Capítulo 14

Chiara toma un pequeño descanso en el sofá, luego de terminar con su trabajo. Bosteza, estando completamente agotada y siente sus párpados pesar. Unos minutos después se encuentra babeando. Sumergida en su sueño, hasta escuchar unos golpes en la puerta. De inmediato levanta la cabeza y lleva su mano hacia el cuchillo de su cintura.

—Chi, soy Azul. La puerta es-está cerrada.

Rápidamente busca las llaves y le da la bienvenida con una sonrisa cansada pero alegre. Azul devuelve el gesto, colocando un par de cajas en las manos en de muchacha.

—Conseguí estos pasteles, no tienen soja. También traje galletas con sésamo, soy mis favoritas. Pero no sé si puedes comerlas.

—Gracias, que amable —responde, y espera la reacción del rubio con una gran sonrisa.

Azul suspira y toma asiento en el sillón, un segundo después, las cortinas bailan con la brisa y golpean si rostro suavemente. El color azul llama su atención y ahora él mira su alrededor con asombro.

—¿Tú hiciste todo esto?

—Puedo dejar todo como estaba si no te gusta. —Chiara se acerca mientras come unas galletas. Ya es hora de su té de la tarde.

—Oh, no. Me gusta. 

—¡Entonces esto te encantará! —Ella cubre sus ojos, diciendo que es una sorpresa y lo lleva hacia su habitación. Una vez allí, Chiara aparta sus manos. Azul sonríe al ver el tono verde pastel que ahora está en las paredes y sabanas de la cama. La pintura muestra el follaje de los árboles, vivo y colorido. Además agregó unas flores de color rosa, un día de primavera.

—Chiara... Se ve increíble, gracias, gracias.

—No es nada. Utilicé pinturas para el cabello para teñir las sabanas, las encargué por la pantalla del baño. No hay problema con el dinero, ¿o si?

—Ya no, conseguí un nuevo empleo. Por la mañana y de mozo nuevamente.

—Genial, ¿qué hacemos ahora?

—Sam y yo... Pasábamos tiempo juntos, nos besábamos y e-eso. —Chiara sonríe al ver las mejillas rojas del rubio, habló demás.

—¿Qué hay de eso? —Ella indica la pantalla en la pared. Aún tiene una lámina de plástico que cubre la pantalla.

—Bueno... No lo sé. Sam había dicho que mejor sería no tocarlo luego de ver esas cosas.

—¿Qué cosas?

—P-Preguntas mucho, jeje.

—Y lo seguiré haciendo porque hay algo que no me quieres decir.

—Ya, ya. —Azul no puede sostener la mirada y enciende el aparato para que ella lo vea por sí misma. Los gemidos de dos mujeres llenan el departamento, él intenta ocultar su sonrojo mientras Chiara queda paralizada.

—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, ¡siete!, ¡ocho!, ¡nueve! ¿Cuántos canales más hay?

Los gemidos se detienen al pulsar el botón por un largo tiempo, Chiara suspira al encontrar un canal de noticias. La conductora del programa anuncia la reinauguración del museo de la ciudad, el cual tiene nuevas y muy educativas exposiciones.

—¿Ya habías visto uno así antes? —le pregunta Azul, refiriéndose a la televisión.

—Si, en libros sobre tecnología. Sé como están hechos y para qué los crearon. Pero... ¿En serio hay cincuenta canales dedicados al sexo y sólo uno a las noticias?

—Eh, ¿y si vamos al museo? Suena interesante, jamás he ido a uno. —Azul señala el noticiero, el cual notifica la dirección y horarios en los cuales el museo está abierto al público.

Chiara acepta con ganas, diciendo que es una excelente idea y una muy buena oportunidad para aprender sobre el pasado de los domonienses y su cultura. Sin perder más tiempo, ambos toman un autobús para ir al museo, al cual no se encuentra lejos.

—Arquitectura simple, no hay marcos en las ventanas y puertas. Tampoco hay pilares, mucho uso de cristal y luces. El-

Una gota sobre la hoja interrumpe las anotaciones de Chiara, luego otra más y más.

—¿Lluvia? Pero...

—Vamos Chi. —Él la toma de la mano y la lleva a un lugar seco para resguardarse de la lluvia. Por suerte, ese lugar son las puertas del museo. Azul sonríe al ver la expresión de confusión que ella mantiene, cejas juntas y su nariz arrugada.

—¿Cómo puede llover aquí? Estamos bajo un domo, por Moral. Además el aire huele-

—Muy bien.

—¡Exacto! ¿Por donde entra el aire? ¿De donde viene esa lluvia? ¿Por qué todos los alimentos que no son soja saben a soja?

—N-No lo sé. Nunca me lo había preguntado. —Azul mira ahora a la lluvia como Chiara lo hacía hace unos momentos.

—Es tranquila, recta. No hay viento que cambie su trayectoria —murmura mientras muerde la punta de su lápiz—. Pero en cielo se ha oscurecido. Conflicto cognitivo, conflicto cognitivo.

—Mejor vemos las exhibiciones, puede que ahí haya respuestas.

—Buen plan. —Es ella la que toma su mano ahora y lo lleva corriendo dentro del museo. Sus ojos brillan y una gran sonrisa adorna su rostro. Aunque, los gemidos que comienza a oír hacen que cambie esa alegre expresión por una de disgusto y desagrado—. ¿L-Las exhibiciones son personas?

En la gran galería frente a ellos se encuentran mesas rectangulares, donde se ubican dos o tres personas con máscaras en sus rostros pero completamente desnudas, danzantes con sus cuerpos. Se acarician, abrazan y más.

—Oh... por... Moral... —susurra Chiara bajando la mirada hacia sus nuevas zapatillas.

—¿Te sientes bien?

—Una gran vergüenza ajena me invade al ver esos cuerpos, quiero que la tierra me trague. Así que no, no estoy bien —responde mientras apresura sus pasos para llegar al final de esa galería de una vez.

—Hey, ustedes. —Unos de ellos detiene a los jóvenes justo cuando pasaban frente a su mesa—. Aquí pueden aprender, ¿tiene alguna pregunta? –dice al dejar de darle atención a su compañero. Entonces cambian lugares para tener su boca libre y hablar.

—No, no. Gracias.

—Pero tú siempre haces preguntas —cuestiona Azul ladeando la cabeza, le parece divertido ver a la chica nerviosa.

—Bien, s-solo una pregunta y los dejamos seguir con su acto. —Chiara no hace contacto visual con nadie, ni siquiera con Azul ya que intenta ocultar su sonrojo. Los jadeos bajos del hombre tampoco ayudan en nada, pero él no puede evitarlo. Está muy concentrado en su placer y en marcar el ritmo de la cabeza de su pareja.

—Bien, una pregunta cada uno. —Azul parece divertirse, es un juego para él—. ¿Eso sabe bien? ¡Ay! —chilla cuando la muchacha le da una suave pisada.

—Si. Pero se debe tener cuidado de no morder demasiado fuerte, es una zona muy delicada —responde el otro hombre, dando una pequeña pausa. Su voz es baja y rasposa. Una mano lo incentiva a continuar y deja de hablar por el momento.

—Bien, mi turno. ¡Ya sé! ¿Saben algo sobre cómo la lluvia cae?

Chiara recibe las miradas de ambos hombres, luego ríen y continúan dándose atención.

—Sólo cae y ya.

—Gracias por la respuesta, adiós.

—No olviden de llevarse un recuerdo, hay muchos juguetes en esas cajas.

Ella empuja Azul lejos de esa galería y sólo se detiene cuando deja de oír los jadeos, gemidos y alguno que otro grito.

—Eso fue raro —comenta Azul, soltando risitas al ver el rostro de la castaña.

—No te burles —chilla y frota su rostro con rapidez—. Por un momento creí que nos invitarían a participar.

—Sería amable de su parte.

—¿Que? No, no. Ay, así no se hace.

—¿Qué quieres decir? Hubiéramos aprendido más y también practicaríamos. —Azul recibe la mirada atónita de la castaña. Entonces decide dejar de hablar—. Es lo que San hubiera hecho.

—No, gracias. —Chiara toma asiento por un momento y observa la nueva galería mientras calma su cuerpo y mente. Azul también se sienta, mira las pinturas y sonríe.

—Mira, el punto se va moviendo. —Señala ese pequeño punto negro dentro de la pintura blanca. Hay cientos de ellas en esa galería y el punto cambia de posición en cada una—. Pero los árboles que hiciste son mejores.

—Me alagas. —Chiara le sonríe, pero también dura uno segundos—. A este lugar le hace falta color. Brillantes, vivos, cálidos y fríos —dice, mirando con completo desagrado las otras pinturas. Hay rosados muy pálidos, o naranjas. De hecho, todo los colores de la ciudad soy tan pálidos que apenas se los puede distinguir del blanco.

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