-Leandro, despertad, rápido.

-Vamos, Náyade, dejadme dormir.

-Eres un flojo, vaya que no levantarte el día de vuestra coronación.

 El ahora adulto se levantó rápido y comenzó a vestirse.

-No te había visto tan nervioso desde el día en que nos casamos.

-No me gustaría cometer otro error –dijo con una sonrisa.

 Náyade hizo un movimiento con sus manos y el agua de un florero fue a estamparse en la cara del príncipe, quien se acercó a su mujer y la tomó de la cintura.

-Casarme contigo ha sido lo mejor que me ha pasado.

 Ella le sonrió, y alguien tocó en la puerta.

-Mi lord, la gente os espera.

 La cara de preocupación regreso a Leandro.

-Ay, vamos. Podéis enfrentaros a demonios pero no puedes ir a verle.

-Ha pasado tanto tiempo, y nunca me sentí digno.

 Las puertas del gran salón se abrieron, dejando entrar al príncipe y su mujer a la presencia del dragón. Un viejo William, recargado en un bastón, le miraba con ternura. Sus ojos, curados años atrás por el Dios Creador, eran color marrón con un toque de sabiduría.

 Todos los presentes comenzaron a aplaudir. El dragón tomó la palabra.

-Por tus acciones en beneficio del mundo, y ahora que ya eres mayor de edad, como hijo del anterior rey, es mi deber, y un honor, proclamarte  rey de esta tierra, para que la protejas y la eleves a lo más alto. Le pido a la reina anterior que por favor entregue la corona.

 Lynnes, que portaba un vestido verde largo, entregó el cetro y la corona real al chico de cabello dorado, quien se la colocó en los lugares correspondientes. 

 -Aclamad a su nuevo rey.

 Todos hicieron reverencia ante su persona, y el sol entrando por las ventanas, tiñéndolo todo de amarillo, fue  la señal de que a partir de ese momento, todo iba a ser mejor.

Aquel chico maldecido

A su tierra ha regresado

Su historia se cuenta

Hasta en el valle más bajo

Aquel que lo perdió todo

Ha encontrado justicia divina

Prueba de que con voluntad

Todo se archiva

La leyenda del maldito

Por fin ha terminado

Ahora ustedes

¿Cuál es vuestra historia?