✓10. Tu sei mia
Una semana ha pasado desde lo ocurrido con Santiago en su habitación y realmente, ha sido una semana muy tranquila en todos los sentidos. Mis pesadilla no han vuelto y estoy muy contenta por ello. Mi padre llamó hace unos días y dijo que les está iendo muy bien. Con Sara todo perfecto, es una niña muy hiperactiva, pero también muy obediente y linda.
Pero Santiago, él es otro asunto, hablamos poco, aunque he sentido su mirada muchas veces, pero últimamente me he vuelto algo cobarde ante esos ojos verdes y solo me dedico a echarle una mirada cuando él no ve.
Otro dato súper importante y que me tiene algo nerviosa es que mañana es mi exposición. Tengo que llevar mis pinturas para la galería hoy y mis queridos amigos no pueden ayudarme con eso. Marcos no está en la ciudad y Marina tenía problemas con su padre, pero ambos prometieron estar mañana conmigo, así que no me preocupo por eso.
Más bien, le estoy dando vueltas en mi cabeza pedirle ayuda a Santiago para llevar los lienzos, porque no puedo hacerlo sola, eso más que obvio. De hecho fui a buscarlo hace un rato, pero Rita me dijo que había salido y le dejé dicho con ella que cuando regresara viniera a mi habitación, de eso hace ya media hora.
Por tanto, durante ese mismo periodo de tiempo, he estado acostada en mi cama con los ojos cerrados y la cabeza colgando fuera del colchón. Todo se ve al revés, quizás así los nervios se van de una vez, ‹realmente estúpido›, pero quien me entiende…
Tocan la puerta.
—Pasa —digo en la misma posición sin abrir los ojos, escuchando a los segundos como abren y alguien entra.
—¿Qué haces así? —pregunta una voz divertida que reconozco como la de Santiago.
Abro los ojos como platos y me siento en la cama de golpe, ‹mala idea›. La rápida acción me provoca un maldito mareo haciéndome cerrar los ojos nuevamente mientras llevo una de mis manos a mi frente.
—¿Estás bien? —pregunta con su voz cambiando de divertida a preocupada en un segundo.
—Si, no te preocupes, solo me levanté muy rápido y me dio un mareo, es que llevaba un buen rato acostada de esa forma —explico abriendo los ojos lentamente.
—¿Pero qué hacías así? —me encojo de hombros. Camina en mi dirección y se sienta en el borde de la cama junto a mí—. ¿Ya estas mejor? —asiento—. Lo siento, no quería asustarte y que te levantaras de esa forma.
—No importa, no sabías que estaba así, además tú tocaste, no es como si hubieras entrado de la nada.
—¿Y por qué te asustaste entonces? —pregunta con una sonrisa.
—Eh… por nada, solo pensé que era Sara —arquea una ceja—, de verdad.
—Ok, como tú digas —niega con una sonrisa—. Rita me dijo que querías hablar conmigo —asiento—. ¿Para qué soy bueno entonces?
—Bueno.. mañana es mi exposición.
—Lo sé —lo miro.
—Bien.. he.. necesito que me ayudes —digo jugando con mis dedos en mi regazo.
—¿Qué necesitas?
—Es que tengo que llevar los cuadros para la galería. Mis amigos no pueden ayudarme y no puedo hacerlo sola y quería que tú me ayudaras… Si puedes —informo mordiéndome el labio inferior. ‹Si me dice que no estoy jodida›.
—Está bien, te ayudaré —sonrío soltando el retenido—. Pero primero… —estira su mano hasta mi rostro y con su dedo pulgar saca mi labio inferior de la prisión de mis dientes, dejando una leve acaricia en este antes de bajar su mano—, no hagas eso y segundo, ¿dónde están los lienzos?
—… Pues… E-eh… En mi… En mi casa —respondo entre tartamudeos y realmente me odio en este momento por eso.
—Entonces tendremos que ir ahí, ¿no crees? —pregunta sonriendo de lado.
—Si claro… vamos.
—Te espero abajo —levantándose de la cama, camina hacia la puerta y antes de salir de la habitación, me regala otra de sus hipnóticas mirada verdosas.
Cuando cierra la puerta por fin, golpeo mi frente con la palma de mi mano. No se dónde se va Manuela cada vez que lo tengo tan cerca. Resoplando me levanto, cojo mi bolso con las llaves y el teléfono, saliendo de mi habitación unos minutos después. Al bajar las escaleras puedo ver Santi recostado a la puerta de salida.
—¿Lista? —asiento—, bien, vamos entonces. Ya le dije a Rita que saldremos para que cuide a Sara mientras no estemos.
—Bien.
Saliendo ambos de la casa, nos encaminamos hacia el garaje por nuestro transporte. Tenía el pensamiento de que íbamos a ir en mi auto, pero cuando escucho que arranca su moto, dejo mi pensamiento en el aire.
—¿Vas en tú moto? —pregunto caminando hacia mi coche.
—Vamos en mi moto —ante sus palabras me detengo de golpe y volteo en su dirección.
—No pienso subirme en esa cosa —apunto la motocicleta.
—¿Por qué? —pregunta divertido.
—Nunca lo he hecho —respondo, evitando la parte donde le tengo algo de miedo en realidad.
—Por la primera vez se empieza, ¿no crees? —lo miro desconfiada haciendo que ría—. No pasará nada, te lo prometo.
No se por qué, pero sus palabras me dan confianza, aun sabiendo que no puede confirmar su promesa. Al acercarme a él coloca un casco en mi cabeza y unos segundos después, él hace lo mismo para luego montar primero en la bestia de dos ruedas.
—Súbete por la izquierda y cuidado con el tubo de escape, no quiero que te lastimes.
Asintiendo, hago lo que me dice, monto y antes de colocar las manos en la parte trasera de la moto, él las toma y me hace rodear su cintura con ellas.
—Agárrate fuerte.
—No vallas tan rápido, por favor —pido en voz baja y lo escucho reír.
Después de darle la dirección, arranca saliendo del garaje con dirección a mi casa. Compadeciéndose de mí al no ir tan rápido como se lo pedí. Cuando llegamos a nuestro destino bajo de esa cosa y le propongo que entre la moto para el garaje y así lo hace mientras yo me dirijo hacia la puerta de entrada, abro la misma y entro con él siguiéndome los pasos.
—Bienvenido a mi casa —digo dejando mi bolso en uno de los sillones.
—Es muy diferente a la casa de tu padre —comenta curioso mirando todo a su alrededor.
—Lo se, pero me gusta mucho vivir aquí, es mi espacio —asiente de acuerdo—. Ven.
Vamos hasta mi estudio. Nunca he traído a nadie aquí. La pasada exposición eran pocos cuadros y los saqué yo sola, pero esta vez son demasiados. Abro que está entreabierta y entramos.
—Wow, hay muchos cuadros aquí —expresa asombrado mirando todo.
—Si, hay muchos que no tienen sentido alguno, pero igual los conservo.
—¿Cuáles vas a exponer? —le señalo una esquina donde están los lienzos de la galería tapados con una lona blanca—. ¿La puedo quitar? —pregunta refiriéndose a la lona y asiento—. Ok… son muchos cuadros. ¿Cómo pensabas llevar todo esto si yo te decía que no?
—Hubiera tenido que alquilar algunas manos extra —me encojo de hombros.
—¿Te parece que haga una llamada?, necesitamos transporte para llevar todo esto —asiento y sale la habitación.
Ana ya le ha dado promoción a la exposición y me dijo que ya habían muchos confirmados. Eso me tiene más nerviosa, ya que será mía solamente. La vez anterior fue junto con ella, esta será mi primera vez como anfitriona. Acortó la distancia que me separa de los cuadros y me pongo a observarlos con cariño, me encanta esto, nunca me cansaré de decirlo.
—Pequeña —volteo ante la voz viendo a Santi en la puerta del estudio guardando su teléfono en el bolsillo del pantalón—, ya el transporte está en camino.
—Bien, ayúdame a llevar los cuadros hasta el salón.
Asiente y entre los dos comenzamos a sacar los lienzos del estudio. Cuando solo quedan por sacar tres, se escuchan unos toques en la puerta.
—Abre, yo voy a traer los que faltan —habla y se pierde por el pasillo.
Voy hasta la puerta y abro encontrándome con un chico alto, de ojos azules y bastante guapo vale decir.
—Hola, chica bonita —dice con una sonrisa de lado mirándome de arriba abajo haciendo que levante las cejas—. ¿Está Santiago?
—Eh…
—Ricardo déjala en paz y no mires mucho, que ya está fuera de tu alcance —ante esas palabras miro confundida a Santiago que habla detrás de mí.
—Tranquilo fiera, solo bromeaba. Bonita soy Ricardo —estira su mano en mi dirección—, el mejor amigo de aquí el señor mandón —sonrío ante esto último y acepto su saludo.
—Yo soy Manuela —sonríe.
—Bueno, ya que estás aquí, ayúdame a subir los lienzos con cuidado a la camioneta —le pide Santiago y vuelve a irse al estudio.
—Ya lo vez, mandando todo el tiempo —camina hacia los cuadros y los observa por unos segundos—. Oye, si que eres buena en lo que haces.
—Gracias.
Tomando uno con cuidado, sale, en el mismo momento que llega Santiago con el que quedaba en el estudio poniéndolo junto a los demás.
—Este es el último pequeña.
—Oye —digo llamando su atención— ¿Por qué le dijiste a Ricardo que ya estaba fuera de su alcance, a qué te referías con eso? —ante mi pregunta sonríe y acomodando el lienzo se empieza acercar a mí.
—Me refería a que tú no serías una más de sus conquistas —me sorprendo ante su respuesta.
—¿Y cómo estás tan seguro de eso? —pregunto sin apartar la mirada de la suya.
—Porque yo no lo dejaría —dice atravesándome con esos ojos esmeraldas.
—¿Por qué? —me atrevo a preguntar nuevamente en voz baja. Vuelve a sonreír y se pega a mí completamente acercando sus labios a mi oreja haciendo que se me corte la respiración.
—Porque… Tu sei mia piccola —dice en un susurro que me hace erizar por completo. Baja su boca rozando mi piel y deja un tierno beso en mi mejilla que me hace cerrar los ojos—. Sei mia —vuelve a repetir con ese toque posesivo que me estremece.
Alejándose de mí, toma uno de los cuadro dedicándome una última mirada antes de salir por la puerta. Y yo.. bueno yo me quedo ahí, parada como idiota procesando lo sucedido.
—¿Estás bien? —pregunta Ricardo, algo divertido por sabrás dios que, sacándome de mi trance y asiento—. ¿Segura?, estas algo sonrojada.
Por instinto toco mi rostro y si, lo siento un poco caliente, ‹por dios›.
—Si, estoy bien, es solo el calor —digo con una sonrisa forzada, ‹bendito calor›.
—Si tú lo dices —se encoge de hombros y toma otro cuadro.
Cuando veo que sale, me dirijo hacia la cocina y me sirvo un poco de agua.
‹Pregunta, ¿qué hacía yo, preguntando tal cosa a Santiago? Yo y mi bocota›.
—Manu —me sobresalto ante su vos y volteo.
—¿Qué?
—Ya están todos los cuadros en la camioneta de Ricardo. ¿Nos vamos?
—Si, vamos a la galería.
Salgo de la cocina con él siguiéndome los pasos, salimos ambos de la casa y él va en busca la motocicleta. Poniéndome el caso nuevamente, se monta para luego hacerlo yo. Y luego de decirle a su amigo que lo siga, arranca en dirección a la galería de arte.
Al llegar a la galería, lo primero que hago es buscar a Ana, la cual me recibe como siempre, con un abrazo bien fuerte. Los chicos bajan todos los cuadros y les indico donde acomodarlos. Ya todo estaba listo para mañana, solo faltaba lo principal que eran las pinturas.
Cuando ya está todo preparado, decidimos irnos. Me despido de Ana, la cual me tranquiliza diciéndome que daría los últimos retoques para que todo quedara perfecto. Ya estando los tres afuera, me despido de Ricardo que me cayó muy bien a decir verdad.
—Bueno bonita, fue un gusto conocerte.
—A ti igual y gracias por la ayuda. Te puedes pasar mañana si quieres, serías invitado especial —le ofrezco sonriendo.
—Me gustaría, pero no puedo —dice con una sonrisa apenada—, pero de todos modos ya tuve la exclusiva hoy —comenta divertido.
—Claro que sí.
—Y tú mandón, nos vemos luego —estira el puño chocándolo con el de Santi.
—Dale casanova y gracias —el mencionado se despide con la mano mientras se monta en la camioneta y unos segundos después se marcha.
—¿Nos vamos pequeña? —asintiendo montamos en la moto y salimos con destino a casa.
Mientras vamos en camino, apoyo la cabeza en su espalda, por un momento siento que se pone tenso, pero solo pasan segundos hasta que se relaja. Estoy algo cansada, fue un día algo movido y mañana lo será aún más.
Cuando llegamos, Santi me ayuda a bajar y mientras él va a parquear la moto, yo me encamino hacia la casa. Al abrir la puerta de entrada y entrar veo a Sara llegando al final de las escaleras la cual al verme sonríe y corre hacia mí.
—Manuu, ya volvieron —agachándose un poco, la tomo en brazos cuando está junto a mí.
—Hola bonita, ¿te portaste bien con Rita?
—Si, me porté muy bien —sonríe—. ¿Y Santi?
—Aquí princesa —dice el mencionado entrando por la puerta. Sara al verlo estira sus brazos hacia él, Santi la toma en brazos y le da un beso en cada una de sus mejillas haciéndola reír.
Ambos nos encaminamos hacia la cocina junto con la niña y como se ha hecho común es estos últimos días, nos encontramos a mi nana cantando mientras se mueve por la cocina.
—Nanaaa —ante mi llamando voltea sonriendo instantáneamente.
—Oh chicos, ya volvieron.
—Ni modo que vengamos en camino aún —comenta Santi divertido provocando que Rita le lance el paño que traía en su mano haciéndonos reír a Sara y a mí.
—Ya la cena está casi lista, así que ustedes dos pueden tomar una ducha si quieren. A la niña la bañé yo hace un rato.
—Bueno, si es así, voy a ducharme y en un rato estoy aquí —informo y me encamino hacia las escaleras, sintiendo los pasos de Santiago detrás de mí, aunque volteo a confirmarlo.
Entrando a mi habitación, dejo mis cosas en la cama y entro directo al baño. Me doy una rica ducha de quince minutos, saliendo luego y cambiándome con ropa cómoda. Dejo la habitación y cuando llego al comedor, ya están los demás sentados, al parecer esperando por mí. Me disculpo por la demora y tomo asiento. La cena transcurrió tranquila como siempre, algún que otro comentario de la niña y una o dos miradas perdidas que se encontraron por ahí.
Mirando la hora en mi teléfono, veo que son las 12:00 am y yo no he podido dormir pensando en el día de mañana. Levantándome, decido ir por un poco de agua. Al bajar las escaleras voy hacia a la cocina, abro la nevera y sacando la jarra, me sirvo un vaso de agua. Cuando doy el primer sorbo, veo a Santiago entrar.
—¿Qué haces despierta a esta hora? —pregunta apenas me ve—. Mañana tienes que levantarte temprano.
—Lo sé, pero no podía dormir.
—¿Por? —cuestiona tomando la jarra de mi mano y sirviéndose agua también.
—Los nervios, supongo —me encojo de hombros.
—Todo va a salir bien, ya verás. Tus pinturas son fantásticas y van a arrasar —sonríe mientras da el primer sorbo del líquido.
—Gracias —pienso en algo y…—. ¿Vas a venir? —pregunto haciendo que me mire como si estuviera bromeando.
—Claro que iré, te dije cuando tu padre me contó que te acompañaría. Además no te dejaría sola en esto —sonrío ante sus palabras y desvío la mirada.
—Gracias por lo de hoy Santi.
—No fue nada —ladea el rostro con una sonrisa—. Ahora vamos, que ya tendrías que estar durmiendo hace rato.
Dejamos los vasos en la mesa y subimos las escaleras en silencio. Pero cuando voy a entrar a mi cuarto, Santi toma mi mano haciendo que voltee en su dirección.
—Oye —con una de sus mano en mi mentón hace que levante el rostro y lo mire—, mañana todo será perfecto ¿ok? —asiento encantada en sus ojos verdes—. Solo descansa, que en unas horas será tú día —acaricia mi mejilla y deja un beso en el lugar haciendo que cierre los ojos y deje escapar un suave suspiro—. Entra, anda —susurra cuando se separa.
Lo hago y antes de cerrar por completo, le sonrío, haciendo que él lo haga también. Me acuesto y cierro los ojos, voy a confiar en tus palabras Santi, mañana será un día perfecto.
Hola pequeñeces, ¿qué les pareció el cap? Espero que les halla gustado.
Glosario:
*Tu sei mia piccola: tú eres mía pequeña
Este es mi Instagram: soy_thati_3000; donde estaré publicando cositas sobre la historia así que los invito a darle un vistazo nenes ☺️.
Se les quiere un montón <3
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