Capítulo 17

Azul es recibido por Chiara en su departamento junto con el hombre que conoció en el restaurante. Ella estaba tan emocionada que apenas comprendió lo que le dijo antes ser guiado hacia la parada de autobús más cercana. Los tres se encuentran sentados en los asientos y Ferran no puede contener su alegría al estar junto a Azul.

—Es tan emocionante, podré decirte lo bello que eres y-

—Ajam. Recuerda a qué vinimos. —Chiara le pide cambiar asientos al rubio y él acepta, con tal que lo dejen tranquilo. Los cumplidos del Ferran lo están incomodando un poco.

—Ohh, yo quería estar con Azul. —Él hace una mueca y el resto del camino se mantiene con los brazos cruzados, justo como un niño berrinchudo.

—Chi, ¿puedes decirme a qué vinimos aquí? Es que no escuche muy bien la primera vez que lo dijiste —pregunta el rubio al ver que bajaron en las afueras de la cuidad, un vecindario muy parecido al que cruzó cuando iba a salir del domo. Sólo que este de encuentra al extremo contrario.

—Hay la posibilidad de que una persona como yo se encuentre aquí. Ferran asegura que su amigo dice las mismas locuras que digo, y quiero pensar eso y no porque esa un anciano.

—Buenas tarde, señor.

Ferran golpea la puerta de una casa pequeña pero pintoresca. No parece abandonada como las demás y el jardín está adornado por flores silvestres. Chiara las reconoce y le dice a Azul que esas mismas flores crecen fuera. Además, las que el rubio ha conociendo en su vida dentro del domo son artificiales.

—Huele muy bien —dice estando arrodillado junto a un arbusto y olfatea las flores con energía. Entonces suelta un estornudo que hace reír a la castaña.

—Awww, estornuda como un gatito. —Ferran suelta una risita y es sorprendido por la persona que abre la puerta. El hombre mantiene el ceño fruncido y lo intensifica al ver a sus acompañantes.

—¿Qué hacen ellos aquí? Prometiste nunca decir nada sobre mí o lo que te enseño.

—¡Usted! —Chiara aparta a los demás de su camino y se para ante el anciano con una gran pero nerviosa sonrisa—. Es usted. L-Lo recuerdo.

—Cuanto haz crecido.

—¿Ustedes se conocen? —Tanto Ferran como Azul miran a ambos con las cejas levantadas. Sorprendidos al ver como ella abraza al anciano. Chiara se separa un momento después y mira al hombre, frunce el ceño y se separa de un movimiento rápido.

—¿Todo el tiempo estuvo aquí? ¿Por qué no regresó? Benjamín... Él ha arriesgado la vida todo este tiempo en su búsqueda.

—Por favor, tranquilízate.

—Lo haré. Pero debe darme una gran explicación.

El hombre acepta, haciendo un ligero movimiento con su cabeza. Así, los recién llegados entran a la casa con el anciano como guía. Él los lleva por el interior hacia el jardín trasero. En el trayecto, Azul mira las pinturas que están en las paredes de la sala, cocina y el corredor. Hasta tiene la oportunidad de ver que algunas también en las escaleras y apuesta que el primer piso están igual de decoradas.

Una vez en el jardín, se sientan en sillas de madera que están al aire libre. El lugar tiene más vegetación y flores que el jardín de frente, haciendo al lugar tranquilo, bello y acogedor. Azul no puede evitar olfatear las flores y estornudar. Aunque eso no le impide disfrutar de ellas.

—Azul, él es Marco Espinosa. Señor, este es Azul Santana. Nos conocimos de una forma extraña, es una larga historia. Pero lo importante es usted —dice la castaña manteniendo los brazos cruzados.

—Es un gusto conocerte Azul. —Marco le sonríe al menor, quien responde con el mismo gesto amable.

—Igualmente. ¿Como le gustaría que me dirija a su persona y qué artículo debería usar?

—Hace tiempo he dejado de hacer esas preguntas y de responderlas. Decir sólo el nombre es más sencillo.

—Responda mis preguntas. —Chiara llama su atención nuevamente—. Todos están preocupados, el patriarca, la abuela Bea...

—Yo no tenía intenciones de regresar a este lugar, viajé durante muchos años, estuve frente a la muerte más de una ocasión y todo para descubrir que la humanidad está a punto de desaparecer —dice Marco mientras se mece suavemente—. Vi el mar, subí montañas y descubrí otras ciudades con domos. Todos ya habían muerto.

—¿Cómo? ¿Los atacaron o...?

—No, no. Fue el tiempo, pienso que sus Sedes quedaron sin bebés y todos los ciudadanos envejecieron —le explica, haciendo que Azul interrumpa la conversación.

—Yo soy de la última generación de la Sede, ya no hay más bebés —comenta, alarmando al anciano.

—Oh no, eso es malo —niega el mayor—. Terminé aquí por esa razón, ya de anciano. Pero ya no tengo fuerzas para hacer algo, lo pensé mucho y esas personas no les interesa la historia o la naturaleza.

—No me digas, vi lo que le hicieron al museo de historia —dice Chiara al cruzarse de brazos—. Hasta piensan que el sexo es sólo placer.

—Es para hacer bebés... —en ese momento Azul tiene una gran idea, al menos a su parecer—. Yo puedo tener muchos bebés con Sam.

—Eso es muy tierno de tu parte Color, pero ambos con hombres —le corrige ella.

—Las mujeres son las únicas que pueden dar vida —agrega Ferran—. ¿Quién es ese tal Sam?

—Sam es mujer y-

—Considerarse como tal no te hace una mujer, la naturaleza no funciona así —le dice Marco, viéndose reflejado en el muchacho, la ingenuidad que antes él también tenía—. Ustedes pueden hacer algo, Ferran sintió mucha curiosidad por mis historias pero hay pocas personas con esa curiosidad natural. Deben hacer que los demás vuelvan a interesarse por el mundo que los rodea y en el exterior. El domo también está en sus mentes.

—Yo tomaré esa responsabilidad —Chiara se pone de pie para agregar que no tienen tiempo que perder. 

Luego de poner a Marcos al día con las cosas que pasaron en el pueblo mientras tomaban té, ella se despide el anciano y de Ferran, ya que tienen muchas compras que hacer. 

—Chi, ¿qué vamos a hacer? —le pregunta Azul, un poco asustado ahora que sabe que el fin de la humanidad está cerca—. ¿Por qué pasó esto? ¿Ya no vamos a vivir?

—Los últimos de la Sede tienen 18 años, aún somos jóvenes para cambiar esto. Todo es culpa de esas leyes ancestrales que siguen las Señorías —murmura la castaña pensativa.

—Pero si no obedecemos las leyes iremos a la cárcel.

—Eso ya no importa a estas alturas —niega la muchacha seria.

—No quiero que te suceda algo malo. —Azul abraza a Chiara mientras deja que sus lágrimas corran libres por sus mejillas. Por otro lado, ella sólo palmea su espalda para consolarlo, su reacción es un poco exagerada a su parecer.

—Hablas con Chiara Cazadores, la mayor de mi familia y la más fiera —comenta al señalarse—. Y ya tengo una idea —agrega al ver los grandes edificios de la ciudad, un gran lienzo blanco dónde escribir la historia de la humanidad nuevamente.

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