Capítulo 35

Nueve meses después...

Chiara se encuentra en las carpas de los médicos ya que las contracciones empezaron, ella confía en ellos, pero está sumamente preocupada por Azul ya que no puede estar en el parto.

—¿A-Alguien puede s-salir a ver cómo está Azul? Debe estar muy- ¡ah, otra contracción!

—Tranquila, sólo concéntrate en esto. Todo va a salir bien sino Lau me mata —le dice un enfermero, quien es la pareja de la joven herrera.

Afuera están esperando toda la familia de Chiara y Ferran, quienes intentan contener al rubio. Él es un manojo de nervios, está muy pálido y no deja de temblar.

—Ella va a estar bien, pero tú vas a tener un ataque —comenta el de ojos azules mientras niega.

—No puedo calmarme, quiero estar con ella.

—Ya los escuchaste, el lugar es muy pequeño. —El padre de Chiara se hacerla a Azul para darle un abrazo y le palmea la espalda—. Mi hija es fuerte pero te entiendo, yo también sentí lo que sientes ahora.

—Se desmayó cuando Chiara nació —comenta su esposa mientras suelta una corta risa.

—Fue porque y-yo sí vi el parto —se defiende y luego mira a un lado.

—Está gritando mucho, algo está mal —dice el rubio, sin embargo un sonido diferente hace que la discusión se detenga, el llanto de un bebé—. ¡Chiara!

Él corre dentro rápidamente, encontrando a la castaña sobre una cómoda cama y con un pequeñito bebé en sus brazos. Azul se acerca a ella, quedando arrodillado a su lado cuando una sonrisa aparece en su rostro, Chiara aparta un poco las mantas que cubren al niño y el rubio queda paralizado al momento de verlo.

—Ya nació Color, es un niño —murmura a pesar de estar agotada y consigue que él reaccione—. ¡Ah! —Chiara vuelve a sentir dolor, una nueva contracción, llamando la atención de los médicos.

—No ha terminado. —Ellos se movilizan nuevamente, haciendo que Azul cargue al bebé para que Chiara pueda pujar. Un segundo bebé nace minutos después y la muchacha se recuesta en la cama, completamente agotada.

—S-Son dos, dos —susurra mientras cierra los ojos lentamente.

—No Chiara... ¡No te mueras! —exclama desesperado, entonces recibe un zape por parte de la partera.

—Ya revisé su pulso, sólo está dormida —indica y le ordena guardar silencio. El parto fue demasiado para ella y la dejarán descansar un momento. Mientras tanto Azul sostiene a los dos bebés en sus brazos, él se encuentra en una especie de trance mientras siente el calor de esos pequeños cuerpos y se asegura de no moverse para no despertarlos.

—Dos bebés —dice Ferran al asomarse, entonces toda la familia entra a las carpas para rodear a los nuevos padres.

—Soy tío —susurra Julio mientras contiene las lágrimas.

—Se ven arrugados y feos —comenta Louis y recibe la mirada de advertencia de su padre—. Perdón. Miren, se parecen mucho.

—¿Gemelos? ¿Mellizos? —pregunta la mujer, un momento después se acerca a su niña para despertarla suavemente—. Lo hiciste muy bien, amor.

—M-Me duele... t-todo —murmura cuando abre los ojos, ella mueve lentamente la cabeza a un lado y luego al otro—. ¡Mis bebés! ¡¿Dónde están mis bebés?!

—Tranquila.

—Chi, es un niño y una niña. —Azul se acerca rápidamente y, debido a los gritos de la castaña, los bebés comienzan a llorar.

—Dame, debo amamantarlos —dice al extender sus brazos hacia él. El rubio asiente rápidamente y le entrega a ambos con sumo cuidado, pero levanta las cejas por la sorpresa cuando ella descubre su pecho completamente.

—¡No miren! —exclama al cubrirla con su cuerpo para que nadie más de los presentes puedan verla.

—Tienen hambre —comenta la mujer luego de ayudar a Chiara para que sostenga a los pequeños correctamente—. Asegúrate de no asfixiarlos mientras se alimentan.

—Sí mamá.

—¿Ya pensaron en los nombres? —pregunta Ferran—. Yo sugiero-

—Azul puede escoger, es el padre —lo interrumpe Chiara antes de que diga algo más. 

—Mmm... bueno, ya habíamos escogido los nombres por si era niño o niña. Ahora podemos usar ambos —comenta al darle una sonrisa a todos—. Serán Violeta y Zeleony.

—¿Zeleony? —cuestiona Louis al arquear una ceja, un momento después suelta un—. Ahhh, verde en ruso, entendí.

—Bueno, basta. Hay muchas personas aquí —indica uno de los enfermeros—. Sólo los padres pueden quedarse.

Azul mira a Chiara mientras toma asiento junto a la cama. Él no puede apartar la mirada de sus niños, y además acaricia sus manitos suavemente.

—Tienen el color de tu cabello, mira, los ojitos de Violeta se parecen a los míos —comenta en voz baja.

—Si, son sanos. Tal vez pesen entre tres o cuatro kilos cada uno.

—Eras muy exigente con la cómoda.

—Y ahora ves porqué, debía comer para tres. —Ella hace un puchero ya que siempre su familia, sobre todo Louis, se quejaba que comía demasiado—. Ya quiero enseñarles a leer y a escribir como me enseñó mamá.

—Más despacio, acaban de nacer.

—Si, lo sé. A partir de ahora vamos a tener que soportar el llanto, los pañales sucios y el desvelo —enumera cada uno para luego cerrar los ojos.

—Descansa, yo cuidaré de ustedes. —Él le da una sonrisa y besa la frente de Chiara, haciendo que se sienta más cómoda y segura para dormir un poco junto a sus pequeños.

Fin

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