Capítulo 9
El canto de las aves despierta a Azul, haciendo que admire el amanecer a través de la tela fina que los cubre y protege de los insectos. Las ventanas ya están abiertas y los rayos del sol no tardan en entrar junto con la fresca y agradable brisa.
—Que hermoso —piensa para luego soltar un suspiro. En ese momento siente algo cálido a su lado, Chiara suelta un bostezo para luego estirarse. Ella se encuentra acurrucada a su lado en la hamaca, pues, anoche, Azul se veía tan tranquilo durmiendo que no quiso molestarlo y simplemente se acostó a su lado. Con un mal movimiento, él termina sobre la muchacha, aunque continúa dormida y sin inmutarse—. Lo siento —susurra. No quiere imaginarse lo que pasará si la despierta de su profundo sueño, tal vez lo golpee o peor. En ese momento, sus ojos bajan hacia la extraña línea que está en el pecho de la castaña. Además nota cierta hinchazón en la zona.
Él se pregunta si estará enferma o tal vez comió algo que la dejó así. Cuando está a punto de tocarla, alguien aclara su garganta, haciendo que su mano regrese a su lugar rápidamente. Louis está de pie frente a la hamaca y mira a Azul con el ceño fruncido.
—Puedes engañar a los demás, pero no a mí —murmura el jovencito, dándole una última mirada antes de salir de la casa.
—¿L-Lu? —Chiara abre sus ojos lentamente. Azul queda paralizado cuando sus miradas se cruzan, ella no dice nada y, simplemente, acomoda su ropa para ocultar su escote.
—No e-estoy haciendo nada. —El rubio se tambalea en la hamaca y termina cayendo de cara. Chiara ríe por un momento, aunque calla de inmediato al ver sangre. Rápidamente se baja y busca unos paños limpios para detener el sangrado.
—Torpe —le dice al momento de limpiar las gotas que brota de su frente. Azul cierra un poco los ojos cuando siente el tacto frío contra su piel.
—No es nada, siempre sale ese líquido rojo cuando me golpeo.
—Se llama sangre y debes hacer todo lo posible para que permanezca dentro de ti. —Chiara vuelve a humedecer el paño y suavemente limpia la herida. La zona no tarda en volverse roja a causa del golpe—. Tu piel es muy delicada, cualquier rasguño podría... —Ella se pierde por un momento, mientras acaricia las mejillas del muchacho rubio. Disfruta de la suavidad bajo su tacto y la compara a la de los pétalos, incluso se atreve a acariciar su cabello. Apartando las hebras doradas para evitar que toquen la reciente herida. Un momento después se aleja, diciendo que ya terminó de curarlo y que pronto estará como nuevo. Azul se siente extraño, nunca nadie había curado alguna de sus heridas. Sólo su médico robot lo había hecho. Sin embargo, ahora tiene una pequeña sonrisa que no puede ocultar.
—Bien, ya amaneció. —Chiara camina hacia él y coloca un par de pieles en sus brazos. Dejándolo paralizado al sentir el suave pelaje—. Es tu nueva ropa, debes verte como un cazador. No puedes quedarte con la que tienes, ya está un poco desgarrada.
Bajando la mirada hacia su cuerpo, nota que la tela tiene varios hoyos y partes rotas, como las uniones de las mangas. Azul le pide, por favor, otra ropa. Pero Chiara insiste con las pieles.
—Vi a varias personas con vestidos largos y rectos, yo podría-
—Eres uno de nosotros, no puedes vestirte diferente.
—¿Aquí importa más lo que cada uno vista? —cuestiona mirando a los ojos a Chiara. Una sonrisa aparece en su rostro por un momento al verla negar suavemente, pero la respuesta lo deja sin palabras.
—Si, si importa. Son más que unas simples pieles, es lo que somos.
Azul asiente, para luego desprender los botones de sus, ahora viejos, pantalones ante Chiara. Ella se ve inquieta y lo empuja hacia el baño, diciendo que lo haga allí y no en plena sala. Sus pantalones quedan atrás en ese correteo, entonces, una vez dentro de las cuatro paredes de madera tallada, se quita el resto poco a poco. Dejando las telas rotas sobre el inodoro de cerámico. Del otro lado de la puerta, Chiara levanta las telas desgarradas con dos dedos y la extiende ante sus ojos. Esos pantalones ya está en sus últimas, aunque parecen nuevos.
—¿Cuándo compraste tu ropa? Es una duda que me surgió de repente.
—Ammm, Sam... la compró hace una semana. Combinábamos.
Ella roda los ojos al escuchar unos lloriqueos del otro lado. Luego acerca la tela y la estira con fuerza, esto basta para romper la pieza en dos. Dejando a la muchacha con dos conclusiones, se ha hecho más fuerte o simplemente eran de papel. Unos minutos después, Azul sale del baño vistiendo otros pantalones, una camiseta y chaleco. Todo de cuero marrón y suelto para mayor movilidad. Tímidamente levanta la mirada para toparse con la de Chiara, ella mantiene una pequeña sonrisa en su rostro.
—¿Cómo te sientes? No te desmayes —dice al ver el pálido semblante del rubio. Él hace movimientos lentos con esa ropa y su rostro expresa cierta incomodidad.
—S-Si, es que... No me acostumbro aún a que los animales sean comida.
—Aquí todos lo somos.
Chiara lo guía hasta el pueblo nuevamente, y Azul tiene otra oportunidad para verlo más a detalle. Las personas se saludan con amabilidad al cruzarse por delgados senderos de adoquines, hasta una mujer le dio los buenos días con una sonrisa en el rostro. Él respondió el gesto de la misma manera, preguntándose porqué en casa nadie se saluda así. Además, a parte del saludo, notó la vestimenta de las personas. Hay ciertos grupos que llevan el mismo diseño, aunque hay otros que llevan ropa muy diferente. Aún así todos parecen convivir en armonía.
—Las diferencias son malas. Todos somos iguales —se dice a sí mismo, recordando las lecciones en la Sede con sus cuidadores. De repente, el grito de Chiara lo saca de sus pensamientos y detiene sus pasos.
—¡Lau, Lau!
—¡Chi, Chi! —La chica morena responde el saludo y camina hacia la joven cazadora—. Como él no pidió nada en especial, sólo revisé mi armario. —Ella extiende una manta de un metro sobre su mesa de trabajo, dejando al descubierto una colección de cuchillos de caza.
—Gracias, ¿qué quieres como pago? Alguna parte especifica de res o...
—De hecho, sólo quiero una cosa. Un abrazo.
Chiara abre sus brazos en espera de Laurasia. Pero esta la aparta y señala al joven detrás de ella, Azul mantiene distancia hasta que la castaña lo llama.
—Ammm, ¿ya estás mejor?
—¿Por qué preguntas?
—Los gritos significan enfado —responde, sintiendo alivio al verla sonreír ahora.
—No siempre, Color. —Ella se coloca detrás y lo acerca a Laurasia, dejando confundido al muchacho—. Hora de pagar por las armas.
—Oh. —Él se apresura a revisar sus bolsillos, aunque gastó todo su dinero en aquel bar antes de venir.
—Sólo quiero un abrazo. —Laurasia se apega a Azul. Confirmado que su piel es suave como la de un niño pequeño y que huele bien, aunque no haya tomado una ducha en dos días. Muy diferente a los hombres velludos y rudos que habitan en el pueblo, a los cuales están acostumbradas a ver.
Azul queda inmóvil en todo el abrazo, su mente tarda en descifrar porqué el pecho de Laurasia también está hinchado como el de Chiara. No encuentra explicación alguna y eso es extrañamente frustrante.
Un momento después, la morena se separa, sintiéndose satisfecha con su paga. Pero Azul no acepta el cuchillo que Chiara eligió para él, sigue diciendo que no cazará.
—Los cazadores hacen eso —dice Laurasia mirando al joven—. Alimentan al pueblo con los animales que cazan, utilizamos las pieles en invierno y yo tengo trabajo.
—P-Podría hacer lo que haces tú.
—Si, si tan solo pertenecieras a la familia de herreros. Pero no es así.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top