, mientras yo voy en dirección al baño. Me miro en el espejo y veo mi pómulo algo morado, mi labio inferior sangrando al igual que mi ceja y los nudillos algo rojos, me duele un poco, para que decir que no.

Busco el botiquín y me desinfecto el labio y la ceja, y me permito decir que arde como el demonio. Terminando lavo mis manos y salgo con el botiquín hasta el salón, donde encuentro a Ricardo desparramado en el sillón con los ojos cerrados.

—Toma —dejo el botiquín en su regazo haciendo que abra los ojos y me siento en el sillón junto a él—. Deberías limpiarte la cara, es un desastre.

—Disculpa por lo de tu rostro —dice señalando mis heridas.

—El tuyo está peor, tranquilo —digo y sonríe—. Ve a limpiarte eso, que tenemos que hablar.

—Ok capitán —se levanta y veo que se pierde detrás del pasillo.

A los minutos escucho la puerta del baño abrirse y a Ric llegar al salón con el rostro limpio y curado.

—A ver casanova, ¿me puedes decir qué diablos hacías tú metido en un lugar como ese? —pregunto cuando toma asiento nuevamente.

—¿Me creerías si te digo que no se? —enarco una ceja y lo miro incrédulo— De verdad.

—¿Y no sabes como llegaste ahí?

—Lo único que llega a mi cabeza, es la rubia voluptuosa con la que salí de la fiesta en la que estaba anoche y que hoy amanecí solo, en un cuartucho de mala muerte, luego me encontré con esos tipos mientras te esperaba —ruedo los ojos y me pongo de pie caminando hacia la cocina.

—Un día de estos te voy a encontrar sin ninguna de las dos cabezas —digo abriendo una cerveza que saco de su nevera.

—No digas eso, suena aterrador —hace como si le recorriera un escalofrío y saca una cerveza acercándose a mí.

—Deberías ir al supermercado, no hay nada ahí —comento señalando la nevera.

—Si, luego iré —dice restándole importancia, realmente no se cómo sobrevive—. Ahora dime, ¿qué ha pasado con tu pequeña? —pregunta divertido remarcando la última palabra.

—¿Qué tendría que pasar? —doy un sorbo a mi bebida escuchándolo resoplar.

—No te hagas el santo, que eres todo menos eso.

—Me ofendes —finjo indignación haciendo que ruede los ojos.

—Si seguro —sonrío—. Esa sonrisa dice mucho.

—Ayer la besé —comento con mi atención puesta en la cerveza en mi mano.

—¿En serio? —pregunta con una sonrisa, asiento—. ¿Y qué tal estuvo?

—Perfecto —va hablar pero lo interrumpo—, y confórmate con saber eso.

—Ok —rueda los ojos—, pero ¿ella cómo reaccionó?

—Bueno, al principio bien.. luego huyó.

—¿Tan mal besas? —pregunta divertido y le doy un puñetazo en el brazo—. Aaah, animal, que me duele todo.

—No es que bese mal, más bien me imagino que le diera vergüenza o se asustara, no sé. De hecho, hoy cuando fui a recogerte, me envió un mensaje diciendo que no podía llevarme a la tienda de su padre porque según ella, estaba enferma.

—¿Le creíste? —niego—, yo tampoco, pero igual eso no me corresponde. Además, recuerda también que son hermanastros, quizás eso le choque un poco —me encojo de hombros viéndolo como posibilidad.

Estacionando fuera de la reja, espero que Luis abra y me permita entrar. La mayor parte del día la pasé en casa de Ricardo y hace solo un rato decidí que era momento de regresar. Cuando la reja es abierta, entro y luego de dejar la moto en su lugar, me adentro en la casa y me encamino directo a la cocina con la intención de comprobar lo que ya me imagino.

Llego a mi destino y como es costumbre ya, me encuentro a Rita moviéndose de un lado a otro con una canción ,de alguien que no recuerdo su nombre, sonando por todo el lugar. Al verme se sorprende y apaga la música.

—Pero muchacho, ¿qué te pasó? ¿Por qué tienes ese rostro todo magullado? —pregunta acercándose a mí.

—Un encuentro indeseado, no te preocupes —me encojo de hombros restándole importancia

—¿En el lugar que te dije que no fueras? —asiento y niega con la cabeza—. ¿Quieres algo para el dolor? —asiento con una sonrisa de boca cerrada.

—Oye Rita, ¿cómo está Manuela? —ante mi pregunta me mira confundida, mientras se acerca con un vaso de agua.

—¿Manuela? —asiento tomando la pastilla que deja en mi mano—. Pues bien supongo, no me ha dicho lo contrario, en la mañana salió con Marina y no ha vuelto aún —sonrío negando con la cabeza.

—Gracias Rita.

—De nada hijo —dice tomando el vaso de vuelta y salgo del lugar dirigiéndome a las escaleras.

Llego a la habitación de Sara, abro y al no verla, entro. La busco en el baño, en el clóset, pero tampoco la encuentro. Con una vena nerviosa saltando en mi interior, salgo de su habitación hacia la mía. Cuando abro la puerta, simplemente vuelvo a respirar cuando la veo dormida, acostada en mi cama. Esto también acostumbrada hacerlo en nuestra antigua casa, niña traviesa. Me acerco a ella y cubro su pequeño cuerpo con una de mis cobijas.

Cuando voy a dirigirme hacia el baño, puedo escuchar el ruido de un auto llegando. Acercándome a la ventana, sonrío al ver llegar el coche de Manuela. Ella baja frente a la casa dándole las llaves a Luis para que se encargue del auto y a los segundos camina en dirección a la puerta de entrada.

Saliendo de mi habitación, entro a la suya y tomo asiento en su cama con el único fin de esperarla. Unos minutos después la puerta es abierta y ella entra. No se da cuenta de mi presencia, hasta que se adentra por completo y levanta la mirada sorprendiéndose al verme.

—Santi.. —dice en un tono bajo con los ojos bien abiertos.

—Hola pequeña.




¡¡¡Holaa!!! Espero que estén muy bien.

Aquí les dejo otro capitulito, espero que les halla gustado y que sepan que todos los que han leído hasta ahora alegran mucho mi corazoncito. 😊

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