Capítulo 11

Azul no entiende muy bien de lo que hablan. Sin embargo guarda silencio en lugar de hacer miles de preguntas. Pero, al menos, pudo agradecerle al hombre que salvó su vida. Antes de que Chiara lo arrastre tras el recién llegado hacia el pueblo. Apenas pudo seguir el paso con movimientos torpes pero rápido. Así, por la prisa que llevan, llegan a una casa muy bonita. Toca la puerta y una anciana de cabello cubierto de canas los atiende.

Azul simplemente sigue a Chiara como un cachorrito sin hogar y se sienta a su lado mientras escucha la conversaciones atentamente. Lo mejor que puede hacer ahora es guardar silencio y tratar de entender.

—Benjamín, bienvenido —dice la mujer dándole una sonrisa.

—Señora, yo... Siento mucha vergüenza por no hallarlo.

—Está bien. Marco siempre fue bueno para esconderse. —Ella suelta una risa desganada, aunque su sonrisa persiste—. Veo que ya conociste al nuevo integrante de la familia de cazadores.

Azul siente todas las miradas sobre él y sonríe también, saludando nervioso con su mano.

—Si, creí que era un niño pero ya es un adulto —comenta él rascándose la barba.

—B-Bueno... Fui de visita a un asilo y todos se veían como tú —el muchacho se llenó de valor para decir esas palabras. Ahora tiene a Chiara muy cerca de él, sonriendo como maniática.

—¿En serio? Dime más.

—Chiara decidió estudiar a los habitantes del domo y ahora tiene uno aquí —dice Julio al ver a Benjamín arqueando una ceja.

—Ya veo, creí que había encontrado a su persona especial.

—Si, Azul es muy especial pero no en ese sentido —corrige Chiara sonriendo y anotando la poca información que el rubio le da acerca de su estilo de vida. Ambos salen de la casa luego de despedirse de la señora Bea. Como Azul continúa sin comprender lo sucedido, le pide amablemente a la castaña que se lo explique. Ella responde que Benjamín es el hijo de la señora Abigaíl, una de las primeras de la familia de cazadores y que él fue en busca de Marco, lo hace cada tres meses y permanece fuera del pueblo por otros tres meses. Recorre cada sector de tierra no explorada solo y marca los lugares en donde no halló nada. Su misión es encontrar a Marco, pero eso también ayuda a extender en mapa hacia los lugares perfectos en donde puedan asentarse las nuevas familias.

—¿Nuevas familias? ¿Vendrán más personas? —pregunta ladeando un poco la cabeza.

—Mis hermanos, los niños... Tendrán la edad para formar una familia en algún momento y el pueblo será muy pequeño para todos nosotros. Yo ya debería tener pareja por ejemplo. —Chiara suelta una pequeña risita para luego suspirar.

—¿Qué edad tienes?

—Dieciocho, como tú.

—¡¿Qué?! Creí que tenías treinta, ¿c-cómo puedes tener tanta experiencia? —Azul retrocede un poco al ver el ceño fruncido de Chiara.

—Primero que nada, eso me ofende y segundo, soy así porque mis padres me educaron. Aprendí a leer a los cuatro años de edad y Louis a los tres.

—¿Q-Qué edad tiene Louis?

—Doce años y Julio tiene dieciséis.

Chiara abre los ojos sorprendida al ver al rubio sobre el césped en posición fetal. Él abraza sus piernas mientras se repite en voz baja que es un completo inútil. La castaña se arrodilla a su lado y palmea dos veces su espalda, diciendo que no es para tanto. Entonces Azul le explica la razón de su reacción tan extraña.

—Si, si lo es. Nos enseñaron que los mayores tienen más experiencia y que debemos obedecerlos. Al tener dieciocho debería ser como tú. Pero, incluso Louis me supera.

—Ah, ya veo.

—Me siento muy fuera de lugar, además este dolor de cabeza me molesta desde el desayuno. —Él frota sus sienes mientras intenta levantarse. Pero la fuerza de sus piernas desaparecen y lo dejan caer nuevamente.

—¿Dolor? ¿Por qué no me lo dijiste? —lo regaña. Entonces toma su rostro y lo inspecciona—. Incluso estás más pálido.

—No puedo levantarme —susurra bajando la mirada. Más que asustado, Azul se encuentra muy sorprendido ante los problemas que su cuerpo presenta. Nunca se había sentido tan débil como ahora y su robot siempre le daba medicamentos para hacerlo sentir mejor. Ahora es diferente, ya que, mientras estaba perdido entre sus pensamientos, Chiara pasa uno de sus brazos sobre los hombro y lo ayuda a ponerse de pie. La calidez de su cuerpo hace que se sienta tranquilo, pues había comenzado a sentir un poco de frío. A pesar que este día tiene un clima muy agradable.

—¡Necesito ayuda! —Chiara llega rápidamente a unas grandes carpas blancas. Allí lo recibe un hombre con bata del mismo tono puro y deja a Azul sobre una cama bastante cómoda.

—¿Qué sucedió?

—Creo que es deficiencia de nutrientes, desde que llegó no ha querido comer carne.

—Entiendo, debemos buscar otros alimentos que sustituyan la carne. Aunque su estado se ve muy avanzado y no contamos con cosecha de soja en esta época del año. —El hombre suspira y mira a su paciente, quien está temeroso y extremadamente pálido. Entonces revuelve su cabellera mientras le dedica una sonrisa—. Es hora de regresar a casa.

—¿Qué? —Ambos jóvenes se miran al haber pronunciado la misma palabra.

—¿Volver?

—Estoy aprendiendo mucho de la cuidad con él aquí, no puede regresar ahora —protesta Chiara.

—Estás siendo un poco egoísta, linda. Azul necesita volver al domo, su sistema no está preparado a este ambiente. —Él coloca sus manos en los hombro de la castaña. Chiara baja la mirada por un momento mientras frota sus manos. Un segundo después mira al rubio e intenta sonreír.

—No hay problema. Yo te llevaré al mismo lugar donde te encontré.

—Ammm, ¿puede dejarnos un momento a solas? —Azul mira al hombre y este acepta su petición, diciendo que estará afuera por si necesitan algo. De repente Chiara siente las manos del rubio en sus brazos y la sacude con energía—. Por favor, no. No. No puedo regresar.

—No entiendo. —Ella se aparta un poco, ve a Azul desesperado y al borde de un colapso nervioso.

—N-Necesito bebés... Para la Sede, fuimos los últimos en salir y necesito regresar porque algo está mal conmigo. Me dijeron que fuera del domo había bebés con los colonizadores y-

—No puedo creerlo. Louis tenía razón todo el tiempo, ¡le mentiste a todo el pueblo!

—¿Estás molesta?

—¡Si! ¿Cuál era tu plan? ¿Ibas a simplemente llevarte a los niños? —Chiara hace un gran esfuerzo por no continuar gritando o golpear al rubio.

—Y-Yo... Tenía pensado hablar con sus padres y convencerlos de llevarlos a la Sede. Allí no les faltará nada y podrán visitarlos en su cumpleaños. —Azul es callado abruptamente por una cachetada de Chiara. Él siente el dolor extenderse por su piel y queda sin palabras un momento—. Me go-golpeaste —susurra sosteniendo su mejilla roja mientras sus ojos se llenan de lágrimas.

—Eso no es un golpe. Si todos se enteran de tus verdaderas intenciones te harán pedazos. —Ella voltea y suelta todo el aire retenido. Con profundas respiraciones consigue apaciguarse y bajar sus niveles de enfado. Entonces gira hacia el rubio, manteniendo el ceño fruncido, y asustándolo un poco más.

—Chiara yo-

Ella cubre su boca y lo mira a los ojos, haciéndolo temblar.

—Te irás, es lo mejor para ti.

—Pero... Si no regreso a la Sede, jamás volveré a ver a Sam —susurra dejándose derrotar por el llanto. Chiara suspira una vez más. Azul se encuentra llorando, suelta quejidos bajos y continúa sosteniendo su mejilla golpeada.

—No necesitas la Sede, porque yo te ayudaré con Sam.

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