Capítulo 5
Azul escuchó al hombre hasta que la hora de la visitas terminó. Al marcharse llevó el mapa del anciano con él y le prometió que encontraría a su amado. Cuando se topó nuevamente con su antiguo cuidador, le dio las gracias por traerlo.
—¿Cómo te fue?
—El señor está mal, nada de lo que dice tiene sentido.
—Bueno. Ya casi es hora de mi trabajo, ¿sabes cómo regresar?
—Si —él asiente y se despiden, prometiendo que se verían en otra oportunidad.
Una vez solo, Azul baja la mirada y busca el mapa en su bolsillo. Sólo debe tomar un autobús más para llegar al límite del domo. El viaje dura un poco más de tres horas, en todo ese tiempo él observó pasar cientos de edificios, de todos los tamaños y colores, mientras el sol se fue moviendo poco a poco en el cielo. Cosa que le sorprendió, en la Sede las luces se apagaban cuando todos se iban a dormir. Pero aquí, la gigantesca luz que los ilumina va cayendo lentamente, creando un paisaje de luces y sombras espectaculares.
—Última parada —escucha al conductor. Entonces desciende con cuidado y el transporte regresa por donde vino. Azul mira a su alrededor con curiosidad, esta parte de la cuidad no está habitada ni tampoco hay grandes edificios. Sólo pequeñas casas en malas condiciones, que fueron abandonadas hace tiempo.
Al chequear el mapa, logra encontrar las puertas que separan su mundo del más allá. No puede ver nada detrás del domo, debido a un gigantesco panel oscuro que se alza a unos 60 metros del suelo. Este, tal vez, rodea el domo por completo. Él traga saliva, y reconsidera por un momento. Sabe que esto es una locura, aunque, también le prometió a ese anciano encontrar a su pareja.
—Por ti —susurra cerrando sus ojos. Un segundo después, camina hacia las grandes puertas. Las mismas se encuentran cerradas con grandes tablas de maderas que las atraviesan.
—No habrá guardias, los que quedaban ya se jubilaron. —En este momento recuerda las palabras de aquel anciano—. Vuelve a cerrar las puertas para que nadie lo note.
Así, luego de quitar los tablones. Azul vuelve a cerrar las puertas. Pero no las asegura. Al voltear se encuentra con unos árboles que casi tocan el cielo, desde su punto de vista. Estos gigantes mecen sus ramas con la brisa, la cual también acaricia toda la piel expuesta del muchacho.
—Que frío —murmura mientras se abraza. Ahora sabe que no fue una buena idea venir sin ropa ni comida a este lugar tan extraño. Pero no puede dar marcha atrás, sino, no tendrá el valor para regresar.
Convencido de su misión, comienza a recorrer el más allá mientras llama a los colonizadores. No parece tener fin y Azul se siente pequeño junto a ésos árboles y la inmensa oscuridad que lo rodea. La gigantesca luz se fue y él no sabe cuándo regresará exactamente. Su voz resuena en medio del bosque, cosa que llama la atención de más de un animal predador que ronda cerca.
—¡Hola! ¿Pueden escucharme? —trata de gritar lo más fuerte que le permite sus cuerdas vocales. Sin embargo no recibe respuesta alguna—. No veo ningún edificio aquí —se dice a sí mismo. Al callar comienza a escuchar extraños sonidos que provienen de la oscuridad.
—Hola. —Algo se mueve frente a él, apenas puede distinguir una cosa negra que camina en cuatro patas—. ¿S-Sabes donde están los...? —Al levantar su mano para saludar, algo se envuelve por su muñeca y lo levanta. Azul suelta un grito al sentir que sus pies pierden contacto con el suelo. El pánico lo invade cuando ve que la tierra quedó muy lejos, intenta soltarse. Pero, entonces, siente unas manos tomar su torso. Sus pies tocan algo firme y se aferra a esa persona, mientras su cabello baila con el viento que sopla a esa gran altura.
Alguien coloca una mano en su cara y lo aleja de un brusco movimiento. La brillante luna ofrece su luz y Azul puede ver que se encuentra en una casa pequeña, la cual está sobre un árbol. A muchos pies de altura. Rápidamente se aleja del borde y se acerca a la persona que lo trajo hasta allí.
—H-Hola. ¿Cómo te gustaría que me dirija hacia tu persona y qué artículo y género de palabras debería usar? —dice sonriendo, feliz por encontrar a un colonizador que no camina en cuatro patas. El ser frente a él ladea la cabeza. Tiene el cabello largo y enmarañado, además usa ropa muy diferente a la suya. Azul continúa sonriendo mientras espera la respuesta. Aunque la otra persona está más entretenida dando giros a su alrededor y tocando su ropa y cabello con curiosidad—. Ammm, soy Azul Santana, hombre y puedes usar el masculino.
Al parecer lo no escucha y acuna su rostro con sus manos ásperas. Se divierte un momento acariciando y estirando sus mejillas, hasta que se aparta. Toma una postura más firme y se señala.
—Chiara.
—¿Ese es tu nombre?
—Chiara.
—Mmm, es un gusto conocerte. ¿Sabes dónde se encuentran los colonizadores? Se parecen a mí y deben vivir en ciudades. —Azul se siente un poco desilusionado al ver que sólo lo observa y hace muecas a cada cosa que dice—. No entiendes —suspira frotando su rostro. Algo debió pasar con Chiara para que sea así, definitivamente se comporta muy extraño y parece que no comprende las palabras más básicas. Azul mira a su alrededor con la esperanza de ver algo desde esa gran altura. Pero los demás árboles obstruyen su campo visual. Además la noche tampoco ayuda.
—Eh... Dormir. —Le toma del brazo para guiarlo dentro de esa construcción precaria, hecha de madera y lianas.
—No puedo, debo seguir buscando.
—Ser... eh, de noche. Miedo de la oscuridad —responde mientras coloca una manta sobre su espalda—. Frío —agrega luego de arroparlo. Chiara también se cubre con esa manta suave y se acerca demasiado a él.
—Disculpa pero... Estás invadiendo mi espacio personal. —Azul sólo recibe una mueca en respuesta, luego Chiara intenta cerrar sus ojos con las manos.
—Dormir, ya.
—Bien. —Él había olvidado por un momento que en la Sede también le ordenaban dormir. Esto le trajo muchos recuerdos. Los mismos hacen que sus ojos comiencen a llorar, en su sueño aún está a su lado y repite su nombre una y otra vez.
—Sam... Sam...
Chiara ve con curiosidad como el muchacho se sacude, también nota la humedad en sus largas pestañas. Su vista ahora de traslada a la muñeca derecha, tiene una fea coloración roja, debido a la cuerda que usó. Entonces busca el ungüento para heridas entre sus pertenencias y coloca un poco en esa suave piel. Tal vez, con sólo un roce, puede que termine muy lastimada por lo delicada que es.
—En qué problema me metí.
—¡Sam! —Azul se levanta de golpe, asustando a Chiara y haciendo que caiga sentada. Él tiene la respiración agitada y mira a su alrededor con desesperación—. ¿Dónde, eh...? —Se arroja sobre las suaves mantas e intenta tranquilizar sus rápidos latidos.
—¿B-Bien? —pregunta Chiara levantando una ceja.
—Solo fue un pesadilla, una cosa fea que... aparece en tu sueño, ¿entiendes? —No le presta atención, ya que se encuentra guardando todas sus cosas dentro de una mochila de cuero—. ¿Qué estás haciendo?
—Hum... Coloni-
—Colonizadores.
Chiara asiente rápidamente y señala un lugar alejado, más a allá de los árboles. Con cuidado comienza a bajar del árbol con ayuda de una escalera de lianas. Azul la sigue luego de tragar saliva.
—Yo... Eh, llevarte con... Ellos.
—Pero aún tengo sueño. —Él bosteza y ve como la gran luz brillante comienza a salir de entre los árboles. Alguno rayos de sol logran penetrar el denso follaje, dando un poco de luz al ambiente. Azul ahora puede ver con más claridad el lugar y se lleva un susto de muerte al ver que, la ropa que utiliza esa persona es, en realidad, piel de animal.
—Tú, caminar. —Chiara hace un movimiento de cabeza para que la siga. Aunque se detiene al ver el pálido rostro del muchacho.
—E-Eso es... Es...
—¿Eh? —su mirada baja hacia su propio cuerpo—. ¿Que?
—¡No te acerques!
Azul comienza a corre despavorido, lamentablemente no ve su camino y termina golpeando su cabeza contra una rama baja. Esto lo deja inconsciente y Chiara gruñe, porque ahora deberá cargar al ruidoso muchacho.
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