Capítulo 33
Ferrian Llagaria había sido seleccionada junto a otras diez niñas para recibir una educación especial para ser las próximas Señorías, le explicó su abogada. Quien regresó sin más.
—No puedo creerlo —dice Chiara mientras frota sus sienes—. Conflicto cognitivo, conflicto cognitivo.
—No soy una mujer —corrige el de ojos azules—. Mis padres quisieron que me educaran como una, siempre sentí que no encajaba. Pensé que al pertenecer a Las Señorías todo iba a mejorar. Pero me trajeron a este lugar inmenso, me sentía mucho más incómodo y mis amigos habían desaparecido.
—Eso no es cierto —interfiere una de Las Señorías y se atreve a moverse de su asiento para caminar hacia él.
—Siendo parte de ellas podríamos hacer muchos cambios —le susurra la castaña a Ferran, pero éste niega.
—No, actúan en conjunto, las ideas de un individuo no importan. Además sólo son un adorno, se guían por las leyes que las otras Señorías seguían —le explica, entonces se para firme cuando una de ellas está a unos pasos.
—Ferrian, tú eres mi amiga. A pesar de tu rebeldía y de todas las leyes rotas.
—No me llames así, Aliz —contesta de manera brusca—. Un amigo me habría apoyado, no castigado cuando me corté el cabello.
—¿Vas a empezar de nuevo con eso? Sabes que todas debemos tener el cabello de 80 centímetros se largo. Tú cortaste el tuyo —murmura esto último mientras extiende su mano para tocar la cabeza de él. Sin embargo la detiene y da unos pasos atrás—. Podemos ayudarte, regresa con nosotras.
—Ni de chiste —responde al soltar una risa—. No pueden arreglarme, no soy una máquina y conocí a ciertas personas que me aceptan como soy.
—¡Basta Ferrian! —exclama ella al quedarse sin paciencia.
—Déjala Aliz, no pierdas el tiempo —le dice su compañera.
—No, no podemos darnos por vencidas con ella —responde para luego voltear nuevamente hacia él—. Piénsalo, es tu oportunidad. ¿No quieres que volvamos a estar juntas?
—¿Qué sucede? No entiendo mucho —susurra Azul a Chiara.
—No tengo idea pero es muy interesante —responde ella con la misma discreción mientras presencian todo sin intervenir.
—¿Estar juntos? —cuestiona al fruncir el ceño.
—Juntas, las dos. —Aliz sonríe cuando sus mejillas toman color—. Siempre sentí cosas por ti. Sólo necesitamos esforzarnos para que esto funcione y-
—Querrás decir que yo debo esforzarme para ser exactamente igual a ustedes. Lo siento pero no.
—Bien, será como quieres Ferrian —murmura Aliz mientras vuelve a su lugar.
—Serán sentenciados al exilio, ya que no quieren vivir en nuestra comunidad —dice al unísono.
—No, no pueden expulsarnos de la cuidad —se opone Chiara, sin embargo no es escuchada y los oficiales vuelven a utilizar sus armas para dejarlos inconscientes.
A pesar de tener el problemas resuelto, Las Señorías ahora deben tranquilizar a las personas, quienes exigen una completa restauración del museo y la galería con todas las atracciones que poseían.
—El comunicado dice que volverán a reconstruir los edificios dañados con modificaciones en sus exposiciones —les explica la oficial.
—¿Modificaciones? Queremos ver música y esas historias extraña del museo —dice la líder de grupo que comienza a formar revuelo, dicho grupo se trata de los compañeros de Azul y los alumnos de Ferran.
—Lo lamento, todo se perdió en el incendio.
—¡Queremos que los hagan de nuevo!
—¡¿Dónde están Azul y Chiara?! —pregunta Catarina, quién también está presente.
La euforia de la muchedumbre fue demasiada y tuvieron que utilizar la fuerza para que las personas se dispersen, hasta llegaron a hacer un par de arrestos más.
Mientras tanto Aliz pasa tiempo en el inmenso jardín de hay en el edificio de Las Señorías. Recuerda que siempre miraba los arbustos y flores con Ferrian, aunque esta última siempre de quejaba que todo era muy gris y sin vida. Pero qué más podía esperar de un jardín artificial. En eso oye a una de sus compañeras acercarse y deja caer la flor que recogió.
—¿Ya está hecho?
—Si, pero arrestaron a más como ellos. También serán exiliados —responde la recién llegada.
—Está bien, ese mal debe ser arrancado se raíz —habla al mirar por la ventana, desde allí ve la barrera que oculta el exterior, sólo espera que su amiga tenga un deceso pacífico.
El cantar de las aves hace que el rubio despierte, de un salto se pone de pie y mira a su alrededor. Sonríe al encontrarse bajo la sombra de esos gigantesco árboles que vio la primera vez. Él escucha unos quejidos y encuentra a Chiara tendida sobre un colchón de hojas secas.
—Chi, despierta —la sacude suavemente y consigue que ella abra los ojos.
—Ya estoy harta de eso —comenta al encontrarse mareada.
—¡Señor Marco! —Ferran se apresura para ayudar al mayor, quien también se encuentra inconsciente junto al grupo de personas.
—No me hiciste el desayuno —lo regaña, haciendo que él suelte una risa a pesar del momento.
—Lo sé, perdona —contesta al darle un abrazo.
—¿Dónde estamos? —pregunta Niko luego de volver en sí. Él no es el único que hace preguntas y más de uno comienza a entrar en pánico al ver que se encuentran en el exterior.
—¡Debemos volver, no podemos estar afuera!
—¡No veo ninguna puerta, debe haber una puerta!
—¿Vamos a morir?
—¡Silencio! —Chiara calla a todos, siendo el centro de atención ahora—. Fuimos expulsados, y por eso deben hacer exactamente lo que les diga si quieren seguir con vida.
—¿De qué habla?
—Vamos a morir —dice Catarina mientras se abraza a sí misma.
—¿Tú nos trajiste a este lugar?
—No, yo no-
—Si mal no recuerdo el camino es por aquí —dice Marco mientras comienza a caminar con ayuda de su bastón.
—Con cuidado, puedes tropezar con alguna raíz del suelo —indica Ferran mientras lo ayuda en su andar.
—Esperen, debemos regresar. —Chiara trata de detenerlos, sin embargo Marco niega.
—Ella tiene razón, no podemos dejar a los demás —insiste Azul.
—Ellos ya eligieron —responde Ferran al mirar sobre su hombro—. Nosotros debemos seguir.
Ella aparta la vista del domo para ver a su alrededor, encontrando la mirada expectante de los demás. La mayoría de ellos están asustados.
—Chi, van a tener alergias también. Tenemos que estar en el pueblo para entonces —murmura Azul mientras coloca sus manos en los hombros de la castaña.
—Es cierto, hay que movernos.
Con ella a la cabeza el pequeño grupo se abre paso por el bosque, muchos intentaron aventurarse solos, sin embargo Ferran y Azul los detuvieron. Desde el principio le dejaron en claro que tanto Chiara como Marco estaban a cargo y que debían hacer lo que ellos dijeran si querían sobrevivir.
—Aquí no hay electricidad, ni baños, ¿o sí? —dice Catarina.
—Tal vez... Pero t-tampoco hay edificios —comenta Niko—. Oh no, ¿dónde vamos a vivir? ¿Qué vamos a comer? ¡¿Dónde iremos al baño?!
—Tranquilos —interrumpe el rubio al ver que el miedo comenzó a surgir nuevamente—. Estamos yendo a otro lugar, uno muy diferente y con personas agradables. Vamos a estar bien.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque ya estuve allí, será peligroso, van a tener miedo, pero Chiara y ninguno de ellos dejará que les suceda algo malo —les asegura mientras una sonrisa aparece en su rostro.
Como todas las mañanas, se prepara para Julio hacer un viaje hacia el domo antes de sus labores. Fue por ello que encontró la nota de su hermana tallada en el tronco de un árbol y le dio las buenas noticias a todo el pueblo.
—Es peligroso que te alejes tanto —le dice Louis cuando monta su caballo.
—No te preocupes hermanito —responde con una sonrisa, a lo que el menor roda los ojos.
—Todos los días, durante meses, vas a ese lugar, sabes que Chiara está bien. ¿Por qué te arriesgas así?
—La extraño, ¿tú no?
—No, siempre fue molesta y ahora tomaste su lugar —lo señala, claramente a la defensiva.
—Entonces también me iré para no molestarte.
—¡No, no te vayas! —Louis detiene al caballo y luego suelta un suspiro—. ¿No haz pensado que Chiara tal vez no regresará? La vida dentro del domo es sencilla, sin preocupaciones y ella-
—Eso es imposible —lo interrumpe Julio—. Nuestra hermana no olvidará a su familia así de fácil, nosotros tampoco debemos —agrega y aparta al menor gentilmente para seguir con su camino.
Al trotar por las afueras del pueblo sus pensamientos lo distraen, si pensó en eso al igual que Louis. Dentro del domo no hay hambre, ni trabajo duro o enfermedades. Pero conoce a Chiara y sabe que si ella decidió vivir allí, también se llevaría a todo el pueblo.
Julio es devuelto a la realidad cuando su caballo frena de repente, al principio cree que es por algún animal salvaje, sin embargo queda boquiabierto al ver un grupo de personas y a la mismísima Chiara como líder.
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