Capítulo 7
La hija del patriarca llama a los demás líderes de las familias para comunicarles la presencia de un "domoniense" en el pueblo. Así se forma una gran reunión en el centro del mismo, ya que cada líder es acompañado por su familia. Donde la mayor discusión será qué hacer con el muchacho.
—Bienvenidos y disculpen las molestias. Pero algo muy importante acaba de pasar y mi padre necesitaba a todos reunidos —anuncia la mujer estando sobre un escenario, el cuál está hecho de rocas. El hombre se acerca poco a poco a su hija, con la ayuda de un bastón y mira a la multitud.
—Chiara, de la familia de los cazadores, encontró, aproximadamente a las 21 horas del día de ayer, a un individuo gritando por el bosque. Ella estaba realizando sus investigaciones hasta que escuchó al domoniense, quien delataba su posición a cualquier depredador. Ella actuó y lo trajo ante nosotros. —Él hace una pausa para indicar que dejen pasar al muchacho—. Al parecer, él fue enviado con una carta para Marco Espinosa.
La multitud comienza a murmurar luego de escuchar ese nombre. Azul, por su parte, se encuentra paralizado, los colonizadores no son cómo se los había imaginado. Ni siquiera viven en una cuidad, no hay calles, ni autos. Nada.
—Hola, soy Azul Santana, hombre y pueden usar el masculino. S-Solo hablaré con Marco y me iré. Díganme donde está —dice, cuando se llena de valor para hablar. Sus palabras vuelven a atorarse en su garganta al ver a niños entre la multitud, de todas las edades. Incluso bebés.
—Él no está y nadie sabe a dónde fue —responde una anciana que está en las primeras filas.
—Pero puede regresar. Yo-
—No lo entiendes —lo interrumpe un hombre alzando la voz—. Se marchó hace tiempo y aquí nadie sobrevive solo.
_Lo esperaré. —Azul se aferra a la carta mientras mira a todos con el ceño fruncido.
—¿Qué opinas Michel?
—No podemos obligarlo a volver —responde el mismo hombre.
—¿Señora Abigaíl?
—Nadie querrá llevarlo de regreso, ¿o sí? —La anciana mira a su alrededor, todos callan—. Me lo imaginaba.
—¿Máximo?
—Lo mejor sería ubicarlo con una familia, con alguien que se ocupe de él. Ya que no quiere regresar.
—Bueno, ya está. Papá... —ella mira al anciano, quien se encuentra dormitando de pie—. Hey.
—¿Ya decidieron? ¿Nos lo comemos? —pregunta rápidamente mientras mira a su alrededor.
—¡¿Qué?! —exclama Azul.
—Solo está bromeando. —La mujer el sonríe al verlo un poco más pálido—. Bueno, aquí hay diferentes familias. Debemos preguntar cuál está interesada en acogerte.
—¿Qué es familia?
Una estruendosa risa se escucha en la multitud y todos voltean a ver a Chiara. A los pocos segundos calla mientras mira a su alrededor.
—No es gracioso, ya sé —dice dando unos pasos hacia el escenario—. Yo lo encontré, viene conmigo. —Ella mira al patriarca y luego a su familia.
—No, no y no —protesta Louis—. Di algo papá.
—No hay problema —responde dejando al menor con la boca abierta.
—Está decidido. Azul Santana ahora es parte de la familia de los cazadores. Uno más de nosotros —anuncia el patriarca, dando por terminada la reunión. Así, todas las familias regresan a sus actividades rutinarias.
Chiara toma del brazo al rubio para llevárselo consigo y con su familia. Él, en medio de estornudos, camina como puede entre la multitud que se dispersa poco a poco. Prácticamente está siendo arrastrado por ella. Ellos se separan del resto para caminar un poco más. Entre los árboles de levanta una compleja construcción de madera, sostenida por las gruesas ramas.
—Bienvenido a casa, bueno. Una de ellas —dice Chiara, subiendo los primeros escalones de la escalera de cuerdas.
—¿Hasta arriba?
—Le tienes miedo a las alturas.
—No, a caer.
—Es seguro, creeme. Además es hora de comer. —Ella le indica subir primero—. Sólo no mires hacia abajo.
Azul sigue su consejo y avanza poco a poco, así, en un segundo, logra llegar a la casa. Junto al final de la escalera se encuentra un barandal, del cual se sostiene para ponerse de pie. Chiara llega junto a él y lo empuja hasta el interior. Las paredes se encuentran talladas con diferentes formas, algunas son figuras geométricas mientras otras se parecen a flores. Pero, también, hay pieles de animales decorando los muebles y el piso.
Aunque su impresión es olvidada rápidamente al percibir un delicioso aroma. Nunca había sentido algo así antes, pero su olfato le indica que es comestible y, además, su estómago comienza a rugir. Ve a la familia sentarse en la mesa, sólo hay cinco asientos. Entonces él se coloca sobre el regazo de Chiara, cosa que la deja paralizada.
—Hey, quítate —Louis es el primero en reaccionar, aunque es su hermano quien empuja al rubio.
—¿Qué?
—Te vuelves a acercar así y te lanzo por la ventana —responde, para luego volver a sentarse en su lugar.
—Pero... —Azul permanece de pie unos segundos más hasta que Chiara extiende una mano hacia él. Con ella sostiene un plato que contiene unos cubitos marrones y ensalada a medio comer.
—Las raciones están contadas, ahora debemos cazar para uno más —comenta el hombre de la casa con la boca llena.
—Fue su idea traerlo —responde Louis señalando a su hermana con un cuchillo.
La discusión continúa en la mesa mientras Azul observa con atención la comida. Reconoce la ensalada de lechuga, cebollas y tomate. Pero los cubitos cortados son algo completamente nuevo, además desprenden ese olor. Sin pensar mucho, toma el tenedor de Chiara y pincha uno. La textura es suave, aunque también tiene una parte dorada y crujiente.
—Mmm —tararea al sentir el buen sabor. Además se lo acompaña muy bien con de la ensalada—. ¿Qué es? Jamás había probado algo tan...
—¿Te gusta?
—Si.
—No lo escupirías, ¿o si?
—Claro que no.
—Es carne vacuna —responde finalmente Chiara.
Azul expulsa todo al escuchar la palabra carne, haciendo un gran desastre sobre el piso de madera. Esto conmociona a la familia a tal punto que todos, incluyendo Chiara, quieren arrojar al muchacho por la ventana.
—¡Dijiste que no escupirías nada!
—¡Están locos! ¡¿Cómo pueden comer carne?!
—Era una parte de mi ración, idiota. Trágate la ensalada. —Chiara se levanta de la mesa y limpia todo, mientras Azul intenta quitar el sabor a carne de su boca.
—Agr, quedó entre mis dientes.
—Tú también escupías cosas cuando eras pequeña —le recuerda su madre mientras limpia su boca.
—Si, pero eran verduras —responde Chiara mientras toma a Azul del cuello de su ropa y lo lleva hacia afuera. Lo obliga a bajar rápidamente del árbol y, una vez sobre tierra firme, continúa arrastrándolo—. Por Moral, eres como un niño, no, peor. Pero tranquilo, cuando termine contigo podrás moverte con seguridad hasta en las profundidades de la oscuridad.
—¿Que?
—¿Haz trabajado antes?
—S-Si, soy mozo en un restaurante, pero...
—Hablo de un trabajo que sirva aquí, no dentro del domo —Chiara se detiene un momento para girar y mirarlo a los ojos—. ¿Sabes cazar? ¿Algo de carpintería? ¿Herrería? ¿Astrología?
Azul niega a todo, desconociendo el significado de la mayoría de esas palabras. Chiara bufa y vuelve a arrastrarlo, llegan nuevamente al pueblo y allí se encuentran con otra persona.
—Ella es Laurasia, hace las armas para la familia y te hará una a ti. Hola.
—Buenas tardes, Chi. Hola Azul, ¿te gustaría una navaja, lanza o flechas?
—¿Para qué? Además, antes de hablar, se debe preguntar a la otra persona cómo le gustaría que se dirijan a ella siempre. Porque puede que hoy se sienta de una manera y que al día siguiente de otra. —Ambas chicas miran al rubio en silencio, intercambian miradas por un momento y Laurasia sonríe.
—¿Y cómo hablarías con nosotras si no quisiéramos responder?
—Bueno... Yo. Supongo que no hablaría y ya —responde mientras juega con sus manos. Nada de lo que aprendió en la Sede puede responder a esa pregunta.
—O no te preocupes por eso. No importa —dice Chiara subiendo y bajando los hombros.
—P-Puede ser.
—¿Estás segura de esto? —le pregunta Laurasia en voz baja a su amiga—. Ella es tan...
—Es un chico, descuida, yo también estaba confundida hasta que vi su pene.
—Jeje, es más femenino que nosotras. ¿Cuándo se lo viste?
—Se desmayó al golpearse la cabeza. Además me trataba como una mascota.
—Conozco esa sonrisa, Chiara. ¿Qué harás?
—Es una oportunidad que no pienso desperdiciar. Este chico es una hoja en blanco.
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